Cuando oímos hablar de los indianos la mayoría de nosotros nos imaginamos a un señor decimonónico, vestido con chaqueta clara y tocado con sombrero panamá, que adorna su barriga con la gruesa cadena de oro de un pesado reloj y que fuma un gran puro habano. Se trata de un estereotipo, claro, pero la imaginación es libre. También pueden venirnos a la cabeza esas vistosas residencias que algunos de ellos construyeron a su regreso: las casonas indianas. ¡Ah! ¿Qué no sabéis qué es ser un indiano? Paciencia.
Un poco de historia: los indianos
Entre finales del siglo XIX y principios del XX muchos jóvenes, sobre todo del norte de la Península y de Canarias, se marcharon para “hacer las Américas” (más o menos como ahora que la juventud se va a “hacer las Alemanias”, pero aquellos sin título universitario). Los motivos de dicha emigración americana eran variopintos: evitar el servicio militar, abaratamiento del viaje, el retraso industrial de un país que no absorbía el exceso de mano de obra rural, o simplemente, huir de la pobreza. Se puede decir que era la única manera de subir en la escala social para un chaval de clase baja. También fueron varios los destinos: México, Argentina, Cuba, Puerto Rico …
Marcharse para quizá no volver…
La mayoría de estos emigrantes apenas sabían leer o escribir cuando partieron, tampoco habían salido de su pueblo (quizá a la romería del pueblo de al lado) y muchos no regresarían jamás o lo harían igual de pobres que a su partida (de hecho, las asociaciones de asturianos en ultramar pagaban el viaje de retorno a los menos afortunados). Pero un puñado de afortunados, los menos, consiguieron enriquecerse y volver (1) cargados de dinero y con muchas ganas de fardar… ¡y vaya si fardaron!
¡Será por perras!
Fijándonos en Asturias, aquí se encuentran muchos ejemplos de construcciones indianas (unas dos mil) a lo largo y ancho de la provincia, además de una institución que recoge información y documentación sobre los emigrantes (2). Estas construcciones, por más que se las acoja a todas bajo la denominación “indiana”, coinciden principalmente en su eclecticismo (3) y en el lujo desplegado tanto en sus fachadas como en sus habitaciones y mobiliario. La casa representaba el símbolo de su posición social -¡qué se enteren todos de la pasta que tengo!- lo mismo que sucedía con la burguesía más rancia a la que imitaban. Algunos recuperaban la vieja casa familiar, otros construían lujosos chalets. Así tenemos casas de estilo asturiano tradicional y otras de estilo diverso.
¿También edificios de vecinos? ¡Esto es el acabose!
También se construyeron, con capital indiano, edificios de viviendas para varias familias, siendo un ejemplo el edificio Auseva en Llanes, edificado hacia 1926. Aunque en esta tipología destacan la casas del Cuitu, en pleno centro de Oviedo y construidas en estilo modernista entre 1913 y 1917, hoy pertenecientes a un importante grupo financiero-empresarial y a la espera de remodelación.
¡Están por todas partes!
Da igual a donde vayamos: al este al oeste, al campo o a la ciudad, al mar o a la montaña… ¡estas casas están por todas partes! Aunque destaca el pueblo de Somao (Pravia) (4) situado más o menos hacia el centro de la provincia, de poco más de 300 habitantes, por la alta densidad de construcciones indianas en sus calles, incluido un panteón familiar de estilo modernista (nos moriremos, pero seguiremos dejando claro lo ricos que éramos).
Aparecen también espacios en el hogar poco frecuentes por entonces en el campo asturiano (y en muchas casas de la ciudad). Son ejemplos el vestíbulo, el despacho, la sala de juego y sobre todo el cuarto de baño, todo ello dotado de agua corriente y electricidad (¡qué dispendio! ¡Pudiendo bañarte en la tina de zinc de toda la vida!). Muchas casonas tenían capillas. Rezar era importante y un símbolo de distinción social, o por lo menos se dedicaba un rincón al oratorio.
En la actualidad… la cosa es otra
Hoy en día muchas de esas casas perviven convertidas en hoteles (5). Por desgracia, también un importante número de ellas está en ruinas. Como ejemplo véase la casa de la familia Maribona en Villalegre (familia que también construiría una factoría azucarera en la zona), en los alrededores de Avilés. Por otra parte, no solo sus casas, sus jardines o parques también llamaban la atención. Normalmente se encontraban adornados con palmeras y otras especies vegetales traídas de lejanas latitudes (plantas desconocidas que contribuían a asombrar a la vecindad) y casi siempre rodeados de altas verjas que no dejaban ver el interior. Así la imaginación de quien no conocía la casa se disparaba.
Soy rico y generoso…
Pero algunos indianos también se preocuparon por el bienestar de sus convecinos. Construyeron iglesias, asilos, cementerios, casinos, hospitales, escuelas, etc. De esta manera, se ganaban su recuerdo para la posteridad (6). Filántropos de primer nivel, vamos… En muchos pueblos los niños tuvieron escuela gracias a ellos, lo mismo que los ancianos ganaron asilos o los enfermos una cama en un hospital.
Todo esto sin duda es de agradecer, por ello en algunas de sus plazas se les ha elevado un monumento. De todas maneras, la revisión actual de las actividades que llevaron a cabo para enriquecerse está poniendo en el punto de mira a varios de estos personajes, que ven desde sus mausoleos como peligran sus efigies.
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