La necesidad o la curiosidad por saber la respuesta a una cuestión, por saber el futuro, ha estado presente en los seres humanos desde hace miles de años. En el mundo antiguo en general, y en Grecia en particular, se pusieron de moda los santuarios oraculares. Y algunos, como Delfos (1), llegaron a resultar imprescindibles para la vida de los pueblos griegos, ya desde época arcaica. En esta ocasión, os voy a hablar de un oráculo muy particular: el oráculo de los muertos o Necromanteion.
De manera general, estos santuarios tenían unos procedimientos “normales”. Y cuando se dice normal, se refiere a sacerdotisas profetizando lo que el dios le dictaba mediante un trance (2). Sacerdotes profetizando tras interpretar los sonidos de las hojas de un roble (3). También a través de cenizas, o por el sueño (4). Pero había otro procedimiento, uno que iba más allá (y nunca mejor dicho), rebasando los límites de lo sobrenatural, para penetrar en un mundo subterráneo y entrar en contacto directo con el Inframundo, buscando hablar con los muertos.
El camino hacia el Hades y el oráculo de los muertos
Los antiguos griegos vincularon el lugar donde habitaban los muertos, el Hades o Inframundo, con aquellos sitios donde había ríos o lagos que podían aparecer y desaparecer, conectando estos sucesos de desecación o evaporación de las aguas con lo ctónico. Es decir, el mundo subterráneo sobrenatural. En la región de Épiro, al noroeste de Grecia, existió un río que se asoció desde el principio con el Hades: el río Aqueronte. Aunque pueda parecer increíble, este río es auténtico y, de hecho, sigue existiendo en la actualidad (5).
Resulta que Aqueronte o Aqueron, en griego antiguo Ἀχέρων, significa Doloroso. Esto hizo que los griegos lo asociaran con uno de los cinco ríos del Hades. A este se le unía el Cocito, que significa Lamentación. Según la tradición, por las orillas de este río estaban las almas de los que no habían podido pagar al Barquero Caronte. Por lo tanto, se hallaban vagando sin rumbo.
Los otros ríos eran Flegetonte (Flamígero. Este río llevaba siempre fuego), Lete (Olvido. Se creía que si se bebía de sus aguas se perdía la memoria, de ahí su nombre) y Estigia (o la famosa Laguna Estigia, el río del Odio). Estigia era el límite entre la tierra y el mundo de los muertos. Por ahí tenían que pasar las almas con el Barquero. Y esta ruta con estos nombres tan “alegres” era la que conducía hasta el Inframundo. Allí estaban los muertos y el palacio de los dioses infernales por excelencia: Hades y Perséfone.
Necromancia en la antigua Grecia
Entrando en materia, la primera evidencia de actividad relacionada con la necromancia en Grecia viene de Homero, en su obra “La Odisea”. En ella se recoge un pasaje donde Odiseo (el Ulises romano para entendernos) sigue la recomendación de la maga Circe para llegar hasta el Inframundo, buscando al adivino Tiresias (6). Este le diría cómo regresar a su casa, Ítaca.
El oráculo de los muertos conllevaba la bajada al Inframundo, ya que allí es donde están las almas de los difuntos. Este oráculo es mencionado por varios autores antiguos, además de Homero. También lo citan Pausanias (7) en su “Descripción de Grecia” o Heródoto (8) en sus “Historias”, por poner algunos ejemplos.
Tanto Homero como Pausanias describen que este lugar se halla junto a una arboleda de altos álamos y sauces, consagrada a la diosa Perséfone, la esposa de Hades y señora del Inframundo. Así pues, algunas personas se atrevían a iniciar este viaje y descender hasta el oráculo de los muertos (Necromanteion).
El tirano que mandó invocar a su esposa muerta
Heródoto relata en su libro V que Periandro, un antiguo tirano de la ciudad de Corinto, envió emisarios para que fueran al famoso Necromanteion para poder contactar con su esposa muerta, Melissa. El motivo de la consulta era que ella revelase dónde se hallaba un dinero. Sin embargo, Heródoto cuenta que Melissa no quiso decir nada porque tenía frío, alegando que sus vestidos no se habían quemado en su entierro.
Y también dio un dato escabroso sobre su esposo: que él había metido pan en el horno frío. Cuando los emisarios volvieron y le contaron lo que había dicho su esposa, Periandro rápidamente supo a qué se refería Melissa: él había tenido relaciones sexuales con ella estando muerta.
El tirano ordenó que todas las mujeres fueran al templo de Hera. Una vez allí les quitó los vestidos para llevarlos hasta un hoyo, meterlos dentro y quemarlos, al mismo tiempo que invocaba a su esposa. De nuevo los emisarios regresaron al oráculo y Melissa se volvió a aparecer, contenta por haber realizado el ritual de los vestidos, les dijo dónde estaba el dinero.
¿Sotiris Dakaris encontró el Necromanteion?
En 1958, el arqueólogo Sotiris Dakaris, siguiendo las indicaciones del paisaje recogidas en la Odisea y las creencias populares de la región, cerca del pueblo de Mesopotamos, donde se afirmaba que allí estaba la entrada al mundo de los muertos, se fue a buscar el oráculo y lo encontró (9). O eso parece.
Dakaris empezó a excavar en una iglesia y lo que halló fueron restos humanos de época micénica y un conjunto de estancias, almacenes, salas cuadradas y pasillos en forma de laberintos de época posterior.
Este lugar rápidamente fue interpretado por el arqueólogo como el Necromanteion homérico. Estaba junto al lago Aqueronte, el paisaje concordaba con las explicaciones de Homero, consagrado a Perséfone y, además, en las excavaciones arqueológicas se hallaron estatuillas de la diosa infernal. Esto apoyó todavía más su interpretación como oráculo de los muertos además de muchas semillas, entre ellas plantas con propiedades alucinógenas.
El oráculo fue datado entre finales del siglo IV y el III a.C. En el año 167 a. C fue incendiado por completo por los romanos. Esto, curiosamente, preservó las estructuras que estaban bajo tierra, como la cripta. A principios del siglo XVIII, se construyó el monasterio de Agios Ioannis Prodromos, con un cementerio al lado.
Surge la polémica: de oráculo de los muertos a fortaleza defensiva
El oráculo de los muertos fue puesto en duda por el arqueólogo Dietwulf Baatz quién en 1982, tras examinar una serie de objetos metálicos similares a ruedas dentadas identificadas por Dakaris como parte del mecanismo para subir y bajar un caldero con el muerto dentro (en clara estafa al consultante), dijo que formaban parte de catapultas y que el oráculo era en realidad una estructura de carácter defensivo de época helenística (10).
Esto fue apoyado por otros investigadores, como Daniel Ogden (11). Dakaris defendió siempre en sus trabajos que el oráculo era real y que se seguía un procedimiento promovido por los sacerdotes, basado en una completa sugestión para el consultante con varios días pasando de una habitación a otra en total oscuridad, a excepción de la tenue luz cuando aparecía un sacerdote, para llevarle comida o a otra estancia.
La culminación sería pasar de la oscuridad a una sala con un gran caldero donde aparecía el muerto o la muerta. A estas alturas, con varios días en completa oscuridad, fantasmagóricos sacerdotes, silencio y las drogas, estaba claro que el consultante no dudaría que realmente estaba viendo un fantasma.
Los interrogantes del oráculo de los muertos
¿Era realmente el oráculo de los muertos una granja fortificada? Y, de ser así, ¿por qué se hallaron estatuillas de la diosa infernal Perséfone? La geografía homérica concuerda con la ubicación del Necromanteion, pero es cierto que este tipo de oráculos se suelen asociar al aire libre junto a los cursos de los ríos o en cuevas (12).
¿Había quizá cerca un Necromanteion y por eso se encontraron las estatuillas en ese lugar? Ciertamente, podría ser. A pesar de que las últimas investigaciones lo ubican como un edificio fortificado, de cara al turismo sigue siendo el oráculo de los muertos. Poderoso don dinero es.
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