.Todos conocemos y tenemos grabada en nuestra retina la llegada del hombre a la Luna en julio de 1969 a bordo del Apolo XI, gran proeza de la todopoderosa USA. Pero pocos se imaginan que la carrera al espacio comenzó años antes: en 1936. Y mucho más lejos de la gran potencia americana: en España. La que pudo ser una historia de logros para nuestro país comienza con el ingeniero, Emilio Herrera, y sus inventos (1). Un hombre que llegó a reunir multitud de títulos científicos y técnicos. Fue nombrado experto internacional de aviación por Naciones Unidas y llegó a ostentar la presidencia de la República en el exilio.
Los comienzos de un genio. Los orígenes de Emilio Herrera, el gran ingeniero
Desde muy temprano se interesó por las ciencias, y eso hizo que después de probar sin éxito la universidad, ingresara en la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara. Allí, Emilio Herrera demostró su capacidad para la ciencia, en especial para la aeronáutica. Eso hizo que llegara a ser uno de los pioneros en el terreno de los viajes espaciales al convertirse en el inventor del primer traje espacial.
Por aquella época ya se estaban llevando a cabo pruebas de ascensión en globo aerostático, y Emilio Herrera siempre estuvo pendiente de los avances en este campo. Pero el paso definitivo lo dio cuando el piloto de globo Benito Molas murió por asfixia al alcanzar los 11.200 metros de altitud (2). Este hecho hizo a nuestro ingeniero idear un traje espacial que pudiera proteger al piloto en su subida y mantener unas condiciones adecuadas para realizar con éxito su viaje.
Todo preparado para surcar el espacio: el mayor de los inventos de Emilio Herrera, el traje espacial
En 1936 todo estaba listo. Emilio Herrera había dado con la clave para conquistar la estratosfera. Después de muchos cálculos logró inventar lo que él llamó la “escafandra astronáutica”. Era un traje espacial que contaba con todos los elementos que aún hoy siguen incorporando estos trajes. Para que no volviera a pasar como en 1928, el traje constaba de tres capas que protegían al cuerpo de la bajada de temperaturas, pudiendo mantener la temperatura corporal incluso si en el exterior se alcanzaban los -79ºC. La escafandra incorporaba un micrófono para comunicar cualquier problema y también unos cristales especiales para protegerse de los rayos ultravioletas. Además de otros elementos, como un sofisticado sistema de respiración.
Según sus cálculos, el traje estaba en condiciones perfectas para alcanzar 20.000-25.000 metros de altura (3) sin que el piloto sufriera ningún daño. Y se dispuso a probar el invento (4). ¿Con qué pretendía alcanzar tal altura? Por increíble que parezca, con un globo aerostático de barquilla abierta. Y el elegido para tal hazaña fue el globo Hispania.
Una guerra que acabó con todo
Pero todo quedó arrasado por el comienzo de la Guerra Civil ese mismo verano de 1936. Emilio Herrera no pudo conquistar el espacio y todo quedó perdido; hasta el Hispania, cuya envoltura sirvió para que se fabricaran impermeables para las tropas. En eso quedó toda esta aventura que había despertado el interés y creado grandes expectativas en los contextos aeronáuticos de diversos países (5).
Las consecuencias de la guerra: el exilio
Emilio Herrera, fiel a la República, tuvo que exiliarse a Francia en 1939. Y de esta forma el país volvió a perder una mente privilegiada, un prodigio para la ingeniería y un creador de inventos. Como tantos otros personajes que acabaron por dejar huérfano a un país que había sido puntero en ciencia, cultura, pensamiento… Y es que nuestro ingeniero formó parte de la Generación del 1914 (6), aquella en la que se encontraban los científicos e intelectuales que apostaban por una modernización de España para equipararla con el resto de Europa. Como suele pasar en estos casos, los países que acogieron a estas personalidades sí supieron ver el potencial que tenían y valoraban su trabajo. Y en el caso de Emilio Herrera, pudo vivir durante su exilio en París de sus patentes e inventos, (entre otros un flexicalculador para resolver funciones matemáticas y un sistema de doble proyección geográfica).
¿Trabajar para la NASA?
Incluso la NASA le propuso trabajar con ellos, pero no llegaron a entenderse bien y el español declinó la oferta. Según se contaba en la prensa de la época, Emilio Herrera se negó a trabajar con la NASA porque no quisieron ceder en una petición suya: que tras alunizar, junto con la bandera norteamericana, se colocara también la española. Esto no impidió que la agencia le reconociera su trabajo. Incluso Neil Armstrong tuvo unas palabras para el precursor del traje espacial y le rindió homenaje entregando unas rocas lunares a su familia (7). Desgraciadamente, Emilio Herrera, inventor del traje espacial, no pudo ver esa llegada a la Luna, ya que murió dos años antes de la llegada.
Lo que pudo haber sido
¿Qué hubiera sido del destino de nuestro país si la Guerra no hubiera tirado por la borda ese proyecto de subir a la estratosfera en traje espacial? Quizás hubiera sido nuestra bandera la que ondeara en la superficie lunar, y quizás hubiéramos sido reconocidos en todo el mundo por nuestra hazaña. Y, sin embargo, hoy ni siquiera conocemos quién se esconde detrás del nombre de Emilio Herrera Linares, el ingeniero creador de inventos y del traje espacial.
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