A lo largo de la historia de la Antigua Roma, su sociedad fue evolucionando desde la Monarquía hasta el Imperio (1). Sin embargo, siempre se mantuvo como base de dicha sociedad una clara diferencia entre una minoría guay y rica (patricios / honestiores), que acumulaba todo el poder (económico /político) con mucha ansia, y una mayoría desarrapada y pobre (plebe / humiliores), que se tenía que conformar con las migajas (2). Eso es lo que viene siendo una sociedad de lo más equilibrada e igualitaria.
Ser de la yet set en Roma – los patricios romanos
Si en Roma eras asquerosamente rico y tenías la suerte de nacer en una buena familia, con propiedades y todos los derechos/libertades (3), tu vida se basaba en la plasmación del lujo y la ostentación en cada uno de tus movimientos. Ir al Senado a pelearte con algún contrincante político, o en su defecto matarlo (que se lo pregunten a Julio César). O ir a ver como se mataban a algunos gladiadores o cristianos en el Coliseo (4). También pasearte por Roma y emborracharte hasta perder el sentido en algún banquete. O dar órdenes a uno de tus 50000 esclavos (5).
Ahora bien, antes de adentrarnos en las profundidades de la vida de los vips, hay que señalar que dentro de esta minoría que había nacido con una flor en sus nobles posaderas, había distintas clases. Por un lado, estaban los patricios de verdad y de alcurnia. Es decir, los descendientes de los primeros romanos. Y, por otro lado, estaban los nuevos ricos o gentucilla intrusa, de segunda categoría. Los cuáles, servían a los primeros de burla porque éstos no tenían la categoría y el glamour que se le requería a un verdadero romano rico, pues eran maleducados y extravagantes (6). Todo un sacrilegio para las normas de conducta de los vips (7).
Los 5 tips para ser un buen romano de la alta alcurnia
1. Tener una vida de lo más ociosa
El día a día de un romano de la élite era de lo más «fatigoso». ¿Por qué? Pues porque, por ejemplo, no les gustaba el trabajo físico, porque era deshonroso (para eso ya estaba la plebe). Ni darse un mal rato andando distancias largas, por el duro empedrado de la calzada de Roma. Para ello ya usaban sillas o carrucas con cortinas (para no tener que ver las desventuras y desgracias de los pobres), llevadas por esclavos (8).
En cuanto a su tiempo libre, que eran las 24h del día los 365 días del año, lo empleaban en asistir al teatro, al circo o al anfiteatro. Eso sí, siempre en las primeras bancadas que eran de cómodo mármol y no de madera, vaya ser que se fuesen a clavar una astilla en el culo. Además, desde esos asientos de noble piedra, gozaban de un visibilidad inigualable para ver con todo lujo de detalles la sangre de los gladiadores o algún estropicio de cuadrigas (9).
2. Atiborrarse y emborracharse por gracia de Dionisio (10)
Lo que más le pirraba a los patricios era pasar su tiempo comiendo y bebiendo en un buen banquete, no en un bar de mala muerte. De esta forma, un romano vip siempre tenía que estar bien hidratado y alimentado para tener brillo. Por ello, hacían sus tres comidas reglamentarias con un sinfín de alimentos (11). Pues necesitaban recuperar fuerzas del gran esfuerzo físico que requería su ajetreada vida (12).
Así, los patricios comenzaban su día desayunando (lentaculum) (13) sobre las 7:00-8:00 AM. Después, para matar el gusanillo, seguían jalando en el prandium (14). Y, finalmente, llegaba el fin de fiesta y la comida más importante del día, la cenae, a las 15:00 PM (15). En la que, ante todo, estos romanos hacían gala de su riqueza y posición social.
La cenae, una juerga por todo lo alto para los patricios romanos
La cenae se componía de cuatro “simples” partes: la gustatio o entrantes, prima mensa (platos principales), secunda mensa (postre) y comissatio o juerga, en donde se escuchaba música, se jugaba, se debatía cuando ya se llevaba una copilla de más, se veía a bailarinas y, por supuesto, se daba rienda suelta a esas mentes calenturientas (16).
Ahora bien, la cenae no consistía en llegar a la casa del invitado y plantarte a mesa puesta. No, no… para nada. Como buenos patricios, éstos debían de cumplir un estricto protocolo de buenas maneras. Repasemos el elemental ritual que seguían:
- Ir al banquete con el kit adecuado. Cada invitado acudía con su esclavo personal (que le atendía durante la cenae) y con una servilleta, personal e intransferible, que usaban para limpiarse los morros y para llevarse los alimentos no consumidos. Eso es, a falta de tuppers buenas son las servilletas.
- Siempre hay que desinfectarse para no transmitir bichitos. Antes de entrar en el comedor, los invitados eran lavados por sus esclavos, coronados con flores y perfumados. Los patricios siempre debían estar de etiqueta.
- Para comer siempre hay que estar a gusto. Los invitados eran conducidos al triclinium (comedor), (17), en donde eran acomodados en los triclinia y comían recostados para no cansarse mucho.
- Hay que ser agradecidos y tener contentos a los dioses. Antes de comenzar a comer, se llevaban a cabo libaciones y ofrendas de vino a los dioses. Después, en la comissatio/juerga, se volvía a agasajar a los dioses. Y, finalmente, llegaba la fiesta o rave. En la que se bebía vino hasta reventar. Eso sí, mezclado con agua, para rebajar los efectos del alcohol y aguantar más tiempo. Si es que estos romanos lo tenían todo pensado (18).
Otras jaranas romanas
Las fiestas de la yet set romana no solo se reducían a los banquetes. Sino que también tenían tiempo para celebrar más parties (19), muy de su gusto. Como las bodas, el baby shower y bautizo a la romana (dies lustricus) (20). O la entrega de la toga viril para celebrar que el romano en cuestión se había convertido en todo un hombrecito (21).
3. Tener una buena mansión (o dos) es indispensable
Todos los buenos patricios debían de tener una o dos humildes moradas, para no vivir debajo de un puente. Las cuales, para ser propias de la aristocracia y no una simple chabola, debían tener como mínimo 1500 tejas (22). También una entrada pomposa (fauces), un patio central con una pila para recoger agua de lluvia (atrium e impluvium) y un comedor (tablinum o triclinium). Y, por supuesto, varios cuartos (cubicula) y habitaciones menores (alae), una cocina, un huerto y almacenes (23).
Ahora bien, la cosa no solo se quedaba ahí. Porque si un patricio llegaba a tener tantos denarios que no sabía en qué gastárselo, pues siempre tenía la opción de comprarse otra mansión/villa para los meses estivales en la bahía de Nápoles. Es decir, en Pompeya. Lejos de la contaminación y ruido de Roma, con vistas al Mediterráneo y al calorcito del Vesubio (24).
4. Antes muerto que sencillo, siempre hay que ir emperifollado – la moda de los patricios romanos
Los romanos de alta alcurnia hacían gala de su alta posición social a través de la apariencia. Éstos, no osaban a salir a la calle si antes no se habían vestido y aseado en condiciones. Tanto, que con toda la parafernalia que se ponían encima, debían de levantarse 6 horas antes de salir por la puerta. Y es que su rutina diaria de acicalamiento les llevaba un rato largo y necesitaban de la ayuda de uno de sus cincuenta mil esclavos. Repasemos la rutina de un patricio a modo de guía (25):
Siempre hay que salir limpito
El aseo de los romanos se basaba en la limpieza de aquellas partes que eran visibles (cara, brazos y piernas). Es decir, un lavado de gato diario. A lo que, cada nueve días, se unía un baño en condiciones en el se fregaban enteros. Eso sí, nada de usar jabones con productos químicos, siempre con jabones ecológicos (26) , que la piel de la élite era muy delicada.
Vestirse con todo lo que se pilla por la mansión
Tanto hombres como mujeres utilizaban la túnica como prenda básica de su vestuario, bajo la cual se encontraba la ropa interior (27). Sobre la túnica, los hombres se ponían la toga (28) y las mujeres la stola y la palla (29). Todo ello, elaborado con lino o seda (30) para no dañar la epidermis patricia y teñido con tintes de lo más “baratos” como la púrpura (31).
Atusarse el pelo a la moda – peinados de los patricios
En los hombres el peinado se basaba en llevar pelo corto y, dependiendo de la época, dejarse barba. Como así hizo el emperador Adriano (32), que la puso de moda en el S.III. Como buen influencier.
En el caso de las mujeres la cosa variaba mucho, pues sus peinados fueron cambiando con el tiempo. Así, al principio, el peinado básico fue el nudo (el pelo sujetado en la nuca con un moño). Y, después, le fueron añadiendo más rimbombancia. Se pusieron de moda los peinados con un sinfín rizos en la parte delantera, los postizos (33) y las trenzas en la parte trasera. Además, era muy común teñirse el cabello (34) y decorarlo con diademas, coronas, lazos, flores… (35)
Joyas y abalorios que no falten
Los romanos ricos, antes de salir por la puerta de la mansión, siempre le daban el último toque a su outfit. Es decir, ponerse encima todas las joyas y complementos que encontraban a modo de árbol de Navidad. Los hombres siempre salían con un buen anillaco de oro y el de compromiso y, por otro lado, las mujeres se podían llevar encima abanicos, sombrillas, pañuelos, anillos, broches, diademas, collares, brazaletes, pendientes… Vamos, un mercadillo con patas (36).
5. Hay que tener clase hasta para enterrarse
Los vips romanos también dejaban patente su poder a través de la celebración de funerales a los que no les faltaba detalle. Y, es que, está claro que la frase de menos es más no la inventaron los romanos. Pues éstos montaban todo un jari que se desarrollaba en…
Ocho sencillos pasos para ser enterrado como un VIP (37):
- Antes de que espichara la persona enferma, el miembro más importante de la familia debía arrebatarle su último aliento, dándole un beso en la boca. Si es que eran unos romanticones.
- Dejar al difunto en el suelo, taparle ojos y boca y apagar el fuego del hogar (Depositio).
- Despedir a la persona pronunciando tres veces su nombre (Conclamatum).
- Asear el cuerpo, colocar un obolo de oro (moneda) para pagar a Caronte (38) en el Más Allá y quitarle su anillo (Unctura). Vaya ser que Caronte, con lo avaricioso que es, se lo robe en la barca, mientras el difunto va de tour por el río Aqueronte (39).
- Vestir con la toga praetexta (40), colocar decoración varia e iniciar un velatorio de unos tres-siete días.
- Hacer un comunicado oficial para avisar a la comunidad que dentro hay un muerto. Para ello, se colgaba una rama de ciprés en la puerta. Todo muy elegante y sutil.
- Inicio del cortejo fúnebre. Es decir, pasear al muerto por las calles de Roma. Todo comenzaba con una procesión en la que iban músicos, juglares, plañideras, actores con las máscaras de los antepasados de la familia, familiares con antorchas… Vamos, que contrataban a toda la plantilla del circo. Después, se acompañaba al difunto hasta el Foro, en donde se hacía una oración en su honor, se purificaba y se churrascaba en la pira funeraria (41).
- Ya con el difunto churrascadito se disponían a enterrarlo. Para ello se consagraba la tumba, se hacía una comida familiar y, finalmente, el difunto descansaba tranquilamente (42).
En resumidas cuentas… Plebeyos y patricios – 2 caras de la sociedad romana
Llegados al final de este breve pero interesante repaso por la dura vida de la yet set romana, podemos concluir diciendo que a lo largo de la historia de Roma existió una sociedad muy desigual y dividida en dos grupos (plebeyos y patricios), que compartían espacio pero que vivían en dos realidades diferentes (43). De esta forma, los patricios gozaban del poder, dinero y de una vida desahogada/ociosa: podían ir a las luchas de gladiadores, al teatro o ver carreras de cuadrigas cuando deseasen, montar un buena jarana con su respectivo banquete en una de sus lujosas villas, organizar entierros fastuosos y marcar su estatus a través de su apariencia a modo de árbol de Navidad.
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