Hoy en día vemos muchos tipos de asociaciones, tanto en España como en el resto del mundo. Cineastas en Hollywood, el Ibex 35 para los empresarios españoles… Todos por motivos variados, en los cuales no vamos a entrar. Sin embargo, esta “costumbre” de asociarse no es actual, sino que viene de tiempos lejanos. Hoy hablaremos de una de esas asociaciones, la llamada Hansa o Liga Hanseática.
Mares peligrosos, agarraos ¡que vienen olas!
Hagamos un viaje en el tiempo y el espacio hasta el norte de Europa. Concretamente, al mar Báltico en la Edad Media (1). Una vez llegados a nuestro destino, en torno al siglo XII, nos encontraremos con una época en la que en Europa se vive (2) una situación de auge de las ciudades y el comercio. En dicho período, el mar Báltico estaba poblado por piratas (quizás algún antepasado de Jack Sparrow) y por comerciantes, venidos de las ciudades de la zona, de Inglaterra, etc.
Para los comerciantes de la zona, los «negocios» por aquellos lares eran peligrosos, y no sólo por los piratas. Por eso, ya desde hacía tiempo, habían acordado con algunos colegas de otras ciudades formar “hansas” (3). Así se daban apoyo y asistencia mutua en los largos y peligrosos viajes comerciales; y la verdad es que dicha unión servía para poco más.
Asociarse es buena iniciativa, ¡ampliemos el acuerdo! El origen de la Hansa
En esta situación, algunas ciudades comienzan a idear un tipo de gran acuerdo, no solo para viajes puntuales. Con estas premisas llegamos a Lübeck (4). Situada en la costa norte de Alemania (con un puerto en el Báltico), se estaba convirtiendo en uno de los centros comerciales de la zona, junto con otras ciudades (5). Por eso, es desde allí, desde donde se empieza a crear esta Hansa.
Consiguieron de su señor feudal, una serie de cartas (6). En éstas, enviadas a otras ciudades de alrededor, y a otras más lejanas, incluso fuera de Alemania (7), tanto el señor feudal como Lübeck, proponían un libre comercio entre las urbes, así como protección a los comerciantes que acudiesen a la ciudad.
Estas cartas también ofrecían protección a aquellos que hiciesen una «mudanza» para quedarse en Lübeck de manera permanente. Es decir, protegían a futuros habitantes que recogiesen sus bártulos y se establecieran allí. Todo un ejemplo de buen marketing, ya que la ciudad contaba con una posición ideal en el Báltico y un puerto seguro donde atracar, así como la conexión de varias vías y rutas comerciales (8).
La unión hace la fuerza
Así comienza un período de negociaciones y acuerdos entre comerciantes y ciudades, estableciéndose entre ellas un mercado «único» (9).
Entre estas primeras ciudades (10) se crearán “consulados”, que se ocuparán de asistir a los comerciantes de otras ciudades, generando en cada «polis» códigos de leyes (11), para regular el comercio, dándole cierto orden. Estos «consulados» incluso disponían de tribunales para solucionar rápidamente los problemas derivados de hacer los intercambios. Problemas como, por ejemplo, que el comerciante de turno se sintiese ultrajado, vamos, que se la estuviesen metiendo doblada en una compra o en una venta. Paralelamente, también comenzaron a desarrollarse las actividades y entidades financieras (los bancos, hablando en plata).
Al poco tiempo, los reinos escandinavos empezaron a demandar de manera masiva cereales, e incluso sal (12). ¿Quién tenía la sal? Lübeck, por supuesto, que en la sal tenía un tesoro, como Gollum con su anillo. En este caso, su «anillo» era una ciudad del sur, que era quién la producía y almacenaba (13).
La buena vida de los urbanitas daba mucha envidia
En vista del estilo de vida, así como la bonanza de estas ciudades, muchos habitantes de las zonas de alrededor, sobre todo en Alemania, se mudaron a estas urbes. Allí, los que mandaban establecieron que, si querían, podrían ser “ciudadanos” de pleno derecho, con acceso a tierra y a rentas, a cambio de un impuesto anual y una “mili” en las tropas (14).
Progresivamente, las poblaciones que integran la Hansa, gracias a los privilegios y ventajas que van obteniendo de las autoridades, van acumulando más autonomía y poder. La Hansa influía en el gobierno municipal y llegó a estar presente en doscientas ciudades, no sólo en el Báltico. Se diferenciaban dos tipos de miembros. Por una parte, estaban las ciudades que molaban: eran miembros de pleno derecho y debían llevar el peso de la economía y del gobierno. Y por otro lado, estaban las ciudades segundonas: consideradas como “filiales” (como si fueran las hermanas pequeñas) de las primeras (15).
Como se puede apreciar, ya había una cierta estructura y organización, que quedará plasmada en la primera asamblea hanseática, como no, en Lübeck (16). Pero aún el pescado no estaba vendido, ni nuestros queridos comerciantes satisfechos con el control del Báltico (17).
Hacia la conquista del norte, ¡a por ellos!
Una vez que parte del Báltico estaba bajo control (18), la Hansa puso sus ojos en ampliar los límites de sus viajes por mar. Por ello, viajaron primero hasta Rusia (19), donde trataron de establecer una «embajada». Desgraciadamente para ellos, las autoridades se resistieron. ¿Qué buscaban tan lejos? Pieles, que eran de gran calidad y muy codiciadas en otras partes de Europa, como Inglaterra. Si hoy nos quejamos del frío, ¡imaginaos en aquella época, que no había ni calefacción!
A pesar de la resistencia de las autoridades, la Hansa consiguió controlar el mercado de las pieles, estableciendo una sede, a modo de frontera (20), en Rusia , que pasó a ser una “factoría” comercial (21), como si fuera el Mercadona de la época.
El siguiente destino será Noruega (22). Allí, se comerció con productos como vino y cereales, entre otros. Pero allí, lo que realmente destacaba, eran sus bancos de pescado, sobre todo bacalao seco. Los comerciantes de la Hansa, antes de nada, debían llegar a acuerdos y desplazar a los ingleses, que estaban antes establecidos. Una vez logrado, uno de los pactos fue con los pescadores, que les permitieron acceder a esos bancos de pescado a cambio de obtener mercancías a crédito (23). De esta manera, nació la segunda frontera de la Hansa, así como su segunda factoría siguiendo el modelo de Rusia.
La última frontera
El siguiente paso en la formación, será Inglaterra. Pero para poder acceder a su mercado y a sus urbes, primero debían formar parte de un acuerdo que tenían Colonia e Inglaterra, donde a cambio de meter mano (figuradamente) al mercado, los hanseáticos debían pagar el mantenimiento de una de las entradas a Londres. También aceptaron apoyar con barcos al rey inglés en caso de guerra. Es decir, un típico «tu me rascas la espalda, y luego yo te la rasco a ti». Una vez que este problema quedó solucionado, los hanseáticos pudieron comerciar con cierta libertad en Londres. ¿Qué se buscaba allí? Lana, de una gran calidad, para elaborar prendas. Por ello, en esta «polis» se crearán …. otro Carrefour (factoría) y otra frontera.
Pero la lana sin más no sirve; se debe convertir en prendas. De ahí que se trate con Brujas, cuya “industria” era importante. También, su capacidad para obtener grano de ciudades vecinas. Hay que tener en cuenta que el grano era una de las principales materias para elaborar alimentos. Así, el control del grano era siempre importante. Además, Brujas era un centro comercial, donde mercaderes de toda Europa (incluso la Península ibérica e Italia) llegaban a un famoso mercado (como una feria medieval) para intercambios, acuerdos, presentar y promocionar productos. Como si fuese el IFEMA de Madrid, pero mucho más grande (24).
Esta magnífica situación entre los siglos XII y XIV, cambiará en el siglo XIV, cuando la Peste Negra, algunas hambrunas y una guerra con Dinamarca den un vuelco a la situación de la Hansa (25). Pero ésa, ya es otra historia.
Curiosamente esta historia la sé por un juego de ordenador que se llama Patrician 3 y que trata del tema del que estáis hablando. Es más, incluso uno de los mapas que usáis es del juego. Lübeck era la ciudad de inicio estandar. Así que me ha hecho mucha ilusión. Gracias.