Resulta curioso, sobre todo para el gran público, al leer las memorias que escribió el ya totalmente vencido exemperador de los franceses, Napoleón Bonaparte, que este consideraba, y además sin duda alguna, al almirante Sir Sidney Smith no ya como uno de sus peores, si no directamente como el peor enemigo con el que se había cruzado. Y no solo en una ocasión, sino en varios momentos críticos a lo largo de su carrera político-militar.
Esto lo sitúa, al menos según el “pequeño corso” (1), muy por delante de toda una serie de personajes que, sin duda, resultan mucho más conocido. Tales como el duque de Wellington o el general Blücher, si nos ceñimos estrictamente a lo militar. También el almirante Nelson, si pensamos en lo naval. O el zar Alejandro I o Sir William Pitt, en tanto a rivales políticos.
“Ese hombre hizo que yo no pudriera cumplir con mi destino”, dejó escrito Bonaparte refiriéndose a Smith.
Infancia y Juventud de Sir Sidney Smith
Nació en Park Lane (2), en 1764, y lo bautizaron (3) como William Sidney Smith. Si bien desde muy joven empezó a presentarse a todo el mundo como Sidney Smith.
Era el segundo hijo del matrimonio del capitán de Guardias reales John Smith (4) con Mary Wilkinson (5). A través de su madre emparentaba, lejanamente, con el mismísimo William Pitt (6).
Sidney Smith estudió en la Tonbridge School, completando sus estudios en 1777. En ese momento, decidió continuar la tradición familiar y alistarse como cadete en la Royal Navy (7), a tiempo de intervenir en la Guerra de independencia norteamericana (8).
Primeros pasos en la Royal Navy
Smith sirvió durante sus primeros años en una serie de naves que se enfrentaron a menudo, bien contra los escasos navíos de los rebeldes, bien con los, mucho más numerosos, de sus aliados (9). El joven cadete se distinguió en varios de estos encuentros. Ello le permitió ascender a teniente (10) por “méritos de guerra”, a pesar de no contar con la edad mínima requerida para ostentar dicho rango.
En 1781, tras volver a distinguirse en la batalla de Chesapeake, lo ascendieron nuevamente (11) y se le otorgó su primer mando (12). Si bien su acierto, arrojo y sus capacidades pronto le permitieron volver a promocionar e ir asumiendo mandos cada vez más importantes.
Justo antes del tratado de Versalles (13) ya dirigía una fragata (14) con el rango de comandante (15).
Oficial sin destino…
Tras la derrota, las Arcas británicas estaban vacías. Ello supuso la necesidad de desmovilizar a gran parte de los oficiales de la Royal Navy. Así, Smith quedó en tierra, pendiente de nueva asignación, y cobrando media paga.
El comandante Smith aprovechó esta situación para convertirse en un personaje de cierta relevancia en la alta sociedad británica. Empleó buena parte de sus beneficios en adquirir una casa de campo, en Bath, vestuario adecuado y, sobre todo, lecciones de francés.
Cuando consideró que su nivel en dicho idioma era aceptable (16), pidió permiso, y se le concedió, para visitar Francia. Allí apreció de primera mano los avances militares en materia naval (17). Después, pasó una temporada en España, haciendo lo mismo. Luego recaló en Gibraltar y pasó a Marruecos (18), en donde repitió la misma jugada (19), aprovechando para iniciarse en los rudimentos de la lengua árabe.
Tras terminar su periplo de inspección, regresó a Londres. Allí, presentó sus hallazgos ante el Primer Ministro y el Almirantazgo (20).
Al servicio de la Armada sueca
Tras ver rechazada su solicitud de ser incluido en el Servicio diplomático (21), Smith solicitó, y obtuvo, permiso para viajar a Suecia (22).
Regresó a Londres (23) pocos meses después portando una misiva del monarca sueco (24). Este solicitaba permiso para emplear a Smith, que seguía sin destino, en la Marina Real Sueca. Le denegaron la solicitud, pese a lo cual, Smith decidió retornar a Suecia y alistarse como voluntario en la Marina Sueca. ¿Objetivo? Participar en la guerra que este país estaba llevando a cabo contra Rusia (25).
Los suecos le concedieron el mando de una escuadra (26). Smith destacó nuevamente en diferentes acciones navales (27). Tanto que se ganó el título de “caballero” de la Orden de la Espada (28) y la denominación de “Sir” (29).
Tras el cese de las hostilidades, regresó a Inglaterra, aprovechando el viaje para recabar toda la información posible a acerca de la potencia naval y de las técnicas de construcción naval de Dinamarca y Prusia. Notificó al Almirantazgo de toda la información obtenida a su llegada a Inglaterra (30).
Tras rendir su informe, Sir Sidney Smith retomó durante un tiempo la aristocrática vida de gentleman y dandy de la alta sociedad británica del momento (31).
Sir Sidney Smith: guerra contra Francia
En 1792 retomó su ansia viajera. Y solicitó permiso para visitar a su hermano (32), recientemente nombrado embajador ante la Sublime Puerta (33).
En Estambul (34) se enteró del estallido de las hostilidades entre el Reino Unido y la Francia republicana. Sin perder un momento, se dirigió a Esmirna y fletó una embarcación (35). Alistó a todos los marineros británicos que se encontró (36). Asó, zarpó a la aventura, con el riesgo de que los tomasen por piratas, ya que carecían de cualquier refrendo o documentación oficial (37).
Tras varias semanas de navegación, llegó al asediado puerto de Tolón. Y se unió a las fuerzas internacionales allí desplegadas (38).
El Vicealmirante Lord Hood (39), que conocía su talento, le dejó al cargo de la mayor parte de la flota que protegía la plaza. Lo hizo a pesar de su condición de “voluntario civil a media paga”. Así, se distinguió nuevamente en los combates posteriores y ocasionó importantes pérdidas a la flota enemiga (40). Si bien, finalmente, el asedio no se rompió, por lo que debieron evacuar la plaza.
Breve retorno al hogar
En enero de 1794 ya estaba de regreso en Inglaterra con despachos de Hood para el Almirantazgo.
Una vez reincorporado a su puesto dentro de la Royal Navy (41), lo pusieron al mando de una flotilla de cañoneras, encargadas de proteger la costa inglesa (42). Si bien para abril lo trasladaron a un nuevo mando sobre una Fragata (43) y una flota de cañoneras y baterías flotantes, con la idea de realizar un ataque sobre Dunquerque. Aunque el Alto Mando, finalmente, suspendió esta acción.
Captura, prisión y fuga de Sir Sidney Smith
Smith quedó relegado a funciones secundarias, de protección y control en el Canal de La Mancha. Allí añadió nuevos éxitos a su historial. Si bien su imprudencia y excesivo arrojo le terminaron pasando factura, cuando los franceses lo capturaron.
Lo llevaron a París y lo encerraron en la tristemente famosa prisión del Temple. Tanto su extraño status oficial (44) como las (45) sospechas de espionaje, hicieron que los franceses no lo incluyesen en el programa de intercambio prisioneros.
Tras dos años de confinamiento (46), Sir Sidney Smith logró escapar (47). Lo hizo con la ayuda tanto de miembros de su antigua tripulación, como de realistas franceses. Se trasladó a Ruan y, posteriormente a Honfleur (48). Desde allí, pudo embarcarse en un navío inglés que lo llevó de vuelta a Inglaterra. Entonces, advirtió del peligro de un joven general (49) que tenía idea de emular a Alejandro Magno, lanzando sus tropas sobre el imperio otomano.
La campaña de Egipto
Semanas más tarde, desisgnaron a Sir Sidney Smith para comandar un buque francés capturado (50). Tras una corta travesía, se dirigió a Malta y luego a Constantinopla, donde había sido nombrado plenipotenciario.
El 3 de marzo de 1799 asumió el mando de la escuadra en Alejandría, y se erigió como mando naval independiente en el teatro de Levante. Esto le supuso una fuerte reprimenda, tanto del almirante John Jervis (51) como del contralmirante Lord Nelson (52). Finalmente, Sir Sidney Smith se sometió y se subordinó (53) a Nelson.
Tras enterarse de que el ejército de Bonaparte había asaltado Jaffa (54), Sir Sidney Smith maniobró con su flotilla para disputar el avance francés sobre la estratégica ciudad costera de Acre. En un golpe de mano capturó el tren de asedio francés, organizando su recolocación para la defensa de la asediada fortaleza.
Por primera vez, el brillante general corso se vio frustrado y, ante la imposibilidad de romper las defensas, decidió levantar el asedio y retirarse a Egipto.
Aprovechando un error en la colocación de la armada británica (55), Bonaparte escapó del cerco egipcio, navegando hasta Francia, en donde poco después logró hacerse con el poder (56).
Resolución del conflicto egipcio
En octubre, Smith desembarcó otro ejército turco en Egipto. Pero, una vez más, su propensión a desafiar los límites de su autoridad pasó a primer plano cuando convocó una tregua con los franceses y se encargó de negociar en nombre de Gran Bretaña en la Convención de El Arish, tanto con los turcos como con el sucesor de Bonaparte (57). Se acordó aceptar una rendición honrosa por parte francesa, permitiendo que el ejército francés, con todas sus armas, fuera transportado de vuelta a Francia.
Mientras tanto, el nuevo comandante en jefe en el Mediterráneo (58), recibió instrucciones de no reconocer ningún tratado entre los franceses y los turcos. Por tanto, la campaña se reanudó (59). Si bien para entonces, el gobierno británico había estudiado el acuerdo firmado en El Arish y estaba de acuerdo en que era el mejor curso de acción a seguir, por lo que se enviaron nuevas órdenes para que se aceptara y llevara a cabo.
Kleber había fallecido (60) y su sucesor (61), dejó claro que lucharía por permanecer en Egipto. Habría pues que continuar con la matanza y desalojar a los franceses por la fuerza. Sir Sidney Smith ocupó un puesto en la vanguardia y fue herido en la acción subsiguiente.
A estas alturas, Sir Sidney Smith se había ganado profundas enemistades por su impetuosidad. Se le retiró el gallardete, se le revocó su estatus diplomático y se le revocó el mando, ordenándosele volver a Inglaterra, portando los despachos que anunciaban la victoria del ejército británico sobre el francés (62).
Nuevos deseos y objetivos de Sir Sidney Smith
A su regreso a Inglaterra, en 1801, Sir Sidney Smith fue homenajeado, e incluso recibió algunos honores y una pensión (63), pero fue casi totalmente eclipsado por la estrella del momento: Nelson.
Tras firmarse la Paz de Amiens (64), Smith se presentó y fue elegido diputado por Rochester. Existen pruebas de que mantuvo diversos romances con algunas de las principales damas de la Corte inglesa (65).
Al reanudarse la guerra con Francia, en 1803, Sir Sidney Smith retomó sus funciones y formó parte de las fuerzas de protección inglesas en el Mar del Norte (66).
Durante este periodo, la activa mente de Smith se interesó por inventar y desarrollar nuevos métodos de guerra bastante inusuales, llegando (67) a desarrollar varios prototipos de torpedo y de minas submarinas. Sin embargo, el intento de emplearlas en un ataque sobre el puerto de Boulogne se vio frustrado (68). Cancelaron el proyecto, por innecesario, tras la derrota franco-española en la Batalla de Trafalgar (69).
La campaña de Italia
En noviembre de 1805, ascendieron a Smith a contralmirante y lo enviaron de nuevo al Mediterráneo, bajo el mando de Lord Collingwood, que se había convertido en comandante en jefe de dicho sector tras la muerte de Nelson. Collingwood consideró que Smith debería dar su apoyo planificando la recuperación del Reino de las Dos Sicilias (70).
Smith planificó una campaña de conquista, utilizando una mezcla de tropas irregulares autóctonas y un contingente de soldados británicos (71), para marchar hacia el norte de Nápoles. Pese a sus éxitos iniciales (72), su peculiar forma de ser (73) hizo que fuese sustituido por Sir John Moore.
La forja de un héroe
Sir Sidney Smith recibió la orden de unirse a la expedición del almirante Sir John Thomas Duckworth (74). Su objetivo era impedir que los franceses se aliaran con los turcos. Se destinó a Smith a enfrentarse a una escuadra turca, que Smith destruyó hábilmente.
A pesar de la gran experiencia de Smith en aguas turcas, su conocimiento de la corte turca y su popularidad personal entre los turcos, se le mantuvo en un papel subordinado durante la campaña. En lugar de permitir a Sir Sidney Smith negociar con los turcos (75), Duckworth prefirió retirarse a través de los Dardanelos bajo un intenso fuego turco. Pese a la derrota, tanto el gobierno como la opinión pública británica interpretaron la retirada bajo el fuego como una hazaña heroica. Por ello, llamaron a ambos urgentemente a Inglaterra, para homenajearlos.
Mando en Portugal y Brasil
Para noviembre de 1807, designaron a Sir Sidney Smith como comandante en jefe de una expedición naval, cuyo objetivo era Lisboa (76). Ganando por la mano a los franceses (77), sacó tanto a la familia real portuguesa como a la flota lusa de Lisboa, poniendo rumbo a Brasil (78).
Después de que lo nombraran comandante en jefe en Sudamérica, se entrometió en los asuntos de estado portugueses. Por ello, lo destituyeron en el verano de 1809. Ascendido a vicealmirante (79), Sir Sideny Smith contrajo matrimonio con Caroline Rumbold (80).
Al no asignársele ningún nuevo empleo, decidió emprender una gira por el país, visitando varios centros estudiantiles (81), en donde recibió la aclamación tanto de los estudiantes como de los profesores.
Regreso al Mediterráneo de Sir Sidney Smith
En julio de 1812, Sir Sidney Smith volvió a la mar como segundo de a bordo del vicealmirante Sir Edward Pellew, con el objetivo de bloquear el puerto de Tolón.
Por lo demás, salvo alguna misión diplomática, este destino resultó bastante tranquilo en lo militar, si bien mantuvo una tórrida relación con su superior.
En julio de 1814 (82), regresó a casa, victorioso, pero enfermo.
La Paz… los 100 días y Waterloo
En marzo de 1815 (83), Napoleón escapó de Elba y, reuniendo a sus veteranas tropas, marchó sobre París, donde fue restituido como emperador de los franceses.
Smith con su familia se encontraban en Bruselas y asistieron al famoso baile de la duquesa de Richmond en la noche del 15 al 16 de junio.
Tres días después fue de los primeros en enterarse, de primera mano (84), de que había tenido lugar una gran victoria en Waterloo, ordenando medidas para recoger y tratar a los numerosos soldados heridos de ambos bandos.
Siendo uno de los oficiales de mayor rango que se encontraban sobre el terreno (85), se le ordenó iniciar las negociaciones para que varias guarniciones francesas se rindieran, y que se asegurara de que los ejércitos aliados pudieran entrar en París sin necesidad de luchar, así como garantizar un retorno seguro de Luis XVIII (86) a su capital.
Será por estos servicios por los que la Corona británica decidió, finalmente, concederle el título de caballero británico (87), dejando de ser «el caballero sueco» y ya sí, definitivamente Sir Sidney Smith.
La campaña antiesclavista de Sir Sidney Smith
Sir Sidney Smith dedicó gran parte de sus últimos años a la causa antiesclavista (88).
Asistió al Congreso de Viena para hacer campaña en la obtención de fondos para crear una fuerza naval internacional de vigilancia del Mediterráneo y proponer varias acciones militares para acabar con los piratas.
En 1816 su ego recibió un nuevo golpe cuando se designó al almirante Pellew y no a él para enfrentarse con el Bey de Argel (89).
En 1818 se le niegan varias solicitudes de gobernación y de un escaño en la Cámara de los Lores, por lo que decide autoexiliarse en París.
Ascendido nuevamente (90), desfiló regularmente por la capital francesa con uniformes condecorados, al tiempo que se mezclaba en los más altos círculos sociales y asistía a diversos eventos.
Se cierra el telón
La esposa de Sir Sidney Smith murió el 16 de mayo de 1826, sin haber tenido hijos de su unión con Smith (91).
A Sir Sidney Smith se le veía a menudo en los círculos londinenses y en los diques, y su mente activa seguía explorando nuevos diseños, incluido un aparato para salvar a los náufragos que demostró en La Haya en el verano de 1829.
Nombraron a Smith teniente general de Infantería de Marina, aunque se sintió decepcionado por venir dicho ascenso acompañado de ningún nuevo mando. Si bien esto remitió, pues lo admitieron en el Consejo Privado (92).
Sir Sidney Smith falleció el 26 de mayo de 1840, en su residencia de París, donde lo enterraron.
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