Que a los concursantes de Supervivientes se les apague el fuego es una faena, no cabe duda. Sin embargo, tampoco es para montar un drama. Pero hace 2.000 años, que en un determinado lugar de Roma se apagara el fuego, podía significar el fin de todo. Para ello, había una serie de personas que se encargaban de vigilarlo. ¿Sus nombres? Las sacerdotisas vestales, guardianas de una llama, vírgenes que podían acabar sus días de la peor forma… ¡las podían enterrar vivas!
¿Quién es Vesta?
Vesta (Hestia en la mitología griega) era la diosa del hogar. Y, más importante aún, del fuego del hogar (1). ¿Y qué tiene que ver esto? Para entenderlo bien, debemos ir desde una concepción pequeña a otra grande. La pequeña sería una casa romana, la domus. En ella, las familias rendían culto a sus ancestros y hacían pequeñas ofrendas a los dioses. La llama en la domus se constituía por esa unión familiar. La propia familia como la esencia más básica de la sociedad. Ahora, llevemos esto a una escala más grande: al Estado Romano. Éste estaba constituido por todas las grandes familias de la sociedad, formando una llama única: la llama de Vesta.
Pongamos un ejemplo más coloquial para entendernos. Un árbol (una familia romana) crea oxígeno, da vida. Cientos de árboles, es decir, un bosque (el Estado romano), constituye un pulmón natural. Sirve de cobijo a quienes lo habitan y les proporciona una forma de vida.
El duro casting para ser una vestal romana
Pues bien, en la propia Roma, en un lugar muy determinado del foro, en el templo de Vesta, había una llama eterna. ¿Y quiénes debían vigilar ese fuego eterno? Las vestales. Pero para ser vestal había que pasar un proceso de selección tan duro que, a su lado, conseguir trabajo en el siglo XXI es fácil.
En primer lugar, para comenzar a ser vestal, las seleccionadas debían tener entre seis y diez años de edad. Las escogía el Pontifex Maximus (2), es decir, el más alto cargo religioso en Roma. Una vez cumplido este requisito, las niñas debían desnudarse ante la Vestal Máxima, y ésta observarlas detenidamente. El objetivo era comprobar que las niñas eran perfectas físicamente para ser vestales. Esta perfección física se cumplía con no tener cicatrices, ni tampoco ser muda o sorda (3).
También las aspirantes debían cumplir requisitos judiciales. Algunos eran que sus padres debían estar vivos, no ser hija de esclavos ni de sacerdotes, no haber tenido una hermana vestal. Del mismo modo, los padres tampoco podían haber tenido una profesión indecente (4).
De esta forma, las seis jóvenes seleccionadas, pasarían a dedicar 30 años de su vida a Vesta. Los diez primeros aprenderían los ritos. Los diez siguientes, cumplirían con sus tareas. Y los diez últimos, actuarían como institutrices de las futuras vestales (5). Cumplidos estos 30 años de servicio, la vestal podía elegir entre seguir siendo sacerdotisa, o una civil con derecho a casarse y demás consecuencias.
La dura vida de las vestales de Roma
Una vez que ya se era una vestal hecha y derecha, se tenían dos obligaciones primordiales. La primera de todas, vigilar que la llama del templo de Vesta nunca se apagara. Pero, ¿por qué era tan importante esta maldita llama? Básicamente porque los romanos pensaban que su destino estaba unido a ese fuego. Así, si la llama se apagaba no podía significar otra cosa que el preludio de una catástrofe. E incluso el fin de la propia Roma. El fuego debía vigilarse las 24 horas del día.
La otra obligación primordial era la de mantenerse vírgenes hasta el fin de su sacerdocio. La razón era que, para custodiar algo tan sagrado como el fuego de Vesta, debían permanecer puras (6).
…Y peores castigos
Consideraban las dos obligaciones principales de las vestales como una prioridad máxima del Estado, ya que de ellas dependían los designios de Roma. He aquí la razón por las que, si incumplían alguna de sus dos obligaciones, debían someterse a unos castigos extremadamente duros. Cabe destacar que, previo al castigo, la vestal se sometía a juicio, de forma que para ser culpable debían presentarse pruebas, y ella tenía derecho a defenderse.
Si la sacerdotisa descuidaba su tarea de vigilar el fuego y se apagaba, como castigo la azotaban. El objetivo no era azotarla hasta la muerte, sino que su pecado quedara expiado. El castigo debía llevarse a cabo en un lugar con poca iluminación y con la vestal vestida, no hiriendo así su pureza.
A peor sacrilegio, peor castigo – enterrar vivas a las vestales
Sin embargo, el peor crimen y ofensa a los dioses que una vestal podía cometer, era el de perder su virginidad. Esta falta se llamaba de crimen incesti, (7) y llevaba a un castigo demasiado cruel: ser enterrada viva. ¿Por qué tanta crueldad? La diosa Vesta no sólo estaba asociada al fuego y al hogar, sino también a la tierra. Por eso, qué mejor manera de purgar el pecado que echando tierra sobre la sacerdotisa. Por otra parte, al hombre que había cometido el incesto con la vestal lo azotaban hasta la muerte.
El día de su ejecución, conducían a la vestal en litera desde el foro hasta el lugar de su enterramiento. La cubrían con una tela, pues nadie debía ver su rostro impuro. Una vez que llegaban al lugar indicado, enterraban viva a la sacerdotisa, en una habitación subterránea, donde esperaba su muerte. Sobre el lugar del enterramiento, no ponían ninguna señal, ya que su crimen había sido tan grave que debían olvidar su nombre (8).
Esta práctica se dio en pocas ocasiones durante los casi mil años de Historia de Roma. Quizás el más relevante fue el caso de la Vestal Máxima Cornelia. El emperador Domiciano condenó a la sacerdotisa a ser enterrada viva (9), tras el rechazo de ésta a mantener relaciones sexuales con él.
¿Fueron privilegiadas las vestales de Roma?
A pesar de los terribles castigos en los que podían caer, debemos indicar que las vestales fueron algunas de las mujeres más privilegiadas de Roma. Para entender esto, debemos situarnos en la mentalidad romana, para la que una mujer era inferior a un hombre en todos los casos. No obstante, las vestales consiguieron disfrutar de algunos aspectos que, para el resto de mujeres romanas, estaba totalmente prohibido.
Entre estos privilegios estarían los siguientes: recibir una alta compensación económica, exención fiscal, poder hacer testamento, participar en juicios, y administrar sus propios bienes (10).
Por tanto, analizando la inferioridad a las que las mujeres se vieron sometidas durante el gobierno romano, se puede afirmar que las vestales ocuparon un importante papel. O, al menos, un papel menos subordinado a los hombres que el resto de mujeres.
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