Podemos creer que, tras el suicidio de Hitler en el führerbunker, el 30 de abril de 1945, las hostilidades y sacrificios terminaron. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Durante los últimos días de la guerra, aún se produjeron episodios evitables, que acarrearon miles de víctimas que no deberían haberse producido. Uno de muchos es el que os voy a narrar a continuación: la historia del Cap Arcona.
Algunos apuntes sobre el Cap Arcona
El protagonista de esta historia no es otro que un lujoso trasatlántico alemán, el Cap Arcona. Y no cualquier barco. Botado en 1927 en los astilleros Blohm & Voss (1), estaba destinado a servir como el buque insignia de la flota de pasaje de la sociedad Hamburg Süd (2). Se trataba de un barco de notables dimensiones y tonelaje (3). Esto le permitía acomodar una tripulación de 630 personas y un pasaje de 1315. Durante su época de esplendor, entre 1937 y 1939, completó numerosas rutas. Y estaba destinado, especialmente, a un pasaje de alto poder adquisitivo. Ofrecía numerosos y lujosos servicios (4). No por nada fue apodado cariñosamente “la reina del Atlántico Sur” (5) (6).
El Cap Arcona en la Segunda Guerra Mundial
Esta época finalizó abruptamente en septiembre de 1939. Entonces, el Cap Arcona, junto a otros muchos buques alemanes, recibió órdenes expresas de regresar a territorio patrio, o al de alguno de sus aliados. En el caso del Arcona, su estancia en puerto fue larga y monótona. Permaneció en el puerto de Gothenhafen desde noviembre de 1939 a enero de 1945. Lo hizo en calidad de buque cuartel, destinado a oficiales de la Kriegsmarine (7). No obstante, a comienzos de 1942, fue utilizado como escenario principal del rodaje de la película alemana “Titanic” (8) (9).
La «Operación Aníbal»
Y esto nos lleva a primeros de 1945. La situación de la Alemania nazi en estos momentos era desalentadora. El Ejército soviético avanzaba sin descanso por Prusia oriental, lo que dejó a miles de civiles, personal militar y prisioneros completamente aislados en los puertos de la costa báltica. Por esa razón, el alto mando de la Kriegsmarine, al cargo del Gran Almirante Karl Dönitz (10), organizó la conocida como Operación Aníbal (11). Estaba destinada a evacuar el mayor número de civiles y personal militar, a través de los puertos del Báltico. Para ello, se sirvió de todo buque de superficie disponible, tanto de la Flota Mercante como de la de Guerra. Esto incluyó desde grandes transatlánticos, hasta pequeños pesqueros.
Los restantes buques de guerra con los que aún contaba Alemania se centraron en defender los enclaves portuarios del empuje soviético. Cabe destacar la enconada resistencia que demostraron diversas unidades del Ejército alemán, que posibilitó el poner a salvo a miles de personas. Al término de esta gran operación se habían logrado evacuar más de dos millones de personas, lo que la convierte en una de las mayores operaciones de salvamento de la Historia (12). La organización de tan extensa operación recayó sobre la Seetra (13), al mando del contraalmirante Konrad Engelhardt (14).
La triste labor del Cap Arcona
En el marco de esta operación se desarrolló la labor del Cap Arcona. A partir del 27 de febrero, al mando del capitán Heinrich Bertram, quien ya había servido como oficial en el mismo. En un mes, logró realizar hasta tres viajes entre Dantzig y Dinamarca, transportando un total de 25000 refugiados. A finales de marzo, tuvo que someterse a unas reparaciones en el astillero de Copenhague. Puesto que, tras años de inactividad y falta de mantenimiento, añadido a la presión a la que había sido sometido con cada viaje, su maquinaria había quedado en un deplorable estado. No obstante, pese a que pudo volver a Alemania, tras su fondeo en Lübeck, a mediados de abril, apenas tenía capacidad para navegar. Por ello, Engelhardt derivó el inoperante buque al “Reikosee” (15), cargo que ostentaba Karl Kauffman, junto con el de “gauleiter” (16) de Hamburgo (17) (18).
A estas alturas, los nazis se encontraron con un serio problema, fundamental para entender el devenir de los acontecimientos. ¿Qué hacer con los prisioneros de los campos de concentración? En la zona en la que se encontraba el Cap Arcona existía un campo de concentración de grandes dimensiones, el de Neuengamme (19). Junto a él, había decenas de campamentos de menor tamaño, dependientes del mismo. En marzo de 1945, un total de 40393 hombres y 12103 mujeres coexistían en estas instalaciones. Para dar solución a esta situación, se decidió transportar a la mayor cantidad posible de prisioneros a Lübeck. Allí, serían internados en los barcos allí fondeados, entre los que se encontraba el Cap Arcona (20).
El desgraciado final del Cap Arcona
Los capitanes del Cap Arcona, el Athen y el Thielbek se negaron, en un principio, a acatar esta orden. Pues suponía firmar la sentencia de muerte de la mayoría de prisioneros. En el caso del Cap Arcona, su capitán, Bertram, amenazado de muerte por enviados de las SS, accedió a su cumplimiento. Si bien declinó de toda responsabilidad sobre el buque. Dicho y hecho. A primeros de mayo, el Cap Arcona acogía unos 4600 prisioneros, custodiados por soldados de las SS. Las condiciones a bordo eran deplorables, y los medios sanitarios prácticamente inexistentes. Esto provocó una creciente mortandad (21) (22).
Este panorama se prolongó hasta el 3 de mayo (23). Entonces, ocho cazabombarderos Hawker Typhoon de la RAF (24) (25) irrumpieron sobre la bahía de Lübeck, disparando cada uno una salva de ocho cohetes sobre el indefenso Cap Arcona. La mayor parte de ellos hicieron blanco, sumiendo al buque en un aterrador incendio. La situación en aquellos momentos tuvo que ser terrible. Las SS habían guardado a buen recaudo los chalecos salvavidas, y todo aquello que flotase, en un intento de frustrar posibles intentos de huida. Las escaleras de acceso a la cubierta se derrumbaron, lo que impidió a muchos prisioneros ponerse a salvo.
Por ello, tan solo sobrevivieron algo más de tres centenares, que se aferraron al casco medio hundido del Cap Arcona, hasta que fueron rescatados por los británicos. Una veintena más fueron recogidos por las escasas embarcaciones que acudieron a su rescate. En total unos 350 prisioneros de un total de 4600. La mayor parte de la tripulación (26), así como los guardias de las SS sobrevivieron al hundimiento, lo que revela una preferencia por estos últimos a la hora de rescatar a los náufragos (27) (28).
Algunas hipótesis
Ahora, ¿qué sentido tiene bombardear una bahía que vas a tomar días después? La principal razón que esgrimieron los británicos se fundamentaba en el temor de que las concentraciones navales de las bahías de Kiel y Lübeck estuvieran destinadas al transporte de tropas a Noruega, donde los nazis proseguirían con la lucha (29). No obstante, otra razón puede derivarse de la retirada del Bomber Command del frente de Europa Occidental (30), después del bombardeo de Dresde, que implicó a su vez retirar las unidades de reconocimiento aéreo asociadas. Esto, sin duda, pudo influir a la hora de detectar los movimientos de evacuación de los campos de prisioneros nazis.
Asimismo, los británicos no desconocían los detalles de la citada operación Aníbal. Pese a ello, en la historiografía británica no se mencionó este suceso. Igualmente, los pilotos partícipes no conocieron la naturaleza de la misión de aquel desgraciado 3 de mayo hasta varias décadas más tarde. Los cascos semihundidos del Cap Arcona y el Thielbek (31) permanecieron en Lübeck hasta 1949 y 1950 respectivamente. El primero fue desguazado por su precario estado, y el segundo volvió a entrar en servicio (32). Los restos humanos hallados en el proceso se llevaron al cercano cementerio de Neustadt, aunque siguieron apareciendo hasta los años setenta (33).
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