En los últimos años, no es complicado que cada vez que nos asomemos a las noticias que nos llegan desde «tierras del norte» como Asturias, no estén relacionadas con la conflictividad laboral en una de sus principales industrias: la minería.
De sobra es conocida la huelga ocurrida en el sector de toda Asturias y de otras regiones relacionadas con la producción del carbón en el verano de 2012 (1), cuando se produjo una memorable marcha minera hasta las puertas de la capital madrileña.
Y de nuevo haciendo memoria, que es lo que de verdad nos gusta, aunque muchos lo hagan a su antojo y beneficio como Abascal y su teoría acerca de Don Pelayo, Covadonga y otros acontecimientos (2), debemos retroceder a octubre de 1934. Durante ese mes se produjo en toda Asturias un episodio revolucionario breve y olvidado, aunque su modus operandi sería fundamental para la clase obrera años después ante la llegada de la Guerra Civil.
Y es que de ninguna manera es posible que nuestra Memoria Histórica deje pasar un suceso como la revolución de Asturias. Simplemente porque fue lo que la Comuna de París (3) un siglo antes, y porque su ejercicio dentro de nuestra Memoria Histórica, tan maldecida, hace comprender ese espíritu bravío y de lucha directa siempre persistente en aquellas tierras.
Intentonas militares y levantamientos populares durante la República: la revolución de Asturias
Aunque durante el periodo republicano se dieron sublevaciones militares como la Sanjurjada (4), levantamientos como los del Alto Llobregat (5) o Casas Viejas (6), e incluso la proclamación del Estado Catalán por Lluís Companys (7), es la revolución de Asturias la que marcará el devenir de los acontecimientos posteriores: elecciones de 1936, victoria del Frente Popular, y formación de comités y milicias ante el inminente golpe de Estado militar.
Pero, sin lugar a dudas, el ejemplo de la comuna asturiana de 1934 sería pieza clave para aquella “revolución silenciada” en ciudades y pueblos de España que comenzó durante la lucha antifascista tras el Golpe de Estado de 1936 (8) y que se tradujo en la proclamación del Comunismo Libertario en diversos territorios de la zona republicana (9). Aunque esto último ya daría para otro artículo (mejor dicho para una serie de artículos), nos podemos hacer una idea si observamos lo acontecido durante aquellos años tan sólo en buena parte de Aragón (10).
El preludio: la entrada de la CEDA en el Gobierno
La etapa del denominado Bienio Radical (11) supuso una división social y política de por sí latente durante toda la II República, sólo que en este momento fue aún mayor.
La entrada de un partido como la CEDA (12) en el Gobierno suscitó enorme malestar entre muchos sectores de la población, sobre todo por los sucesos que concurrían en Europa en aquella etapa. Sólo había que asomarse a la Alemania nazi (13) o al “austrofascismo” practicado por Dollfuss en Austria (14) . A ello se unía que dentro de nuestras fronteras los desfiles de Falange Española eran una realidad, demostrando una fuerza paramilitar. Por ello la respuesta de los obreros españoles fue la de reivindicar la unidad del proletariado y su toma de poder (15).
Esas invitaciones a la unidad para dar respuesta al nuevo Gobierno tuvieron sus mayores ecos en la revolución de Asturias. Con anterioridad, otros movimientos insurreccionales promovidos por anarquistas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Federación Anarquista Ibérica (FAI), apenas habían tenido repercusión en la zona (16). A pesar de ello, las tierras asturianas contaban con una fuerte masa de trabajadores organizados, con cerca de 50000 trabajadores sólo en las minas (17).
Además del sector minero, el resto de trabajadores de la industria asturiana, también estaba afiliado a Unión General de Trabajadores (UGT). En cualquier caso, mayoritarios en comparación a los cenetistas, exceptuando algunas zonas como la Felguera (18). Pero el factor fundamental para llevar a cabo la intentona revolucionaria no fue otro que la teoría aliancionista (19), la cual argumentaba que el peligro del fascismo en España era tan grande que se hacía necesaria una nueva alianza de la clase obrera.
Comienzo y desarrollo de la insurrección de Asturias
«Asturias, tierra bravía,
Asturias, de luchadores;
no hay otra como mi Asturias
para las revoluciones.[…]
Los obreros, en Asturias,
demostraron su heroísmo
venciendo a la clerigalla
y al feroz capitalismo
Himno oficial asturiano adaptado por los obreros en octubre de 1934 (20).
El movimiento se preparó de manera cuidadosa, estableciendo como señal de inicio la entrada de la CEDA en el Gobierno, comenzando la madrugada del 5 de octubre de 1934 en las cuencas mineras (21) la revolución de Asturias. Allí se usará dinamita como elemento contundente contra la Guardia Civil. Se formaría un comité revolucionario con el objetivo de tomar Oviedo. Una vez dominados la mayoría de los pueblos y ciudades como Mieres, Gijón y Avilés, empezaba el asalto a Oviedo, calle a calle…
“Hacia las 8 y media de las mañana (5 de octubre) se congrega ante el ayuntamiento de Mieres, ocupado por obreros insurrectos, una multitud de más de 2000 personas. Proclamo, desde uno de los balcones del ayuntamiento, la República Socialista. El entusiasmo es indescriptible. Se suceden los vivas a la revolución […] cuando consigo hacerme oír de nuevo, doy instrucciones para continuar la acción” (Grossi, 2014, p. 25)
Llegada de Legionarios e inicio de la represión
En la Comarca de la Felguera se llegó a poner en práctica una auténtica industria de guerra. Mientras, el Gobierno tomó la decisión de llamar a un grupo de generales entre los que se encontraban un tal Yagüe, Godet y Franco (22), para sofocar la revolución de Asturias. Todos con experiencia a sus espaldas, basada en represión de huelgas, y con el objetivo de que actuaran como jefes del Estado Mayor y dirigieran la represión contra la insurrección asturiana.
Franco, conocido ya como militar africanista, solicitó el envió de tropas de la Legión desplegadas en el norte de África para reducir a los mineros. De esta manera comenzaban a desembarcar en los puertos asturianos unidades de la legión para apoyar a los escasos 1500 regulares (23) que en el momento de la insurrección asturiana se encontraban con base en Asturias. Este hecho provocó que los revolucionarios tuviesen que dividir sus fuerzas para hacer frente al peligro militar. La presión ante los militares fue contenida en el Sur y en el Este.
Fracaso y fin de la Revolución asturiana
Como consecuencia de la caída de Gijón el día 8 y del avance de las fuerzas gubernamentales (el Gobierno se vio obligado a enviar más tropas), el día 11 se ordenó la retirada general por parte del Comité Revolucionario. La orden encontró una viva resistencia en los combatientes. La aviación gubernamental iniciará grandes bombardeos y en intervalos lanzará octavillas sobre los revolucionarios bajo el pretexto de la rendición al Gobierno de España. La revolución asturiana continuará persistiendo hasta el día 18 cuando el Comité Revolucionario provincial pone fin al movimiento a través de un manifiesto (24).
Falta de apoyo en el resto país
Las razones de su fin se debieron principalmente a no encontrar un apoyo férreo más allá de la región asturiana. Es cierto que la sublevación catalana (25) fue casi en paralelo, pero Cataluña no recibió apoyo por parte ni de anarquistas ni de los socialistas, con una influencia escasa en la dicha zona de estos últimos. En definitiva, en Cataluña el conflicto tomó desde el principio una dirección muy distinta a la de la revolución de Asturias, dado los fines del gobierno de la Generalitat (26).
Finalmente, a la revolución asturiana le faltó perspectiva global de la realidad española como en el resto de insurrecciones anarquistas durante la II República. Una vez más, eso sí, la represión volvería a ser feroz. Aunque el paso de la columna de Yagüe por los barrios de Oviedo dejó una estela de sangre, posteriormente, en 2 meses escasos, fueron torturados cerca de 15000 personas en Asturias (27). El objetivo no era otro que el de la destrucción, el desmoronamiento, y desangre de la clase trabajadora hasta lograr quebrarla moralmente.
Inicio de la represión
Estas actuaciones incluso se llevaron a cabo a través del hambre (28). Así, la patronal asturiana instrumentó de acuerdo con las fuerzas militares desplegadas en el territorio, una campaña de represión económica. La misiva de los militares en este aspecto era la de no dar ni un puesto de trabajo hasta que no apareciera el último fusil, mientras que la patronal veía en esta su oportunidad de depurar a todos aquellos «empleados indeseables» de sus empresas. Por ejemplo, el 2 de noviembre las empresas mineras abren listas de inscripción para los que quieran trabajar en ellas ingresen como nuevos, perdiendo toda antigüedad (29). Una nueva reforma laboral a lo bestia.
Consecuencias y experiencias revolucionarias
Durante las dos semanas revolucionarias, los conceptos clásicos de socialismo y anarquismo produjeron diferentes resultados según la influencia socialista o libertaria de cada lugar.
La Felguera
Ejemplo de esto último es La Felguera, donde se llegó a abolir por completo la propiedad privada y el dinero, y donde los trabajadores se apoderaron de los medios de producción decretando el comunismo libertario (30).
Sama
En la vecina población de Sama, un Comité de Aprovisionamiento se encargaba de realizar un racionamiento adecuado para satisfacer proporcionalmente las necesidades de las familias y sus componentes. Sin excluir a habitante alguno de la población sea cual fuese su pertenencia social o política, se aportaban vales equivalentes a 2,50 ptas. para una familia de 2 personas, y de hasta 7,50 para una de hasta 12. Todo ello (también las existencias de carne) se ejercía a través de un riguroso control en la entrega de los vales, y nadie podría obtenerlo de manera diferente (31).
La Revolución de Asturias y la Guerra Civil
Pero una cosa pareció estar clara tanto en los círculos tanto comunistas, como socialistas o libertarios: frente al avance del fascismo, la única solución era la unidad y la revolución social. El dilema no era fascismo o democracia, sino fascismo o revolución. El proletariado no tiene que utilizar sus fuerzas para mantener el status quo capitalista sino prepararse para derrumbarlo.
En definitiva, el pacto de Alianza firmado entre la CNT y la UGT (32) no deja lugar a dudas sobre su transcendencia revolucionaria que se producirá durante la primera parte de la Guerra Civil.
Y volviendo a la actualidad, tras 85 años del conato revolucionario más importante de la II República Española, aquel protagonizado en su mayoría por mineros, este sector no ha dejado de mostrarse como uno de los más combativos. Sólo hay que observar la respuesta que han llevado a cabo ante los constantes planes de reconversión en los últimos años.
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