¿Has visto Game of Thrones y pensado qué fantásticos son esos combates, esos juegos de estrategias y finales inesperados? Pues tengo noticias, ¡en la Edad Media lo que vemos en la serie sería lo más normal del mundo!
Bebida, diversión y que arranque la cruzada
Un ejemplo de esto es la Cuarta Cruzada en Constantinopla. Esta comenzó cuando un viejo conde, borracho y alegre por haber organizado un divertido torneo, decidió irse a conquistar Tierra Santa (1). Aunque, para ser sinceros, la idea no le gustó a todo el mundo, por lo que al final solo algunos nobles quisieron unirse. El líder fue un tal Bonifacio –recuerda este nombre porque viene siendo uno de los villanos de esta historia-, quien era conocido por ser ambicioso, no querer mucho a los bizantinos, y no ser precisamente el hombre más religioso.
Los cruzados francos se encontraron con un “pequeño” problema… ¿Cómo llegar hasta el lugar donde iban a empezar la guerra? La solución fue hacerle autostop a los barcos de los venecianos. Después de las negociaciones, el trato se cerró. Los cruzados serían llevados a cambio de un montón de monedas de plata. Cuando llegó el día de salir, se dieron cuenta de que no tenían el dinero -cosa algo importante ¿no crees?-. Entonces, Enrico Dandolo, líder de los venecianos -quien viene siendo como el segundo villano-, propuso que si el ejército le ayudaba a conquistar una ciudad bizantina (2), gustoso dejaría que los cruzados le pagaran después.
Que empiece el juego…
El Papa intentó evitarlo, pues significaba que el ejército cristiano por primera vez atacaría una ciudad cristiana. Por más que amenazó, gritó y pataleó, no pudo impedir que los deseos de Bonifacio y Enrico se llevaran a cabo. Después de la conquista de la ciudad, apareció un joven llamado Alejo. ¡Era nada más y nada menos que el hijo del anterior emperador de Bizancio! Este, por culpa de su tío, no había podido llegar al trono.
Como nos enseña Game of Thrones, que te hayan quitado del trono no quiere decir que no puedas luchar por él. Lo mismo pensó Alejo, por lo que le propuso a los cruzados pagar la deuda que tenían con los venecianos, darles una gran cantidad de hombres para la guerra contra los musulmanes y algunos víveres para el viaje. Todo, a cambio de que lo ayudaran a pelear por el trono de Constantinopla, la gran capital del Imperio –no parece haber escuchado el dicho que dice que la ropa sucia se lava en casa.-
Intereses ocultos…
Enrico estaba saltando en una pata de la felicidad. No solo odiaba a los bizantinos, sino que también tenía un acuerdo secreto con los musulmanes en Egipto. En este se comprometía a no apoyar ningún ataque de los cristianos hacia los musulmanes, a cambio del control comercial de la zona (3). ¡En realidad era aliado de los musulmanes! A Bonifacio también le gustó la idea, pues con tal de lograr sus objetivos estaba dispuesto a todo y le daba igual conquistar tierras bizantinas o musulmanas (4).
En 1203 comenzaron los ataques a Constantinopla. Tras varios días sin lograr mucho, por fin conquistaron la ciudad vecina. Y, bueno, si bien no era el trozo del pastel que deseaban en el momento, les ayudó para luego sí poder tumbar un pedazo de la muralla y entrar a Constantinopla.
Mitad para ti, mitad para mí
El emperador, lleno de miedo, dejó el trono y salió corriendo. Debido a esto, la nobleza bizantina tomó una rápida e inteligente decisión: sacó de prisión al padre del joven Alejo (5) y lo volvió a proclamar emperador. Esto dejó a los cruzados sin saber qué hacer. Después de sentarse a hablar para solucionar el asunto, decidieron tomar unas decisiones salomónicas: se nombró a alejo y su padre Isaac co-emperadores y se les dijo a los cruzados que se les pagaría lo acordado. Esa noche todos se irían tranquilos a dormir.
Pero, como en el caso de los francos, Alejo había mentido y no tenía el dinero para pagarles. Lo que de inmediato creó muchos problemas. Los ejércitos francos permanecían en la ciudad desesperados por su paga, mientras los bizantinos veían por todas partes a los hombres que acababan de atacarlos. Sumado a que Enrico conspiraba para aumentar las tensiones entre ambos grupos y así evitar el viaje a Egipto, donde estaban sus amigos.
No hay trono para tanta gente en Constantinopla
Al final, el juego por el trono bizantino continuó. Así que, uno de los nobles más famosos de Constantinopla, decidió tomar el poder. Después de hacerlo matando a Alejo y provocando la lenta muerte de su padre en prisión, el nuevo ocupante del trono le comunicó a los cruzados que no pagaría la deuda.
Luego de recibir la noticia, los líderes de los cruzados decidieron atacar de nuevo la ciudad y entrar en el juego por el trono directamente -eso sí que es querer el pastel completo-. Los ataques comenzaron y, después de varios días en que ni fu ni fa, el ejército entró en la ciudad de Constantinopla y se hizo con el trono imperial.
Apenas el emperador se enteró le temblaron las piernas del susto y salió corriendo de la ciudad mientras esta ardía en llamas. El incendio acabó con innumerables riquezas, bibliotecas y obras artísticas -es tal vez uno de los incendios más grandes que ha visto Europa en toda su historia (7)-. Las tropas cruzadas esperaron a que el fuego pasara para dedicarse durante tres días a robar y saquear todo lo que pudieron. Mataron y violaron a todo el que se les atravesaba en su camino. Por el afán de unos hombres de hacerse con el poder, una de las ciudades más esplendidas de su tiempo se había convertido en un lugar lleno de cenizas y sangre. ¿Aún crees que la realidad no supera la ficción?
El final de este capítulo
Después de todo ese caos, los doce hombres más importantes se reunieron para nombrar un nuevo emperador; título que Bonifacio deseaba con ansias. Sin embargo, Enrico, quien conocía lo insaciable de las ambiciones de este, manejó los hilos para que en su lugar fuera nombrado alguien a quien él pudiera manejar desde las sombras. Y, para calmar la ira de Bonifacio, le dio un reino en Grecia, pero dependiente de Bizancio.
El juego por el trono del Imperio no acabó en este momento. Los bizantinos pidieron la ayuda de un antiguo enemigo, el zar de Bulgaria. De esta forma, aunque habían perdido su capital, lograron mantenerse en algunas zonas. Con el tiempo empezaron a retomar su poder y rehacer fuerzas para las guerras, estrategias y traiciones futuras. Pero lo que pasó después es historia de otro capítulo…
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