El año 1700 fue un año clave en la historia de España. Se iniciaba una nueva centuria con sustanciosos cambios políticos, como el cambio de dinastía real. Los Borbones llegaban a España de la mano del nuevo rey Felipe V. Bendecido por su Cristianísimo (1) y abuelísimo Luis XIV de Francia, el Rey Sol, amo y señor de Europa.
El monarca francés consideraba que la decadencia de la monarquía española se debía, en gran medida, a las exigentes normas de etiqueta (2). También, al control que la nobleza ejercía sobre el rey, relegándolo a un aislamiento vigilado por los grandes de España, que aumentaban su poder en la corte.
Pero esta situación cambiaría radicalmente. Ahora estaba al mando Luis XIV, que dictaría desde Versalles las nuevas medidas a tomar. Mientras, Felipe V las aprobaba en España sin rechistar. ¡Más le valía!
Felipe V llega pisando fuerte
El acceso a la cámara del rey, durante el reinado de la dinastía anterior, constituía uno de los mayores actos ceremoniales en la corte. De este modo, los honores y las prebendas que el rey otorgaba se basaban en la cercanía al propio monarca. De ese contacto directo, los nobles obtenían múltiples privilegios y mercedes, que, en gran parte, ostentaban los llamados “grandes de España”.
Pero con la llegada de Felipe V, con los deberes bien aprendidos, comenzó un periodo de viraje político hacia su círculo más íntimo y personal. Colocó a personas de su confianza en los puestos más relevantes de la administración. Además, modificó sustancialmente el acceso a la cámara real (3). Esto generará un descontento, que irá en aumento entre la grandeza española y que finalizará con una oposición frontal a las nuevas medidas impuestas por el nuevo rey, Felipe V.
La primera en la frente
Recién instalado en Madrid, lo primero que hizo el “nietísimo” sería emitir una real orden donde dejaba más claro que el agua que solo tendrían acceso a su persona la denominada “familia francesa” (4). Al poco tiempo, el número de criados y sirvientes españoles se verá reducido cuantiosamente en beneficio de los franceses. Esto supondrá una modificación en profundidad del acceso a la cámara real. Y, claro, generará una primera afrenta contra los grandes de España.
Éstos se opusieron a tales medidas. Pues entendían que se estaban vulnerando sus derechos y privilegios de grandeza. Se sentían atacados por la “familia francesa”, que trataban de dirigir el nuevo rumbo de la monarquía (5). Pero los grandes no se “achantaron” y se posicionaron frontalmente contra el rey. Pues no estaban dispuestos a ceder ni uno solo de sus privilegios regios (6). “¡Hombre por favor, esto es Essjjjpaña!”
La igualdad de los Pares franceses a los Grandes de España y viceversa
La corte española estaba sufriendo una transformación hacia el modelo versallesco. Se trataba de convertir al nuevo rey en el centro de la corte, y no en el rehén en el que se había convertido el anterior monarca (Carlos II), prisionero del ceremonial borgoñón y de los Grandes de España.
Ahora, con un monarca francés en España, la presencia de franceses en Madrid y de españoles en Versalles iba a aumentar considerablemente. Por lo que Felipe V, en comunión con su abuelo, dictaminaron (7) la equiparación de los derechos y prerrogativas de los Duques y Pares de Francia, con las de los Grandes de España. ¡Ya está liada otra vez!
Como se puede imaginar el lector, dicha medida no sentó nada bien entre los Grandes de España. De nuevo, se volvían a vulnerar sus derechos de grandeza respecto con el rey. Así que en esta ocasión, se reunieron en contra de la nueva medida de equiparación. Hicieron llegar al rey un Memorial, y este se lo pasó por el arco del triunfo (8).
La gota que colma el vaso: el asunto del banquillo
El proceso reformista de la corte seguía su curso. Mientras, los Grandes de España no sabían por dónde le venían. Hasta que vio la luz la medida más controvertida y polémica emitida por Felipe V (9), y que provocaría el “hasta aquí hemos llegado” de los Grandes de España.
En una medida sin precedentes (y dictada nuevamente desde Versalles), Felipe V anunciaría que a partir de ahora, el capitán de su Guardia de Corps (10) se sentaría en la Capilla Real (en un banquillo de tres patas lujosamente tapizado), justo detrás de su persona. Así, ocuparía el espacio que quedaba libre entre los bancos designados para los Grandes de España y él mismo (11). ¡Bueno, bueno, bueno….. que me estas contado Mari Carmen!”
Ante tal medida, el 25 de Agosto de 1705, con motivo de la celebración de una misa en honor a la festividad de San Luis en la Capilla Real, llegó la respuesta de los Grandes de España. ¡Y qué grandes fueron!
Los Grandes de España
En dicho acto, los Grandes de España “declararon la guerra al rey de España sin necesidad de sacar la espada”. Aquel día, tras el besar la mano del rey como acto de respeto (al que asistió la flor y nata de la grandeza castellana), ¡se batieron en retirada! No asistieron a la misa y dejaron a los reyes compuestos y sin nobleza en la Capilla Real. “No dijeron ni adiós”
Con esta acción, los Grandes de España dejaban claro su oposición a la reforma del ceremonial por lo que representaba “el banquillo”: una barrera simbólica y real a la vez, que se levantaba entre la Grandeza de España y el Rey.
Otro Memorial por parte de los Grandes de España
Tras varios desaires de igual naturaleza (12) por parte de los Grandes de España, y tras haber tomado una decisión conjunta de oposición al banquillo, el rey optó por la vía negociadora. Así, añadió una nueva clausula a la Real ordenanza, en la que se distanciaba de cualquier intromisión entre los Grandes de España y su persona (13). Claro, Claro….
De nuevo, el bando “Grande” emite un Memorial (14). En este, dejó constancia de su negativa a asistir a misa mientras siguiese presente el famoso banquillo. Además, argumentaron varios motivos por los que entendían como una ofensa la colocación de tal ignominioso mueble decorativo que ocupaba entre ellos y el rey.
Querida majestad:
Para empezar, la disposición de los reyes y la de los Grandes en la Capilla Real había sido dictada por Isabel la Católica, sin que existiera variación desde entonces. Hay que entender que ocupar los puestos más cercanos al rey constituía en si mismo un acto de distinción sobre los demás. Y ocupar el espacio por un miembro extranjero suponía una alteración del “cuerpo místico” (15) de la monarquía hispánica. Por tanto, los Grandes de España, sabedores de su importancia en la estructura del Estado, no podían permitir que el rey alterara el cuerpo místico, por mucho que fuera su cabeza. “¿Pero éste que se ha creído?”
Finalmente, el “caso del banquillo” quebró la confianza de la grandeza en Felipe V, ya que se sentían profundamente ofendidos con sus actuaciones. El objetivo común de la grandeza era reivindicar los privilegios de su grupo como principal cuerpo nobiliario de la monarquía. Donde la defensa del ceremonial y la etiqueta representaban una de sus señas de identidad.
El banquillo frente a laos Grandes de España
En definitiva, tras meses de negociaciones entre ambas partes, el banquillo se quedó dónde estaba, otorgando preferencia al Capitán de la Guardia de Corps frente a los Grandes de España (16). Estos verían con resignación como se vulneraban sus privilegios para con el Rey. Y es que España estaba cambiando. Felipe V traería consigo el absolutismo regio, un proceso de afrancesamiento extremo y también, todo hay que decirlo, bastantes trastornos mentales que bien le valieron el título del “Rey Loco”.
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