Cuentos de hadas, caballeros que luchan contra dragones y princesas que esperan a ser rescatadas… suelen ser las primeras noticias que tenemos de la Edad Media desde que somos pequeños. A medida que crecemos, en clase nos hablan de guerras, reyes y clero. Todo siempre con nombres masculinos. ¿Pero nos vamos a creer que en tantos años no hubo ni una sola mujer con iniciativa? ¿Qué pasa con la mujer medieval? ¿Todas eran princesas delicadas o brujas feas? La literatura del momento se encargó de silenciarlas y marcar lo que estaba bien, y si no…la letra con sangre entra.
En este otro artículo, ya hablamos de la situación de explotación en la que vivía la mujer en la Grecia clásica.
La Biblia, el best seller que marcó las pautas de la mujer medieval
Dios dijo: ¡hágase la luz! pero también los estereotipos. Y con ellos catalogaron a la mujer medieval. Y es que en la Biblia solo hay dos categorías: mujeres buenas o malas. Hay hombres justos, sabio, fuertes… Pero las opciones a elegir de las mujeres se reducen al equipo de santas y virtudes, donde estarían la Virgen María, Sara o Raquel entre otras. Recatadas y sin rechistar al hombre.
Por otro lado, las viciosas, degeneradas y desobedientes. Lilith, Eva, Jezabel o María Magdalena ocupan los primeros puestos de que no deberías ser. Bienaventurados sean los mansos, como diría Tía Lydia.
Santo Tomás de Aquino y San Agustín de Hipona. Cimientos de misoginia.
La filosofía medieval tuvo gran obsesión por llegar a Dios, y el reto de explicar rayadas abstractas como la trinidad. Tomó como modelo a los filósofos griegos. Especialmente, a Platón y Aristóteles, quiénes no tenían muy buenas opiniones de las mujeres. Por lo que terminaron arrastrando los mismos tópicos de seres incompletos e inferiores a los hombres. Además, hay que sumar a nuestro cóctel el lugar que reservaba la Biblia a las mujeres. Todo ello fue definiendo a la mujer medieval.
Con este background, Santo Tomás de Aquino dejó testimonio de que las mujeres no servían para estudiar, no merecía la pena (1). Como si enseñas a una piedra. Por no hablar del afán de las mujeres de ir tentando a los hombres por la vida (2). San Agustín de Hipona continuó con la idea de la mujer como un útero con patas, y el ya famoso hobbie de pecar a todas horas. La mujer medieval debía ser sumisa y obedecer al marido (3). ¡Esas locas no saben lo que hacen!
Estos dos pesos pesados sentaron las bases del pensamiento cristiano en la Edad Media, abriendo la puerta a estudios teológicos. Pero al mismo tiempo, continuaron una idea de misoginia.
Amor cortés: pico-pala y otros acosos que tenía que padecer la mujer medieval
A principios del s. XII se empezó a poner de moda el amor cortés: caballero poser de pelo rubio y caballo blanco, educado y que da todo por su amada (4). Mientras suena de fondo la canción de Meat Loaf (I’d do annything for love). Pero el amor y lo de ser majo es para las chicas de bien, a las campesinas bastante que no les quemas la casa (5), aunque los malos tratos estaban asegurados para todas (6).
Nuestro héroe tenía que pasar por varias pruebas para conquistar el frío corazón de su amada. Que solía pasar de él, o ni siquiera le conocía. Un No, siempre era un Sí. Había unas normas para que no se tachara de acoso o violación: Gradus Amoris (7). Contacto visual, lanzarte a decirle algo, tocarla y, por último, sexo. ¿Consentido o violación? En La Celestina (8) o Carmina Burana (9), tanto Calixto como los poetas ven normal que su amada se haga la dura al principio. Pero, en el fondo, lo que están deseando es ser forzadas a tener relaciones sexuales (10). La culpa es de ellas, los hombres enamorados pierden la cabeza.
No dejes que los cabrones te hagan polvo (11)
«Me preguntaba cuáles podrían ser las razones que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos, a vituperar a las mujeres, criticándolas bien de palabra bien en escritos y tratados» (12).
«El feminismo es una moda pasajera», o «antes no os quejábais tanto»… La verdad es que ya en el S. XIV empezaron a surgir debates a favor de las mujeres. La Querella de las Mujeres fue un movimiento que duró toda la Edad Media, defendiendo el derecho y la capacidad de la mujer medieval a estudiar y llegar a puestos de mando. A lo mejor esto de la igualdad no es solo cosa de ahora.
Una de las primeras representantes de la querella fue Christine de Pizán (13). Poetisa y humanista veneciana. Christine, en su libro La Ciudad de las Damas, habla de la cantidad de sabios de todas las épocas que hablan mal de las mujeres, llegando ella misma a sentir asco de su propio sexo (14). Así que decide ponerse el mundo por montera y construir una ciudad ficticia para defender a las mujeres de cuñadismos y machismos del momento. Christine dejó escrito que la inteligencia era cosa de educación y no de sexos fuertes o débiles (15), y denunció las violaciones y el culpabilizar luego a la víctima (16).
Hombres a favor del cambio en Italia…(17)
Giovanni Boccaccio, humanista italiano (18), recogió en De Claris Mulieribus biografías de mujeres reales y mitológicas, tanto buenas como malas, para que no cayeran en el olvido. Hablando de Safo o de la pintora Marcia, que superaban a los hombres de su época (19). Por otro lado, en el Decameron, deja caer a través de sus personajes el ideal femenino de «chica sumisa y que dice a todo que sí» o, por el contrario, castigo. Con las historia de Nastagio degli Onesti (20), un joven enamorado al que rechazan. Paseando un día por el campo, Nastagio ve a una mujer desnuda perseguida por perros y un jinete. Éste la mata y arroja su corazón a los perros. El jinete le explica a Natagio que esa mujer no quería nada con él y será su castigo eterno. Repitiéndose la escena al poco rato.
Nastagio, ni corto ni perezoso, invitó a la chica que le había dado plantón y a su padre a comer, para que casualmente vieran las escena del jinete. La joven, asustada, termina por casarse con Nastagio por si las moscas.
«[…] El miedo no solo cambió a aquella dama, sino que varió la conducta de muchas mujeres altivas, que se plegaron mucho más a los deseos de los hombres.»(21)
… y en Francia
En el siglo XV, el poeta francés Martin Le Franc (22), escribió en El campeón de las mujeres la vida y la importancia de las mujeres en la historia. Desde Eva hasta Juana de Arco.
Una batalla de gallos en toda regla, que enfrenta a dos personajes: Vouloir, defensor de la capacidad intelectual de la mujer, y a Malebouche y su panda de matones. Unos y otros intentan dejarse mal con tópicos del momento a favor y en contra de figuras femeninas. Le Franc habla de varias mujeres de la época, con temas sobre la denigración a las que se veían sometidas (23), y las mismas capacidades de ambos sexos (24).
La mujer medieval: «Una mujer que piensa sola, piensa mal» (25)
El prejuicio de la mujer débil y a la vez peligrosa siguió metido en las mentes medievales. Que siguieron con la mala prensa sobre las mujeres. Solo ellas llevan a los hombres a la perdición y son más propensas a pecar. Y de vez en cuando, si se aburren, montan orgías con el diablo (26). El machismo arrastrado de la antigüedad se juntó con el fanatismo religioso, el miedo a lo desconocido y la violencia de guerras y enfermedades.
Con todo en contra, escuchando siempre que eran las malas de la película, las débiles o las inútiles, muchas decidieron plantar los ovarios. Dentro de una sociedad que quería silenciarlas con la violencia. Reinas, guerreras, humanistas o curanderas. Conocemos el nombre de algunas, pero como dijo Christine de Pizán:
«Si la gente se molestara en buscarlas, encontrarían muchas mujeres extraordinarias» (27).
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