Cubriéndome la boca con la mano susurro a mi compañero. Esta noche es la noche, tenemos que intentar fugarnos. ¡Como si fuésemos Pat Reid! Podríamos esperar y conseguir más provisiones, pero los nazis están empezando a ocupar todas las salidas. Tomo todo el aire que me cabe en los pulmones y lanzo los dados. ¡Once! Casi he llegado al muro exterior, pero ahora lanzará los dados nuestro carcelero… Y es que últimamente pasamos las tardes jugando a La Fuga de Colditz, juego de mesa en el que nos metemos en la piel de los presos de esta cárcel nazi e intentamos escapar. Nadie quiere ser nunca los nazis, pero siempre tiene que haber guardias en esta cárcel, de donde todos nos queremos fugar.
Así que empezaré por el final. En la elaboración de este artículo, una parte fundamental de la bibliografía han sido las instrucciones de este juego (1). Quienes hayan jugado a La Fuga de Colditz, sabrán qué ocurrió. Porque el juego viene acompañado de un libreto con la historia en la que se basa. Para todos los demás, vamos a contar la historia de Pat Reid y los fugados de Colditz, de la que hay una película también.
Vivo con tu madre en un castillo (el de Colditz)
Colditz es un castillo cuyos orígenes los encontramos en el siglo XI. Era un asentamiento fortificado, para el territorio del mismo nombre, en Alemania. Ligado a nombres tan importantes como Federico I Barbarroja (2), sufrió importantes cambios a lo largo de su historia. Poco a poco, creció una ciudad a su alrededor y su jardín se convirtió en uno de los zoológicos más grandes del mundo (3). También se incendió, e incluso se convirtió en psiquiátrico (4).
Ya en la Primera Guerra Mundial fue utilizado como campo de prisioneros, época en la que no se registraron fugas. Cuando los nazis llegaron al poder, se convirtió en prisión nazi para comunistas, homosexuales y judíos. Y a partir de 1940, empezaron a ser enviados prisioneros aliados (los buenos de las películas de Hollywood: norteamericanos, ingleses, franceses…). Eso sí, no de cualquier tipo, sino de aquellos a los que les gustaban las fugas.
Liberado por los norteamericanos al final de la guerra, quedó en territorio de la RDA (5), la Alemania Oriental que quedó bajo influencia de la URSS, donde sirvió de cárcel. ¿Y por qué enviaban aquí a los oficiales aliados con fama de escapistas? Su construcción sobre un saliente rocoso y el peligro de despeñarse, hizo pensar a los nazis que ayudaría a evitar fugas. Eso, sus pocas salidas atestadas de guardias, la altura de sus alambradas (una media de 30 metros) y el estar rodeado de soldados armados.
Los amigos del enemigo
Por sus paredes pasaron oficiales polacos, ingleses, franceses, belgas, neerlandeses, yugoslavos… Aunque cuando quedaba poco para terminar la guerra, quedaron solo ingleses y estadounidenses. Y también presos «famosos», como un sobrino de la reina Isabel II o el hijo de un virrey de la India (6). El propio Pat Reid dio cuenta de ello en sus libros sobre Colditz.
La relación entre presos y captores fue realmente especial. Al tratarse de oficiales, una norma no escrita dentro del mundo militar hacía que ya se presupusiera el respeto entre ellos. Además, dado que allí eran llevados aquellos que intentaban fugarse, era aceptado que iban a seguir haciéndolo. En palabras del propio traductor de la prisión:
«El hecho de que algunos de ustedes consiguieran fugarse en tan difíciles circunstancias solo podía suscitar la admiración de sus amigos del enemigo (los alemanes)» (7).
Tal era la admiración, que los guardias acabaron montando un museo con el material de fuga que iban encontrando. Y este museo tenía una doble función: demostrar el respeto por lo que hacían los reos y aprender cómo pensaban los presos (8).
El trato hacia los reclusos también se vio suavizado por la idea de Hitler de utilizarlos como moneda de cambio si la situación de la guerra se torcía. Esto consiguió que fueran tratados de manera benevolente, pues le servían más vivos que muertos.
Haciendo las maletas: la fuga de Colditz
Los presos eran expertos en fugas, y los que no, se convertían en ello. Duplicaban llaves, copiaban mapas y falsificaban documentos. El MI9 (9), la oficina británica encargada de los presos y sus fugas, se comunicaba con ellos en código y les proporcionaba material de contrabando. También existía un mercado negro con los guardias alemanes a cambio de información.
Los intentos de fuga eran innumerables. Tanto, que existía una figura que desempeñó Reid, nuestro protagonista: el oficial de fugas. Su labor era coordinar los diferentes planes para que no se molestaran entre ellos (10), y este oficial no podía fugarse. Los intentos incluían disfraces de trabajadores, guardias o mujer. Se creaban bustos de arcilla, se escondían en colchones, fabricaban cuerdas con sábanas, excavaban túneles, y hasta fabricaron ¡un planeador! (11).
Una figura muy importante eran los fantasmas. Eran presos que simulaban escaparse escondiéndose dentro de la prisión, y que aparecían tras una fuga real ocupando el puesto del fugado, para evitar que se dieran cuenta de la fuga real. Otro dato curioso, es que tan solo un preso murió intentando fugarse: Michael Sinclair (12).
Pat Reid. Evasión o victoria
Pat Reid escapó con un plan que se le podía haber ocurrido a un niño. Saltó por una ventana de las cocinas y atravesó el recorrido del guardia cuando este le daba la espalda. Después, se escondió en un hoyo, viajó por las alcantarillas y saltó la pared con la ayuda de unas sábanas. Finalmente, tomó un tren que le llevó hasta Suiza (13).
La primera fuga de Colditz exitosa, se produjo tras ocultarse el preso en una caseta de jardín durante un partido de fútbol. También utilizaron túneles excavados en el teatro mientras los demás presos interpretaban una función. Y otros muchos, simplemente, se disfrazaban. Todo esto se daba dentro del castillo, pero los presos también utilizaban cualquier salida como escusa para escaparse. Y es que una visita al dentista o un viaje al hospital eran muy buena forma de huir (14).
Aunque no hay consenso general sobre el número de fugados, haciendo caso a Reid podemos decir que en total fueron 2 polacos, 14 franceses, 10 holandeses y 9 británicos (15).
Y aunque nosotros disfrutamos mucho cada partida de La Fuga de Colditz, durante el juego solemos hablar mucho sobre los presos. A pesar de lo divertida que pueda parecer esta historia, no podemos olvidar que eran presos de los nazis. Pasaron hambre, frío y penurias. Y aún así, mantuvieron la moral lo suficiente alta como para poder escaparse. ¡Qué grande, Pat Reid!
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