El conflicto de Yugoslavia conmocionó al mundo, por ser la primera guerra desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Si conflictos nacionalistas europeos de la actualidad te parecen dramáticos, como el cansino procés catalán o el autonomismo véneto de puño cerrado, ¡agárrate que vienen curvas! Peritas en dulce en comparación con este conflicto bélico desarrollado en los 90. Provocó el asesinato, la violación y la tortura de cientos de miles de bosnios, croatas, serbios y albaneses. Millones de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares. Hoy en día, por desgracia, la película se repite en el mismo lugar.
El origen de todos los males
Desde tiempo atrás (1), se concebía a los Balcanes como el tradicional patio de recreo de las potencias europeas para sus jueguecitos imperiales; como un hervidero de rencores acumulados a lo largo de los siglos. Solo era cuestión de tiempo que todo acabara como el rosario de la aurora.
Y así es como ocurrió. La reconstruida Yugoslavia (2), estaba formada por un puzle de unidades (3), cada una de su padre y de su madre, desde ortodoxos a musulmanes, dentro de un Estado Federal Socialista, que hasta entonces había intentado por todos los medios potenciar la identidad yugoslava, frente a los regionalismos particulares de cada territorio, a base de: «Yugoslavia es una gran nación y los yugoslavos muy yugoslavos mucho yugoslavos«. El gallinero yugoslavo, a pesar de estar configurado como Frankestein en muchos sentidos, no presentó grandes tensiones étnicas o religiosas con anterioridad a la década de los 90, salvo el creciente odio hacia las minorías albanesas (4). Por tanto, ¿Qué es lo que ocurrió para que acabará prendiendo la mecha?
Camino al desastre
Las primeras tensiones, aparecieron cuando Croacia y la pequeña Eslovenia comenzaron a ver al resto de sus vecinos yugoslavos como cuñados gorrones, que poco aportaban a la hucha en común. Situación que se vio agravada con el gran endeudamiento que vivía el país con Occidente (5), arrastrado desde los 80. Muchos croatas y eslovenos comenzaron a cuestionar las cagadas económicas cometidas por la burocracia serbia. Así, se fortaleció cada vez mas entre éstos la idea de volar del nido.
Paralelamente, desde Belgrado el político Milošević (6) comenzó a fortalecer un agrio nacionalismo serbio con la intención de formar un Estado Federal más unitario bajo la batuta serbia. Milošević hubiera dado su alma al diablo para tener un anillo para gobernarlos a todos. La independencia croata y eslovena no tardaría en ser pedida. En tiempos de crisis económica, la diversidad étnica de los diversos territorios yugoslavos fue aprovechada por demagogos, como el citado Milošević, para situar a las minorías étnicas en el disparadero. Los albaneses fueron los primeros señalados.
La caja de Pandora explota: la división de Yugoslavia
Las declaraciones de independencia de Croacia y Eslovenia precipitaron los acontecimientos. En total, fueron cinco las guerras de Yugoslavia. ¡Casi nada!
La primera de ellas, fue un breve enfrentamiento entre serbios y eslovenos, tras el cual, los segundos proclamaron la independencia. Más jodido fue el enfrentamientos entre las fuerzas croatas y las minorías serbias, que provocó una intervención de la ONU para establecer un alto al fuego. Croacia y Bosnia, fueron las siguientes en volar del nido. Tal cual, la revanchista serbia proclamó la guerra a Bosnia. Para complicar aun más el berenjenal, también parió la abuela. Estalló una guerra civil entre croatas y musulmanes bosnios. Puede que a estas alturas te preguntes, ¿y los albaneses donde quedan? Bien, pues un despechado Milošević, por no haber ganado ni a las chapas en el resto de guerras, centró su atención en ellos. En Kososvo (7), donde eran mayoría, tuvo lugar la quinta de estas guerras.
El resto del mundo como espectador
Para entender mejor este despiporre de conflictos, hay que tener en cuenta que la mayoría de combates fueron liderados por matones financiados desde la capital serbia, con el principal objetivo de expulsar de sus tierras a los ciudadanos no serbios, en un proyecto de limpieza étnica.
Sabiendo esto, ¿la comunidad internacional no hizo nada? Pues…poco, mal y tarde. EEUU, OTAN y Comunidad Europea se hicieron los suecos. Algo más hizo la ONU, creando las mal llamadas «zonas seguras«, con la intención de proteger a unos refugiados que, en su mayoría, eran musulmanes. Los serbiobosnios cogieron manga ancha para pasarse de la raya, como en el trágico caso de la masacre de Srebrenica (8), donde los musulmanes cayeron como chinches. Tras este acto, por fin la OTAN decidió actuar, pero lenta como una avalancha de globos. Tuvieron que pasar siete semanas para dar comienzo a una serie de bombardeos sobre las fuerzas serbias. A pesar de conseguir limpiar el patio, estas bombas no permitieron la vuelta a casa de la mayoría de estos refugiados musulmanes.
Aquellos que tiraron la piedra y luego quisieron esconder la mano
¿Los responsables de este embrollo? Muchos. La comunidad internacional se desatendió, y cuando actuó, lo hizo más lenta que el caballo del malo. No hace falta que el presidente de EEUU sea una incompetente zanahoria para joder un poco más al mundo. Ya algunos de sus antecesores mostraron su ineptitud. Siguiendo esta dinámica, apostar por el fantástico Ralph como solución no será una locura.
Por otra parte, entre los propios yugoslavos, pocos fueron angelitos de la caridad. La historia convirtió al bosnio musulmán en el patito feo del cuento. Si hay que señalar a un malo por encima de todos, sería el controvertido Milošević. Con sus delirantes ideas ultranacionalistas, entró como un elefante en una chatarrería, precipitando la división balcánica, de un proyecto multinacional mal planteado por la gran diversidad étnica que intentó integrar de una manera forzosa. Una lástima para los amantes del baloncesto la caída de esta Yugoslavia. A parte de las incontables víctimas inocentes que cayeron en el camino, como no.