De todos es conocido el gusto nazi por la antigüedad. Concretamente, por Roma y su parafernalia imperial, pendones, estandartes, águilas. ¿Pero como os quedaríais si os contara que, al más puro estilo “bacanal romana”, uno de los brazos derechos de Hitler montaba unos fiestones míticos en Múnich? La diversión estaba asegurada en la Alemania prebélica… En los jardines de palacio… En las noches de verano… ¡Bienvenidos a La Noche de las Amazonas!
“Participaron más de cien chicas casi desnudas, 700 caballos, 2000 actores y extras, incluidos muchos guardias de las SS vestidos con trajes románticos del s. XVII. […] Algunas de las niñas mal vestidas empuñaban lanzas como amazonas mientras montaban a caballo sin silla de montar” (1).
Un americano en Múnich, testigo de La Noche de las Amazonas
Las anteriores palabras fueron escritas por el joven periodista norteamericano Ernest R. Pope, para la agencia Routers. Y es que el joven Pope quedó, al igual que todo Múnich, impresionado por el espectáculo que se desarrollaba ante sus ojos. Algo nunca visto antes.
Pope fue el único periodista estadounidense que trabajó como corresponsal en Múnich hasta el estallido de la guerra (2). Esto le permitió conocer y observar a los más importantes Nazis (3). Además de sus reportes de prensa, Pope trabajó codo con codo con William L. Shiner, autor de Auge y caida del Tercer Reich, en CBS Radio en Berlín (4). Todo esto, antes de que la guerra estallase.
Pero, ¿cómo era posible que un joven nacido en Ithaca, New York (5), pudiese integrarse tan bien entre los mandos nazis? Él solía bromear con que había aprendido alemán en un internado. Pero lo cierto es que el hecho de que su padre fuese profesor de alemán, en la universidad de Cornell, seguro que tuvo mucho que ver (6). Aunque, lo más probable, es que el éxito, tanto de su aprendizaje de alemán, como de su “aceptación” por los nazis, fuese culpa de su madre, Elfreida Hochbauer (7). Ese apellido muy neoyorkino no suena… En 1941, Pope escribió un libro, lleno humor satírico y mordaz, en el que relata sus vivencias en el Múnich prebélico, incluido el festival La Noche de las Amazonas (8).
Múnich mon amour
“Múnich es el campo de recreo de Hitler. […] En Múnich el Canciller nazi se relaja, complaciendo sus apetitos y pasatiempos favoritos. Alemania del sur es su hábitat nativo. Es en este ambiente natural donde uno mejor puede estudiar el prototipo de el Homo Naziertsis” (9).
Berlín y Múnich eran las dos principales cuidades entre las que Hitler repartía su tiempo. En la primera era donde ejercía su poder político; en la segunda, era donde le gustaba relajarse y dejarse mimar (10). Múnich, “hogar de la Fiesta del Nacional Socialismo”. No es de extrañar que así fuera como Hitler denominaba a su amada ciudad, cuna del Hitlerismo, y lugar para las celebraciones Nazis (11). Hitler era aficionado a las operetas, y para la producción de las mismas no escatimaba en gastos. Incluso no dudaba en alejarse de la “pureza aria” y traer artistas parisinos, o de donde hiciera falta, para que sus producciones brillasen igual que si se produjesen en Broadway (12).
Las fiestas que se celebraban después de cada representación, eran de sobra conocidas en el círculo teatral de la capital bávara. Los más atractivos miembros del elenco eran invitados a Kuenstlerhaus (13), para compartir con el Führer una larga noche de diversión. Curiosamente, esa invitación solo llegaba a los miembros femeninos (14)… Hitler sabía como montar un fiestón. Desde las doce de la noche hasta las 11 de la mañana del día siguiente (15)… Champán, chicas, y fiesta en el after…
Christian Weber: chicas, caballos y dinero
Pero si había alguna persona que amase más a Múnich y la diversión que el propio Hitler, ese era Christian Weber. El hombre que se propuso hacer palidecer París frente a su amada capital bávara. “Su nombre es la única parte cristiana de estas 350 libras de gordo degenerado” (16)… Una descripción de lo más amable, la que hizo el joven Pope sobre Weber. Seguramente, no le faltaba razón, aunque no fuera políticamente correcto. Dentro del propio partido nazi también se deshacían en piropos hacia su persona: Strasse, cofundador del partido, dijo de él que era una “criatura simiesca” y “el más despreciable de los seguidores de Hitler” (17).
Weber había sido sargento de infantería en la Primer Guerra Mundial (18). Fuera ya del ejército de la República de Weimar (19), vio en el naciente partido Nacional Socialista una estupenda oportunidad para ascender (20).
Después de la guerra, trabajó como chico de los establos y conserje (matón) en la pensión Zum Blauen Bock, en Múnich (21). Gracias al nuevo partido de Hitler, Weber pudo pasar de ser un don nadie a ascender y convertirse en uno de los hombres más importantes de Múnich (22). Ostentaba el número 6 entre los groupies de Hitler, Presidente del consejo de la ciudad de Múnich, Presidente de la diputación de alta Baviera, concejal de economía, SS brigadeführer, inspector de las escuelas de caballería de las SS, presidente de la compañía de camiones Weber y dueño de prostíbulos (23)… Como decía la canción: ¡Lo tengo todo, Papi!
Ni París, ni Ascot ni Mónaco, ¡¡Múnich!!
Weber amaba a los caballos, más que a las mujeres o el alcohol. Bueno, a veces el orden de sus “amores” variaba, pero siempre eran esos. Aunque había conseguido hacerse un nombre y tenía una posición, los clubs de hípica alemanes no estaban interesados en tenerlo como socio. Ni el Unio ni el Hoppegarten estaban interesados en mezclar su aristocrática concurrencia con un matón venido a más (24).
Pero que los otros “niños” no quisieran dejarle jugar, no iba a detener a Weber. Así, en 1936 creó el “Congreso Internacional de Cria de Pura Sangre”. Dicho congreso iba acompañado de la celebración de una carrera de carácter internacional, la Braune Band, cinta marrón. Dicho evento tendría que tener más pompa, y ser más hermoso que la Royal Racing Week de Ascot (25).
La cosa fue bien, pues en 1937 Weber convenció a Hitler de ampliar el aeropueto de Múnich. Se había quedado pequeño para todo el tráfico comercial, de turistas y pilotos de las fuerzas aéreas que allí entrenaban. Los terrenos donde se ubicó el nuevo aeropuerto fueron adquiridos por el tercer Reich a Weber (26)… Tonto parece que el amigo no era…
En la primavera de 1937, Weber acudió a la Feria Mundial celebrada en Paris. Siempre había querido visitar la ciudad, y parece que no le decepcionó… A su regreso a Múnich, se propuso hacer sombra a la capital de la luz. Como mandamás del ayuntamiento se propuso que la celebración del Carnaval de Invierno hiciese palidecer a la mismísima Torre Eiffel (27):
“Nuestras desnudas chicas alemanas son más hermosas que las francesas. Todo lo que tenemos que hacer es quitarles la ropa a las chicas aquí en casa, ponerlas en el foco, y los hombres con dinero para gastar abandonarán París por Múnich. Jawohl! Heil Hitler!”(28)
Olimpiadas a mí… ¡Ja!
En 1936 se celebraron en Berlín los Juegos de la XI Olimpiada. Seguramente, muchos los recordareis por ser las conocidas como Olimpiadas nazis, o por el triunfo de Jesse Owens, afroamericano, que le demostró a Hitler que estaba equivocado en eso de la supermacía de la raza aria… ¡En tu cara Führer!
El caso es que en Múnich vieron la celebración de los juegos en Berlín como una amenaza a su título como metrópoli más importante del tercer Reich (29). Weber no podía consentir que su amada Múnich perdiera la primera posición, y no sólo por ser “la capital del movimiento”, sino porque era “su” ciudad (30). Múnich contaba ya con un amplio abanico cultural, además de las operetas de Hitler, con lo cual el atraer turistas y la atención no eran algo difícil (31). Además, Weber contaba con su concurso hípico, pero eso igual no resultaba suficiente. Así que, aprovechando que los ojos del mundo estaban puestos en Alemania por las olimpiadas, se aumentó el marketing para atraer a visitantes (32).
La pieza clave para el triunfo de Múnich iba a residir en un evento único, obra y gracia de Weber, y de Paul Wolfrum, el jefe de la oficina de turismo: “El festival de Verano” (33). Éste se celebraría como complemento a las carreras de la Braune band, a finales de Julio. De este modo, los invitados extranjeros podían partir directamente de Múnich a las Olimpiadas de Berlín, que empezaban el 1 de agosto (34). ¡Lo tenía todo pensado este Weber!
La Noche de las Amazonas
El lugar elegido para la celebración del “Festival de Verano” fue los jardines del Palacio de Nymphenburg. 229 hectáreas de terreno (35), ubicadas en el maravilloso palacio construido por el elector Ferdinand Maria, a finales del s. XVII, como regalo para su esposa (36). Entre los ilustres invitados a este bombástico evento, estaban el rey Faruk de Egipto y el Aga Khan III (37).
La idea era recrear el mismo, casi, espectáculo que celebrara en su día en esos mismos jardines el elector Maximiliano Emmanuel, en 1722 (38). Para ello, los figurantes y actores estarían vestidos con trajes de época:
“El espectáculo comenzó a las 9.00 p.m., con `sonidos de timbales y fanfarrias de la ópera Aida´, […] `recordando la época de los electores bávaros, numerosos actores acudieron a la corte en disfraces al estilo rococó´” (39).
El espectáculo continuaba con una actuación a cargo del State Opera Ballet, para dar paso a continuación al plato fuerte de la noche: las amazonas. “Dieciseis amazonas escasamente vestidas galopando desde el oscuro parque hacia el castillo” (40). Un detallado programa de iluminación envolvía los árboles con luces de distintos tonos, para crear el ambiente adecuado. El fin de fiesta, a las 11.30 p.m, consistía en un gran espectáculo de fuegos artificiales (41).
Muchos caballos y pocas chicas
A pesar de que el espectáculo había sido planeado durante muchos meses, no fue del gusto de todos los espectadores y las críticas no fueron todo lo buenas que se esperaba. El espectáculo se centraba en los caballos y las habilidades de equitación de los jinetes, pero éste resultó demasiado largo y tedioso. Algunos espectadores incluso respondieron con silbidos, ya que no podían ver nada del show (42).
En los años sucesivos, se reforzó el espectáculo, poniendo más énfasis en la parte que más agradaba al público, sobre todo el masculino, y que daba nombre al mismo: las amazonas (43).
La Noche de las Amazonas: un espectáculo “in crescendo”
Aprendiendo de sus errores, pero sin darse por vencidos, Weber y el director teatral Hans Grub, supieron ver lo que el público demandaba y decidieron dárselo: más chicas desnudas (44). Parece que lo hicieron bien, ya que La noche de las Amazonas se repitió todos los veranos desde 1936 hasta 1939, sólo interrumpido por el inicio de la guerra. Durante unas dos horas y media:
“chicas, sin ninguna cobertura salvo pintura plateada, posaban alrededor de pedestales tirados por caballos en los cuales permanecían como diosas desnudas: Diana, diosa de la caza; la reina Amazona, llevando un casco repleto de plumas; Venus, diosa del amor, pintada de plata posando delante de una concha marina” (45).
El éxito fue rotundo, y de los 15.000 espectadores que había tenido el primer espectáculo se pasó a los 20.000 (46). Mucha gente se quedaba sin poder asistir y se conformaba con poder disfrutar del espectáculo de fuegos artificiales que cerraba el evento, y que podía contemplarse desde los alrededores del palacio (47).
El que parece que se quedó sin asistir a ninguna de estas reperesentaciones fue el mayor fiestero del tercer Reich, el propio Hitler. Esto es lo que decía el Daily Express del 31 de Julio de 1939:
“Hitler decepcionó a cientos de visitantes de Múnich este fin de semana, los cuales esperaban que acudiera al famoso y glamuroso show Nazi, la Noche de las Amazonas” (48).
El Führer no se dejaba ver por esos lares, o al menos que se sepa…
Hablemos de números en La Noche de las Amazonas
Para comprender realmente lo magnífico y desmesurado que era el espectáculo de La Noche de las Amazonas, lo mejor es fijarnos en los números. Más de cien muchachas participaron. Muchas de ellas, se decía que pertenecientes a los burdeles propiedad de Weber. Una nota al pie del programa del evento de 1939 decía que las chicas pertenecían a diversas escuelas de danza y extras del elenco de diversas producciones de vaudeville y teatro alemanes (49). Los sueldos de estas muchachas variaba según su función: las amazonas de pecho desnudo cobraban 2.50 $; las jinetes, 5.00$ y las chicas desnudas de los pedestales 12.50$ (50).
700 caballos fueron usados, 340 portadores de antorchas montados sobre los mismos. Estos jinetes no recibieron ningún tipo de retribución económica, ya que formaban parte de las SS (51). 2000 actores y extras, muchos de ellos vestidos con traje de época. Y también muchos de ellos guardias delas SS destinados en campos de concentración (52). Además de todo ese despliegue humano, tenemos que tener en cuenta que se usaron cerca de 1.200.000 bombillas de baja intensidad, para iluminar el desfile y los jardines. Además de farolillos, velas y los fuegos artificiales finales (53). Y no nos olvidemos del “vestuario”, pintura corporal, trajes de época, pelucas, carrozas, adornos para las monturas y todo un largo etc. de atrezzo.
“Un festival principesco. Brotes de luz y lluvia de fuego, bombas y estrellas, juegos de humo en el cielo y bolas brillantes, mil veces plata y oro y colores mágicos sobre el parque” (54)
Según la historiadora Doris Fuchsberger (55), en la celbración de 1939 se destinó de presupuesto para estas celebraciones, el equivalente a 6 millones de euros (56)…Cuatro duros… Calderilla…
¿Y todo esto para qué?
Pues según esta misma historiadora, todo este gasto y despliegue era una maniobra más de la propaganda nazi. Un espectáculo de una “Nueva Alemania”. Tanto las chicas como los hombres seleccionados para participar en este espectáculo, lo eran en virtud de unos estrictos cánones de belleza y estéticos. El “nuevo género fuerte y seguro” (57), vamos, eso de la superioridad racial y demás…
Mientras Europa estaba cegada por los fuegos artificiales y los juegos de luces del espectáculo amazónico, Hitler preparaba otro espectáculo, también con explosiones pero no de fuegos articiales… (58).
Donde vas Alfonso XIII…
Para terminar, contaros una anécdota con la que el propio Pope termina su capítulo dedicado a la Noche de las Amazonas. Por cierto, Pope hubiera sido un buen fichaje para nuestra revista.
La familia real bávara seguía viviendo, en una especie de exilio palaciego, en un ala del palacio Nymphemburg. El 17 de Agosto de 1937 el príncipe Ruperto de Baviera celebraba en la capilla del palacio la boda de su hija María de Baviera con el heredero al título de Emperador de Brasil, el príncipe Enrrique de Orleans Braganza. Entre los invitados estaba el rey Alfonso XIII de España.
“La boda Real se celebró a solo unos pocos metros de donde, hacía unas pocas semanas, habían tenido lugar las libidinosas escenas de La Noche de las Amazonas de Weber” (59).
Como una imagen vale más que mil palabras, os dejo aquí el enlace a un pequeño fragmento de un documental sobre La Noche de las Amazonas, con imágenes reales del evento.
Echa un vistazo a nuestra nueva web: Más historias de España y del Mundo en la revista Khronos.