Existen pocas familias reales que fascinen tanto como los Romanov, la familia del zar de Rusia y de la famosa Anastasia… Quizás sea por el trágico destino que les tocó vivir, o por el morbo que produce su desgracia, el terrible asesinato que acabó con la muerte de los Romanov… Aunque el comienzo de esta historia, empezó a escribirse mucho antes, con las geniales figuras de Pedro el Grande y Catalina la Grande, que pusieron los cimientos de esta dinastía (1). Pues bien, sus sucesores, a comienzos del siglo XX vivían, como no, a cuerpo de reyes.
«Corría el año 1916 y mi hijo, Nicolás, era el zar de la Rusia Imperial…»
Así comienza la famosa película Anastasia, con un mundo encantando, de elegantes palacios y grandes fiestas. Pero detrás de esa “grandeza”, se escondía la famosa maldición de los Romanov. Ésa que les llevó a su muerte, perpetrada por los bolcheviques, un verano de 1918. A partir de aquí, crece y se nutre la leyenda en torno a la hija pequeña del zar Nicolás II (2), la tan conocida Anastasia. Pero toda buena historia, requiere de un buen comienzo.
El zar manda, el pueblo se arrodilla
La época del Zar estuvo repleta de episodios cruentos y violentos, como el conocido Domingo sangriento (3). Y no os confundáis, no tiene nada que ver con el «temazo» de U2 (4). A ello se le sumaba la hambruna que sufría el pueblo, además de la represión a la que eran sometidos por el propio zar. Éste aplicó la lección centenaria: el zar manda, el pueblo se arrodilla. A todo esto, hay que añadir el desastre a mayores que supuso el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Al amparo de estas circunstancias, estalló la Revolución de Febrero, en 1917 (5). Y es que el pueblo estaba ya hasta las narices. Dicha revolución, obligó a la abdicación del Zar y a su reclutamiento y asesinato posterior (6). Su destino había quedado sellado cuando los bolcheviques tomaron el poder. Estos bolcheviques no eran otra cosa que obreros radicales, que estaban hasta la coronilla.
Los Romanov: una familia casi de película Disney… ¿o no?
La familia real la componían Nicolás II, su esposa y sus cinco hijos. Envueltos en una vida llena de privilegios y excesos, vivían en un “mundo encantado” de palacios, fiestas y princesas deslumbrantes. Envueltos en cenas de gala, vajillas de oro y caviar de Arkhangelsk (7). Y mientras tanto, el pueblo ruso no tenía ni pan que llevarse a la boca.
Pero esta vida de ensueño se vio truncada cuando toda la familia Romanov cayó en manos de los bolcheviques. Tras la Revolución de Febrero y sin el Zar en el trono, durante ocho meses reinó la incertidumbre. El Gobierno provisional que se formó trató de calmar las aguas, pero fue imposible. Así, la Revolución de Octubre (8), hizo su presencia. A los Romanov se les había acabado el chollo: cayeron presos y fueron ejecutados en julio de 1918.
Todos los Romanov muertos y dos cuerpos desaparecidos: comienza la leyenda negra
El Zar fue el primero en morir, tras un disparo en la cabeza. La Zarina, murió mediante de un disparo en la boca. Pero las princesas, envueltas en sus corsés, no murieron con los disparos; por ello, las remataron con las bayonetas. Al día siguiente los incineraron y quemaron con ácido. Unos historiadores aficionados, a finales de los setenta, hallaron la fosa con los cadáveres (9). Pero no estaban los cuerpos ni de la que se suponía que era Anastasia ni del principito heredero…
Los dos cuerpos que faltaban fueron localizados hace a penas once años (10). A pesar de las dudas que tenía la Iglesia ortodoxa, la identidad de los restos se confirmaron a través de una serie de test de ADN (11). En 1998 se enterró a todos los miembros de la familia (12), excepto estos dos últimos cuerpos hallados: los cuerpos de Alexei y el de su hermana María. A María, y no a Anastasia, pertenecía en realidad el cuerpo desaparecido. A día de hoy, ambos cuerpos siguen en las dependencias del archivo estatal. Aquí comienza la leyenda (13)…
Anastasia, la princesa tras la leyenda
Son muchas las teorías que han existido en torno a la supervivencia de la hija pequeña de los zares. Anna Anderson (14), la más famosa de las pretendientas que aseguraron ser la Gran Duquesa, llegó a afirmar toda una historia de los hechos que habían sucedido aquella noche sangrienta de julio de 1918 (15). Otras calumnias aparecieron a lo largo de los años. ¡Mentiras que incluso podemos ver en la famosa película! Aquí nos cuentan que unos guardias del palacio podrían haber ayudado a la pequeña a escapar… Todos estos cuentos, no hicieron más que nutrir la leyenda de los Romanov.
Se fueron creando historias sobre una milagrosa huida del destino final que la Revolución les había deparado. Hubo al menos una decena de falsas «Anastasias» a lo largo de todo el siglo. Todas y cada una de estas historias, comenzaron a tambalearse desde que a finales de los años setenta se encontrasen los restos de la familia Romanov. Lo que está claro, a día de hoy, es que no hubo supervivientes en Ekaterimburgo (16).
Una historia digna del servicio secreto
A principios de los noventa (17) exhumaron los restos de los cuerpos que pertenecieron a la familia imperial rusa (18). Estos, como ya habíamos apuntado, se encontraron en una fosa que descubrieron a finales de los setenta (19). Pero las autoridades comunistas, lo habían mantenido en secreto. Cuando abrieron la tumba, se dieron cuenta de que sólo había 9 cuerpos, y no 11 como debería (20). Faltaban los cadáveres del hijo pequeño y, supuestamente, de Anastasia. Aunque, como ya hemos visto, el cadáver que no estaba era el de María.
Y aquí el gran misterio. Misterio que, de no haberle dado tanto bombo, habría terminado muy pronto. Y es que hace once años (21), como hemos visto también, un arqueólogo ruso anunció el descubrimiento de dos esqueletos. Estaban parcialmente quemados en una hoguera cercana a donde estaba la fosa con la familia real. Tras los respectivos análisis, se llegó a la conclusión de que los restos pertenecían a un varón de entre unos 10-13 años y a una joven de entre 18-22 años. He aquí el fin del misterio, habían aparecido los cuerpos.
Los restos de la familia Romanov se encuentran a día de hoy enterrados en la Catedral de San Petesburgo. Aunque quedan todavía, sin darles la correcta sepultura, los dos cuerpos encontrados hace once años. Ambos cuerpos, como hemos señalado, se encuentran en los archivos estatales. Todavía existe un halo de misterio entorno a esta familia, pues la agencia de noticias rusa Tass, cita al abogado German Lukyanov, quien dijo:
«No todos los aspectos del asesinato de la familia imperial fueron explicados en el caso y no todas las preguntas de la Iglesia rrtodoxa rusa fueron respondidas total y claramente».
Aún quedan misterios para rato (22).
Un monje loco llamado Rasputín
Sin duda, la figura más relevante y que más llama la atención en toda esta historia es la de Rasputín (23). Era un adivinador, un hechicero y un curandero, que maldijo a la familia imperial y predijo su muerte.
Su relación con la familia imperial rusa comenzó cuando la Zarina lo presentó. Ella pensaba que él sería la única esperanza de curación para su hijo pequeño. Este era el heredero al trono, y estaba enfermo de hemofilia. Rasputín, sin saber muy bien cómo, hizo mejorar al pequeño. Situación que hizo que, poco a poco, se fuera ganando a la Zarina. Se acabaría convirtiendo en su hombre de confianza. El zar reina, pero Rasputín gobierna, se oía entre la aristocracia del momento (24).
Cuando el Zar se puso al frente del ejército durante la Primera Guerra Mundial (25), Rasputín ocupó su lugar en la Corte. Su poder era brutal. Sin embargo, el pueblo lo odiaba. Conocían sus hazañas y repudiaban la forma de vida que transmitía mientras el pueblo se moría de hambre (26).
Finalmente, lo asesinaron en diciembre de 1916. Pero meses antes de morir, le envió una carta al Zar, donde se puede leer la maldición que acabaría con los Romanov:
«Siento que moriré antes del primero de enero… Si soy asesinado por plebeyos, y especialmente por mis hermanos los campesinos rusos, nada tendrás que temer… tu trono se asentará por cientos de años y tu hijo será Emperador y Zar. Pero si soy asesinado por nobles, mí sangre permanecerá en sus manos por veinticinco años. Tendrán que abandonar Rusia, los hermanos se enfrentarán a los hermanos, el odio dividirá las familias y el país se quedará sin nobleza o Imperio…» (27).
El final de Rasputín
Existen varias versiones sobre la muerte de Rasputín. La primera, basándonos en las memorias del príncipe Yusupov (28), dice que cuando Rasputín llegó al Palacio, fue llevado a la bodega donde le ofrecieron un pequeño banquete a base de pasteles y vino. En la sala que tenían encima se podía escuchar un gramófono, el cual debía engañar al monje para que pensara que había una fiesta. Los pasteles ofrecidos a Rasputín tenían el suficiente cianuro de potasio como para matarlo. Pero Rasputín era demasiado duro, así que tuvieron que llenar también la copa de vino de cianuro. Viendo que no moría, acabaron por dispararle y tiraron el cuerpo al río Neva (29). Un poco fantasmagónica la teoría, ¿no? Pues el resto de versiones no van muy desencaminadas.
Fuera como fuera, la conclusión que podemos sacar es que el mito y la leyenda siempre acompañaran a la familia Romanov. Así que, larga vida a los Romanov.
Muy interesante. Comparto la opinión de que la redacción es un poco repetitiva. Hay que puntualizar, también, que Anastasia no es una película de Disney.
buena información pero muy repetitiva al contar la historia. mejoren la redacción