Si hablamos de literatura española, es probable que se nos venga a la mente grandes nombres, como Cervantes o Calderón. Pero, aunque pueda parecer que la historia de la literatura está escrita por nombres masculinos, lo cierto es que hay que hablar de algunas mujeres que asentaron cátedra. Una de ellas es Emilia Pardo Bazán.
Así, vamos a remontarnos a la segunda mitad del siglo XIX. España, además de estar inmersa en unas décadas políticamente muy intensas, vio nacer a gigantes intelectuales. A caballo entre el Romanticismo, el Realismo y Naturalismo y el Modernismo, apareció una grandísima mujer. Su obra, aunque conocida, es mucho más extensa de lo que podemos creer en un principio. Y su figura, mucho más ecléctica que la de una condesa gallega.
En 2021 se ha celebrado el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán. Y fueron varios lo homenajes que se celebraron en torno a ella. Pero es que no deja de sorprendernos. Desde su faceta como defensora del carlismo y del catolicismo, a su imagen de madre perfecta, pasando por su archiconocida labor como escritora realista. También, su fuerte defensa del feminismo (autoproclamándose como tal). O su intensa relación extramatrimonial con Benito Pérez Galdós. Sí, Emilia Pardo Bazán daría para artículos y más artículos. Por eso, hoy vamos a intentar acercarnos un poco más a ella.
Miña rapaciña. La pequeña Emilia Pardo Bazán
Emilia (1) nació el 16 de septiembre, en el seno de una familia hidalga y pudiente. Si bien no era de sangre azul o aristócrata, su familia pertenecía a la creme de la creme de la sociedad gallega de La Coruña (2).
Emilia fue hija única y querida de manera mucho más cercana que los niños de otras familias adineradas (3). Aunque tenía una buena relación con su madre, la persona a quien la pequeña Emilia Pardo Bazán realmente admiraba era a su padre. José Pardo Bazán llegó a ejercer cargos políticos, tanto en La Coruña como, posteriormente, en Madrid (4). Pero la influencia en su hija fue, sobre todo, intelectual. Fue el encargado de enseñarle a Emilia que las mujeres eran tan capaces como los hombres. Siempre la apoyó en su carrera literaria e intentó darle la mejor educación que las circunstancias le permitían (5).
«Los hombres somos muy egoístas. si te dicen alguna vez que hay cosas que pueden hacer los hombres y las mujeres no, di que es mentira. porque no puede haber dos morales para los dos sexos» (6).
Emilia descubrió los libros desde bien pequeña. Con tres años, devoraba toda lectura que estuviese a su alcance y la biblioteca paterna se convirtió en su gran refugio (7). La propia Emilia Pardo Bazán apunta en sus primeras memorias (Apuntes Biográficos, 1886) que sus libros favoritos de pequeña eran La Ilíada y la Biblia (8).
Recibió una excelsa educación por parte de importantes intelectuales amigos de su padre (9). Pero Emilia Pardo Bazán era insaciable. Si bien la posibilidad de ser bachillera en un centro público estaba descartada y la universidad era algo inimaginable (10), la familia decidió trasladarse a Madrid.
La presentación en sociedad de Emilia Pardo Bazán
La familia de los Pardo Bazán dejó La Coruña para venirse a la bulliciosa capital por dos motivos. En primer lugar, Emilia pasaría tres años en un distinguido colegio francés (11). Aunque la adolescente disfrutaba más en las veladas políticas y literarias de la burguesía madrileña. En segundo lugar, su padre ostentó un cargo político liberal y simpatizante al carlismo (12). Esto provocó que su hija (así como otras tantas mujeres burguesas) se acercase a esta postura (13).
En estos años, Emilia Pardo Bazán conoce a grandes intelectuales, como Concepción Arenal, y el que será su «confesor laico» y uno de sus mejores amigos: Francisco Giner de los Ríos (14). También se topará con el que será su futuro esposo. Como sostiene la propia Emilia:
«Tres acontecimientos importantes en mi vida se siguieron muy de cerca: me vestí de largo, me casé y estalló la revolución del 68» (15).
¡Ya llega la boda!
En efecto, Emilia Pardo Bazán y José Quiroga se casaron aquel año en Galicia (16). Él también pertenecía a una rica familia y estaba estudiando Derecho. Por aquel entonces, Emilia acababa de cumplir los 15 y su marido 20 (16). Pese a que puede creerse que se tratase de un matrimonio de conveniencia, lo cierto es que los tórtolos se casaron enamorados y, junto con ambas familias, viajaron por Europa (17). De esta etapa, destacan los primeros versos de Emilia Pardo Bazán (18) y su primera novela (bajo pseudónimo): Pascual López. Autobiografía de un estudiante de Medicina (19).
Unos años después, nació su primer hijo, Jaime, a quien dedicó un poemario galardonado en un concurso literario en Orense por el centenario de Feijoo (20). La pareja tendrá hasta tres hijos cuidados muy cerca por Emilia Pardo Bazán y su madre. Sin embargo, la relación entre ambos empezó a flaquear y terminó por romperse.
O el matrimonio o la escritura
Esta fue la tesitura en la que José Quiroga puso a Emilia Pardo Bazán cuando ella publicó la colección de artículos La cuestión palpitante. En esta recopilación, Pardo Bazán reflexionaba acerca del Naturalismo (el Realismo literario llevado a un extremo) del francés Zola (21). La reacción fue inminente. Como defendía el valor literario de Zola, aunque criticaba el Naturalismo que él definía, se le acusó de haber escrito un manifiesto «en favor de la pornografía francesa y de la literatura atea» (22). Sí, como leéis. Se consideró que aquello era un alegato indecente para una mujer casada, católica y respetable como era Emilia Pardo Bazán (23). Y La cuestión palpitante fue el abono de cultivo perfecto para sus detractores misóginos.
Ante esto, su marido quedó -como se refleja en sus cartas- completamente horrorizado. Además, le atemorizaba que la pudieran identificar con la protagonista revolucionaria y valiente de su novela La Tribuna, la cigarrera Amparo (24). Así, su esposo le dio un ultimátum. Tenía que escoger entre el matrimonio (la buena mujer) o escribir.
Para fortuna de todos, Emilia Pardo Bazán se fue dando un portazo, dejó a sus hijos con sus padres y se fue de viaje a Italia y París (25). Desde entonces no volverían a convivir.
Y, como suele ocurrir en estos casos, el escándalo fue su mejor campaña de marketing. Las ventas de La cuestión palpitante crecieron exponencialmente, junto con la notoriedad de Emilia Pardo Bazán. Incluso el propia Zola acogió de forma positiva el texto (26).
Pero la gran Emilia Pardo Bazán no se quedó lamentándose mucho tiempo por su escandalizado marido. Su segundo gran amor es de sobra conocido: Benito Pérez Galdós.
Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós: una pasión literaria
«El quererme a mí tiene todos los Inconvenientes y emociones de casarse con un marino o un militar en tiempo de guerra. siempre doy sustos» (27)
Con estas palabras Emilia Pardo Bazán dejaba muy clara su postura con el novelista fundamental del Realismo español. Su relación comenzó por la mutua admiración y sus cartas empezaron a cobrar más relevancia cuando ambos estaban en el punto álgido de sus carreras literarias.
En 1883, aquella complicidad inicial pasó a una desbordante y erótica intimidad, tal y como se recoge en las cartas subidas de tono que Emilia escribía a Benito (28). Más allá de la pasión, algunas de sus biógrafas definen sus escarceos amorosos como los que tendrían una pareja de amantes adolescentes. Toledo, París, Italia, Madrid, etc. son algunos de los destinos donde ambos se reunían y compartían un amor «nervioso y moderno» (29).
Aunque su relación volvió a tornarse solo de amistad -sincera y que duraría hasta el final de sus días- cuando Benito Pérez Galdós volvió con su esposa y Emilia Pardo Bazán se entretenía con algunos jovencitos de buena planta, como Lázaro Galdiano (30).
Además de Galdós, otras figuras importantes del panorama cultural español como Rubén Darío, Unamuno o el ya mencionado Giner de los Ríos eran algunos de sus firmes defensores. Pero, como siempre ocurre con las mujeres que quieren entrar por las grandes puertas de la Historia, también tuvo haters.
El club de haters de la Condesa de Pardo Bazán
El rey Alfonso XIII fue quien otorgó a Emilia Pardo Bazán el título de Condesa, que ella atribuye a su labor literaria y política. Tanto es así, que fue nombrada consejera de Instrucción Pública en 1910 (31). Sin embargo, la Condesa tenía tantos admiradores como detractores. Algunos, como Menéndez Pelayo, se alejaron de ella tras la publicación de La cuestión palpitante. Otros, como Leopoldo Alas Clarín, pasaron de tener una buena relación a abanderar su club de haters (32).
Sí, Emilia Pardo Bazán tuvo que escuchar perlas como «inevitable», según José Zorrilla; una metomentodo para Pereda (quien consideraba que las mujeres no podían ser académicas) o una «matrona barriguda» para Pío Baroja, amén de otros cumplidos (33).
Incluso otro grupo de «señoritas librepensadoras», escritoras de revistas femeninas de la época (34), la acusaron de «indiferencia absoluta hacia la ilustración de las demás mujeres y de olímpico desdén por sus esfuerzos por aprender, pensar y escribir» (35).
«Cuando las mujeres escriben boberías me desagrada lo mismo que cuando las escriben los hombres» (36).
Emilia Pardo Bazán estaba muy lejos de ser el ángel del hogar, una «buena» escritora, una novelista moralizadora y «prudentísima» de la familia y de la sociedad (37). Pero ella no era una literata. Ella era mucho más. Aunque su sueño de ser admitida en la Real Academia de la Lengua Española (RAE) nunca se cumplió. Su candidatura fue rechazada hasta en tres ocasiones (38). Los polvorientos sillones de la RAE eran incapaces de reconocerla (39).
El feminismo de Emilia Pardo Bazán
Quiero dedicar un último apartado a la importancia del feminismo tanto en la obra como en la vida de Emilia Pardo Bazán. Y es que ella se autodenominó feminista radical en el sentido de que entendía que las mujeres debían tener los mismos derechos y oportunidades que los varones (40).
Asimismo, incidía en que la igualdad no es solo una cuestión intelectual o política, sino que también tiene que ver con la educación sentimental. Es decir, con cómo se relacionan varones y mujeres y cómo quieren (41).
Emilia Pardo Bazán también sacó a la palestra lo que ella denominó «mujericidios» (lo que ahora llamamos feminicidios) en varios de sus relatos y ponencias (42). Sin embargo, nunca llegó a hablar -quizá por desconocimiento- del asesinato de su abuela paterna a manos de su abuelo (43).
Usaba el terror para deslizar la crítica social (44). En sus relatos aparece el maltrato, los enfrentamientos entre familiares y las desigualdades. Además, construyó personajes muy potentes como la ya mencionada Amparo, la cigarrera de La Tribuna.
El feminismo de Emilia Pardo Bazán se asienta, en especial, sobre un eje vertebrador: modernizar la sociedad española y, en concreto, la educación de las mujeres (45).
Nuevo Teatro Crítico y el Ateneo de Madrid
Al no ser admitida en la RAE, ni corta ni perezosa fundó su propia revista (Nuevo Teatro Crítico), donde publicaba la colección que ella misma aunó bajo Biblioteca de la Mujer (46). Aquí se agrupaban ediciones de obras relevantes que buscaban formar a las mujeres (como La esclavitud femenina de J. S. Mill) (47).
«Siempre que al alcance de mi mano pueda reivindicar algún derecho para esta categoría de parias o sudras a las que estamos relegadas, lo haré, lo haré, lo haré» (48).
Esta idea de poner el foco en la educación ya se ha visto en intelectuales anteriores, como Mary Wollstonecraft, la madre de Mary Shelley. Y continúa en el discurso de Emilia Pardo Bazán, subrayando que la educación española estaba destinada a transmitir los mismos valores de obediencia y sumisión a las mujeres (49).
En febrero de 1905, Emilia Pardo Bazán fue la primera mujer admitida en el Ateneo de Madrid y, un año después, la primera mujer en presidir la sección literaria (50). De ella decían que era vigorosa, castiza y tenía brío al escribir. Que escribía…
El talento «macho» de Emilia Pardo Bazán
«No hay una literatura femenina que trasciende a brisa de violetas ni otra masculina que apesta a cigarro» (51).
Varios autores llegaron a hablar del talento «macho» de Emilia Pardo Bazán. No podía ser una mujer (una literata, una dócil escritora de revistas femeninas) la que escribía Los Pazos de Ulloa. Pero ella insistía en que también era femenina, que seguía siendo mujer en tanto de su ideología (católica y nacionalista) como su atención a los códigos de vestimenta, comida y hogar típicos femeninos (52).
Emilia Pardo Bazán era algo híbrido. Se identificaba con algunos congéneres varones, sí; pero puso el foco en la mujer. Le dio el derecho al placer sexual y al deseo. Hizo una yuxtaposición del modelo tradicional de mujer y madre católica con la mujer moderna y feminista (53).
El discurso de Emilia Pardo Bazán podría seguir vigente en nuestros días y siguió viva incluso después de su muerte (por una complicación de su diabetes en 1929) (54).
Emilia Pardo Bazán supo adaptarse a las nuevas corrientes literarias e incluso surfear por delante de su presente. Fue ecléctica en cuanto a su estilo narrativo y una perfecta mezcla en cuanto a su forma de vivir. Tal y como dijo:
«Queda lo escrito. todo lo demás, no queda» (55).
¿Te has quedado con ganas de más?
Emilia Pardo Bazán tiene desde cómics (Emilia, de la oscuridad a la luz) a películas (La condesa rebelde), a un montón de reedicciones de sus obras, incluidas las que versan sobre el maltrato a las mujeres y sus cuentos de terror (La cita).
Asimismo, se puede visitar su casa-museo en el Pazo de Meirás, donde se casó (56). También podéis ver el vídeo que RTVE le dedicó en su sección Mujeres en la Historia (57). Además, hay una obra teatral basada en Los Pazos de Ulloa, estrenada en 2021 (58).
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