Hay un texto de Philipp Blom que se me ha hecho un hábito leer y revisar a lo largo del tiempo. Su nombre es “Gente Peligrosa, El radicalismo de la Ilustración europea” (1) y me recuerda que las ideas revolucionarias, por mas antiguas que sean, si siguen generando miedo… pues tal vez aun estén vivas. Deborah Robertis, con su performance sobre la pintura de Courbet, se convirtió en «gente peligrosa» y censurada, como el propio pintor, y también como lo fue Diderot en su época.
Diderot y d’Holbach – peligrosos con la revolución del deseo
La gente peligrosa que les propongo recordar hoy son el pensador Denis Diderot y el barón Paul Thiry d’Holbach. Conocidos por haber formado parte de la conspiración responsable de planear la Revolución Francesa. Considerados “peligrosos” por su postura subversiva ante el presente que los rodeaba (2).
Sus ideas pretendían ir más allá del derrocamiento de la Monarquía y de la Iglesia Católica. Su objetivo era construir una vida individual que a su vez constituyera comunidades basadas en la herencia del deseo, la empatía y razón.
“El deseo, erótico o de otra clase, haría que el mundo fuese hermoso y rico; la empatía lo haría amable y vivible, y la razón permitiría comprender las leyes inmutables del universo” (3).
Los enemigos de la razón
Para ello, debían primero derrotar a los enemigos de la razón y el deseo: la Iglesia (4). Era una necesidad y hasta un deber convencer a sus contemporáneos de tales ideas si se quería llegar a esa vida soñada. Las personas tenían que entender no había vida después de la muerte y que habitaban un mundo físico.
Llevar adelante estas ideas ponía a nuestros pensadores peligrosos en riesgo de muerte. El siglo XVIII era capaz de condenar estos pensamientos con la pena de muerte, sin dudarlo un segundo (5).
El silencio y el olvido
La diferencia entre Diderot y d’Holbach y los pensadores más moderados como Voltaire y Rousseau es que mientras nuestra “gente peligrosa” intentaba combatir las ideas impartidas por la religión católica, Voltaire y Rousseau fueron autores de una filosofía que de alguna manera logro integrar las ideas religiosas (6).
Esta inclusión o adaptación de lo cristiano en la filosofía podría ser la razón por la cual la sociedad del Siglo XVIII, un público sumido en las ideas teológicas, terminó aceptando su filosofía y silenciando las ideas radicales de Diderot y d’Holbach.
Ideas que nos hablan desde el pasado
Pero esta historia de ideas revolucionarias y silenciamiento nos sigue interpelando y es la razón por la cual hoy escribo estos pensamientos. Si evaluamos nuestro presente podríamos pensar que la noción de cristianismo, la misma que Diderot y d’Holbach querían trascender, sigue estando vigente hoy (7). ¿Somos capaces de pensar nuevas ideas sin condicionamientos teológicos? Tal vez haya filosofía que no deseen ni se planteen la necesidad de esta independencia, pero las que sí… ¿son capaces de hacerlo?
Si para quien lee este artículo la respuesta es “no” entonces lecturas como las de Diderot y d’Holbach resultan necesarias para pensar un presente que aún se ve sujeto por una matriz teológica.
Mas gente peligrosa: Gustave Courbet
Durante el Siglo XIX, también en Francia, podemos encontrar a un personaje igual de violento y combativo que Diderot y d’Holbach: el pintor Gustave Courbet. Sus contemporáneos lo consideraron un contestatario, de ideas plenamente radicales. También él presionó los límites de lo establecido e impuso sus ideas, esta vez a través del realismo en su arte pictórico (8).
Courbet, al igual que Diderot y d’Holbach, pretendía trascender a la burguesía, con el fin de concebir un «arte moral», que no sólo coleccionara el arte popular, sino que aprendiera de él, que lo reprodujera. Courbet quería crear un arte del pueblo (9).
Esta idea de proximidad hacia la moral del pueblo me recuerda a la idea de igualdad moral de Diderot, donde dicha igualdad eliminaría por fin las jerarquías sociales. Esta moralidad arremetería contra burguesía y permitiría desarrollar un pensamiento libre, sin condicionamientos y ataduras.
Una pintura peligrosa
Hay un suceso en la vida de Courbet, donde esta lucha contra el mundo burgués se ve materializada: el escándalo del Salón de 1851, en la Exposición Universal. Su obra “Un entierro en Ornans” puede considerarse como un acto de subversión ante las ideologías de la época (10).
Conforme a la tradición académica, el Salón sólo aceptaba obras de gran formato en caso de que representaran temas históricos, bíblicos, mitológicos o alegóricos. La obra de Courbet medía tres por seis metros aproximadamente, por lo que fue consideraba una obra de gran formato. Sin embargo, su tema no describía una escena histórica, o bíblica, o mitológica o alegórica.
Courbet violentó las normas del Gran Salón presentando una obra que narraba el entierro de un hombre común, usando un formato de gran tamaño. Se trataba de una escena popular, con actores populares, viviendo un suceso que nos es común a todos: la muerte.
El titulo original de la obra era “Cuadro Histórico de un entierro en Ornans” y con él expresaba Courbet, la idea de igualdad de clases. Esa gente de pueblo era también merecedora de ser historiografiada, ellos eran también historia contemporánea. Con estas manifestaciones, Courbet planeaba reformar por completo la pintura histórica (11).
Deborah de Robertis y su performance: pinturas que nos hablan desde el pasado
Hay otra obra de Courbet que hoy en día sigue generando escándalo. Deborah de Robertis reabrió el debate acerca de la sexualidad femenina realizando una performance en el Museo de Orsay. Se sentó en el piso, delante del cuadro “El origen del mundo”, de Courbet, y mostró su sexo. La obra performativa de se llama «Espejo del origen» (12).
El video de dicha performance sigue estando censurado en internet y hasta la propia imagen del cuadro ha ocasionado problemas de censura en la red social Facebook. Tanto la performance como la obra pictórica del año 1866 siguen generando controversia. Empujando al límite las ideas de intimidad, exhibicionismo, arte y censura.
Deborah de Robertis y Courbet: arte y pornografía
La obra de Courbet carga con diversas reacciones en el público, hay los que se indignan, los que se ríen y hasta los que se conmueven pensando el sentido maternal que indica el nombre de la obra. Irónicamente, ésta nunca recibió el titulo “El origen del mundo” por el propio Courbet. Su nombre actual es muy posterior a la fecha de su creación.
Courbet realizó la pintura por un encargo específico y con un fin pornográfico a un diplomático egipcio del Imperio Otomano (13). Durante el Siglo XX, la obra llegó a manos de Jacques Lacan, quien la conservaría cuidadosamente hasta ser exhibida finalmente en el año 1995 en el Museo Orsay y apodada «El origen del mundo».
Me resulta muy interesante cómo Courbet prescinde de una narración o iconografía para describir al cuerpo femenino. Lo hace de manera cruda, a través del realismo que él mismo instaló en el siglo XIX. A través de este escorzo diagonal y una cuidada escala cromática, Courbet nos muestra una impresión real de las formas femeninas.
Sin embargo, este cuadro sigue generando controversias con su sola presencia. Nos resulta difícil relacionarnos con él. Genera pudor, culpa, desconcierto. ¿Será también esto resultado del legado del Romanticismo y del Idealismo del Siglo XIX? ¿El mismo que censuró a las ideas revolucionarias de Diderot y d’Holbach?
Diderot, Courbet y Deborah Robertis: diálogos a través del tiempo
Encuentro similitudes entre las ideas revolucionarias de Diderot y d’Holbach, la pintura de Courbet y la performance de Deborah Robertis. Todos ellos son trasgresores y exigen un cambio en la forma de pensar y concebir la realidad: todos ellos recibieron rechazo y fueron considerados “gente peligrosa”.
Las ideas de Diderot y d’Holbach siguen vigentes, siguen siendo capaces de abrir nuevos horizontes de reflexión y pensamiento. Mi deseo es invocarlas y acudir a su ayuda cada vez que conozca una obra o pensamiento peligroso. Y siempre preguntarme: ¿Quién es la gente peligrosa de nuestro presente? ¿Hay peligro? ¿Peligro para quién?
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