¿No os pasado que estáis viendo una película, o leyendo un libro, o viendo una serie, y de repente os gustaría poder emular eso mismo que estáis viendo, o leyendo? Conducir como Toretto (1), salvar a la humanidad como Iron Man (2), o matar vampiros como Van Helsing… Pues si esto último es vuestro sueño, ¡estáis de enhorabuena! Porque este «manual» va sobre el vampiro…
Así es. Gracias a este pequeño manual podrás emular a Buffy la cazavampiros (3), a Abraham Lincoln, cazador de vampiros (4) y como no, al propio Van Helsing (5).
¿Qué es un vampiro?
Buena pregunta. Seguro que todos tenéis una idea clara de lo que es un vampiro: un no-muerto, chupador de sangre que muere a la luz del sol o si se le clava una estaca en el corazón. Correcto. Pero eso sería quedarnos en una definición muy básica. La culpa la tiene la cultura popular, cine y literatura, que son los que nos han “dibujado” al vampiro en el imaginario común.
“Su nariz aquilina le daba decididamente un perfil de águila; tenía la frente alta y abombada, el pelo ralo en las sienes pero abundante en el resto de la cabeza; las espesas cejas se juntaban casi encima de la nariz, y sus pelos daban la impresión de enmarcarla, por lo largos y espesos que eran. La boca, o al menos lo que de la misma percibí bajo su enorme bigote, tenía una expresión cruel, y los dientes, relucientes de blancura, eran extraordinariamente puntiagudos y sobresalían de los labios, cuyo color rojo escarlata revelaba una sorprendente vitalidad en un hombre de su edad. Sólo las orejas, muy puntiagudas, eran pálidas; el ancho mentón anunciaba una gran fuerza, y las mejillas, aunque enjutas, eran firmes. El efecto general era el de una palidez extraordinaria” (6).
Esta es la descripción que Bram Stoker hace de Drácula en su obra homónima. Lo siento, no llevaba frac ni capa como Lugosi. Emosido engañado.
Definición de vampiro
A continuación, veremos cómo se ha definido tradicionalmente al vampiro. Como decía el mismísimo Drácula (7) “esto no es cosa de risa”. Y, aunque a día de hoy nos resulte una frikada total, no hace tanto que el tema de los vampiros se lo tomaban muy en serio. Empecemos por la definición que Voltaire, sí, el filósofo insignia de la ilustración, hizo sobre estos seres:
“Los vampiros eran difuntos que escapaban por las noches de los cementerios para chupar la sangre de los vivos, mordiendo sus gargantas o sus vientres, y después volvían al camposanto y se enclaustraban en sus sepulturas” (8).
Según la Encyclopedia Britannica, el vampiro era el espíritu de un difunto que había abandonado por la noche el cuerpo enterrado para beber la sangre de personas vivas (9).
Otro filósofo, Heinrich Zopf, define así a los vampiros:
“Los vampiros salen de sus tumbas de noche, atacan a la gente que duerme tranquilamente en sus camas, chupan toda la sangre de sus cuerpos y los destruyen. Acosan a hombres, mujeres y niños por igual, sin conmoverse por la edad ni el sexo. Aquellos que están bajo la malignidad fatal de su influencia se quejan de asfixia y de una falta total de espíritu, y poco después expiran. A los que, en el momento de la muerte, se les ha preguntado si pueden decir qué la provoca, responden que tales personas, recientemente fenecidas se han levantado de la tumba para atormentarlas y torturarlas” (10).
Cómo reconocer a un vampiro
Parece sencillo, ¿no?, tez blanca, venas azuladas, dientes largos y afilados, pelazo (tú no Orlok), uñas largas… Podría estar perfectamente describiéndoos a Lestad, a Adam, a Eric o incluso a Nandor (11). Pero son más los “tips” para identificar a un vampiro por su apariencia. Tomad nota, puede salvaros la vida…
En la antigüedad, el vampiro poseía atributos humanos y animales. Alas o garras, cola de serpiente, ojos llameantes (12). Estas carácterísticas zoomórficas fueron desapareciendo, aunque es cierto que la tradición literaria las recupera. Todos identificamos al vampiro con el murciélago, incluso con el lobo. Es capaz de transformarse en ambos. Incluso en niebla, como aparece en la novela de Stoker.
“extremadamente flaco y encorvado, de rostro horrible y ojos en los que reluce el rojo fuego de la perdición. Cuando ha saciado su apetito de cálida sangre humana, su cuerpo parece tremendamente hinchado y saciado, como si fuera una gorda y enorme sanguijuela a punto de reventar. Frío como el hielo, pero febril y ardiente como una brasa encendida su piel guarda la palidez de la muerte y los labios son rojos, gruesos e inflamados; los dientes blancos y brillantes; los colmillos […] aparecen sensiblemente afilados y puntiagudos” (13).
En su obra Le Vampire, Ornella Volta nos hace un retrato robot del vampiro. Aunque puede variar su descripción según en la parte del mundo que nos encontremos, hay unos rasgos comunes. Rostro delgado, de una palidez fosforescente; espeso y abundante pelo en el cuerpo, normalmente de color rojizo; labios gruesos y sensuales; agudos colmillos, cuya mordedura tiene poder anestésico; uñas extremadamente largas, orejas puntiagudas; olor nauseabundo (14).
Dónde encontrar vampiros
Ahora que ya sabemos como identificar a un vampiro veamos los lugares que suelen frecuentar. En vuestras manos queda hacer turismo por aquellos lares o no. Y empecemos una vez más con Voltaire, quien los sitúa en Polonia, Hungría, Silesia, Moravia, Austria y Lorena (15).
Bram Stoker nunca puso un pie en Transilvania, pero si habéis leído su obra, veréis que era un gran conocedor de dicha región. Y eso se debe a la gran labor de documentación que llevo a cabo. En dicha investigación, supo de la presencia de vampiros en Estiria, China, Islandia, Alemania, Sajonia, Turquía, el Quersoneso, Rusia, Polonia, Italia, Francia e Inglaterra, además de en todas las comunidades tártaras (16). Nuestro mapa se va ampliando.
Stoker tuvo que recurrir en su investigación, sin duda alguna, a la obra “pilar” de todo buen estudioso de los vampiros, El tratado sobre los vampiros, de Augustin Calmet. Veamos por donde se movían los vampiros en 1751:
“En este siglo, desde hace alrededor de unos sesenta años, una nueva escena se ofrece a nuestra vida en Hungría, Moravia, Silesia, Polonia: se ve, dicen, a hombres muertos desde hace varios meses, que vuelven, hablan, marchan, infestan los pueblos, maltratan a los hombres y los animales, chupan la sangre de sus prójimos, los enferman y, en fin, les causan la muerte:[…]” (17).
Parece que pocas partes del globo se libran de la presencia. Aunque su “nido” parece estar en Centroeuropa, no es allí donde debemos buscar sus orígenes. Aunque eso ya os lo contaré más adelante.
Cómo matar a un vampiro
La estaca es quizás el objeto “matavampiros” por excelencia. Las balas de plata no, esas son para los hombre lobo, no os confundáis. Hay un montón de kits cazavampiros a un click de vosotros, unas auténticas joyas. Pero aquí tenéis unos “consejillos” de exterminio para que el vampiro quede muerto y bien muerto de una vez por todas.
“[…] no se pueden librar de sus peligrosas visitas, y de sus infestaciones, más que exhumándolos, empalándolos, cortándoles la cabeza, arrancándoles el corazón o quemándolos” (18).
Atravesar las sienes con un clavo de gran tamaño (19), y la clásica estaca en el corazón (20) son efectivos.
Voltaire es un poco más preciso con el proceso y nos dice que el corazón debe de arder a parte del cuerpo, el cuál debe quemarse después (21). También se podemos echar sobre la tumba agua hirviendo y vinagre (22), si no nos gusta ensuciarnos.
En sus investigaciones, Stoker descubrió una práctica muy curiosa que se realizaba en Rumanía. Los cuerpos se desenterraban periódicamente para comprobar si se habían convertido en vampiros (23). A los niños tres años después de muertos, a los jóvenes a los cinco y al resto a los siete. Si todo estaba en orden los huesos se lavaban con agua y vino y se volvían a enterrar, sino era así…
“Se atraviesa el ombligo del vampiro con una estaca, o se le arranca el corazón. El corazón debe quemarse en fuego de carbón vegetal, también puede hervirse o cortarse en trozos con una hoz. En el caso de que se queme, deben juntarse las cenizas. A veces se las arroja a un río, pero lo más habitual es mezclarlas con agua y dárselas a beber a los enfermos. También se emplean como ungüento para proteger del mal a niños y animales” (24).
Cómo protegerse de un vampiro
Un crucifijo y ajo serían vuestra primero opción, reconocedlo. Pero, ¿y si el vampiro no es cristiano? ¿Y si no es alérgico al ajo? Tranquilos, aquí tenéis unos briconsejos para repeler a los vampiros.
Cuando un fallecido es sospechoso de vampirismo podemos hacer varias cosas para impedir que salga de su tumba. En Transilvania, les cortan los tendones y les pinchan todo el cuerpo con alfileres (25): imposible dar un solo paso. También podemos optar por colocar su tumba en un cruce de caminos. Eso hará que se sienta desorientado y no sepa para donde ir (26). También podemos prevenir antes de curar y directamente enterrarlos sin el corazón (27).
En Asia se acostumbra a esparcir alrededor de la tumba arena o arroz. El vampiro se verá así forzado a contar grano a grano (28)… ¿A quién me recuerda?
En Irlanda, se han encontrado enterramientos de sujetos con una gran piedra en su boca (29). ¡Adiós colmillos!
En Bulgaria, se aseguran de que el cuerpo permanezca en su tumba, clavándolo a la tierra con estacas de hierro (30). Algo similar hacían en Eslovaquia Oriental, donde clavaban las ropas, el pelo y los miembros del fallecido al ataúd (31).
Hay otros métodos, pero requieren un ingrediente especial: un vampiro. Comer tierra del sepulcro de un vampiro y untarse con su sangre (32), tanto valían como método de protección, como “cura”, en caso de ataque de uno.
“la gente tomaba la sangre del vampiro asesinado y se frotaba el cuerpo con ella como protección contra la enfermedad, para lograr una buena salud y hacerse resistente a otros vampiros” (33).
Cómo llamar a un vampiro
Al igual que pasa con todo lo relacionado con los vampiros, cada región tiene una manera diferente de referirse a esos no muertos. Vampiro es la palabra más común y usada para nombrarlos. Aparece impresa por primera vez en Alemania a inicios del s. XVIII: Vampir (34). Su origen se desconoce y son diversas las teorías (35).
Upir es el término que usaban los antiguos rursos. Aparece por primera vez en un manuscrito eslavo de 1047 (36).
El folclore macedónico los denominas Vrykolakas (37). Voltaire nos dice que los griegos los denominan broucolacas (38). Similar es el nombre que les dan algunos pueblos eslavos, voukodslak (39).
Los pueblos germanos usaban werewolf. Los pueblos del norte de Europa y los normandos luttins. Algunos pueblos orientales los llaman gul o gulas (¿os suena Tokio ghoul?) (40). Egoljën es la palabra eslava para nombrarlos (41). En la India reciben el nombre de vetalas o rakshasas (42).
Por último, tenemos el término reviniente, o revenant, haciendo referencia a su “revivir” a través de la sangre (43)
¿Soy un vampiro? Claves para un autodiagnóstico
Puede que llegados a estas alturas os veáis reflejados en todo lo anterior, pero no en un espejo, guiño guiño. Si es así, ha llegado la hora de haceros una serie de preguntas. Puede que seáis vampiros y no lo sepáis. Porque, queridos míos, el vampiro no sólo se hace, también nace.
Si tenéis un par de pequeños agujeros en el cuello, siento deciros que habéis recibido el beso del vampiro y no os habéis enterado. Suele pasar, sus colmillos, recordad, tienen efecto anestésico.
¿Quién puede ser vampiro?
Hay determinados individuos que, debido a una serie de circunstancias, tienen mayor predisposición para convertirse en vampiros una vez muertos. Aquellos que no han recibido los ritos del entierro de manera correcta. Aquellos que han muerto de manera súbita o violenta. Los suicidas. Los que podrían reclamar venganza por su muerte. Aquellos que mueren estando bajo algún tipo de maldición, sobre todo, si esta ha sido lanzada por algún miembro de la familia (44).
Los niños nacidos, o concebidos, durante alguna de las grandes celebraciones de la iglesia. Los bebés nacidos muertos. Los que mueren estando excomulgados, o sin haber sido bautizados. Los apóstatas (45).
Aquellos que hayan comido carne de una oveja muerta por un lobo. Los cadáveres sobre los que haya pasado un gato o cualquier otro animal (46). Aquellos que se alimenten de cualquier animal muerto por un vampiro (47).
Síntomas del vampirismo
Para saber si habéis entrado a formar parte de los “hijos de la noche”, o estáis a punto de hacerlo, tened en cuenta los siguientes síntomas:
“Temblores, náuseas persistentes, dolor en el estómago e intestinos, en la región de los riñones, en la espalda y los omóplatos, así como en la nuca, además de presentarse ojos vidriosos, sordera y problemas del habla. La lengua muestra una capa de color que va del amarillo blanquecino al rojo parduzco. Está seca y al tiempo sufre una sed insaciable.
El pulso es errático (caprinus) y débil (parvus); en la garganta y en el hipo condrio, es decir en la zona del vientre (abdomen) bajo el cartílago torácico; se observan manchas lívidas o rojizas (maculae rubicundae vel lividae), aunque en parte solo después de la muerte. El paroxismo se manifiesta en terrores nocturnos extremos, asociados a alaridos, fuertes sacudidas, una concentración espasmódica de los músculos de la parte superior del cuerpo (thorax), constricción de las vías respiratorias y sofocos, con el síntoma adicional de retracción del corazón (praecorium angusta), es decir, una sensación de ansiedad en el pecho asociada a un dolor en la boca del estómago; por último, aparecen pesadillas (incubus), que con frecuencia evocan la imagen del regreso de los muertos” (48).
Nota de la autora
Esta obra ha sido concebida, como su propio título indica, como un manual para convertirte en un cazavampiros. Para acabar con esos engendros del diablo bebedores de sangre. Pero… puede que seas tú, querido lector, un vampiro recién creado… Entonces usa esta obra sabiamente… Toma nota de sus enseñanzas y aprende así a evitar el peligro y a los portadores de estacas…
Tu amiga, E. (49).
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