La Guerra Civil española es siempre un tema polémico y difícil de tratar; hoy vamos a ver brevemente una parte algo desconocida de este conflicto. Durante la II República, los carlistas se encontraban muy divididos y su área de influencia se limitaba a poco más que el País Vasco y Navarra. Su aspiración era convertirse en un gran movimiento que llegase al ámbito estatal, para ello: primero debían unirse las diferentes tendencias, después crear un liderazgo político y finalmente atraer a los partidarios del derrocado Alfonso XIII.
El partido de los carlistas y las formas fascistas. Unidos pero con malas juntas…
Lo primero se consiguió mediante mítines con los que llegaron a unir a las distintas tendencias en el partido Comunión Tradicionalista; además paralelamente el pretendiente don Jaime de Borbón muere y le sustituye su tío Alfonso Carlos, que a diferencia de este tenía unas ideas más afines al carlismo(1). En cuanto a lograr ser una gran organización política, se intentó un proyecto unificado con los nacionalistas vascos apoyando la autonomía y el Estatuto de Estella, pero debido a que los nacionalistas, entre otras cosas, no defendían tanto la religión, termina fracasando. En lo referido al acercamiento a los seguidores de Alfonso XIII, hubo algunos movimientos para ello, pero fracasan con la llegada del integrista Manuel Fal Conde a la dirección Comunión Tradicionalista.
Con la ascensión de Fal Conde por parte de Alfonso Carlos (de toda la vida colocar a dedo), comienza una etapa en la que los carlistas aumentan sus contactos con la Italia fascista y se vuelven una organización activa y en parte paramilitar; cambio que el pretendiente pide una vez ve fracasados sus intentos desde la política, e incluso el intento de golpe de Estado de Sanjurjo en el que colaboran.
Por ello, Fal Conde promueve las formaciones paramilitares (requetés) y las juventudes carlistas a imitación de Alemania e Italia(2). Además, se impulsa el desarrollo del carlismo en zonas como Andalucía, así como la propaganda e intimidación violenta en zonas del País Vasco. No fue una novedad de la década, pues desde primeros de siglo, con don Jaime, ya se apuesta por estas milicias.
Así se diferencian dos tendencias en el carlismo: los que buscaban la intervención mediante el parlamentarismo, pacíficamente, y aquellos otros que seguían anclados en la insurrección como método, más propio del siglo XIX.
En pie de guerra: del Estado carlista al Régimen franquista. Convencidos por la fuerza de las ventajas de Franco
Durante el período de la CEDA en el gobierno, a la que los carlistas habían apoyado, se rompen las relaciones con esta agrupación de derechas; además Fal Conde y otros sectores más intransigentes empiezan a idear un golpe de Estado paralelo al que Mola y otros estaban ideando, pero independiente, contando con miles de milicias requetés en Navarra y Álava. Pretendían empezar desde Navarra en verano del 36 y conquistar el resto de España. Sin embargo, otros ilustres carlistas como el conde de Rodezno hicieron fracasar el proyecto; además les empujaron a iniciar contactos con Mola, y con la UME (3). En estos, Fal Conde exigió a Mola la instauración de una bandera y una monarquía carlistas autoritarias; pero este se reunió con el conde de Rodezno que le proveyó de dos mil paramilitares carlistas y le aconsejó dejar de lado a Fal Conde y tratar directamente con la Junta Regional de la Comunión Tradicionalista, que le apoyaba. Asíh Fal Conde, que se vio obligado a aceptar las directrices de Mola y Sanjurjo (4), pierde poder dentro del partido.
Con el asesinato de Calvo Sotelo y el inicio de la Guerra Civil miles de requetés se lanzan a tomar Navarra y Vitoria para posteriormente ir encaminadas con Mola hacia Madrid. Se cree que los carlistas fueron unos 20 mil milicianos (5), voluntarios (6), bien adiestrados militarmente y muy influenciados por su ideología política; aunque menos numerosos que los falangistas y, por supuesto, que el ejército regular traído por Franco de Marruecos. Durante la guerra participaron en Navarra, Guadarrama y en la “Campaña del Norte”.
Tras muerte de Sanjurjo (7) la importancia de la Comunión Tradicionalista decae; entonces, Fal Conde y los suyos, que seguían exigiendo un estado carlista, tratan de imponerse en Navarra pero adaptándose a la guerra y al bando sublevado. Así, se crea una Junta de Guerra Carlista en Burgos para dirigir a los carlistas (8).
Repentinamente don Alfonso Carlos, que había apoyado el plan de Mola, muere y le sucede Javier de Borbón y Parma que ratifica a Fal Conde y Rodezno; sin embargo, la Comunión es presa de las luchas internas. Fal Conde trata de crear un estado carlista en Burgos uniendo a los tradicionalistas. Pero Franco, viendo peligrar su mando único suspende el proyecto y obliga a Fal Conde a exiliarse a Portugal. Frente a este, la Junta carlista de Navarra ofrece su total apoyo a Franco. Serán miembros de esta los que convencen a don Javier de Borbón para que acepte la unión de los carlistas con la Falange(9), apareciendo el único partido del régimen: FET de las JONS(10). Desde este partido, algunos carlistas entran en el gobierno formando parte del Consejo Nacional, generando en ocasiones tensiones con otros sectores como los franquistas o carlistas más colaboradores como el Conde de Rodezno, ministro de Justicia.
En conclusión. Los carlistas estaban fracturados en tendencias (es lo que tiene el poder). Tenían contactos con los fascismos europeos (a los que imitan en la propaganda, las juventudes o las fuerzas paramilitares). Su contribución a la guerra fue poco importante (a excepción de la Campaña del Norte y en el inicio en Navarra). Y aunque los carlistas colaboradores, como el Conde de Rodezno, entraron en el aparato franquista, su influencia fue escasa en favor de otros grupos como la Iglesia, Falange o el ejército.
[…] carlismo tuvo una notable influencia en la extrema derecha de la época y en la configuración de los movimientos de inspiración fascista de España, incorporando elementos ultracatólicos, autoritarios y […]
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