Todo el mundo tiene una idea en la cabeza sobre los indios de Norteamérica, los amerindios, (en especial los de las praderas). Es debido a las películas americanas que todos hemos visto (o dormido) en la tele un sábado por la tarde: guerreros con grandes tocados de plumas montando a caballo, cazando bisontes, viviendo en tipis, de naturaleza violenta y traicionera, etc. Nada más lejos de la realidad. Por eso me gustaría arrojar algo de luz sobre una serie de mitos que tenemos gravados a fuego en nuestra mente.
¡No me planten totems en las praderas!
Una de las primeras imágenes que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en los amerindios de las praderas son los tótems (1). No es raro verlos en las clásicas películas de John Wayne. Pues bien, estos postes NO son de las praderas, sino de los indios de la llamada costa noroeste de Norteamérica (2). Para más inri, son elementos coloniales, es decir, que los empezaron a tallar en el siglo XIX, cuando llegaron los rusos y los ingleses. Así que, démosle un tirón de orejas a Hollywood y a todos aquellos que se dejaron llevar por su mensaje para ilustrar cualquier libro, anuncio, etc. Por favor, no me planten tótems en los poblados de las praderas.
La pipa de la paz
Como los totems, el otro gran clásico del cine americano es la famosa pipa de la paz. En realidad era una especie de altar portátil que se utilizaba en casi todas las ceremonias, ofreciéndose a los cuatro puntos cardinales. Más que la pipa de la paz era la pipa sagrada de los amerindios.
¡DROGAS!
Ahora que he conseguido mantener tu atención, lamento informarte de que en las praderas no existían psicotrópicos. La única forma de colocarse (todo ello en un contexto ritual; no se iban de rave a meterse porque sí), era mediante la autotortura. No comer ni beber durante días, meterse en la cabaña de sudar, o infligirse daño físico durante el ritual.
Así, por ejemplo, los sioux, durante la Danza del Sol (3), primero estaban cuatro días sin comer, luego se purificaban en la cabaña de sudar, y finalmente se traspasaban los músculos pectorales con un gancho de hueso que se ataba a una cuerda atada a un poste alrededor del cual bailaban hasta que la carne se desgarraba. ¡Y vaya si era efectivo! Vamos, así cualquiera ve hasta unicornios. El objetivo de este autosacrificio, aunque parezca «ultramacabro», era pedir el bien para la comunidad. Es más, para ellos sigue siendo un honor ser un danzante en este ritual.
La choza de Di Caprio
Si bien los amerindios eran grandes cazadores de bisontes (o búfalos, como prefieras llamarlos), de los cuales aprovechaban hasta las pezuñas y los tendones, también había grupos que cultivaban maíz, calabaza y frijol. Estas tribus vivían en casas de troncos cubiertas de tierra; muy diferentes del clásico tipi indio. Ejemplo de ello lo vemos en la película El Renacido, en la que, aparte de ver a Leonardo Di Caprio pasarlo muy mal, aparecen de pasada estos poblados.
Little Big Horn o la gran cagada del general Custer
Si sabes algo sobre la conquista del Oeste americano, la batalla de Little Big Horn te sonará. Fue una de las pocas grandes victorias militares de los amerindios en todo Norteamérica. Pero todo se debió a que el general yanqui era un «cagaprisas» y, por querer llegar el primero, los indios le acorralaron y mataron a toda la columna militar, incluido el propio general Custer (4). Sin embargo, los nativos no consiguieron ganar la guerra. Cuando llegó el resto del ejército estadounidense, el ejército indio no tardó en caer. De hecho, este episodio fue tan humillante que jamás se lo han perdonado a los nativos norteamericanos.
Gerónimo no llevaba plumas. Los verdaderos amerindios
Volviendo a los tópicos hollywoodienses sobre estos nativos, películas como La Diligencia de John Ford popularizaron el desierto de Arizona para el rodaje de otras muchas películas de indios. Así, nos podemos encontrar nativos del desierto con grandes tocados de plumas viviendo en tipis, elementos más propios de las praderas. La imagen del amerindio emplumado se extendió a todos los nativos norteamericanos (menos los esquimales, claro). Sin embargo, esta estereotipación ya había sido creada por los medios estadounidenses con anterioridad. Lo que hizo Hollywood fue proyectarla aún más. Ejemplo de ello fue el propio Gerónimo, ya que cuando le llevaban a las ferias estatales, le obligaban a hacerse fotos con estos tocados. Pues bien, que quede claro, y lo grito los cuatro vientos: ¡Gerónimo no llevaba plumas!
Estos han sido algunos de los tópicos que el cine y la prensa americanos han difundido durante más de dos siglos al resto del mundo, creando una imagen distorsionada de los amerindios. En las últimas décadas, se han ido haciendo películas más fieles a lo que fue la realidad histórica, por ejemplo: El Último Mohicano o El Renacido. Sin embargo, 200 años de machaque continuo con imágenes estereotipadas han hecho mella en el imaginario colectivo mundial. Por eso creo necesarias estas aclaraciones básicas y urgentes, para que veas, querido lector, que la realidad de los indígenas de Norteamérica era mucho más compleja de lo que nos han hecho creer en las películas.
*Fuente imagen destacada
[…] Mitos sobre los nativos americanos […]
Los amerindios que llevaban plumas eran del sur de EEUU, estaban influenciados por los aztecas que se ataviaban con muchas plumas.