Celebrar los títulos del Real Madrid y Atlético de Madrid en torno a una fuente, se ha convertido en una costumbre muy arraigada en nuestra sociedad, sobre todo en la capital con Cibeles y Neptuno respectivamente. Pero… ¿sabemos por qué existen estas fuentes? ¿Estos equipos festejaron siempre sus triunfos en estos lugares? Probablemente, podríamos responder a todo «sí, gracias a ‘La Lideresa'», o «sí, gracias al ‘Movimiento del Cambio'», pero demos una oportunidad (más) a la Monarquía, a la Ilustración, y al siglo XX.
Carlos III, el Florentino Pérez del siglo XVIII
En el marco del tercer centenario del nacimiento de Carlos III, considerado como el «Mejor Alcalde de Madrid», recordamos las maniobras del primer huésped del Palacio Real, que hicieron posible que hoy ambos enclaves no falten de nuestras cámaras e historias de Instagram.
En primer lugar, Carlos, todo un señor madrileño, al ser rey de Nápoles, de Sicilia, posteriormente también de España, y ostentar (en su tiempo libre) los ducados de Parma y de Plasencia, al llegar a Madrid de su interrail no podía consentir una ciudad con poca iluminación, suciedad, atracos nocturnos, y cerdos paseando libremente (1).
Su Majestad católica (2), hizo lo que todo buen señor haría: ¿ahorrar dinero en Suiza y en caso de juicio mencionar a su esposa? ERROR. Porque como buen ilustrado y persona viajera, trasladó las virtudes urbanísticas de otras grandes capitales a Madrid(3), acicalando la ciudad con multitud de obras (4). Por consiguiente, como el Ser Superior, tiró de chequera para formar un equipo de galácticos formado por Hermosilla y Sabatini entre otros (5).
La construcción de las emblemáticas fuentes
La V doble formada por Ventura y Villanueva se encargó de las fuentes de Cibeles, diosa frigia (6) asociada a la fertilidad y a ritos recomendados para mayores de edad, sin olvidar los sacrificios taurinos(7), y de Neptuno, divinidad del agua, las tormentas, y las carreras de caballos (8).
Entonces, ¿por qué Cibeles y Neptuno? La Ilustración no se reduce a la guillotina y a Rousseau, sino que también a una búsqueda e intercambio de conocimiento mediante los viajes y el interés hacia otras culturas (9) que dieron lugar nuevo revival de la cultura clásica, que volvió a ser tendencia con el neoclasicismo(10).
Como resultado, con estas dos fuentes entre otras iniciativas, Madrid definió parte de su esencia monumental; pero, ¿qué pasa con el fútbol?
Un vaso es un vaso y un plato es un plato, pero no siempre fue así
Con las bodas de oro del Atlético de Madrid, el presidente del club y su antecesor, optaron por un trofeo con un emblema representativo de Madrid y eligieron, en este caso, a la diosa Cibeles (11).
Además del caso anterior, en el club blanco ocurrió algo semejante: con las bodas de platino, el alcalde (con Florentino Pérez que por entonces era un jovencísimo concejal de medio ambiente) recibió a Santiago Bernabéu en un acto donde se entregó una reproducción de Neptuno, otro de los emblemas de la ciudad(12).
Efectivamente, de haber continuado esta tendencia, podríamos haber visto a Sergio Ramos con el tridente de Neptuno y a Gabi en el carro de Cibeles. Sin embargo, hubo acontecimientos que cambiaron el curso de esta historia.
En primer lugar, en el Mundial de México, Butragueño consiguió el triunfo contra Dinamarca, en un período de elecciones, que acabó los aficionados en Cibeles a grito de “¡Oa, oa, oa, el buitre a la Moncloa!”(13). Por otro lado, las victorias de Madrid y Atlético en los 90s, y sus correspondientes atascos del tráfico en la capital, acabaron por consolidar a Neptuno como lugar colchonero y a Cibeles como feudo merengue (14).
En conclusión, Madrid recorrió un camino que le llevó de ser «todo campo» a una gran ciudad, y a tener dos fuentes que forman parte del imaginario colectivo a través de un deporte, el fútbol, que posee tanto sentido del humor como los chistes del bético Joaquín.