Que España es un país maldito es una realidad. Demasiada mala suerte o malas decisiones, según se vea, malos gobernantes, gentes sin acción, y acciones sin la gente oportuna. En lo que respecta a la página de hoy, donde hablaremos de la maldición del Romea, la brujería siempre ha ocupado una parte entrañable de nuestra sociedad, no hace falta más que darse un pequeño paseo por Granada para contemplar las continuas amenazas de futuro hacia aquellas personas hábiles a la hora de esquivar ramas de olivo. –Mal futuro te veo-. A ver como sigues andando igual de digno y sin preocupación. -Como lleve razón… qué me costaría darle un euro, piensas-. Pero sigues.
Lejos de la rama de olivo, hay otro tipo de creencias relacionadas con maldiciones o brujería. Sin ir muy lejos, todavía cada Viernes Santo algunas abuelas o madres, enseñan rezos para quitar el mal de ojo. Lo cual nunca me ha llamado la atención. Sin embargo, una de las cosas que sí lo han hecho son las leyendas, alimentadas por la sociedad hasta el punto de sobrevivir durante más de cien años.
Sin ninguna veracidad histórica, más que la transmisión oral o algún hecho relacionado, se desarrollan junto al crecimiento de la ciudad. Dan un pequeño halo de luz a la zona y despiertan el interés de personas que, al igual que yo, creen que aunque su autenticidad no sea científica, hacen que formen parte de la historia e interés de una ciudad.
A mediados de los años treinta del siglo XIX, se aprueba en España la conocida desamortización de Mendizábal, declarándose propiedad nacional los distintos bienes, derechos y rentas de comunidades religiosas, lo que afectaría tanto al clero regular como secular(1). Con el objetivo de que estos terrenos salieran a subasta popular y pudieran ser- que no lo fueron- aprovechados tanto para la recaudación de dinero al Estado como en beneficio del campesinado.
En este contexto, en la ciudad de Murcia, se llevó a cabo la expropiación de los terrenos eclesiásticos pertenecientes a los monjes dominicos, donde a día de hoy se sitúa la plaza de Santo Domingo y la plaza Julián Romea, antiguo cementerio dominico.
Uno de los intereses que tenía ocupar este espacio sagrado era la construcción de un gran teatro para la ciudad de Murcia, el cual pasaría a llamarse, años después, Romea, en nombre del actor murciano. Sin duda, la construcción de un edificio de tal características daba un salto de calidad a la ciudad de Murcia, llegando asistir la reina Isabel II a su inauguración (1)
La Iglesia maldijo al Romea
La construcción de este nuevo edificio en el centro de la ciudad no fue bien recibida por los monjes que habitaban en Santo Domingo. Ofuscados, como no podía ser de otra manera, por la retirada de terrenos que poseían alrededor del monasterio y la profanación del territorio sagrado, cuenta la leyenda que uno de ellos llegó a maldecir el teatro murciano -con la Iglesia hemos topado-. La maldición del monje dominico consistía en tres incendios. En el primero de ellos no moriría nadie. En el segundo morirían dos personas. Y en el tercero, con el teatro completamente lleno, moriría todo el aforo. Se lo tomo en serio el monje…
La leyenda de la maldición sobrevivió durante años en Murcia, hasta que tiempo después sucedieron dos incendios en el teatro. El primero tuvo lugar en 1877, a causa de un candil y donde no moriría nadie, después de la obra “Como empieza y como acaba» de José Echegaray (1). El segundo en 1899, durante la representación de una zarzuela y donde murió una persona, dando lugar a una fama sobre una leyenda que se extiende a día de hoy.
Desde ese momento, una de las leyendas más bonitas de Murcia sobrevive entre los conocidos del lugar. A consecuencia de los dos incendios anteriores, y con el miedo a un posible incendio que cumpla la maldición del dominico, el taquillero o taquillera siempre guarda una entrada sin vender, con el único fin de que el teatro nunca se encuentre completo de aforo y no pueda producirse la profecía del monje.
Después de 118 años de la segunda tragedia, la leyenda del teatro se ha desarrollado junto a él, dotándolo de una magia e interés que a día de hoy despiertan a los más curiosos cuando están situados frente al edificio. Incluso los más indiscretos quedan sorprendidos tras la confirmación en taquilla de la entrada sin vender.
Situado en el centro de la ciudad, es uno los teatros más importantes y famosos de España. Uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad de Murcia. Late en cada función. Deja sorprendidos a los más pequeños cuando, plantados ante él, oyen la leyenda dominica. Y a sus 155 años, con su butaca reservada, sigue vivo junto a una maldición que, espero y deseo, lo acompañe durante muchos años.
[…] The Theater in fire (Source) […]
[…] especialmente que se partiera de una leyenda bien conocida en la ciudad y que os vamos a dejar por aquí por si queréis conocerla en […]
Gracias Javier por el artículo. No tenía ni idea y me ha despertado la curiosidad.
Gracias a ti por leerlo. Es una de las leyendas más bonitas de Murcia, me alegro de que te haya transmitido.