¡Ay, Beatriz! ¡Cuántas cañas se habrán bebido en tu honor y nadie lo sabía! No hay quien viva en Madrid (o lo haya visitado), que no haya ido un domingo a ver el Rastro y luego a tomarse unas cañas en la Latina. De verdad, es que si hubiera alguien que no lo haya hecho, ya puede considerarse persona non grata.
Pero que ahora La Latina sea un sitio genial para irse de cerveceo con los amigos, no quita para que el nombre de esa zona de Madrid, tenga un porqué. Es una razón maravillosa que, si os habéis fijado, hasta nos lo explican en la propia red de Metro. Lo averiguaremos en Khronos, como hicimos con Malasaña.
Una «empollona» en la Corte, la Latina
Entonces, ¿qué o quién era la Latina? Más bien quién: una gran mujer, Beatriz Galindo (1). Empezó a estudiar latín a los 9 años, y la verdad es que no decepcionó. Era tan buena que, a los 16, le pusieron el apodo de “la Latina” en la universidad de Salamanca. Igualmente, “fue reconocida como especialista en textos clásicos, especialmente en los de Aristóteles” (2). Así que, como no podía ser de otra manera y para que toda esa inteligencia y saber no se echaran a perder, se iría al convento.
Espera, espera. ¿Qué? ¿Pero qué invento es este? Claro, no la iban a dejar campar libremente por ahí a sus anchas, dando clases como un hombre. Esas habilidades se usaban para el buen hacer monjil. Ojo, que le venía mejor ser monja que casarse, porque si se echaba marido ya sólo se podía dedicar a él y a su prole.
Afortunadamente para Beatriz, la reina Isabel (3) oyó hablar sobre ella y se la llevó consigo a la Corte para que le diera clases de latín, a ella y a sus hijos. El latín, tan difícil y gustoso cuando se sabe, era el idioma de la diplomacia europea, y una reina digna de la mismísima Castilla no podía decir que no tenía ni el nivel básico. Y queda feo si una reina miente en su curriculum.
Un pareja popular
Fue entonces cuando la Latina empezó a ser popular y a hacerse una carrera en la Corte. ¡Y no tenía ni veinte años! Se hizo amiga de la Reina, hasta el punto de que ésta le pedía muchas veces consejo. Y así fue hasta la muerte de la monarca. (4) Gracias al cariño que la Reina le tenía, ésta le “eligió” un buen marido (ya que somos tan amigas y voy a tener que aguantarlo, que sea uno que me guste, ¿no?). El afortunado fue «el Artillero» (5). Así que se casaron y mandaron construir su «nidito» de amor, que es el actual palacio de Viana de Madrid, donde ahora vive el ministro de exteriores. Lo sé, nada que ver…
Muy inteligente y además buena gente
Ambos fundaron el conocido como Hospital de la Latina (6). Estaba situado en la esquina de la calle Toledo con la plaza de la Cebada. Pero sólo dos años después de su fundación, y seis después de casarse, «el Artillero» murió y Beatriz, destrozada por la muerte de su marido, se retiró de la vida de la Corte. Empezó así a dedicarse exclusivamente a la labor social, un trabajo que la reconfortaba, pues ayudaba a los demás a superar sus penurias. Además, no podemos olvidar que era muy católica y había sido educada para ser monja, así que la ayuda al prójimo la tuvo siempre muy presente.
El hospital era para pobres, sin más. Desahuciados, gente sin recursos o presos (7). Funcionó hasta el s. XVIII y en el siglo pasado se derribó. (8) Actualmente queda la portada, que está en la Escuela de Arquitectura de Madrid.
Cuando la Reina murió (9), Beatriz acompañó su cuerpo desde Medina del Campo hasta Granada. Esto da que pensar que realmente su relación era muy estrecha.
Con la Iglesia hemos topado
La Latina fundó más tarde dos conventos (10). El primero de ellos no hizo más que darle disgustos. Los monjes de la iglesia de San Francisco el Grande (muy cerca de allí), dijeron que ese terreno se lo había prometido su marido y, ni cortos ni perezosos, la denunciaron ante la mismísima Iglesia de Roma. ¿Y ella qué hizo? Pues lo que le quedaba hacer: nada. Una mujer educada para ser monja… pues no se enfrenta al Papa. Y menos en esa época. Pero al igual que el hospital, se derribó en el pasado siglo para ampliar la calle Toledo (11).
Así que fundó otro convento apenas a cien metros del primero. En éste ya las cosas se hicieron como ella quiso y sin peleas de por medio. Esto dice mucho del carácter de nuestra Beatriz. “Sí, sí, tú di lo que quieras, que yo haré lo que me dé la gana”. Y así fue. Éste fue derribado a finales del s. XIX.
¡Brindemos pues!
Poco se ha estudiado sobre su actividad en la Corte, y pocos estudios hay sobre ella. Desde luego, en su tiempo fue muy famosa. Además de formar parte de la Corte real, era conocida por ser una de las mujeres más cultas de la época y, como hemos visto, por sus ganas de ayudar a los más necesitados. Escribió poesías que fueron muy famosas entonces (12), y hasta Lope de Vega, más preocupado de las enaguas de las mujeres que de su inteligencia, escribió algo bueno sobre ella (13):
Como aquella Latina
Que apenas nuestra vida determina
Si fue mujer o inteligencia pura,
Docta con hermosura
Y santa en lo difícil de la corte;
Más, ¿qué no hará quien tiene a Dios Por Norte? (14)
Por todo esto, la próxima vez que os toméis una cerveza, o dos, o diez, ya sabéis por quién brindar. Con todo lo que ella hizo por los demás, es lo mínimo que podemos hacer en su honor.