El 15 de mayo de 2011 no es recordado por suerte por ser una festividad de San Isidro más, con meriendas en la pradera y chotis agarrados. Aquel día, una manifestación al grito de «lo llaman democracia y no lo es» por el centro de la capital, dio lugar a la creación de un fuerte movimiento, donde se pintó la cara a los dirigentes políticos del momento y a la vez se mostraron las peticiones populares del pueblo (1). Pero más de dos siglos antes, el 20 de marzo de 1766, en esas mismas calles y no muy lejos de la mítica Puerta del Sol, el pueblo llano madrileño también lograría poner contra las cuerdas a los dirigentes y a sus reformas. Estamos hablando del Motín de Esquilache.
Fue uno de los episodios más llamativos en la historia popular. Y no solo de la capital, si no del país. Y no podía ser de otra manera. Principalmente, por las motivaciones que llevaron al pueblo de la villa de Madrid a echarse encima del ministro de confianza de Carlos III. Pero antes de continuar, vamos a hablar un poco de este Borbón y del tan odiado Esquilache.
La llegada de Carlos III y su camarilla napolitana
Carlos III había llegado al trono de España en 1759, previo paso por el de Napolés (2). Por sus obras para modernizar la capital en semejanza a otras capitales europeas –fuente de Cibeles, Puerta de Alcalá, alcantarillado de la ciudad, iluminación- se le llegó a considerar con el apelativo de «Mejor Alcalde de Madrid». En tanto, el protagonista del artículo, Esquilache (3), era ya un hombre de confianza y cercano al rey Carlos III a la llegada al trono de este. Le acompañaría en su nueva etapa de rey de España junto a otros italianos, que también habían hecho carrera en Napolés. A su llegada, Esquilache repetiría un cargo semejante al que ya poseía en su anterior destino, el de Secretario del Despacho de Hacienda (4). Tenía el objetivo de poner en marcha reformas para la modernización económica y social del país (5).
Esquilache: comienzos con mal pie
Los objetivos de Esquilache pasaban por la realización una reforma económica y financiera para acabar de convertir al estado español en un reino verdaderamente ilustrado (6). Ello lo puso en marcha con una firma política económica de carácter mercantilista (7). En este aspecto, en un primer momento la medida más antipopular que promulgaría fue en 1765 con la derogación de la Tasa del grano (8). Esta fijaba hasta ese momento un precio máximo para el pan. Tras su eliminación, se establecía el comercio libre para los cereales en todo el país. Por tanto, su libre circulación y especulación.
Pero el culmen a las antipatías que ya despertaba el italiano no fue la subida del precio del pan. Sino en 1766, con la prohibición del uso de la capa larga tradicional y sombreros de ala ancha (9). El aparente fin, era descubrir a los porteadores de armas.
Todo empezó el domingo 23 de marzo de 1766. Desde una taberna (10), un grupo comenzó a dirigir los movimientos de la multitud. Se reunieron casi 6000 personas (11) en la Plaza Mayor, para tomar la decisión de acudir en masa a la casa del ministro (12). Sería asaltada, y para suerte del italiano, este no estaba en casa (13). Estaba ya refugiado en el Palacio Real y allí que se dirigió la multitud.
El levantamiento popular contra Esquilache
Bien entrada la tarde, se contaron ya 15000 personas en las calles, destrozando farolas y ventanas. Y al día siguiente, 20000 frente al Palacio Real. Se llegaron a producir enfrentamientos con la guardia real, muriendo hasta 10 miembros del cuerpo (14).
La pregunta en la cabeza de Carlos III, al que para colmo le habían interrumpido de sus descanso en Aranjuez teniendo que desplazarse a la capital por las circunstancias, era qué hacer con el ministro.
El pueblo sólo quería tres cosas: el exilio de Esquilache, la reducción del pan, y la eliminación del decreto de vestimenta. De entre la multitud se cuenta que fue un fraile quien daría voz a la consignas. El rey apareció entonces en el balcón y dio su aprobación (15). En la misma noche, volvería a Aranjuez
Efecto contagio en otras ciudades
Mientras tanto, el motín se había extendido a ciudades como Zaragoza. Oviedo, Coruña, Barcelona o Cádiz (16). De hecho, en Madrid la cosa no se frenó a pesar de las promesas del rey, y exigió su regreso. El rey prometería de nuevo su vuelta a la capital mediante una carta leída en público por otro de sus ministros en la Plaza Mayor (17).
Finalmente, el 26 de marzo el pueblo depone las armas con un saldo de 21 civiles muertos, 49 heridos, y 19 soldados muertos (18).
Se habían producido 4 días sin gobierno, o mejor dicho, de gobierno del pueblo, sin ley. Mientras, el Borbón solamente observaba. Europa sin lugar a dudas, no daba crédito a lo ocurrido.
En conclusión el motín de Esquilache fue un verdadero levantamiento popular. Motivado principalmente por el hambre, ante la carencia de pan, se terminó por traducir en la negativa del pueblo ante las políticas del gobierno. Cosa que, en cambio, si se consiguió.
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