Charles-Édouard Jeanneret, conocido como Le Corbusier, es uno de los arquitectos, urbanistas y teóricos más importantes del siglo XX. Su arquitectura, junto con la de Mies van der Rohe en Alemania o Frank Lloyd Wright en Estados Unidos, revolucionó la arquitectura. Su Ville Savoye (1929), construida en las afueras de Paris, se convirtió en un manifiesto de la arquitectura moderna en todo el mundo.
Lo que no muchos conocen es que Le Corbusier, además de diseñar casas, diseñó también un automóvil. Y más aún, en medio de una polémica, que se encuentra sin resolver hasta el día de hoy, se declaró el autor de un innovador diseño que, según él, derivó en el “Escarabajo” de Volkswagen, que aún hoy podemos encontrar en las carreteras del mundo.
La fascinación por las máquinas de Le Corbusier
La relación del arquitecto con las máquinas podría situarse en su primera infancia. Hijo de un relojero, Le Corbusier transcurrió sus primeros años de vida en Suiza, trabajando para su padre en la mecánica más sofisticada de los relojes de mano. Sabía a la perfección cómo ensamblar y diseñar estas diminutas máquinas. De hecho, él mismo afirmó haber querido ser relojero antes que arquitecto. Profesión que tuvo que abandonar, por problemas de vista (1).
Automóvil, la máquina moderna por excelencia
En su libro Hacia una arquitectura (2), el arquitecto realiza una gran crítica a sus colegas arquitectos. Afirma que la arquitectura era incapaz de llegar reflejar la modernidad que el mundo ya estaba viviendo. Y frente a ese problema, Le Corbusier planteaba una solución: estudiar la máquina automotriz (3).
Para Le Corbusier, en el automóvil estaba la clave para hacer de la arquitectura una representación digna de su época. El automóvil había logrado lo que la arquitectura aún no: ser la expresión de la modernidad. El automóvil era eficaz y preciso. Y, por eso, debían estudiarlo para luego poder traducir estos conceptos a la arquitectura moderna.
¿Qué tienen en común el Partenón y el automóvil de Le Corbusier?
Siguiendo su propio consejo, Le Corbusier puso manos a la obra y comenzó un estudio exhaustivo del automóvil. Y llego a un gran descubrimiento. Había un edificio que presentaba similitudes con las virtudes del automóvil: el Partenón griego (4).
Tanto el automóvil como el Partenón, según Le Corbusier, son la representación del elogio a la norma, a la belleza y a lo esencial. Convirtiéndose en ejemplos de lo que la búsqueda de la perfección puede generar.
Cerca… pero no iguales
Avanzando en su análisis, el propio Le Corbusier va a admitir que, aunque tengan cosas en común, el gran templo griego y la maquina cinética no son iguales (5).
El Partenón es un edificio construido a partir de un sistema de proporciones. Esto hace que la obra sea bella por ser armoniosa y perfecta. El automóvil es el invento que más cerca está de ese proceso en busca de perfección, pero no es perfecto aún.
Mientras que el Partenón es un producto de selección terminado, el automóvil está en marcha hacia el progreso.
De la belleza griega a la belleza industrial
Es interesante que el proceso racional de selección, en el automóvil, no se da de manera consciente, sino que es una necesidad que genera la misma industria. Los tiempos del mercado hacen que la industria se vea obligada a estandarizar. Y, en ese proceso, buscar diseños eficientes que respondan de la mejor manera a las necesidades del mercado.
Estos procesos necesarios de estandarización pueden llegar también a generar belleza, como en el Partenón. Porque son procedimientos necesariamente prácticos, intencionados y proporcionados.
“¿La belleza? Existe siempre cuando hay una intención y medios proporcionados a ella, la proporción no cuesta nada al propietario, sólo al arquitecto (…) el corazón sólo se conmueve cuando se satisface la razón y esto sucede cuando las cosas se calculan. Hay que enorgullecerse de tener una casa práctica como una máquina de escribir.” (6).
La casa es una máquina de habitar
La analogía entre automóvil y arquitectura encontró su máxima expresión en la propuesta teórica de “La casa Citrohan” (1921) (7). Era una casa concebida literalmente como un automóvil.
Esta casa es un prototipo (8), una idea. Es por eso que nunca se construyó. Aunque su teoría permitiría la construcción de casas posteriores como por ejemplo la Casa Curuchet en Argentina (9). “La casa Citrohan” consistía en dos muros paralelos que servían de estructura y luego, un entrepiso que generaba la idea de distintos lugares dentro de un mismo espacio en toda la casa.
Así como en el automóvil, el “chasis” sostiene el motor y la carrocería, en “La casa Citrohan”, la planta de arquitectura es el chasis de la casa. Arquitectura y automóvil se volvían sinónimos en este diseño vanguardista.
Le Corbusier diseña casas… ¡y automóviles!
La fascinación de Le Corbusier por el estudio del automóvil como fuente de progreso lo llevo a diseñar él mismo un automóvil. Su diseño se llamó “Voiture Mínimum” y se presentó en el concurso de diseño patrocinado por la Société des Ingénieurs de l’Automobile (SIA) de Francia, en el año 1936 (10).
Este auto costaría no más de 8000 francos y sería un “coche del pueblo”. Es decir, pensado para satisfacer con “un vehículo mínimo una funcionalidad máxima” (11). Sería muy pequeño, transportaría a cuatro personas. Además, seria ligero, eficiente, fácil de conducir y rápido de fabricar.
Fuente de polémica
Si bien el diseño del “Voiture Mínimum” se presentó en el concurso de 1936, Le Corbusier presentó un dibujo y planos, con fecha de 1928. Alegando que ese diseño había surgido en conjunto con proyectos arquitectónicos, como el prototipo de la casa Citrohan. (12). De ser cierta esta fecha, el diseño de Le Corbusier seria anterior al del Volkswagen “Tipo 1” del año 1925 (13). Sí, también conocido como “escarabajo”, uno de los automóviles más populares del mundo.
El teórico Antonio Amado Lorenzo ha revivido la polémica al estudiar el caso en detalle y plasmándolo en un libro. Él mismo afirma, tras un análisis exhaustivo, que no existe un sólo documento que avale la fecha 1928 como origen del diseño de Le Corbusier (14).
Este reciente análisis cambia el orden de la historia y pone al Volkswagen como inspiración del “Voiture Mínimum” y no al revés, como tantos años se creyó.
Una nueva vida para el auto de Le Corbusier
En 1987, gracias a Giorgetto Giugiaro (fundador de la casa de diseño de Turín Italdesign), el diseño en papel del “Voiture Mínimum” se construyó a escala real (15). El automóvil no puede conducirse, pero constituye la primera muestra de estudio que permite ver la precisión, elegancia del diseño y sobre todo optimización de las formas del espacio.
Hoy en día podemos ver una réplica del automóvil en el Museo del Motor Londres y otra en el Museo Lane de Jeff Lane en Nashville, Estados Unidos. Y se espera, próximamente, poder construir un nuevo modelo que se pueda conducir (15).
“Si el problema de la vivienda se estudiase como un chasis, se vería mejorar y transformarse rápidamente nuestras casas. Si las casas fuesen construidas industrialmente, en serie, como los chasis, se vería surgir, rápidamente formas inesperadas, pero sanas, defendibles, y la estética se formularía con una precisión sorprendente” (16).
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