¿Quién fue Jack el Destripador? Un misterio sin resolver

El apodado como “Jack the Ripper” (Jack el Destripador) seguramente sea el asesino en serie más famoso de toda la Historia. Aunque estaría bien matizar que fue un feminicida: todas sus víctimas fueron mujeres y las asesinó por ello. Vamos, que estamos ante un caso de violencia machista en serie de manual. Aprendamos a llamar a las cosas por su nombre (1).

Jack el Destripador ha llenado páginas de libros y pantallas de cine hasta la saciedad (2), ha despertado innumerable elucubraciones sobre cuál podría ser su verdadera identidad y, tal ha sido el interés que ha generado, que hasta tiene el honor de tener su propia “ciencia”: la Ripperología (“destripología”) (3). Todo un universo friki alrededor de unos sucesos espeluznantes, repletos de violencia sexual, y de un asesino (o varios) cuya identidad aún se desconoce a día de hoy.

Gracias al cine, la imagen que tenemos de Jack el Destripador es clara: un hombre de clase alta – seguramente, un médico de postín –, cuyo atuendo incluye una buena capa y un sombrero de copa. Y que se movía, cuchillo en mano, acechando a su próxima víctima, en aquella Londres nebulosa y sombría. Sin embargo, como veremos a continuación, esa imagen es pura ficción. En cuanto al arma que utilizó, ni siquiera se conoce con precisión (4). Además, a ciencia cierta, no tenemos ni pajolera idea de quien se escondía bajo el famosísimo pseudónimo. Y sí, Desde el Infierno (2001), con Johnny Depp como inspector de policía que persigue a Jack el Destripador y basada en el cómic de Alan Moore, nos ha hecho mucho daño.

Los crímenes de Jack el Destripador

¿Qué hizo este malnacido? Pues, en 1888, mutiló y asesinó, oficialmente, a cinco prostitutas que vivían en condiciones miserables en el barrio de Whitechapel, al este de Londres (5). Y digo oficialmente, porque en aquellas fechas y en aquella zona, hubo más asesinatos de prostitutas, que pudieron perpetrarse por el mismo asesino. De hecho, se le llegan a atribuir hasta once asesinatos, cometidos entre 1888 y 1891 (6). Aunque lo cierto es que, en aquel entonces, los destripadores abundaban en Londres y la violencia sexual era el pan de cada día. “Jack el Destripador” fue algo así como el saco donde meter todos los crímenes no resueltos de violencia contra las mujeres (7).

Si queréis conocer la vida y el terrible final de estas cinco víctimas, así como conocer lo horroroso que era ser prostituta de los bajos fondos londinenses, consultad el capitulo que les dedico en nuestra obra: Ellas, las Prostitutas. Historia de la Prostitución. Vol. II. Con Nombre Propio: Vidas de Prostitutas.

¿Quién fue Jack el Destripador? La poli hecha un lío

Pero centrémonos en el enigma: ¿quién pudo esconderse detrás del pseudónimo “Jack el Destripador”? Lo que tenemos claro es que, aunque hubo muchos sospechosos, jamás se llegó a identificar a este asesino, que elevó la violencia machista a un nivel atroz (8). Degolló a las cinco víctimas y, por como mutiló sus cuerpos, se sospechó que podía tener cierto conocimiento en anatomía. Pero, aunque la teoría de que un médico – un cirujano o un estudiante de medicina – era quien se escondía tras la máscara de Jack ha dado para mucha literatura y cine, los asesinatos bien podrían haber sido cometidos por un carnicero o alguien que trabajase en un matadero (9).

Para rizar más el rizo, tanto la policía como la prensa recibieron en aquellos días una serie de cartas firmadas por “Jack el Destripador” – de ahí el pseudónimo con el que se conoce al asesino; pero el firmante pudo ser el asesino, o no –. Una de ellas, la archiconocida como “From Hell”, contenía la mitad de un riñón humano, que quizás perteneciese a una de las víctimas – y digo quizás, porque no esperéis que en el siglo XIX existiesen las pruebas de ADN –. El caso es que se montó un revuelo impresionante y la policía hizo lo que pudo, con los medios que contaba, para atrapar al asesino, pero fue todo en vano. El malnacido (o malnacidos, si tenemos en cuenta todos los asesinatos de prostitutas no resueltos) se fue rositas (10).

Dear Boss From Hell cartas Jack el Destripador

Sospechosos habituales…

No, no sabemos quién fue Jack el Destripador. Ahora bien, sospechosos no han faltado, porque la lista se alarga hasta superar los quinientos candidatos, ni más ni menos. Y abarca desde altas personalidades hasta los más mindundis. ¿Problema? Que en ningún caso se han encontrado evidencias definitivas que señalen al verdadero asesino (11). Y mira que el caso se sigue investigando actualmente. Pero pudo ser cualquiera de ellos, o no ser ninguno. Os expondré a los sospechosos que más papeletas tienen para haber cometido tales crímenes y que más ríos de tinta han derramado.

George Chapman (o Severin Klosovski)

Durante el otoño de 1888, la policía interrogó a cientos de sospechosos, pero los liberaron a las pocas horas o a los pocos días, ante la falta de pruebas para incriminarlos (12). Aunque el inspector jefe Frederick G. Abberline y el superintendente de Scotland Yard, Arthur F. Neil, entre otros policías, estaban más que seguros de que “Jack el Destripador” era Chapman, un inmigrante polaco, de 23 años, con estudios de cirugía, que trabajaba de barbero por la zona de Whitechapel, cuya descripción coincidía con la aportada por los testigos (13).

Severin_Klosowski asesino en serie
Fuente.

De hecho, unos añicos después, este malnacido fue detenido y ahorcado – en 1903 – por haber asesinado a tres mujeres. El problema es que su modus operandi no se asemeja en nada al del asesino de Whitechapel: Chapman envenenó a las tres mujeres con tártaro emético – no las degolló, como sí hicieron con las cinco prostitutas – y, además, sus víctimas no fueron desconocidas elegidas al azar, sino que eran sus parejas (14).

Melville Macnaghten: sus teorías sobre Jack el Destripador y sus tres sospechosos principales

Melville MacNaghten, jefe de la División de Investigación Criminal de Scotland Yard en época de los asesinatos, estableció que el apodado como “Jack el Destripador” había asesinado solo a cinco mujeres – para el forense Thomas Bond, quien, además, subrayó que el asesino no era un médico, fueron seis víctimas – (15). Y puso en el punto de mira a tres hombres como sospechosos. A los dos primeros los llegó a exculpar, pero siempre sospechó que el asesino fue el tercero de ellos (16).

1) Michael Ostrog: el médico misógino y criminal

Este señor era un médico ruso, con problemas mentales, antecedentes nefastos y con tendencias homicidas – por lo que había sido ingresado en un asilo o psiquiátrico –. Se sabe que era especialmente cruel con las mujeres y que solía llevar encima instrumentos quirúrgicos, como bisturís. Además, nunca dio una coartada firme sobre dónde andaba en la época de los crímenes de Jack el Destripador. Huele a tufillo, pero ni MacNaghten ni ningún otro investigador han hallado evidencias firmes que lo inculpen (17).

2) Aaron Kosminski, otro misógino desquiciado

Kosminski era un judío polaco de 23 años, zapatero, barbero y con tendencias homicidas, que residía en Whitechapel. Y también mostraba gran aversión hacia las mujeres, especialmente, hacia las prostitutas. Esto le da un móvil y lo sitúa directamente en el lugar de los asesinatos (18). También se sabe que tenía problemas mentales y, meses después del último de los asesinatos oficiales, fue hospitalizado en un manicomio (19). Además, sus rasgos coincidían con la descripción que dieron los testigos de un hombre que estaba hablando con la cuarta víctima, justo antes de ser asesinada (20). Sí, huele que atufa, pero, aunque la policía estuvo siguiéndole los pasos, todo quedó en agua de borrajas (21).

Hace un par de años, unos científicos ingleses realizaron análisis de ADN sobre un chal que, supuestamente, se encontró junto al cuerpo de la cuarta víctima, y en el que hallaron rastros de semen, que pertenecería al asesino. Según sus estudios, el ADN coincide con el de un pariente vivo de Kosminski (22). La BBC también se ha subido a este carro, con un documental (23). ¿Problema? Que a los expertos no les convence este estudio, porque nunca se probó que ese chal estuviese en la escena del crimen y porque consideran que la comparación genética que han realizado estos científicos no es todo lo profesional que debería. Por ejemplo, alegan que el análisis de ADN mitocondrial que emplean no es definitivo para señalar a un solo sospechoso. Además, a estos científicos se les olvidó publicar los resultados de las secuencias de ADN mitocondrial en su estudio (24).

Melville Macnaghten sospechosos jack el destripador

3) Montague John Druitt: abogado, profesor y uno de los sospechosos más mencionados

Druitt pertenecía a una buena familia: era un hijo de papá (cirujano) (25). Se sospechó de él porque desapareció cuando se cometió el último de los cinco crímenes aceptados como oficiales y se le halló muerto, en el río Támesis, siete semanas después de este último asesinato. Dictaminaron que su cadáver llevaba aproximadamente un mes en el agua y que se había suicidado (26). Se sabe que dejó una nota de suicido – que podría arrojar mucha luz al caso, pues bien podría ser una confesión –, pero esta desapareció (27). Tenía 31 años cuando falleció – y no 41, como se dijo en su momento –, edad que encajaría con el perfil del asesino (28). Además, sus propios familiares sospechaban que él podía ser el asesino de Whitechapel, pues afirmaban que era un demente sexual (29).

Druitt y sus papeletas para ser Jack el Destripador

Pero, ¿podemos situar a Druitt en las escenas de los crímenes? ¿Qué pintaba un señorito como él en Whitechapel? Bueno, no era raro que los pijitos de Londres se paseasen por los bajos fondos, de sobra es conocido que eran grandes puteros y que la doble moral estaba a la orden del día (30). También iban para purgar su conciencia, empleándose en obras sociales (31). Si a este coctel le sumamos que Druitt tenía problemas mentales, más la misoginia imperante, que petase y decidiese matar a diestro y siniestro a las pobres prostitutas, a modo de purga moral, no suena tan raro.

Además, si tenemos en cuenta que Druitt tenía alquiladas unas habitaciones en el Inner Temple, también encontramos explicación a cómo pudo eludir fácilmente a la policía tras cada asesinato: el lugar se encontraba a poca distancia de Whitechapel y se podía llegar por dos caminos, ambos desérticos por la noche (32). Que no fuese médico no lo exime, porque los expertos nunca se pusieron de acuerdo sobre si atribuirle o no conocimientos anatómicos al asesino. Además, Druitt provenía de una larga estirpe de cirujanos reputados, así que es posible que sí tuviese ciertos conocimientos, aunque sólo hubiese sido espectador del trabajo de sus familiares (33).

¿Qué lo eximiría? Que, al parecer, contaba con una buena coartada el día en que se cometió el segundo de los asesinatos oficiales. – Aunque siempre nos quedará la duda de si estamos buscando a un solo asesino, o a varios, y si quizás Druitt sí asesinó a alguna de estas mujeres – (34).

Pero la lista de sospechosos no acaba aquí. Investigadores posteriores han seguido indagando y añadiendo un sinfín de nombres a la lista. Os expondré a los más pintones y los que más ruido han ocasionado.

jack el destripador la historia jamas contada identidad

Walter Richard Sickert: ¿el pintor asesino?

Este señor primero fue actor y después pintor impresionista, al que le ponían que no veas los bajos fondos londinenses (35). Y ha protagonizado un best seller de una novelista que asevera que él fue “Jack el Destripador”. Lo novedoso de esta investigación, es que la autora aplicó técnicas y análisis policiales actuales al caso. ¿Problema? Que las pruebas que aporta para acusarle son meramente circunstanciales (36).

La descripción de dos testigos

Sickert era un tipo apuesto, culto, de 28 años, al que le encantaba la prensa sensacionalista y se codeaba con grandes personalidades de la época. Además, era un mentiroso de postín, un experto en disfraces y se sabe que desaparecía durante días, haciendo vaya usted a saber qué (37).

walter richard sickert pinturas jack el destripador

El caso es que la autora de este libro, para acusarle, se basa en las descripciones que dieron dos testigos en dos de los asesinatos: ambos vieron a un tipo de unos 28 años, más o menos de la estatura de Sickert, quien, además, vivía relativamente cerca de donde se produjeron los crímenes. Las descripciones de estos testigos sobre la piel y el pelo del sospechoso no coinciden con los rasgos de Sickert, pero la autora lo justifica afirmando que, al ser actor y estar familiarizado con la caracterización, pudo usar maquillaje y peluca. ¿Esto lo convierte en culpable? Pues no; no deja de ser una hipótesis (38).

Lo que el ADN nos dice

Esta autora también empleó las pruebas de ADN sobre las cartas que recibió la policía en su momento de, supuestamente, el asesino. Y, según los resultados obtenidos, pudo vincular a Sickert con ellas (39). ¿Problema? Que se sabe que la gran mayoría de estas cartas eran un fake: no fueron escritas por el asesino. Primero, se recibió una carta firmada por “Jack el Destripador” – conocida como “Dear Boss” –, que se sabe que fue obra de unos periodistas, muy cachondos ellos, y la policía cometió el error de hacerla pública, desatando el pánico y provocando que empezasen a llegar un aluvión de más y más cartas. Así, se creó el mito de “Jack” (40).

En un principio, asumieron que todas eran del asesino, pero nada más lejos de la realidad: fueron obra de periodistas muy oportunistas y de amiguetes de las bromas pesadas y de mal gusto. Si entre las más de cien cartas que se recibieron se coló alguna realmente escrita por el asesino, es un enigma para el que aún no tenemos respuesta (41).

Aun así, la novelista de este best seller no se rinde. Según ella, hay una prueba irrefutable de la culpabilidad de Sickert: en 1908, pintó un cuadro muy oscuro, titulado “El dormitorio de Jack el Destripador”. Además, también pintó otra treintena de cuadros en los que esta autora encuentra muchas similitudes con las escenas de los asesinatos de Whitechapel. Y para ella, esto le delata (42). Pero bien podría indicar que Sickert fue el asesino, o que fue un frikazo más, que se obsesionó con la historia del destripador. Nada concluyente (43).

Jack the Ripper's Bedroom Walter Richard Sickert
Jack the Ripper’s Bedroom. Fuente.

Teoría conspiranoica, que nunca puede faltar: el Duque de Clarence y Sir William Gull

Un cuadro del anterior pintor, llamado El Hastío, estuvo vinculado a la investigación de los asesinatos mucho antes de que el best seller del que os he hablado viese la luz. Pero no para inculpar a Sickert, sino a Sir William Gull, el médico personal de la reina Victoria (44). Los frikazos del destripador vieron en dicho cuadro una gaviota – en inglés, “gull” – y aseveraron en los años ’70 del siglo XX que Sickert la había colado en el cuadro para inculpar al médico real (45).

Los defensores de esta teoría añaden que Alberto, el Duque de Clarence – primogénito del, primero, Príncipe de Gales y, después, rey Eduardo VII – también estuvo implicado en los asesinatos, por lo que las cinco prostitutas asesinadas habrían sido víctimas de una conspiración real y masónica (46). ¡Ojo! La cosa es que se supone que el Duque tuvo un romance y un hijo con una dependienta de tabaco de Whitechapel. Las cinco prostitutas asesinadas lo sabían y chantajearon a la corona. Y, claro, para evitar el escándalo, la reina Victoria le encargó a Gull, que además de médico era, supuestamente, masón, acabar con todas ellas – se supone que Sickert le acompañó en sus crímenes, de ahí que después pintase aquella gaviota – (47).

No lo sé Rick, parece falso

Sin embargo, Gull tenía 71 años en 1888 y había sufrido una apoplejía – no encaja para nada con el perfil del asesino – (48). En cuanto al Duque, de sobra es conocido que era un putero que frecuentaba Whitechapel y que, emocionalmente, era inestable. De hecho, hasta estuvo ingresado en una clínica. Y su gusto por prostituir a mujeres pobres lo llevó a la tumba: la palmó en 1892, de sífilis (49). También se sabe que de jovenzuelo iba de cacería y que le obsesionaba la sangre y descuartizar a los animales. Hasta se chismorrea que la policía secreta lo detuvo tras el asesinato de la cuarta víctima (50). Sin embargo, en las fechas de los asesinatos el Duque no estaba en Londres, sino en Escocia, por lo que también queda exculpado (51).

La teoría sobre Jack el Destripador de… (Redoble de tambores)… Aleister Crowley

Existe otra teoría, muy excéntrica e impulsada por Aleister Crowley (ocultista, mago, alquimista y todo lo que se os ocurra) a finales de los ’50, que ganó mucho impulso en los ’70 (52). Esta afirma que los asesinatos fueron rituales y que la Magia Negra estuvo más que presente. Se basa en que el lugar de los asesinatos forma, supuestamente, un pentagrama. También, en que el momento de cada asesinato coincidió con una fase lunar y en que, según los defensores de esta teoría, las mutilaciones fueron rituales (53). Todo muy lógico y racional, ¿verdad?

aleister crowley

El caso es que señalan a Robert D’Onston Stephenson – cirujano militar, alcohólico, ludópata conocido como “Sudden Death”, charlatán, embaucador y friki del ocultismo – como asesino (54). Este tipejo tenía 48 años en la época de los asesinatos y, como otros tantos sospechosos, era paciente psiquiátrico. Con la novedad de que a él lo trataron en repetidas ocasiones en un hospital situado en Whitechapel, por lo que solía estar por el barrio (55). Además, se chuleaba de saber quién era el destripador – ya sabéis, haciendo uso de sus poderes y tal – y hasta insinuó que él mismo era el asesino (56). Pero, de nuevo, no tenemos ninguna prueba científica que lo inculpe y sí mucha pseudociencia trasnochada (57).

El dudoso diario de Maybrick: ¿Fue él Jack el Destripador?

En 1993 apareció en escena, a través de la prensa británica, el diario de un tal James Maybrick. En este, el colega relataba los asesinatos y confesaba ser “Jack el Destripador” (58). Este tipo era un comerciante de algodón de Liverpool, que, en 1888, vivía solo en Londres, en los alrededores donde se cometieron los asesinatos (59).

¿Problema? Que, a la hora de contar lo sucedido, no aporta datos que no hayan sido reproducidos ya hasta la saciedad por la prensa, la policía o las innumerables investigaciones que se han llevado a cabo (60). Además, la tinta con la que está escrito el diario no es del siglo XIX y Maybrick la diñó en 1889, envenenado con arsénico. Por ello, es imposible que escribiese dicho diario, cuyo origen es más que sospechoso (61). Huele a fake que echa para atrás.

Stephen Herbert Appleford, ¿el cirujano asesino?

Este médico – sospechoso como tantos otros – vivía en los alrededores de donde se cometieron los asesinatos (62). ¿En qué se basan para acusarle? Primero, en que era cirujano forense de la policía. Por ello, elucubran que pudo operar desde dentro y obstaculizar la investigación (63). Además, era presidente de una prestigiosa asociación de cirujanos, posición de poder con la que lo asocian a la psicopatía (64). Y, para rematar, tenía 36 años, por lo que entraría en el rango de edad del asesino, tomando en cuenta las declaraciones de los testigos (65). También presentan como prueba que organizaba reuniones políticas conservadoras y moralistas, por lo que, concluyen, debía odiar tanto el consumo de alcohol como a las prostitutas – dos rasgos comunes de las víctimas – (66).

Los defensores de que él fue el asesino alegan también que su grafía coincide con la primera carta firmada por “Jack el Destripador” (67). Los investigadores, además, establecen toda serie de paralelismos entre la biografía de la madre de Appleford, las fechas de los asesinatos, el cumpleaños de alguna de las víctimas e incluso el nombre de su prometida (68).

Pero, idas de olla aparte, partiendo de la base de que ya sabemos que aquella primera carta fue obra de la prensa y no del asesino, ¿para qué le vamos a echar más cuentas a esta hipótesis? Por mucho que intenten buscarle las tres patas al gato, la acusación a Appleford no tiene ninguna base científica y no hay por dónde cogerla. Cirujanos poderosos, bien posicionados, conservadores, misóginos y amigos de la doble moral abundaban en Londres del siglo XIX. Y, por mucha aversión que nos provoquen, eso no los convierte en asesinos (69).

Una lista interminable y un caso sin resolver

Podría seguir enumerando sospechosos hasta la saciedad, porque a día de hoy siguen apareciendo nuevos nombres, que van desde más médicos hasta periodistas, pasando por los escritores Lewis Carrol – el creador de Alicia en el País de las Maravillas – y Arthur Conan Doyle – el papá de Sherlock Holmes – (70).

Lewis Carrol Arthur Conan Doyle sospechosos

A Lewis Carrol lo acusaron basándose en que, supuestamente, ciertos pasajes de sus obras contenían anagramas, en los que confesaba su participación – junto con un colega – en los asesinatos de Whitechapel. Originalidad no falta, pero, desde luego, no es una prueba sólida (71).

A Arthur Conan Doyle , lo acusan basándose en sus traumas infantiles por ser hijo de un alcohólico. También, en que tenía 29 años cuando se cometieron los crímenes y en su parecido con el retrato robot del asesino. Suma que vivía a tres horas en tren de Whitechapel y que sus conocimientos en criminología le pudieron servir para sapearse. Además, se basan en, ¡oh, sorpresa!, las dichosas cartas, que ya sabemos que no valen ni para limpiarnos los mocos. De nuevo, pruebas circunstanciales, sin ninguna evidencia firme (72). Lo que sí es cierto es que Conan Doyle fue otro frikazo del destripador y que la policía incluso acudió a él para atrapar al asesino (73).

Jack el Destripador y H.H. Holmes: ¿son el mismo asesino?

La última teoría que os expondré, por ser la más reciente y muy resultona, es que fue el doctor H. H. Holmes, el primer asesino en serie de Estados Unidos, famosísimo por su hotel de los horrores (guió guiño a los fans de American Horror Story), quien se escondió tras el pseudónimo de Jack el Destripador (74). Así lo asegura su tataranieto, que llevó a cabo una investigación en colaboración con una ex analista del FBI y que, como no, escribió un libro al respecto (75). ¿En qué se basan para afirmar tal bomba? Pues en los diarios de H. H. Holmes, que el tataranieto heredó, donde, supuestamente, Holmes relata su participación en la mutilación y el asesinato de unas prostitutas en Londres (76). Además, el tataranieto asegura que Holmes no murió en la horca, en 1896, sino que habría engañado a alguien para que ocupase su lugar (77).

H H Holmes AHS American Horror Story

¿Quién le ha dado bombo a esta teoría? Pues dos canales de televisión, que estrenaron simultáneamente el documental «El Destripador» (78): el canal Historia – sí, el History Channel siempre anda haciendo de las suyas – y el canal Crimen + Investigación. Se trata de ocho episodios en los que el tataranieto de Holmes trata de probar su teoría (79).

Esta hipótesis, aunque es molona, no lo vamos a negar, tiene sus detractores, pues el modus operandi de H. H. Holmes no tenía nada que ver con el de Jack el Destripador. Además, aunque los defensores de esta hipótesis de agarran a que Holmes estudió medicina (80), ya hemos desmentido hasta la saciedad que, necesariamente, Jack el Destripador tuviese que ser un médico. También cabe señalar que la credibilidad del tataranieto de Holmes es más que cuestionable (81).

La identidad de Jack el Destripador sigue siendo un enigma

Lo cierto es que seguimos sin saber quién narices era “Jack”, o si se trató de un único asesino, o de varios. Es más, los ripperólogos siguen sin ponerse de acuerdo en cuanto al número de víctimas del destripador. La violencia sexual estaba a la orden del día en el Whitechapel del siglo XIX, y hay que aceptar que estamos ante un caso que, posiblemente, jamás podamos resolver. Eso sí, la imaginación vuela y teorías estrafalarias, pistas falsas y conclusiones erróneas, no faltan. Pero seguimos sin contar con evidencias certeras y definitivas. Lo que sí sabemos es que aquellas cinco mujeres fueron víctimas de la misoginia, del clasismo y de la violencia machista más brutal, y que, desde luego, no fueron las únicas, en una Londres donde ser mujer y pobre era más que una condena (82).



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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) “El asesino que hoy conocemos corno Jack el Destripador no fue el primer asesino en serie, pero sin duda fue el primero en alcanzar unos niveles semejantes de fama internacional”. “Los cuatro asesinatos sexuales de Whitechapel (…)”. National Geographic, 2011, pp. 2 y 8. El motivo de los crímenes fue de naturaleza sexual y cabe la posibilidad de que “Jack” fuera un violador y un asesino; fue un asesino motivado sexualmente. Si violó a sus víctimas o no, nunca se podrá probar de manera concluyente. Por ejemplo, la postura en la que fue hallado el cadáver de Annie “la Morena” Chapman sugiere que su asesino se había arrodillado entre sus piernas, una postura de ataque común adoptada por violadores y asesinos en serie sexuales. Por otro lado, dado el salvajismo con el que se ensañó con Mary Jane Kelly, no se pudo determinar si fue o no asaltada sexualmente. Las prostitutas son a menudo víctimas de asesinos en serie que las consideran objetivos fáciles o invocan el estigma social y religioso asociado con ellas, como justificación de su asesinato. Jack el Destripador no fue diferente. Las mutilaciones se concentraron principalmente en las áreas que definen a una mujer: las regiones genitales, los senos y la cara. El asesino extirpó los úteros de varias de ellas: erradicando lo que las hacía mujeres. Howard, 2007, pp. 2-7. Hallie Rubenhold en su libro (Rubenhold, 2019) desmiente que las cinco víctimas fuesen prostitutas; sin embargo, dada la ardua investigación que yo misma he realizado sobre el tema para nuestra obra Historia de la Prostitución, he discrepar con esta autora: ser mujer en el East End de finales del siglo XIX era sinónimo de miseria y prostitución. Además, existen pruebas irrefutables de que las cinco víctimas eran mujeres prostituidas y bien parece que los asesinatos de estas mujeres fueran un símbolo de la doble moral victoriana: prostituimos a las mujeres pobres, pero, a la vez, las satanizamos. Si el asesino las violó o no en el momento de sus asesinatos, me resulta hasta irrelevante: lo que es incuestionable, es que las asesinó por ser mujeres. Además, y esto es lo importante, la propia autora reconoce la violencia sexual de la que eran presas aquellas mujeres: “Verse sin techo en el Londres victoriano era una experiencia penosa, pero para mujeres como Polly, desamparadas, la pesadilla se redoblaba, pues solían ser víctimas de violencia sexual. Como las mujeres que vivían sin la protección masculina o un techo sobre sus cabezas se consideraban marginadas, y a las marginadas se las veía como mujeres defectuosas, la conclusión es que las marginadas eran también moralmente corruptas y sexualmente impuras. En todas las capas de la sociedad se aceptaba que semejantes mujeres harían lo que fuera por comida y una cama. Como estaban desesperadas, estaban allí para que las usaran. En algunos casos, no hacía falta ni pedirles permiso”. Rubenhold, 2019, p. 78.

(2) Jack the Ripper ha sido tema de numerosas obras literarias, como la novela The Lodger (1913; Marie Adelaide Lowndes), que inspiró numerosas películas, como The Lodger: Una historia de la niebla de Londres (1927; Alfred Hitchcock). Se han publicado más de 100 libros sobre el caso, muchos de los cuales ofrecen conjeturas sobre la verdadera identidad del asesino y las circunstancias que rodearon los crímenes, incluido que los asesinatos eran parte de un complot oculto o masónico y que la policía estaba encubriendo a los culpables, de alta posición (tal vez, incluso miembros de la familia real). La más conocida de estas obras de teoría de la conspiración es la galardonada novela gráfica From Hell (1991–96; Alan Moore y Eddie Campbell), adaptada al cine en 2001. Muchos de estos libros se basan en reclamos y documentos fraudulentos. Jenkins, 2020. También inspiró asesinatos de imitadores en otros lugares, como Moscú, Nicaragua, Viena  y Estados Unidos. Ramsland, 2006, p. 6. “From Hell (2001) de Albert y Allen Hughes, extraído de la novela gráfica del mismo nombre de Moore y Campbell; Jack the Ripper (1976) de Jess Franco, con un inquietante Klaus Kinski, pero también la película para televisión dirigida por David Wickes en 1998 titulada Jack The Ripper; más indirectamente, Jack aparece también en The Lodger (1913) y Frenzy (1972) de Alfred Hitchcock”. Mancini, 2014, p. 1025. “La horrible cruzada de Jack el Destripador se puede ver en películas desde Waxwork (1924) hasta Ripper (2016)”. Worthen, 2017. La última película que se ha hecho sobre Jack el Destripador es Ripper Untold (2021), dirigida por Steve Lawson. Podéis ver la ficha de la misma en: https://www.filmaffinity.com/es/film861987.html

(3) Las especulaciones empezaron en la propia época de los asesinatos: “la prensa especulaba salvajemente sobre la identidad del culpable: era un hombre de Whitechapel; era un ricachón del West End; era un marinero, un judío, un carnicero, un cirujano, un extranjero, un lunático”. Rubenhold, 2019, p. 21. “El misterio sobre su identidad ha alumbrado la ‘destripología’, una disciplina empeñada en sacar al más célebre criminal de Londres del anonimato”. “La ‘destripología’ moderna nació en 1959 con la salida a la luz pública de un informe confidencial, el MacNaghten memoranda, redactado en 1894 por Melville MacNaghten”. National Geographic, 2011, pp. 20 y 22. “La investigación criminalística de este caso no es profesional y científica, y actualmente está en manos de un grupo muy cerrado de investigadores autodenominados ‘ripperólogos’”. Cuitiño, 2015, p. 35. Ejemplos: Ripperología: CRIMINOLOGÍA Y CIENCIAS FORENSES A TRAVÉS DEL CASO MÁS FAMOSO DE LA HISTORIA (https://jackeldestripador.com/); Ripperologist Magazine (http://www.ripperologist.co.uk/).

(4) National Geographic, 2011, pp. 2 y 33.

(5) Cullen, 1972, p. 6. National Geographic, 2011, pp. 6 y 14. Mancini, 2014, p. 1025. Morillas Cobo, 2020, p. 280. The Editors of Encyclopaedia Britannica, 2017. Ramsland, 2006, p. 6. Rubinstein, 2000, p. 1.

(6) Morillas Cobo, 2020, p. 280. Las cinco víctimas canónicas son: Mary Anne “Polly” Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly. Cornwell, 2003, p. 129. Cuitiño, 2015, p. 5. Delgado, 2016, p. 11. Knight y Watson, 2017, p. 2. Larson, 2019, pp. 68-69. National Geographic, 2011, pp. 14-15. Mancini, 2014, pp. 1026-1027. Museum of London, 2011, p. 2. Ramsland, 2006, pp. 5-6. Todas eran prostitutas. Jenkins, 2020. El número exacto de víctimas está sujeto a mucho debate (Adams, 2012, p. 21; Jenkins, 2020); los investigadores le atribuyen otros de los 11 asesinatos en Whitechapel entre el 4 de abril de 1888 y el 13 de febrero de 1891 (Cuitiño, 2015, p. 5), por ejemplo, los de Emma Smith y Martha Tabram. Se duda si Elizabeth Stride fue víctima del mismo asesino. Delgado, 2016, p. 36. National Geographic, 2011, p. 28.

(7) La partida de navajeros, destripadores y descuartizadores era muy activa en el Londres del siglo XIX. Delgado, 2016, p. 36. National Geographic, 2011, p. 28. El Destripador se convirtió en una especie de término colectivo, al que se colgaron todos los crímenes insolubles de naturaleza sádica o violenta cometidos contra mujeres. Cullen, 1972, p. 8.

(8) Nunca fue identificado (Redacción BBC, 2019; Rubinstein, 2000, p. 1); ello causó un gran alboroto público (Knight y Watson, 2017, p. 2). “En cada caso, el asesino consiguió huir, sin dejar rastro alguno de su identidad. Como el barrio en el que ocurrieron los crímenes estaba tan densamente poblado, los ciudadanos de a pie, la prensa e incluso la policía pensaron que eso era algo verdaderamente notable. El Destripador siempre parecía ir un fantasmal y macabro paso por delante de las autoridades, lo que confería a los crímenes un aura terrorífica y casi sobrenatural”. Rubenhold, 2019, p. 19.

(9) El Dr. Brown (forense) afirmó que el asesino debía tener “algún conocimiento anatómico” (Jenkins, 2020; otros forenses de la época, como el doctor Bagster Phillips y Lewellyn, también lo indicaron; Cuitiño, 2015, p. 12), pero no que poseyese habilidades quirúrgicas (podría tratarse de alguien acostumbrado a cortar animales). Hay poca o ninguna evidencia de que el asesino poseyera algo más que un amplio conocimiento de dónde estaban ubicados los órganos. Flynn, 2006, pp. 8-11. “(…) creció una ola de antisemitismo, producto de un rumor callejero, atizado por la prensa, que hacía responsable a un extranjero de los asesinatos, si bien los médicos, sobre todo cirujanos, y los carniceros tampoco quedaron al margen de la sospecha permanente”. National Geographic, 2011, p. 8.

(10) Jenkins, 2020. Mancini, 2014, p. 1025. “Su asesino jamás fue identificado, pero el nombre creado para él por la prensa se convirtió en un nombre mucho más famoso que cualquiera del de alguno de estas cinco mujeres”. Rubenhold, 2019, p. 3. “Llegaron más de 600 cartas sospechosas, aproximadamente unas 100 de ellas vinieron firmadas por alguien que dijo llamarse Jack the Ripper, lo cual terminó por determinarle un apodo al asesino en los medios de prensa. Él o ellos fueron los primeros asesinos mediáticos de la historia. (…) From Hell (‘desde el in­fierno’, que vino acompañada ni más ni menos que por un trozo de riñón humano (…) identificación del riñón como perteneciente a la víctima Catherine Eddowes por el patólogo que estudió dicho órgano, el doctor Thomas Horrocks Openshaw (…) Carta From Hell (…) enviada al señor Lusk junto a un riñón humano el 16 de octubre de 1888”. Cuitiño, 2015, pp. 12-14. “Uno de los aspectos más interesantes del caso es el de las cartas, presuntamente del asesino, recibidas por la policía o los medios de comunicación y que le sirvieron para acuñar un ‘nom de guerre’. De hecho, antes del doble evento, el asesino ya fue conocido como ‘Delantal de Cuero’ (Leather Apron; era el apodo aplicado a una serie de personajes que se tornaron sospechosos por la mera posesión de este talismán; Cullen, 1972, pp. 42-43) tras las declaraciones de algunas prostitutas sobre un agresor habitual y el delantal que se encontró en el patio donde apareció el cadáver de Dark Annie”. Ende, 2015b. “Desde la muerte de Mary Ann Nichols y Annie Chapman, la comunidad judía de Whitechapel había sido puesta a los pies de los caballos. Sin ir más lejos, John Pizer, un judío polaco que hacía botas, apodado Delantal de Cuero, mereció la condición de principal sospechoso en los dos primeros asesinatos «canónicos»”. “Carente de los medios necesarios para enfrentarse a un asesino en serie, la policía londinense no pudo prevenir los crímenes de jack el Destripador ni identificar a su autor, lo que significó un desprestigio nacional”. La hipótesis de que hubo más de un asesino “aunque poco probable, no se ha descartado”. National Geographic, 2011, pp. 12, 32 y 37. “Muchos expertos están convencidos de que nunca se ha conocido la identidad de Jack el Destripador porque los precarios medios con los que contaban las autoridades hace dos siglos impidieron dar con la persona responsable de tan macabros asesinatos. O, dicho de otra manera, si aplicáramos la tecnología con la que contamos en la actualidad, con casi total seguridad podríamos ser capaces de descubrir al culpable”. Rodríguez, 2021. “(…) hay pocas dudas de que si tales técnicas hubieran estado disponibles a fines del siglo XIX, Jack el Destripador habría sido identificado y detenido”. Adams, 2012, pp. 22-28.

(11) Ende, 2015a. Jenkins, 2020. National Geographic, 2011, p. 3.

(12) “La Policía perdió la cabeza y comenzó a arrestar a todo el mundo, sin discriminación alguna. Los extranjeros sospechosos (el East End, donde se encuentra Whitechapel, históricamente, ha sido conocido por su población inmigrante; The Editors of Encyclopaedia Britannica, 2017), los rateros, mendigos, obreros cockneys y los restantes frecuentadores de los albergues…, todos fueron objeto de las redadas para ser estrechamente interrogados, teniéndoles que soltar casi inmediatamente por no hallar culpa alguna en ellos”. Cullen, 1972, p. 43. Jenkins, 2020.

(13) Cullen, 1972, pp. 161-163. Ende, 2015a. National Geographic, 2011, p. 13. “Se cambió el nombre polaco por el de George Chapman, tomando ese apellido típicamente inglés de una de las prostitutas a las que frecuentaba y a las que era muy aficionado. Casualmente, el mismo apellido de la segunda de las víctimas canónicas de Jack el Destripador”. Delgado, 2016, p. 17.

(14) Cullen, 1972, pp. 162-163. Delgado, 2016, p. 17. Ende, 2015a.

(15) National Geographic, 2011, p. 22. Ver (3). Según Melville Macnaghten, después del quinto crimen, el Destripador “se derrumbó por completo” y se suicidó. Cornwell, 2003, p. 129. Cullen, 1972, pp. 8 y 175. “(…) la declaración de Macnaghten estaba en desacuerdo con la opinión de un cirujano involucrado en las investigaciones, el Dr. Thomas Bond, quien afirmó que seis mujeres habían sido asesinadas por el mismo delincuente, incluida, además de las cinco víctimas canónicas, Alice McKenzie”. Adams, 2012, p. 21.  “Para el forense Thomas Bond el criminal no los tenía (conocimientos en anatomía) necesariamente, y que no era más que un simple matarife”. Cuitiño, 2015, p. 12. National Geographic, 2011, pp. 17 y 23.

(16) Cullen, 1972, pp. 16 y 176. Delgado, 2016, p. 17. Ende, 2015a.

(17) Cullen, 1972, p. 176. Delgado, 2016, p. 18. Jenkins, 2020. National Geographic, 2011, p. 22.

(18) Cullen, 1972, p. 176. Delgado, 2016, p. 18. Ende, 2015a. Jenkins, 2020. National Geographic, 2011, pp. 22-23.

(19) Ende, 2015a. En marzo de 1889. Cullen, 1972, p. 176. Delgado, 2016, p. 18.

(20) Cullen, 1972, pp. 176-177. Ende, 2015a.

(21) Cullen, 1972, p. 176.

(22) “Los científicos Jari Louhelainen y David Miller, de las universidades inglesas de John Moores y de Leeds, respectivamente”. Redacción BBC, 2019.

(23) “Jack The Ripper: The Case Reopened” (“Jack el Destripador, caso abierto”; Rodríguez, 2021): Fox y Wilson, 2019.

(24) Redacción BBC, 2019. Rodríguez, 2021.

(25) Cullen, 1972, p. 175. Delgado, 2016, p. 17. National Geographic, 2011, p. 23. “Era un abogado (…) que solo ejercía esta profesión en algunas ocasiones, trabajando como profesor en una escuela privada a partir de 1881 hasta el 19 de noviembre de 1888, que fue despedido”. Ende, 2015a.

(26) Delgado, 2016, p. 17. National Geographic, 2011, p. 23. “Desapareció por la época del crimen de Miller’s Court, y cuyo cadáver se halló flotando en el Támesis el 31 de diciembre o sea siete semanas después de dicho crimen. El cadáver llevaba un mes en el agua, o más”. Cullen, 1972, p. 175. “Su cuerpo fue encontrado (…) con piedras en los bolsillos, en lo que parecía un suicidio”. Ende, 2015a. Mary Jane Kelly – la última de las víctimas canónicas – fue asesinada el 9 de noviembre, en su habitación. Cullen, 1972, p. 130. Morillas Cobo, 2020, pp. 289-291.

(27) Cullen, 1972, p. 191. Ende, 2015a.

(28) Cullen, 1972, p. 177.

(29) Cullen, 1972, pp. 175-176. Delgado, 2016, p. 17. National Geographic, 2011, p. 23.

(30) Cullen, 1972, pp. 185-186.

(31) Cullen, 1972, pp. 186-187.

(32) Cullen, 1972, pp. 182-183 y 189.

(33) “Su padre, William Druitt, era cirujano. Lo mismo que su abuelo, su tío y su primo. Montague John Druitt, abogado, descendía de una larga lista de miembros de la Real Facultad de Cirujanos”. “El hecho de que fuese abogado, ¿eliminaría completamente a Druitt? La verdad es que los expertos no estuvieron de acuerdo con respecto al grado de conocimientos médicos del Destripador (“Aunque el Dr. Brown creía que el asesino poseía tal conocimiento, nunca afirmó que el asesino poseyera alguna habilidad quirúrgica”; Flynn, 2006, p. 11) (…) sólo me resta recordar los antecedentes médicos de la familia de Druitt. Montague John tuvo al padre, al abuelo, a un tío y un primo, cirujanos. Es posible, incluso probable, que Druitt, en calidad de espectador, hubiese acudido al anfiteatro quirúrgico, viendo practicar a su padre. De esta forma habría tal vez podido aprender algunos conocimientos rudimentarios”. Cullen, 1972, pp. 177 y 190.

(34) “Contaba con una buena coartada el día de la muerte de Annie Chapman”. Ende, 2015a.

(35) Cornwell, 2003, p. 9. Delgado, 2016, p. 29. Ende, 2015a. “Sentía decidida predilección por la vida de los barrios bajos, frecuentando los cabarets baratos y otros sitios de mala reputación”. Cullen, 1972, p. 186.

(36) Portrait of a Killer: Jack the Ripper, Case Closed (Retrato de un Asesino) de la escritora y multimillonaria autora de best sellers Patricia Cornwell (Cornwell, 2003). “Lo cierto es que las únicas pruebas que Cornwell tiene (…) son puramente circunstanciales”. Ende, 2015a. “La investigación de Patricia Cornwell sobre Jack el Destripador es un caso en el que se mezclan intención y ciencia sin, desafortunadamente, lograr un resultado satisfactorio. (…) Para ello empleó técnicas forenses actuales, incluso halló pruebas circunstanciales (“examinó las evidencias físicas disponibles; documentos policiales de la época, informes, cartas manuscritas por el asesino, huellas dactilares, fotografías de las escenas de los crímenes e incluso análisis de adn [«empezaríamos a vislumbrar las primeras pruebas genéticas —de entre setenta y cinco y ciento catorce años de antigüedad— que Sickert y Jack el Destripador dejaron al tocar y lamer sellos postales o solapas de sobres. (…) El mejor resultado lo obtuvimos del sello de una carta del Destripador que contenía una secuencia de ADN mitocondrial lo bastante precisa para descartar al noventa y nueve por ciento de la población como la persona que tocó y lamió el adhesivo de dicho sello»; Cornwell, 2003, p. 15], si bien estos no sirvieron, ya que se efectuaron con vestimentas guardadas que previamente habían sido lavadas y almidonadas, lo que degradó los rastros de adn hasta el punto de no poder tener resultados”; Delgado, 2016, p. 29), pero no pudo lograr su objetivo”. National Geographic, 2011, p. 13.

(37) “Walter Sickert era actor por naturaleza, más que por oficio. Interpretaba el papel principal en su secreta vida de fantasía, y se sentía tan cómodo deambulando inadvertido entre las sombras de las calles desiertas como en medio de una bulliciosa multitud. Tenía un magnífico registro vocal y era un maestro del maquillaje y el disfraz. Tan grande era su talento para caracterizarse que de niño solía pasearse disfrazado entre familiares y vecinos sin que nadie lo reconociera. En el transcurso de su larga y célebre vida se hizo famoso por cambiar de apariencia con frecuencia, gracias a una variedad de barbas y bigotes postizos, trajes extravagantes que en ocasiones constituían auténticos disfraces y diferentes peinados, incluido algún afeitado de cabeza”. Cornwell, 2003, p. 9. “Tras cometer uno de sus crímenes, el asesino se esfumaba rápidamente, desvaneciéndose sin dejar rastro. Y eso es algo que a Sickert no le habría costado trabajo lograr ya que el artista tenía tres estudios secretos en el East End londinense y una gran fascinación por el disfraz, así como por los bajos fondos londinenses, hechos que ya provocaron en su época alguna habladuría”. Ende, 2015a.

(38) “El pintor tenía 28 años cuando Jack el Destripador comenzó a matar y, efectivamente, los estudios demuestran que la mayoría de asesinos en serie llevan a cabo su primer asesinato entre los 25 y los 30 años”. Ende, 2015a. “Es sorprendente que la posibilidad de que el Destripador fuera disfrazado no se tomase más en serio ni se investigase, pues sin duda habría contribuido a explicar por qué parecía esfumarse sin dejar rastro después de cada crimen. También habría aclarado la variedad de descripciones que proporcionaron los testigos de los hombres que supuestamente acompañaban a las víctimas la última vez que las habían visto. El uso de disfraces no es insólito entre los criminales violentos. Entre los hombres condenados por brutales asesinatos en serie, incluidos los crímenes sexuales, algunos se disfrazaron de policías, soldados, encargados de mantenimiento, repartidores, técnicos de reparaciones, personal sanitario e incluso payasos. Un disfraz es un método simple y eficaz para acceder a un lugar, engañar a la víctima sin que ésta desconfíe u oponga resistencia y salir impune de un robo, una violación o un asesinato. Luego permite que el delincuente regrese al escenario del crimen y observe la dramática investigación, o que asista al entierro de la víctima”. Cornwell, 2003, p. 25.

(39) Cornwell, 2003, p. 15. Ende, 2015a.

(40) Lo peor para la teoría de Cornwell “es que el principal vinculo (ADN mitocondrial y marcas de agua del papel) es entre Sickert y alguna de las cartas…pero (…) la inmensa mayoría de éstas (y en principio ninguna de las estudiadas por Cornwell) no provenían del asesino”. Ende, 2015a. “El 29 de septiembre llegó a Scotland Yard una misiva que, dos días antes, había sido recibida por la Agencia Central de Noticias (Central News) de Londres, fechada el 25 de septiembre y escrita con tinta roja (National Geographic, 2011, p. 16; Perry Curtis, 2001, pp. 140-163). Tanto sus primeras palabras ‘Dear Boss’ (que le han el dado nombre a esta carta, que actualmente se conserva en el Museo Negro de Scotland Yard) como su  firma, que han tenido mucho que ver con la leyenda por la que este Caso ha pasado a la historia; han sido usadas como un símbolo de los crímenes, a pesar de que actualmente no se considera que fuera enviada por el asesino, sino que se le atribuye a unos emprendedores periodistas”. Ende, 2015b. “(…) para la gran mayoría de los investigadores actuales, tanto como para los policías de la época, ésta, así como casi todas las misivas que llegaron, de una forma u otra fueron obras de bromistas, dementes, o periodistas oportunistas”. Cuitiño, 2015, p. 9.

(41) “La policía cometió el error  de publicar reproducciones de la carta, en panfletos y en los periódicos, esperando que alguien reconociese la caligrafía y pudiese aportar alguna pista sobre el asesino, con tres consecuencias a cual peor; se extendió el clima de terror, se recibieron centenares de cartas semejantes y se asumió que las cartas las había enviado el asesino, con todo lo que ello podía significar”. Ende, 2015b. “(…) llegaron más de 100 de cartas firmadas bajo el pseudónimo Jack the Ripper. Ante tal avalancha, quizás el asesino hasta se vio tentado y dentro de todo ese conjunto de misivas extrañas y delirantes por lo menos una auténtica pudo llegar, sin necesidad de ser la primera, la que pasó a la historia como la Dear Boss”. Cuitiño, 2015, p. 9.

(42) Cornwell, 2003, pp. 50-51, 201 y 256. “A decir de la escritora, la prueba más contundente de la culpabilidad del pintor se encuentra en sus cuadros. Según la novelista, algunos de los lienzos pintados por Walter Richard Sickert guardan una espeluznante similitud con las imágenes post mortem de las víctimas de Jack el Destripador. En 1908, 20 años después de los crímenes, Sickert pintó una serie de cuadros inspirados, según él, en el asesinato de una prostituta en Candem. ‘Sickert nunca pintaba nada que no hubiera visto’, argumentaba la novelista. ‘Y no habría tenido manera de saber el aspecto de aquellas mujeres si él mismo no hubiera estado allí’”. Ende, 2015a. Sickert “Pintó lienzos dedicados al criminal, a los que título Jack en tierra y El dormitorio de Jack el Destripador. Otras obras, que hoy día se exponen en la Tate Gallery, se consideran reflejo de los asesinatos de Jack el Destripador. Otra de sus series de cuadros se inspiró en el asesinato de una prostituta en Camden Town el 12 de septiembre de 1907”. Delgado, 2016, p. 29. Patricia Cornwell “llegó a hipotecar parte de su patrimonio personal en la compra de obras del pintor Walter Sickert, en su intento de encontrar en los cuadros pistas que demostraran que el pintor era Jack el Destripador”. National Geographic, 2011, p. 13.

(43) Ende, 2015a. “Walter Sickert, el pintor, solía relatar que había estado viviendo en la casa ocupada antiguamente por el Destripador, en North London. Conocía positivamente la identidad del asesino, le confió Sickert a Sir Osbert Sitwell. Jack era, al parecer, un estudiante de veterinaria que gustaba de merodear por las noches”. Cullen, 1972, p. 123. “Sickert vivió obsesionado con la historia de Jack el Destripador”. Delgado, 2016, p. 29. “Con el correr de los años, de ser un aficionado o estudioso de los homicidios perpetrados por el Destripador Walter Sickert pasaría a ser sindicado por algunos como el concreto causante de los mismos”. Pombo, 2008, p. 63.

(44) National Geographic, 2011, pp. 26-27. “El Hastío de Sickert se vinculó con la investigación de los crímenes del Destripador mucho antes de que yo reparara en él, aunque de una manera muy diferente. En una versión del cuadro, la diva envuelta en una boa tiene una mancha blanca en el hombro izquierdo que guarda una ligera semejanza con las palomas disecadas del aparador. Algunos entusiastas del caso del Destripador insisten en que el «pájaro» es una «gaviota», en inglés gull, y que Sickert la introdujo en el cuadro para sugerir que el asesino era sir William Gull, el médico personal de la reina Victoria. Los defensores de esta interpretación suelen suscribir la teoría de la conspiración real, que implica al doctor Gull y al duque de Clarence en cinco crímenes del Destripador”. Cornwell, 2003, p. 86.

(45) Cornwell, 2003, p. 86. National Geographic, 2011, p. 26. “La teoría de que una solapada y extendida conjura o conspiración posibilitó aquellas barbaries tuvo su punto de máxima divulgación desde el año 1976, merced al ensayo del escritor Stephen Knight con Jack el Destripador. La solución definitiva, pero experimentó elocuentes variaciones”. Pombo, 2017, p. 222. Pombo, 2008, p. 65.

(46) Cornwell, 2003, p. 86. Delgado, 2016, pp. 25-26. Ende, 2015a. National Geographic, 2011, pp. 26-27. Perry Curtis, 2001, p. 28. Esta teoría “dio un paso más allá en 1973 en un documental de televisión en el que un hombre llamado Joseph Sickert, que afirmaba ser el hijo ilegítimo del artista Walter Sickert, alegaba que Clarence había contraído un matrimonio ilegal con su abuela, Annie Crook, y que uno de los testigos fue Mary Kelly, la última víctima. En 1976, en Jack el Destripador: La solución final, el investigador Stephen Knight fue más allá, argumentando que Gull y una conspiración de masones, actuando bajo las órdenes del primer ministro Lord Salisbury, mataron a Mary Kelly y a las otras prostitutas que intentaban colectivamente para chantajear al gobierno británico a través de su conocimiento del matrimonio real secreto. Según este punto de vista, gran parte de los cinco asesinatos olía a la lengua y las costumbres de los masones, y fue, de hecho, un ‘asesinato ritual’ masónico”. Rubinstein, 2000, p. 4.

(47) Howard, 2007, p. 7. National Geographic, 2011, p. 26. Perry Curtis, 2001, p. 28. “En esta última hipótesis, la función que se le asigna (a Sickert) es la de colaborar con el asesino o grupo de asesinos que concretan los crímenes reservándosele aquí, por consiguiente, el roll de cómplice”. Pombo, 2008, pp. 64-68.

(48) Cornwell, 2003, p. 86. National Geographic, 2011, p. 27. Rubinstein, 2000, p. 4.

(49) Delgado, 2016, p. 25. Ende, 2015a. Tenía solo 28 años cuando falleció. Rubinstein, 2000, p. 4. “Era conocido que el príncipe heredero Albert Víctor solía frecuentar Whitechapel y, en particular, un club de homosexuales”. National Geographic, 2011, p. 26. “En Cleveland Street, donde una vez fue arrestado durante una redada policial”. Perry Curtis, 2001, p. 28.

(50) “El joven aristócrata habría desarrollado una obsesión por la sangre durante sus cacerías en Escocia. Allí habría adquirido los conocimientos para descuartizar a los animales que cazaba (Ende, 2015a), algo que habría trasladado después a sus víctimas humanas. O sea, que de despellejar animales habría pasado a destripar prostitutas. Tras el asesinato de Catherine Eddowes, la policía secreta lo habría detenido, poniéndolo bajo custodia”. Delgado, 2016, pp. 25-26.

(51) Ende, 2015a. Rubinstein, 2000, p. 4.

(52) Pombo, 2017, pp. 8 y 176. “Diversos autores han defendido esta idea. Últimamente sería Ivor Edwards el principal exponente de la línea más heterodoxa de la Ripperología”. Ende, 2015a.

(53) Perry Curtis, 2001, p. 29.

(54) Delgado, 2016, p. 23. Ende, 2015a. “Igualmente era conocido como Roslyn D’Onston”. “Era un gran mitómano y un empedernido bebedor”. Pombo, 2017, pp. 177 y 179.

(55) Delgado, 2016, p. 23. Pombo, 2017, p. 178.

(56) Delgado, 2016, p. 23.

(57) Pombo, 2017, pp. 189-191.

(58) Delgado, 2016, pp. 28-29. Ende, 2015a.

(59) Delgado, 2016, p. 28. Ende, 2015a.

(60) Ende, 2015a.

(61) Ende, 2015a.

(62) Cuitiño, 2015, p. 15.

(63) Era “cirujano de la policía de la City”. “Al cuerpo policial le ocurrió lo peor que le puede ocurrir: que el enemigo fuera un criminal muy astuto y organizado y que operara desde dentro de sus propias filas confundiendo”. Cuitiño, 2015, pp. 15 y 20.

(64) “Appleford logró en 1903 ser presidente de la Sociedad Hunteriana, una prestigiosa asociación de cirujanos, dando muestras de su deseo de poder, lo cual es típico en psicópatas”. Cuitiño, 2015, p. 30.

(65) 36 años “coincidente con la visión de los testigos y la edad promedio de los psicópatas asesinos que comienzan a operar”. Cuitiño, 2015, p. 15.

(66) “(…) en el condado de Kent todas las semanas y desde hacía varios años organizaba encuentros políticos del llamado ‘Movimiento por la Templanza’ (Temperance Movement), un movimiento conservador moralista que en Estados Unidos logró por ejemplo implementar la llamada ley seca. Podemos razonar entonces que Appleford consideraba que el alcohol era una escoria de la sociedad, lo cual es consistente con alguien que debería odiar a las prostitutas alcohólicas”. Cuitiño, 2015, p. 30. Las cinco víctimas canónicas de Jack el Destripador tenían en común que eran mujeres prostituidas y alcohólicas. Morillas Cobo, 2020, p. 281. Mancini, 2014, p. 1025. Museum of London, 2011, p. 2. Elisabeth “la Larguilucha” Stride fue la única víctima sobria en el momento de la muerte, pero también era alcohólica. Adams, 2012, p. 27. Ante los tribunales del Támesis, compareció con mucha frecuencia acusada de embriaguez y conducta desordenada. Cullen, 1972, pp. 9 y 92. Sobre “El Demonio de la Bebida”: Rubenhold, 2019, pp. 129-139.

(67) Su “grafía coincide significativamente con la carta Dear Boss”. Cuitiño, 2015, p. 15.

(68) Cuitiño, 2015, p. 15.

(69) Cuitiño, 2015, p. 9. Ende, 2015b.

(70) Ende, 2015a.

(71) A estas conclusiones llegó en 1996 Richard Wallace, en su libro Jack the Ripper, Light-Hearted Friend. National Geographic, 2011, p. 23.

(72) Delgado, 2016, pp. 61-66.

(73) Arthur Conan Doyle estuvo entre los que se dedicaron a elucubrar con más o menos acierto sobre la personalidad del Destripador. Según su hijo, estaba «entre los que en 1888 pensaban que Jack el Destripador se disfrazaba como mujer para escapar de sus perseguidores». Cullen, 1972, pp. 10 y 160. National Geographic, 2011, p. 36. Perry Curtis, 2001, p. 74. Pombo, 2008, pp. 163-164. “La policía londinense de 1888, desbordada más por la repercusión mediática de Jack el Destripador que por los asesinatos, que eran frecuentes en los barrios marginales de esa época, buscó nuevas líneas de investigación entre los expertos más renombrados de la época. Uno de ellos fue el escritor sir Arthur Conan Doyle, que gozaba de una gran fama por sus novelas del famoso detective Sherlock Holmes y era un reputado criminólogo. Conan Doyle disponía de unos amplios conocimientos sobre los crímenes cometidos en Inglaterra y otros países gracias a su biblioteca especializada en criminología, considerada como una de las mejores de su época”. “Arthur Conan Doyle dio un paso más y creó a su detective, Sherlock Holmes, que vivió aventuras de intriga y asesinatos, casos que el propio Conan Doyle había vivido en la realidad con los asesinatos de Jack el Destripador, y que como se ha mencionado antes, él mismo investigó”. Delgado, 2016, pp. 30 y 37.

(74) Herman Webster Mudgett, más conocido como H. H. Holmes; «sus actuaciones tuvieron lugar justo en el mismo momento en que Jack el Destripador perpetraba sus horrendos crímenes en Reino Unido. (…) Chicago se convirtió en su principal campo de actuación. En esta ciudad asesinó a cientos de inocentes en el conocido como Hotel de los Horrores, donde perpetró los actos más abyectos valiéndose de trampas, pasadizos secretos, cuartos insonorizados y habitaciones de castigo”. Gavaldà, 2020. Onieva, 2017. “Sus asesinatos y su famoso hotel conocido como Murder Castle (El Castillo del asesinato) han servido como inspiración para múltiples libros, películas y series de televisión, un ejemplo reciente es la quinta temporada de la serie American Horror Story”. Hana, 2020. Fue ejecutado en 1896. Rose, 2016. Tenéis información más ampliada sobre Holmes en: Álvarez, 2019.

(75) Jeff Mudgett (Hana, 2020; abogado y ex comandante de la Reserva Naval de los EE. UU; su libro se llama Bloodstains; Rose, 2016; Worthen, 2017), junto a la ex analista del FBI Amaryllis Fox (ex analista del FBI, la CIA y Scotland Yard; Álvarez, 2019). Gavaldà, 2020. Onieva, 2017.

(76) Álvarez, 2019. Gavaldà, 2020. Onieva, 2017. Worthen, 2017. “Jeff Mudgett afirma que heredó dos diarios de su abuelo y, después de un análisis de escritura experto, determinó que HH Holmes los había escrito. Incluye largas transcripciones de estos diarios, aunque sin incluir fotocopias (…) Mudgett postula que, según los diarios, su tatarabuelo estuvo presente en Londres con uno de sus asistentes (un socio literal en el crimen) durante los asesinatos de Whitechapel. Según Mudgett, los diarios describen ‘sesiones de entrenamiento’ entre Holmes y su asistente. El hombre recibió instrucciones de asesinar a prostitutas y mutilar excesivamente sus cuerpos para causar sensación en el país (Hana, 2020). La intención de Holmes aquí era distraer la atención de sus propios asesinatos”. Rose, 2016.

(77) Álvarez, 2019. Onieva, 2017. Worthen, 2017. Así, H. H. Holmes “pasó a vivir una larga vida en las sombras”. Rose, 2016.

(78) American Ripper. Esta serie documental es de 2017. Álvarez, 2019. Worthen, 2017. Aquí podéis ver su ficha: https://www.filmaffinity.com/es/film802074.html Aquí tenéis la página oficial del documental: https://canalhistoria.es/programas/el-destripador/

(79) Onieva, 2017.

(80) “Esta es una teoría que aunque es popular nunca se podrá confirmar, pero muchos aseguran que no es imposible que Holmes y Jack El Destripador fueran la misma persona porque hay varios detalles de ambos asesinos que coinciden, como que se cree que Jack El Destripador tenia conocimientos de medicina y Holmes estudió medicina; pero también hay muchos que dicen que hay varias cosas que no coinciden como el modus operandi, especialmente sobre cómo un asesino era más sistemático y el otro más impulsivo”. Hana, 2020. “Las objeciones a la candidatura de Holmes como sospechoso del Destripador incluyen la diferencia de modus operandi entre el metódico Holmes y el sadismo sexual casi histérico del Destripador”. Rose, 2016. «A diferencia de Jack el Destripador, Holmes no mataba de frente ni se regodeaba en las vísceras calientes, pero disfrutaba con la proximidad». Larson, 2019, p. 229.

(81) “El tono melodramático de Bloodstains cuestiona la credibilidad de la historia de Mudgett”. Rose, 2016. Mudgett también “plantea que la actual esposa del príncipe Harry, Meghan Markle, es antepasada del criminal (H.H. Holmes). Por tanto, Mudgett y la actriz sería primos octavos. Unas controvertidas teorías que, pese a su arduo estudio durante más de veinte años, siguen teniendo sus detractores”. Álvarez, 2019.

(82) Ver (5)-(7). “No sabemos nada sobre la verdadera identidad del Destripador”. Mancini, 2014, p. 1036. No existe acuerdo sobre cuántos asesinatos cometió “entre los criminólogos aficionados ni entre los expertos de la Policía que han estudiado el caso. Unos dicen ocho; otros, once, e incluso hasta catorce crímenes han sido atribuidos al Destripador, incluyendo algunos acaecidos mucho después de 1888”. Cullen, 1972, p. 8. “Resulta poco probable que pueda hacerse cualquier descubrimiento en nuestros días que resolviese el caso de una vez por todas, ante la satisfacción de todo el mundo. Pero eso no parece desalentar a los detectives de sillón. Así que la búsqueda de Jack continúa…”. National Geographic, 2011, p. 3. Los asesinatos de Whitechapel pudieron perpetrarse por uno o por varios asesinos. Cuitiño, 2015, p. 5. “Jack el Destripador es famoso en parte porque se desconoce su identidad (…) El caso es uno de los más famosos misterios no resueltos de crimen inglés”. Jenkins, 2020. Jack el Destripador actuaba por motivos sexuales. Howard, 2007, p. 7. Para saber más sobre la violencia sexual que sufrían las mujeres de Whitechapel: Morillas Cobo, 2020, pp. 279-291.


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Ana Inmaculada Morillas Cobo
Escritora y divulgadora. Redactora, revisora de contenidos y editora de Khronos Historia. Mis áreas de mayor interés - como comprobaréis si me leéis - son la Historia de la Mujer, la Historia de las Religiones, la Filosofía Política y la Antropología. Como buena cinéfila y melómana, me encanta practicar la miscelánea cuando escribo (llamadme friki). De firmes posiciones feministas y marxistas.