Puede parecer mentira, pero es verdad. Lo prometo. España está llena de republicanos. Basta con levantar una piedra en cualquier cuneta para encontrar un montón de ellos enterrados. Sin nombre. (1)
La tumba de Antonio Machado sí que lo tiene. Justo por encima del de su madre, Ana Ruiz. Esa tumba, en otro país, es la perfecta metáfora de la tumba que este país le ha negado a todos los suyos. Hace unos días se cumplieron ochenta años de la muerte del poeta. (2) Y hay que ser muy grande para llevar ochenta años muerto y seguir vivo. Al César lo que es del César.
Y…hablando de muertos. Todos hemos pasado alguna vez por ese trago. No por el de morirnos. Creo. Por el de tener que ser testigo de la muerte. Y entre tanta frase hecha siempre hay alguien que se refiere al hecho en cuestión con algo así como: “se nos ha ido”.
Pero, ¿alguien recuerda cómo se nos fue Machado?
Murió el poeta lejos del hogar
La carretera N260 se despide de España entre acantilados antes de entrar en Francia. Su último tramo es espectacular. Los pueblos del norte de la Costa Brava aun tienen algo de ese olor a tierra de marineros y comerciantes. Si no la conocéis, os la recomiendo. Eso sí, no me hago responsable del posible mareo. Tanta curva es lo que tiene.
El último sitio que pasamos es Portbou. (3) Unos metros más arriba, la frontera –ya sin frontera- francesa. Todo muy bonito. Muy de selfie y muy de Instagram. Perfecto. Ahora cambiemos las fotos a color por el blanco y negro. Ahí mismo, hace ochenta años, cientos de miles de republicanos salían hacia un exilio forzado sin poder mirar atrás. (4) Para todas aquellas personas que habían luchado junto a la República, empezaba un recorrido marcado por la incertidumbre, el frío, el hambre y el miedo. Entre todos ellos, Antonio Machado y su madre, los dos muy enfermos. Su particular destierro empieza el 22 de enero de 1939. (5) Tras muchas paradas en el camino, el 27 de enero llegan a la frontera. Cuatro días para recorrer los 170 kilómetros que separan Barcelona de Portbou.
Portbou, por cierto. Aquí se unen los caminos, con año y medio de diferencia, de Antonio Machado y de Walter Benjamin. (6) Los dos murieron mientras huían. El poeta español, de Franco; el filósofo alemán, de Hitler. Benjamin llegó a Portbou tras escapar de la Francia ocupada por los nazis. Se suicidó en una habitación de hotel de la localidad catalana antes de caer en manos de la Gestapo. Pero eso es otra historia. La contaré, lo prometo.
Le cubre el polvo de un país vecino
Volvamos a mirar la foto en blanco y negro. Sin filtros. En la frontera se amontona la gente. Demasiada gente. Los gendarmes franceses miran con una mezcla de preocupación y –por qué no decirlo- asco. (7) A Antonio Machado le fallan las fuerzas. Su enfermedad pulmonar crónica no es la mejor compañera de viaje. Entre el mar de gente que huye, el poeta se encuentra por suerte con Corpus Barga.(8) Bendita casualidad. El escritor habla con el comisario que está al otro lado de la barrera. Le dice que Antonio Machado es en España lo que Paul Valery es en Francia. Que está muy enfermo y que necesita cruzar a Francia. Urgentemente.
No sabemos si el gendarme había leído a Valery. Quizá le sonaba de algo. Por suerte lleva en su propio coche al poeta y a su madre hasta el primer pueblo francés, Cerbère. Allí, en la estación de tren pasa su primera noche en Francia Antonio Machado. En los andenes, los españoles amontonados y desechos. Mientras, los gendarmes organizan a la gente hacia los campos de concentración. Rivesaltes, Sain-Cyprien, Argelès. (9)
La familia duerme en un vagón de tren. El mismo tren que les llevará a su último destino. Cuando amanece, madre e hijo se ponen en marcha. Recorren a duras penas los últimos 20 kilómetros de su exilio. El 28 de enero llegan al bonito pueblo que les verá morir.
Al alejarse le vieron llorar
Collioure es el típico sitio del que te enamoras nada más llegar. Pueblo pequeño, calles estrechas, barquitas de pesca, el azul del Mediterráneo. Todo muy bonito. Doy fe. Los miles de franceses que eligen esta zona para sus vacaciones de verano también opinan lo mismo. Y más barato que la Costa Azul. Pero, seamos realistas. Antonio Machado no elige este sitio como retiro dorado. A Machado ya no le quedaban fuerzas para seguir caminando.
Ya en el pueblo, se instalan en el hotel Bougnon-Quintana. (10) La dueña sabe que son refugiados. Por eso, hará todo lo posible para aliviar sus penas. Seis días después de salir de Barcelona, madre e hijo duermen por primera vez en una cama.
Machado llega a Francia muy “ligero de equipaje”. Sin nada. Solo con un paraguas. Todo lo que llevaba la familia se quedó abandonado en algún sitio entre Figueres y la frontera. Así pues, el poeta pasaría sus últimos días sin nada. Sin ropa. Sin libros. Y casi sin leer ni escribir.
Caminante no hay camino
La familia Machado lleva una vida tranquila en Collioure. Antonio sale a pasear con su hermano José casi cada día. Bajan hasta la playa. Entonces, se sientan en las barcas que descansan en la arena. Se quedan en silencio mientras miran las casas de los pescadores. Su salud es cada vez peor. El frío del invierno y la humedad del mar están destrozando sus pulmones. Ah, y la angustia del destierro. Y la pena. Porque Antonio Machado murió de pena.
Un día de febrero no baja a comer. Tiene bronquitis. Por la noche todo empeora. El poeta agoniza durante cuatro días en los que solo consigue balbucear “adiós, madre”. (11) Pero doña Ana es incapaz de escucharle, aunque sus camas están una al lado de la otra. La madre del poeta está sumida en un coma profundo.
Antonio Machado muere el 22 de febrero de 1939. Su madre, tres días después.
Su entierro es al día siguiente. (12) Allí se reúnen todos los exiliados españoles que estaban en Colliure. El cuerpo del poeta es llevado a hombros al cementerio envuelto en la tricolor republicana, bandera que defendió hasta su muerte. Así que aquí le tomo prestada la metáfora al escritor Pérez Andujar: “Así, de esta forma, la República se fue con sus hijos; y con la gente que la sostuvo en brazos cuando ya no podía más”. (13)
En el bolsillo de su viejo abrigo, su hermano José encontró un papel arrugado. En él, a lápiz, el último verso que Machado escribió en su vida: “Estos días azules y este sol de la infancia”.
A tu memoria, poeta.
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