Fenicios, griegos, cartagineses, romanos, godos, musulmanes… La lista de pueblos que han pasado por España es larga. Sin embargo, parece que siempre se nos olvida uno: los bizantinos. Un imperio lejano, en la otra punta del Mediterráneo, conquistó una parte muy pequeña de la costa, creando la provincia de Spania bizantina. Pero, ¿por qué? Para entenderlo, tenemos que hablar de un proyecto grande, el que se ha llamado Renovatio Imperii Romanorum o “restauración del Imperio Romano”.
Justiniano, un señor mesiánico
El Imperio Romano se disgregó en dos, uno de ellos, el occidental, cayó en manos de una mezcla de gentes a las que llamaremos “godos” (“bárbaros” para los romanos). Aquello creó un fuerte estado de shock y cambió la situación radicalmente. En el lado oriental se formó un nuevo imperio, el Imperio Bizantino, en el que la idea de volver a tener un imperio unido de nuevo bailoteaba en todas las cabezas. Pero sólo bailaba, nadie hizo nada, hasta que llegó un tipo que se hizo famosete: Justiniano.
Este nuevo emperador creyó que, como heredero del real Imperio Romano, tenía la misión de devolverlo a toda su gloria (1). Porque, ¿a quién no le va a gustar un Imperio Romano del siglo I? Además, él, como cristiano ortodoxo, no podía permitir que los bárbaros lo llenaran todo con su ideología arriana. Es decir: no me mola tu religión, “pos” te conquisto “pa” poner la mía (2).
La cosa es que también tenía otros motivos ocultos. Uno de ellos era mejorar su popularidad, que se había jodido con la Revolución de la Nika (3). En resumen: no lo querían ni en su casa y eso no podía ser. Otro estaba en relación a los dinericos, cobrando impuestos y controlando el comercio en el Mediterráneo (4).
Primero, a por África – las conquistas de Justiniano
En África se habían asentado los llamados “vándalos” —no porque pintarrajearan casas con grafitis ni fueran al margen de la ley—. Allí reinaba Gelimer, que se encontró con un pueblo con muy mala hostia, que saltaba a la mínima con revoluciones (5). Justiniano vio una oportunidad de oro y mandó a su mejor general: Belisario, allá por el 533. Ya os imagináis el resto: espadazo aquí, espadazo allá y antes de que Gelimer se diera cuenta, ya había perdido la ciudad de Cartago. El rey vándalo acabó rindiéndose al año siguiente. ¡Ah! Pero las cosas no iban a ser tan fáciles. Tribus moras empezaron a molestar un poquito, las tropas se quejaban porque no veían su sueldo por ningún lado y el pueblo con muy mala hostia seguía con sus revueltas (6).
De todas formas, Justiniano acabó echándose al bolsillo un territorio que iba desde más o menos Libia Occidental hasta más o menos lo que hoy es Argelia. A ello se suma Ceuta, Cerdeña y Baleares.
Cuando te apetecen macarrones con tomate – A por la península itálica
En Italia reinaba la “ostrogoda” Amalasunta, casada con Teodato. A su marido se le ocurrió la brillante idea de matarla allá por el 535. “Es que he mezclado matrimonio con conspiración y la he liao parda”. Justiniano, que se había venido arriba, decidió intervenir, mandando nuevamente a Belisario al año siguiente. En poco tiempo llegó a Roma y al poco comenzó a conquistar más y más. Para el 539 había sitiado Rávena, que era por aquel entonces la capital (7).
Las cosas se pondrían chungas de nuevo. Un nuevo rey, Totila, recuperó nuevos territorios. Belisario volvió a Italia, pero tenía menos dinero y menos hombres porque ahora Persia estaba haciendo de las suyas por otro lado. Totila conquistó Roma en 550, así que Justiniano mandó a otro hombre, Narsés, que se cargó al tal Totila y al sucesor de éste, Teia. Así, para el 552, Italia quedó bajo los bizantinos (8).
A por Españita – la creación de la Spania bizantina
En Hispania reinaban los visigodos. Su monarquía era electiva, eligiéndose a los nobles más cercanos a la corte. No es difícil imaginar lo mal que funcionaba esto, porque se liaban a hostias a la mínima que podían. Y así sucedió. Agila llegó al trono, no se sabe muy bien cómo. No mucho más tarde, en Sevilla, otro señor de nombre extraño pero gracioso, Atanagildo, se sublevó a fin de quitarlo de en medio. Así que pidió ayuda a Justiniano (9). Los ojos de Justiniano hicieron chiribitas, porque era la oportunidad perfecta para seguir ampliando fronteras. Además, le venía divino para su comercio a la mediterránea.
Esta etapa la conocemos regular, porque no se escribió mucho sobre el tema. Lo que sí sabemos es que los bizantinos obtuvieron un territorio costero que iba desde Cádiz hasta Denia. Este territorio pasó a llamarse la provincia de Spania bizantina —poco imaginativos, ya lo sé. Un territorio que gobernaron durante setenta años hasta que el visigodo Leovigildo lo recuperó para sí. Los bizantinos podrían haber conquistado más, y expandir la provincia de Spania hacia el norte peninsular, pero no lo hicieron (10).
¿Queda algo de la Spania bizantina?
Del paso de los bizantinos en Spania no nos quedan más que ruinas en mal estado, algunas inscripciones y unas cuantas monedas. Vaya, que podríamos haber tenido una iglesia a lo Santa Sofía de Estambul, pero los acontecimientos dijeron que no.
Como ves, la Historia da muchas vueltas. Las cosas no tienen una única causa y siempre tienen una compleja explicación detrás. Una idea antigua, la de recuperar la totalidad del Imperio Romano que había caído ante las invasiones de los pueblos del norte, trajo consigo una serie de conquistas que convirtieron el mar Mediterráneo en un ente unido bajo un mismo soberano. Claramente Justiniano fracasó en cierta medida, pues Galia o Germania e, incluso, la mayor parte de Hispania (ya hemos visto la extensión de Spania), quedaron fuera de sus dominios.
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