Chicago, 1929. Mafia italoamericana. Odios, envidias y arribismos. Tal vez no sea en estas cosas en las que pensamos, al menos en un primer momento, cuando alguien nos habla del 14 de febrero, del Día de san Valentín. Pero en realidad tiene tanto que ver con esta fecha, que acabaría bautizándose con este nombre tan amoroso, a la par que comercial, a una de las matanzas más famosas de los Estados Unidos de Norteamérica, cometida por la mafia de Chicago.
El senador Andrew Volstead tomó la parte por el todo. Quería una ley con su nombre y la tuvo. No era consciente de lo que se le venía encima
Pero no nos adelantemos. Vayamos al principio de todo. En la ciudad más importante del Estado de Illinois: Chicago. El senador Andrew Volstead (1) impulsará una ley, que oficialmente llevaba su nombre, en la que se promovía la prohibición de fabricación, consumo, transporte, importación, exportación y consumo de licores intoxicantes o bebidas alcohólicas. Esta ley, conocida en la calle como ley Seca, se aprobaría en enero de 1920,
¿Pero de donde venía este odio por los consumidores y fabricantes de alcohol? Podría decirse que surgió tras el incidente de Hull House (2). Un inmigrante italiano, alcohólico, llegó a su casa con intención de acostarse con su mujer embarazada. Ella se negó. El resultado fue una enorme paliza que hizo que el niño naciera con deformaciones. Inmediatamente, el pequeño fue abandonado por sus padres. Las malas lenguas, y la imaginación, aseguraron que el niño nació con forma de demonio.
Los hombres, alcoholizados, se dedicaban a dar palizas a sus mujeres. Mientras, se gastaban su escaso sueldo en bebida
Este niño sería llevado a Hull House, donde se recibía a los niños abandonados. El hecho, sacó a la luz otros episodios similares, denunciados por otras mujeres. Además de otros casos en los que se aseguraba que los hombres dilapidaban su sueldo en alcohol. Nacería así el llamado Movimiento por la Templanza (3). Un grupo capaz de atacar tabernas con hachas y destrozar todas sus botellas.
Ese fue el caldo de cultivo para que el senador Volstead tuviera la feliz idea de prohibir cualquier tipo de contacto, o negocio con el alcohol. Creyendo seriamente que de ese modo todo se solucionaría. Pero nada más lejos de la realidad. La ley no terminó con el consumo del alcohol, ni con las borracheras, ni con las palizas. Tampoco con la ruina de los enganchados al alcohol. Lo que sí produjo fue la aparición del contrabando y, por ende, del crimen organizado, la mafia de Chicago.
Los más importantes mafiosos de la época se colocaron en la cabeza de los diferentes grupos de hampones de la mafia de Chicago
Estos grupos criminales fueron encabezados por algunos de los más importantes mafiosos ―hombres de honor y benefactores para muchos― del país en general, y particularmente de la mafia de Chicago.
Las dos grandes cabezas de la mafia de Chicago, O´Banion (4) y Torrio (5)―el jefe de Al Capone―, intentaron hacerse más ricos que el otro. La mejor forma de conseguirlo era acabar con todos sus enemigos. Quedarse con el monopolio del tráfico ilegal de alcohol.
Tras varios dimes y diretes, O´Banion apareció ahogándose en su propia sangre. Son cosas que pasan. Su puesto sería ocupado inmediatamente por dos de sus chicos: Weiss y Bugs. Estos, enfadados por lo ocurrido no tardaron de cargar las tintas y las metralletas automáticas contra el supuesto asesino de su jefe. Un hampón llamado Al Capone, de lo más selecto de la mafia de Chicago.
Al Capone se pone al mando cuando su jefe inmediato pone tierra de por medio. Tenía necesidad de salvar el pellejo
La competencia se puso difícil, y Torrio, jefe tradicional de uno de los clanes, decide poner tierra de por medio. Para ello, coloca en su lugar a uno de sus lugartenientes. Este, claro, no podía ser otro que Al Capone, que además de ser respetado por sus hombres y temido por sus enemigos, era tenido en estima por la sociedad de la ciudad de Chicago. Pues al fin y al cabo, era uno de los hombres que se estaba jugando la vida por darles de beber. Y eso, cuanto menos, era para tenerlo en cuenta. La gente apreciaba, en el fondo, lo que hacía la mafia de Chicago.
Al Capone tenía claro cuál debía de ser su cometido. Terminar lo que ya había comenzado tiempo atrás; exterminar a sus competidores. No era nada personal, tan solo negocios. A Weiss le picó el billete rápido, sin mayores problemas. Sin embargo, Bugs se le resistía.Aunque, Al Capone recibió un soplo. La banda de Bugs se reuniría el día 14 de febrero de 1929 en un café, situado en el 2122 de la calle North Clark, para recoger el cargamento de alcohol.
Al Capone era respetado por los suyos. Temido por sus enemigos y querido por la sociedad que veía en él el mejor distribuidor del alcohol que tanto ansiaban
Todo estaba perfectamente planeado. Unos minutos antes de las diez y media de la mañana, un coche de la policía de Chicago se paró en la puerta de café. Nadie los esperaba, por eso no encontraron resistencia cuando entraron en el local.
Los hampones ya estaban colocados contra la pared, y el alcohol que acababan de recibir intervenido por la policía. Pero uno de los mafiosos se revolvió encarándose con uno de los policías por incordiarlos en un momento como aquél. Sobre todo teniendo en cuenta que ya habían pagado los sobornos a sus superiores. En ese momento, los policías, sin pronunciar palabra, comenzaron a disparar sus metralletas Thomson (6).
Todo fue un engaño llevado a cabo por Capone y sus hampones, ya que los policías no eran tales, sino mafiosos. Pero el marrano le salió mal capado al mafioso, pues su máximo enemigo, Bugs, aún no había entrado en el café cuando sus hombres entraron en él. Se había entretenido cortándose el pelo. Consiguió escapar de la matanza del Día de san Valentín.
Tras aquel error de bulto, Al Capone vio cómo su carrera en las filas de la mafia norteamericana se fue a pique. Perdió su apariencia carismática, y el favor de la prensa y de la gente de la ciudad, que ahora le acusaba de ser un mero pistolero. Su aura de santo laico se esfumó de pronto. Pues aunque todo el mundo consumía alcohol debido al contrabando, nadie parecía haberse parado a pensar en cómo llegaba aquél producto, ilegal, a sus manos gracias a la mafia de Chicago.
Al Capone pagó con once años de cárcel. Pero no por sus asesinatos o acciones criminales. Sino por evasión de impuestos
A pesar de esa caída de los cielos criminales, Al Capone no sería jamás juzgado por este episodio. Sino que sería encarcelado por algo tan mundano como la evasión de impuestos. Nadie se escapa de la hacienda pública. Ni el mayor de los mafiosos. Al Capone fue condenado a once años de prisión. Después de esto, caído en desgracia, se retiró de la vida pública. Así se difuminó la leyenda del mayor mafioso de todos los tiempos. Aunque nos dejó para la Historia la autoría de la matanza más “amorosa” de todos los tiempos, la matanza del Día de san Valentín, la matanza del 14 de febrero cometida por la mafia de Chicago.
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