Durante el siglo XVIII, la política española al cargo de la nueva dinastía real (1), varía por completo respecto a los siglos anteriores. Dicho siglo, se caracterizará por el papel principal de los nuevos Secretarios Reales e ilustrados del momento, que llevarán a cabo innumerables reformas políticas mientras lidian con la enajenación mental de algunos reyes (2). Entérate de las luchas internas por el control de los monarcas y las puñaladas traperas para ascender en la corte. En este artículo nos centraremos en la figura del Marqués de la Ensenada.
La España de Fernando VI (1746-1759)
Marcado por una infancia difícil, de “carácter indolente y débil” (3), recibió una educación básica. Sus capacidades intelectuales eran limitadas. También tuvo que lidiar con su madrastra (4), hasta el punto que fue apartado de cualquier intervención o tarea de Gobierno. Por si fuera poco, la sombra de la locura siempre acechaba sobre el hijo de Felipe V.
A falta de una predisposición natural para reinar, Fernando VI supo elegir extraordinarios ministros. Hombres capaces de hacer funcionar la maquina del Estado mientras el rey practicaba la caza o disfrutaba de la música; aunque también tenía “otras” aficiones”, tales como correr en ropa interior por palacio, fingir ser un fantasma ¡uhh, que susto! o morder a sus invitados. (5)
¡Cosas de Borbones!
Intimidades aparte, su reinado se caracterizó por la posición neutral en política exterior y la reconstrucción interior del país. Eso sí, todo realizado por su gobierno de ilustrados.
El Ministro “estrella” de la Corte – El Marqués de la Ensenada
Zenón de Somodevilla y Bengoechea, más conocido como el Marqués de la Ensenada, procedía de una pobre familia hidalga de La Rioja. Nunca pisó una Universidad ni ejerció como profesor, mucho menos como Catedrático (6); aunque no le haría falta, ya que se convertiría en un “viejo zorro”, extremadamente astuto.
José Patiño
Fue reclutado por José Patiño (7) y puesto al servicio de la Corona en el Ministerio de Marina. Gracias a su magnífica organización naval en la reconquista de Nápoles (8), obtuvo el título de Marqués (9). A partir de este momento, protagoniza un ascenso meteórico en la corte, hasta el punto que los cargos y títulos “se le empiezan a caer de los bolsillos” (10), llegando a ser conocido como el “Ministro Universal”.
Y sus espías
El reinado de Felipe V sirvió a Ensenada para entender a la perfección los entresijos y el funcionamiento de un gobierno repleto de ilustrados. Tan solo se trataba de crear una amplia red clientelar interna, fichar a unos cuantos espías que te mantuvieran informado, y sobre todo, tener a los reyes de turno más contentos que unas castañuelas. Así que el afamado Marques se tomó al pie de la letra las indicaciones citadas, y bajo el reinado de Fernando VI, desarrollaría sus exitosas políticas ilustradas y progresistas, muchas de las cuales perduran hasta nuestros días.
Un Gobierno de coalición con el Marqués de la Ensenada
La peculiaridad de este momento histórico recae en el doble gobierno de españoles que Fernando VI llevó a cabo. Por un lado, el Marqués de la Ensenada se encargaría de los asuntos interiores de España, mientras D. José de Carvajal y Lancaster (11), lo haría de la política exterior. Es aquí cuando los dos grupos de poder: Ensenalieber y Carvalieber (12), comienzan a gobernar, siempre a las órdenes de los dos grandes Secretarios.
Ahora bien, Carvajal tenía una posición nobiliaria muy superior a Ensenada (13) y lo acogería bajo su protección, sabedor de su eficacia política. Eso no quita que ambos Ministros no se soportaban y representaban opciones políticas distintas (14). Aun así, consiguieron poner en marcha un proyecto político reformista. Orientado a salir del aislamiento internacional, y principalmente, a la lucha contra la corrupción y la conspiración política de la vieja nobleza desplazada (15) Aunque la última opción no salió muy bien que digamos….
Reformas… – Qué hizo el Marqués de la Ensenada
Tras La paz de Aquisgrán (16), había “guita” de sobra para invertir en nuevos proyectos y Ensenada gozaba de su mejor momento en la corte. Protegido por Carvajal y cercano al círculo más íntimo de la reina, era el momento perfecto, así que El Marqués presenta su Representación (17) ante Fernando VI. Destaca la reforma de Hacienda, que sería lo primero en “meterle mano”. Ensenada decía: “el fundamento de todo es el dinero” (18), por lo que a través de la Única Contribución (19) se las ingenió para recaudar más, aunque a como de costumbre, la nobleza no estaba de acuerdo con tal medida.
«Papá Estado»
También presentó su famoso Catastro, la abolición de las rentas provinciales y la supresión de los intermediarios en las transacciones económicas (20). Ahora, el principal protagonista era el Estado español, que invertía en la construcción de las primeras carreteras del país, en infraestructuras e incluso creo una nueva marina naval (21).
El Marqués de la Ensenada y el Concordato
Pero de lo que más orgulloso se sentía D. Zenón, sería del Concordato (22) alcanzado con la Santa Sede de Roma. Dicho acuerdo sería el inicio de su final en la corte, pero él no lo sabía todavía. Todo el mundo conocía las astucias y secretismos del “En si nada”, pero tan secreto fue el “abrazo” con el Vaticano, que no se enteró ni Portocarrero, embajador en Roma, ni obviamente el otro Ministro de Estado, Carvajal (23). Como era de esperar, la sombra de la sospecha cayó sobre D. Zenón y D. José de Carvajal “ya no lo miraría con los mismos ojos”.
“Zenón, agárrate que vienen curvas”
Con Ensenada en la cima política, Carvajal mueve ficha y su red clientelar comienza a atacar sutilmente al Marqués. El embajador inglés, Benjamin Keene, comienza a distribuir por la corte la visión de que el rearme naval de Ensenada esconde tintes de guerra contra Inglaterra; incluso llega a llamarlo “enemigo de Inglaterra” (24). Además, el mayordomo Real (25), un auténtico pro Carvajal, ya se encargaba de envenenar la débil mente del rey. Zenón empezaba a estar en serios apuros…
«El que faltaba para el duro»
Por si fuera poco, entra en escena el que debería haber sido uno de sus “salvavidas”, el embajador francés Enmanuelle Felicitté (26). Tan entregado estaba en su papel por reforzar una alianza con Francia, que acabó dejando al Marqués “con el culo al aire”. Finalmente los dos embajadores actuaron como piezas desestabilizadoras. El inglés distribuyendo rumores por la corte y el francés, actuando públicamente como un exacerbado “lameculos”, dejaron el camino libre para asestar el golpe de gracia a “En si nada”.
Torres más altas han caído
En muy poco tiempo Ensenada “no sabe ni por donde le vienen”, hasta que se encuentra en una corte rodeado de ingleses nombrados por Carvajal. Demasiados enemigos, demasiado cerca. Aunque estaba con el agua al cuello, relativamente podía estar tranquilo, ya que gozaba de la confianza de los reyes y seguía manteniendo su posición neutral contra Inglaterra (así podía seguir construyendo barcos).
Calma tensa acechando al Marqués de la Ensenada
La calma tensa que se vivía en la corte de Fernando VI finalmente estalla. La inesperada muerte de D. José de Carvajal y Lancaster, sería el detonante perfecto para poner al Marqués de la Ensenada “a los pies de los caballos”. Todos los “ensaliebers” cambiaron de bando y ficharon por los continuistas de Carvajal (27), hasta los reyes cambiaron de parecer respecto de D. Zenón. Vamos, que perdió el favor real
Los conjurados buscaban una argucia legal para deshacerse de Ensenada, pero como no la encontraron, ¡se la inventaron! Todo un clásico en la política española
“(Dis) culpa, majestad”
En una corte dominada al completo por los conjurados, el embajador inglés (28) divulgó el rumor de que tenía la “prueba” (29) en la cual, Ensenada había dado órdenes ofensivas a la armada de La Habana contra Inglaterra (30). Tales acusaciones llegaron a oídos del rey de Inglaterra, junto con la carta de reclamación formal (31) entre Estados. ¡Qué Chorprecha!
Al día siguiente, el rey ya no recibió a un auténtico “En si, nada”, que esperó paciente una audiencia que nunca le llegó. Al anochecer, llegando a casa, le esperaban las tropas del rey junto con la orden de arresto: “hacer la guerra sin conocimiento del rey, un delito de alta traición” (32).
Un destierro dorado – El final del Marqués de la Ensenada
Zenón de Somodevilla y Bengoechea sería desterrado en Granada y años más tarde fue trasladado al Puerto de Santa María, donde se pondría «fino» de tortillitas de camarones mientras esperaba en silencio y pacientemente la llegada de Carlos III, el rey amigo que le había hecho Marqués.
Más artículos muy interesantes en Khronos Historia