En muchas casas, es algo más que normal tener animales como mascotas. ¿Pero personas? En el Barroco era posible y normal. Si te gustó el personaje de Tyrion Lannister en Juego de Tronos, o Mudito en Blancanieves, podías cumplir tu sueño y pedírtelo por tu cumple… Así era tener enanos en el Barroco…
La deformidad nos pone
La moda de tener bufones dentro de las Cortes europeas empezó a finales de la Edad Media. Los libros de maravillas hablaban de animales fantásticos y seres monstruosos con deformidades (1), algunos con la cabeza en el pecho, o pies más grandes que el cuerpo. La imaginación al poder. Pero lejos de asustar al personal, estos seres se miraban con curiosidad. Eran la prueba de que la naturaleza era una fuerza que estaba por encima del entendimiento. La mentalidad barroca, con su afán por lo enrevesado y sacar puntilla a todo, hizo de lo extraño su lema (2).
Los bufones, con sus idas de olla y ocurrencias (o como dirían nuestras abuelas: «ideitas de bombero»), encajaban a la perfección en esa definición. Convirtiéndose en personajes muy demandados dentro de las Cortes (3).
Las cámaras de las maravillas o el Síndrome de Diógenes
Las cámaras de las maravillas o Wunderkammer, surgieron en el norte de Europa. Se caracterizaban por tener de todo lo habido y por haber: obras de arte, objetos de la naturaleza, instrumentos… Todo lo que llamara la atención. Su fin era el estudio. Tenían los llamados «exótica», objetos de otras culturas o raros sin más. En esa categoría entraban los enanos en el Barroco, que se empezaron a mirar con curiosidad científica.
Regalos por encargo: enanos en el Barroco como mascotas para tu hijo
«Chocarrero burlón, hombre sin vergüenza, sin honra ni respeto, […] por estar echando de su boca veneno de malicias y desvergüenzas, con los que se entretienen a los necios e indiscretos […] es admitido en los palacios» (4).
Dentro del mundo de los bufones había distintos tipos: los «hombres de placer», con un aspecto normal, y los deformes y enanos, llamados sutilmente «prodigios de la Naturaleza» (5). Se buscaba el contraste entre el mundo cortesano, visto como la perfección y lo más de lo más, con lo bajo de la sociedad. La dignitas, o sea, el prestigio de monarcas y nobles aumentaba si estaban acompañados por personas deformes.
Su función dentro de la Corte era divertir al personal. Fuera con su locura (real o no) o con su aspecto. Para ello eran buscados a posta, sin tregua ni descanso, por los hospitales de enfermos. También se traían desde otros países como Italia o Portugal. Más fácil que pedir por Internet. De los pocos requisitos que pedían era que no fueran peligrosos. Nada de que se convirtieran en gremlins de repente. Pero muchas veces eran devueltos a los hospitales o se deshacían de ellos, debido al grado de deformidad o deficiencia que tenían.
La corte de los Austrias. Que la seriedad del traje negro no nos engañe
«El rey pasaba ‘gran parte del día con sus bufones y con sus placenteros entretenimientos'» (6).
Una de las cosas que más chocaba a los embajadores extranjeros era la gran cantidad de «hombres de placer» y bufones que se gastaban los Austrias (7). Les llamaba la atención que estas personas tuvieran sus propios retratos. Como si fueran importantes. Sin siquiera acompañar a ningún noble o dama, como era normal en Europa. That’s suspicious…
Las pinceladas de humanismo de Velázquez
Más que personas, eran una especie de juguete para monarcas y nobles. Se les dejaba decir cualquier chorrada. Iban de «corre ve y dile» en las Cortes. Artistas, como Antonio Moro o Sánchez Coello, les retrataban como algo que mostraba jerarquía social. Como si solo ponías un jarrón u otra cosa. Pero Velázquez les dio un aire de humanidad. Los bufones eran los críticos de la sociedad en el teatro (8) y Velázquez recogió esa idea haciendo ver que no eran cosas, sino personas, con sentimientos.
El exotismo de lo raro
No todos tenían por qué tener deficiencias mentales; valía con tener «algo raro» que llamara la atención. Como Petrus Gonsalvus (conocido como el «Hombre lobo canario») (9), del que nacería el cuento de la Bella y la Bestia. Tenían un gran valor en las Cortes por salir fuera de la norma y muchos recibían títulos de reyes (10), pero no dejaban de ser monos de feria. Pero, en ocasiones, eran los más cuerdos dentro del mundo de apariencias y frivolidad del Barroco…
Si queréis saber más de estos personajillos, no dudeis en echar un ojo a nuestro libro Historia de los Marginados, editado por Khronos Historia.
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