De entre todas las guerras en las que combatió Roma hubo una de especial transcendencia. Marcó por generaciones a sus ciudadanos y los llevó tan al límite, que estuvieron a punto de su propia extinción. Todo lo que vino después se lo deben a la tan conocida (a veces tergiversada) Segunda Guerra Púnica (1). No hubieran sido nada sin Aníbal Barca y la batalla de Cannas.
Aníbal era hijo de Amílcar (2), un gran general y héroe de la Primera Guerra Púnica; el cual, según nos cuenta la historia, hizo jurar a sus hijos, cuando eran pequeños, que destruirían Roma.
Cuando terminó la Primera Guerra Púnica, los cartagineses se vieron obligados a pagar una gran cantidad de dinero a Roma en concepto de daños. Para saldar la deuda, Cartago (3) se volcó en el sur de la Península Ibérica y sus minas llenas de riquezas (4). Finiquitada esta, afianzaron su economía y, por ello, Roma los miraba con preocupación (5).
La ira de Aníbal y el comienzo de la Segunda Guerra Púnica
Sagunto era una ciudad situada en la zona cartaginesa de la Península, que se resistía al poder púnico. Amiga de Roma (según fuentes romanas), cuando Aníbal Barca la conquista, estalla la Segunda Guerra Púnica.
Aníbal entonces forma un ejército de cartagineses y mercenarios de todo el mundo conocido para luchar contra Roma (6). Contaba con un as en la manga, más de 30 elefantes (7). Recorre toda la costa hispana y el sur de la Galia. No será un viaje tranquilo porque, a menudo, se encontrará con la oposición de las diferentes tribus que viven en esos lugares y que le causarán numerosos daños (8).
Es en el sur de la Galia, cerca de la actual Marsella, donde debe tomar una decisión, ¿por dónde debe cruzar para llegar a Italia? Si sigue por la costa se encontrará con una gran defensa romana y la ayuda de sus aliados de Massalia (9), pero la alternativa no es mejor.
Cruzar los Alpes
Al final se arriesgará y decidirá cruzar por los Alpes. Con tiempos inclementes, con más tribus que se oponen a su paso y con unas montañas tan altas que parece que tocan el cielo. La travesía será terrible y en cierto punto del camino, cuando sus hombres están tan desmoralizados que comienza el rumor de un motín, verán la llanura italiana. Aníbal dará un discurso, sus soldados recobrarán la esperanza y unos días después habrán conseguido una gesta sin igual (10). Pero no habrá sido gratis, se estima entre 2000 y 20 000 los muertos de su ejército y casi todos sus elefantes (11).
Italia en llamas
Nada más cruzar los Alpes, a los cartagineses les espera un ejército romano plenamente descansado y de similar número. El choque será en las inmediaciones del río Tesino (12). Al mando se encuentra Publio Cornelio Escipión, padre de Publio Cornelio Escipión (13). Sí, los romanos no eran muy originales en los nombres. La derrota será resonada y empezará una ola púnica incontenible que recorrerá toda Italia.
Las batallas se sucederán una tras otra y siempre con el mismo resultado. Trebia (14), el lago Trasimeno (15)… Todos escenarios de las victorias del cartaginés.
Los planes de Aníbal
El plan de Aníbal es sencillo: aplicar la política de tierra quemada. Debilitar al enemigo y, sobre todo, intentar romper los vínculos con las ciudades amigas. A Aníbal no le será fácil, incluso perderá un ojo en este tiempo.
Los romanos tienen que derrotar al cartaginés como sea y para ello reunirán un ejército enorme, el más grande de su historia. Miles de ellos se dirigen al sur, la batalla es inevitable y Aníbal lo sabe. Será cerca de una ciudad llamada Cannas (16), nombre que pasará a ser recordado durante siglos (17). El ejército romano estaba comandado por dos Cónsules (18), Varrón y Paulo (19), que se turnaban en el mando. Aníbal les provocará durante días y comenzará la batalla.
Las alineaciones para el partido en la batalla de Cannas
En un lado se encuentra Roma. ¿Cuál sera el objetivo principal? Romper la línea enemiga rápidamente. Para ello Varrón, que era el que mandaba ese día (y cuentan las malas lenguas que se llevaba fatal con el otro Cónsul (20)), decide apiñar toda su infantería para que empujen a lo loco contra los cartagineses. De la caballería pasa un poco y las distribuye a partes iguales en sus alas.
En el otro lado está el señor Aníbal, que como anda más escaso de hombres va a aplicar ese famoso refrán de más vale maña que fuerza. Al contrario que sus enemigos, les deja a los soldados cierto espacio para poder moverse. Además, en vez de ponerlos en línea recta lo hace en cuña y con una caballería muy reforzada en el lado izquierdo. ¿Qué está tramando el listillo este?
El arte de la guerra
Estalla la batalla y los romanos hacen avanzar a sus legiones. Mientras se acercan, varios centenares de honderos baleares (21), los puñeteros amos, les acosan. Mientras tanto la caballería ya se está dando de leches. Todo va a pedir de boca para Aníbal. Su ala izquierda, con mucho mayor número ha aplastado rápidamente a los romanos; al galope rodean a todo el ejército enemigo y atacan por detrás al resto de la caballería romana. Los machacan, los trituran, los revientan, los dejan en calzoncillos y a su merced.
El golpe maestro de Cannas
En este momento las infanterías ya están combatiendo y los romanos, muy superiores en número, tratan de romper la línea púnica. Sin embargo, algo extraño ocurre: los cartagineses ¡están retrocediendo!
Los romanos, alentados por la retirada, concentran aún más a sus tropas sin percatarse de dos pequeñísimos detalles. El primero es que ahora mismo hay tantos romanos que parece que están en una lata de sardinas. El segundo es que el centro cartaginés retrocede pero sus flancos de infantería no. Es un contraataque de toda la vida.
Y falta la guinda del pastel. Estando la caballería cartaginesa liberada, éstos se dirigen contra la retaguardia romana. El choque será bestial y las bajas serán innumerables. Todo el ejército romano está rodeado, cegado, acosado por todas partes. La carnicería comenzó. Solo unos pocos sobrevivirán al desastre de Cannas.
¿La caída de Roma?
Se calcula que murieron unos 70 000 romanos y el resto fue capturado o huyó. El ejército cartaginés también sufrió numerosas bajas y quedó bastante tocado.
Pero si algo supo hacer bien Roma fue resistir. Su capacidad de resistencia a lo largo de su historia siempre fue admirable. La batalla de Cannas supondrá un punto de inflexión en el curso de la Segunda Guerra Púnica (22). Roma no caerá, como bien sabemos, pero estará a punto. Y durante 14 años más se escribirá con letras de sangre una de las partes más cruciales de la historia del mundo en que vivimos.