Cae la noche. La sombra lo cubre todo. Nubes oscuras tapan el firmamento estrellado. Todos se ocultan en sus casas, asustados. De repente, como si de un hechizo se tratase, la Luna se abre paso entre la negrura del cielo y, recortada por la luz de ésta, distinguimos una silueta voladora. Es la hora de las brujas y, en esta ocasión, nosotros somos testigos de la aparición de uno de estos seres fantásticos.
Sus sombrías vestimentas pasan desapercibidas y la ocultan de los ojos curiosos. Su sombrero acabado en pico la protege del feroz viento que sopla en esas alturas. Su vuelo, grácil como el de un ave, le permite ir donde desee.
Su… ¿barba? Espera un momento…
La lucha contra el mal
En artículos anteriores (1), hemos podido comprobar cómo se vivió en toda Europa un movimiento de persecución conocido como “la caza de brujas”. Esta cruzada contra las personas que practicaban la hechicería (2) fue la causante de que, a principios de la Edad Moderna, murieran por diversos y bizarros métodos entre 60.000 y 70.000 personas, siendo el 75% de estas, mujeres. (3) Este hecho se plasmó en el arte de la época (4), pero en él, siempre parece haber un personaje olvidado.
En nuestro imaginario contamos con grandes magos y brujos, como Gandalf (5) en El Señor de los Anillos, o el protagonista de la saga Harry Potter (6) y su eterno enemigo (a quién evitaremos nombrar, por si acaso), sin olvidarnos del gran Merlín, mago de cabecera del rey Arturo.
Sin embargo, como se suele decir, la realidad a veces supera a la ficción. Y, en este caso concreto, nos encontramos con que, a pesar de haber existido, los hombres buscados por ser considerados brujos o hechiceros, no cuentan con un reconocimiento igual al de sus compañeras de martirio.
De modo que vayamos por partes: ¿por qué existe esta generalización que obvia a los brujos y los relega al anonimato?
Empieza el terror
A finales de la Edad Media nos encontramos con un ambiente que solo podía llevar al desastre.
Por un lado, el ámbito religioso nos muestra un cambio en la mentalidad de la época debido al Cisma de Occidente (7), además de la serie de desgracias a nivel económico y social provocadas por la Peste Negra (8). Esto ocasionó que el mal ya no se viera solo como la invitación al pecado, sino también como la realización efectiva de actos impuros que perjudican a la sociedad (9).
Asimismo, según las ideas cristianas básicas, la mujer era considerada la causa del pecado original (10). La misoginia, pues, se instaló en el seno de la Iglesia católica para siempre (11).
También tenemos que la mentalidad patriarcal de aquellos tiempos no era capaz de concebir a una mujer con un poder mayor al de un hombre. Es por esto que cualquier mujer que se mostrara “independiente” (12), podía ser víctima de una acusación formal de brujería, a veces incluso de boca de otras mujeres.
Aquí podemos incluir también a aquellas mujeres de mayor edad que, por sus experiencias y conocimientos (13), eran capaces de ejercer el papel de cabeza de familia, normalmente reservado al hombre.
Las brujas que comían niños
Pero sobre todas ellas, las más perseguidas fueron las herboristas y las sanadoras. Estas mujeres eran las encargadas de aliviar las dolencias de los campesinos. Esto las hacía peligrosas, pues eran altamente consideradas por el pueblo llano debido a sus conocimientos.
Hablábamos antes de la Peste Negra, la enfermedad que acabó con más de un tercio de la población europea en la Edad Media. Después de esta epidemia, lo conveniente para muchos gobernantes era conseguir mano de obra (14), necesidad que pasaba obligatoriamente por la reproducción.
Estas curanderas conocían remedios abortivos y anticonceptivos, sufriendo las iras de todos aquellos que buscaban una reconstrucción rápida en el continente elevando la natalidad.
Por todos estos motivos, nos encontramos ante un caldo de cultivo que llevaría a la muerte a más de 40.000 mujeres que, en la inmensa mayoría de los casos, fueron acusadas injustamente.
Pero, ¿quiere esto decir que no hubo casos de hombres brujos?
Ellos también hacen magia
Cuando se trataba de hombres, las acusaciones de brujería solían ir ligadas a litigios políticos o económicos. Quienes las realizaban buscaban una venganza personal, o adquirir alguna ganancia. De la misma forma que las mujeres eran consideradas más proclives al pecado en la mayoría de Europa, en otras regiones, este papel recaía en el varón. Pero centrémonos ahora en el caso español.
Spain is different
Nuestro país fue un oasis para la brujería. Dentro de sus fronteras encontramos uno de los datos más bajos (15) en lo que a condenas se refiere. Esto fue gracias a los inquisidores. Ellos catalogaron la brujería como un mal menor, que se corregía reeducando a los acusados en la religión cristiana (16).
Quizá el episodio más conocido de acusación a mujeres sea el de las Brujas de Zugarramurdi (17). En este proceso, de 53 acusados, 11 fueron condenadas a la hoguera (18): seis que, por resistirse, fueron quemadas vivas, y cinco que fueron quemadas en efigie (19). Pero, para encontrar uno en el que se acusara exclusivamente a hombres, debemos buscar más concienzudamente.
El brujo de Bargota, Juan Lobo y sus trucos
La historia de Johannes, el cura de Bargota, empezó en una familia acomodada que vivía en esta localidad de Navarra.
Cursó sus estudios eclesiásticos en Salamanca, donde comenzó a interesarse por las artes mágicas y a mezclarse con extrañas compañías (20). A su vuelta al pueblo que lo vio nacer, todo cambió. Los lugareños contaban que volaba por encima de las nubes y que podía desprenderse de partes de su cuerpo para después volverlas a su ser (21).
En uno de sus episodios más sonados, decían que ayudó al bandolero Juan Lobo (22) a escapar de sus captores. Para ello, le regaló una capa de invisibilidad, o bien lo transformó en un enorme gato negro (23), según las fuentes que consultemos.
Por estos y otros hechos, los lugareños acabaron denunciándole. La Inquisición le juzgó por cometer actos de magia, encantamientos y por organizar aquelarres. Afortunadamente, pudo librarse de la hoguera. Volvió a ejercer de párroco de la localidad tras arrepentirse, notándose en él un gran cambio de personalidad que lo convirtió en un ejemplo a seguir en el pueblo.
Probablemente, sus historias no fuesen más que un ardid creado para hacerse respetar en la región donde habitaba. Pero la fama con la que se hizo este personaje, lo ha llevado a protagonizar libros y películas. De igual modo, en su localidad todavía lo recuerdan entre asustados y divertidos.
Una verdad temible
Dicho esto, podemos argumentar que las “cazas de brujas” se utilizaron como herramienta para, particularmente, destruir el poder social femenino. Y no solo eso, sino también para salvaguardar el interés personal de los gobernantes de la época y conseguir beneficio. Pero una cosa es segura: estas persecuciones las sufrieron tanto hombres como mujeres.
¿Cuentos para asustar a los más pequeños, o víctimas de los poderes superiores que no desean cambios que puedan perjudicarles? ¿Historias de viejas que vuelan sobre una escoba, o tapaderas de un feminicidio masivo? Sea como fuere, estos hechos truculentos marcaron un antes y un después en nuestra Historia. Ojalá no tengamos que vivirlos de nuevo.
Que la magia nos guarde.
Más historias muy interesantes en Khronos Historia