Alejandro Dumas situó a Ana de Austria en la trama de la novela Los tres mosqueteros, alejada de la realidad histórica. Algo propio de una novela, diréis.
Si el destino de los personajes históricos es, en la mayoría de las veces, luchar contra el olvido, no cabe duda de que la literatura puede ser un buen instrumento de combate. Es verdad que no la hemos olvidado, pero ¿sabes cuántos bulos hay en Los tres mosqueteros?
Descubriendo a Ana de Austria
Así ha sido el caso de Ana de Austria, hija de Felipe III de España, reina y regente de Francia y madre de Luis XIV. Su nombre habría sido uno más de la monarquía francesa, oculto tras el resplandor de su hijo, el Rey Sol, o de los atributos cardenalicios de validos como Richelieu o Mazarino. Pero, dos siglos después de su muerte, el escritor Alejandro Dumas la inmortalizó envuelta en intrigas galantes en su novela Los tres mosqueteros.
Los tres mosqueteros y Ana de Austria
Poco tuvo que ver la mujer que describió Alejandro Dumas, autor de Los tres mosqueteros, con la verdadera personalidad de la reina. Hoy por hoy, es prácticamente imposible abordar el personaje sin las andanzas de D´Artagnan y sus compañeros.
Ana de Austria nació en Valladolid y fue la primogénita de Felipe III de España y de su esposa Margarita de Austria. Por supuesto, supuso una preocupación en sus padres, que esperaban un heredero varón. Su infancia transcurrió entre Valladolid y Madrid, en la España que alumbró las andanzas de don Quijote de la Mancha y que precedió a los fastos culturales y la crisis política del siglo de Oro (1). En Francia, a Enrique IV le sucedió su hijo Luis XIII, un niño de 9 años bajo la regencia de María de Medicis, (2)
Vamos a amañar unas bodas
En su deseo por establecer una firme alianza con la monarquía católica española, María de Medicis concertó un doble matrimonio: el de su hija Isabel con el heredero a la corona española, el futuro Felipe IV y el de su hijo Luis XIII con la infanta española Ana. Los dos acaban de cumplir catorce años.
Ana de Austria y Luis
El doble enlace tuvo lugar en Burgos, con el novio galo representado por el duque de Uceda. La joven novia tardó unos días a en conocer a su esposo ya que el encuentro entre ambos se produjo un mes más tarde, cuando se ratificó el enlace en Burdeos (3).
Ana de Austria, ya reina de Francia, llegó a su nuevo país acompañada por un séquito numeroso y poco dispuesta a cambiar las costumbres españolas. Hablaba perfectamente francés pero se obstinaba en conversar en español con sus damas, insistió en conservar a su confesor y asombró a la corte francesa por su gran piedad (4).
Mal avenidos
Su joven esposo compartía su espíritu religioso y podría haber sintonizado con ella, sin embargo no fue así. Luis XIII tenía escasa salud, carecía del poder de seducción de su padre y era misántropo. Católico ferviente tenía un miedo obsesivo de caer en la herejía. El hombre tenía una doble moral, en lo que se refería a sus costumbres amorosas, que lo llevaron a ser un experto en el arte de la simulación. Es decir, era un cuentista de cuidado.
La culpa siempre es de las mujeres
Desconfiado y eternamente malhumorado, a Luis su joven esposa y sus costumbres españolas le irritan mucho. Ni los rubios cabellos de Ana, ni sus ojos claros, ni siquiera la exuberancia de la que hacía gala y que tan apreciada era en la época, le hacían olvidar otras relaciones. Como la que se le atribuía con Madame de La Fayette o la de los caballeros Charles – Albert de Luynes y el marqués de Cinq- Mars. Y sin embargo, el sambenito de casquivana se lo colgaron a Ana no a Luis.
La escasa ficción de Luis XIII por las damas y su embeleso ante los jóvenes soldados de la guardia hicieron de la consumación del matrimonio un auténtico asunto de estado.
Obligada a consumar
Por la corte se extendió el rumor de que el rey Luis había sido prácticamente empujado al lecho de la reina por su favorito, el duque de Luynes. María de Mécidis mostró al día siguiente las sábanas manchadas de sangre, que certificaban la pérdida de la virginidad de Ana. El escepticismo fue general. (5)
Cabinet Satirique
La corte sin embargo compensó a Ana de la indiferencia de su esposo. Ana de Austria se vio reclamada por pintores y poetas que exaltaban su belleza, su saber estar y su elegancia.
La compañía de su camarera mayor. Maria de Rohan, duquesa Chevreuse, alegre e incluso frívola no iba a hacerle favor a su buen nombre. María tenia numerosos amantes y asombro a la reina con su Cabinet Satirique, un popular libro de versos eróticos de la época. Probablemente, Ana, criada en la pacata y sobria corte española se vio deslumbrada e irremediablemente atraída por las costumbres de la corte francesa.
Uno de los bulos más gordos fue la relación de Ana de Austria con el duque de Buckingham
El flirteo entraba en las convenciones de la época y en los usos sociales cortesanos se incluía la posibilidad de un ligero coqueteo entre damas y caballeros, que no comprometía a nadie. Ya sabes, paseaban juntos y escuchaban sus encendidos versos…si ella no deseaba pasar a más. En el caso de la reina ese papel le tocó al duque de Montmorency. Hasta que apareció en escena el buenorro del inglés: el duque de Buckingham.
La visita de Buckingham
El cardenal Richelieu ya era el auténtico dueño de Francia. (6) Una de sus primeras actuaciones fue acordar el matrimonio entre Henriette Merie de Borbón, hermana de Luis XIII y Carlos I de Inglaterra. Para recoger a la novia llegó a Francia George Villiers, duque de Buckingham y favorito del rey inglés. Dumas lo retrata en Los tres mosqueteros como un yogurín. Casualidades de la vida, al llegar a Francia, el rey estaba enfermo por lo que fue Ana quien actuó como anfitriona. Es probable que ella se sintiera atraída por la guapura del inglés y él por la de ella. En la corte le oyeron decir que estaba enamorado de la reina.
El primer bulo la enfrentó con su marido
Este es un chisme que corrió por la corte sobre un incidente ocurrido en el jardín de palacio en el que la reina tuvo que pedir auxilio ante la jeta del duque de Buckingham. El duque yogurín intentó propasarse con ella. ¡Propasarse! ¡Acosarla! ¡Intimidarla! ¿Se os ocurre algún eufemismo más para calificar el abuso?
El bulo corrió como la pólvora
La propia María de Medicis intervino para evitar el enojo del rey y acortó la estancia del duque inglés en la corte. El pretendido romance al que Dumas alude en Los Tres mosqueteros apenas tiene visos de realidad.¡Vaya! Con ello solo se buscaba perjudicar el buen nombre de la reina Ana. Es decir acabar con su poder político. ¡Acabáramos!
Mujeres de usar y tirar
Ana empezó a perder poder, si es que alguna vez lo tuvo, después de varios embarazos infructuosos y ante la incapacidad de darle un heredero. Luis XIII planteo la posibilidad de pedir al Papa la nulidad del matrimonio. Pero la reina, retirada en su castillo de Valde- Grace tenía una importante aliada: su suegra. Ambas tenían un enemigo común: Richelieu. (7)
Los bulos no pararon
El enfrentamiento llegó a su punto máximo en la llamada Jourenée des Dupes. El equipo de las reinas obligó al cardenal a renunciar a toda política contraria a los intereses de los Habsburgo y a apoyar su campaña contra la herejía en Europa y el protestantismo en Francia. (8)
Ana de Austria tratada como una delincuente
El cardenal acusó a Ana de mantener correspondencia secreta con su hermano Felipe IV y de alertarle de los planes franceses. El rey ordenó registrar los aposentos de la reina, incluso se llegó a cachear a la soberana.
Esto no se cuenta en Los tres mosqueteros
La vida de Ana dio vuelco, en 1638 la reina quedó embarazada. Todos sabían de la nula relación entre los cónyuges pero dicen que una inesperada tormenta frustró los planes del rey de realizar su habitual partida da caza. Diez meses después, nació Luis XIV (9).
Ana de Austria se topó con el “techo de cristal”
En 1642, murió Richelieu y Luis XIII un año más tarde. Luis XIV solo contaba cuatro años y Ana de Austria se convirtió en reina regente. Pero no la dejaron reinar. Necesitó el apoyo del sucesor del cardenal: Mazarino. Y otra vez más la historia se encarga de cargarse el decisivo papel de una mujer. Hicieron todo lo posible por extender el bulo de Mazarino como posible padre de Luis XIV. Todo, menos reconocer la valía de una mujer.
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