Las mujeres han servido a su país desde tiempos inmemoriales. Buen ejemplo son las jovencitas de la realeza, regaladas al enemigo como garantía de paz (1). Y así comienza la historia de la malograda y famosa María Antonieta. Hija de emperadores y archiduquesa por nacimiento, acabó siendo reina de un país extranjero. Y por si eso fuera poco, también influencer, it girl y detonante de la revolución más famosa del mundo (2). Casi nada.
Reina famosa donde las haya, el título ya da una pista de cómo acabó su historia. Su imagen ha despertado muchas filias y fobias, y hoy en día es símbolo absoluto de una época. Del fin de una era y del comienzo de otra. Pero, ¿qué hay de cierto en todo lo que se cuenta de ella? ¿Quién era la mujer que se escondía detrás de fastuosos vestidos, extravagantes pelucas y llamativos maquillajes? Viajemos en el tiempo para descubrirlo…
La pequeña María Antonieta: nacida para reinar
Nos trasladamos a la segunda mitad del siglo XVIII, a las últimas décadas de la Edad Moderna, al corazón de Austria. En el imponente Palacio Real de Viena (3) llegó al mundo la penúltima hija de los emperadores de Austria (4): María Antonieta. La muchacha fue educada de forma severa y rígida por su controladora madre. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, la niña no destacó por ser una lumbreras, y sus intereses eran más lúdicos que intelectuales.
La pequeña archiduquesa (así llamaban los emperadores a sus vástagos, en vez de príncipes) ya apuntaba maneras desde la infancia. Era coqueta, risueña y le encantaba bailar. Su madre, experta casamentera, pronto vio el potencial de su hija, cuya belleza y frescura llamaban la atención (5).
En aquel entonces, Francia y Austria necesitaban sellar su alianza contra el enemigo (6). ¿La mejor solución? El matrimonio de la niña con el heredero de Francia. La emperatriz pidió a Francia un preceptor para la niña, que tenía 13 años. Él se encargó de prepararla para ser la reina de Francia en tiempo récord. Finalmente, llegó la petición de mano del heredero del trono francés para la joven María Antonieta (7). Al sellarse el compromiso se estaba sellando su destino. Su terrible final nadie podía, en aquel entonces, si quiera imaginar.
La «delfina» austriaca: una extraña en la Corte
El 16 de mayo de 1770 tuvo lugar la boda, en el pomposo y rimbombante Palacio de Versalles. Eran dos adolescentes, pues el delfín (8) era poco mayor que María Antonieta, quien pasó a ser la delfina. Parecía un matrimonio joven, sano, rico y con un futuro brillante. Sin embargo, nada fue como María Antonieta había esperado, y pronto se encontró con la cruda realidad.
Era apenas una niña, era extranjera, no tenía ni idea de política y era la futura reina. Además era guapísima, muy rubia y con unos enormes ojos azules, y una figura menuda y esbelta (9). La envidia y el recelo la acogieron de inmediato. Y la hostilidad y el rechazo de la Corte versallesca, frívola y despiadada, no se hizo esperar (10).
En tan solitaria y triste situación, sólo podía hacer una cosa: enamorar a su marido e intentar encajar. Pero aquello estaba lejos de ser una tarea fácil. Su joven marido no mostraba el menor interés en ella, y el matrimonio no se había consumado (11). Además, la rígida etiqueta de la Corte francesa, llena de ceremoniales, la agobiaban. Su verdadero hogar era muy diferente de aquel lugar.
Incapaz de adaptarse a la Corte, fue criticada y despreciada por casi todos, y rechazada por su marido. Y María Antonieta buscaba desesperada la ayuda de su adorada madre. Sin embargo nunca más la volvería a ver. En los años venideros, la emperatriz y su hija mantuvieron una intensa correspondencia. El fin era intentar mejorar la crítica situación de la joven (12).
María Antonieta, la reina más odiada
Los años pasaban y María Antonieta continuaba siendo rechazada por su marido. La situación era crítica: si no engendraba un heredero, podría ser devuelta a Austria (13). Aquel era el vínculo definitivo que la uniría a Francia y al trono. La situación se aceleró cuando murió el rey (14): ella y su marido se convirtieron el reyes de Francia (15). María Antonieta contaba con dieciocho años, y se había forjado su pequeño y selecto grupo de amistades. La soledad, el rechazo y la culpa hicieron de ella una mujer fría, caprichosa e infantil (16).
Se refugió en su pequeño círculo y llenó sus vacíos con frivolidades. Comenzó a gastar escandalosas sumas de dinero en fiestas y diversión para sus amigos. También comenzó a tener amantes que compensaron el rechazo de su marido.
Tras su ascenso al trono, el odio hacia ella se incrementó, e incluso el pueblo comenzó a despreciarla. Los panfletos satíricos sobre la promiscuidad, perversión y frivolidad de «la austriaca» corrieron como la pólvora por las calles parisinas. La culpaban de todos sus males, pero hacía tiempo que Francia estaba arruinada. Mucho antes de que ella llegara (17).
La incapacidad de María Antonieta para seducir al rey: un asunto de estado
Siete años después de la boda, su madre fue clara al respecto: era su obligación para con su país quedarse embarazada. La estabilidad de la alianza entre Francia y Austria dependía de ella. La emperatriz culpaba a su hija, al igual que la mayoría de la Corte francesa, de no ser capaz de provocar deseo en su marido. Su supuesta incapacidad para seducir al rey era un asunto de Estado. Su madre la advirtió del peligro que corría su posición. Aunque ya era reina desde hacía tres años, mientras no diese un heredero a Francia, nada estaba asegurado (18).
Finalmente, el médico llegó al quit de la cuestión: el rey sí deseaba a su esposa, a la que amaba. El problema era que padecía fimosis (19). Tras una intervención quirúrgica, por fin, el rey fue capaz de cumplir en el lecho. Tras resolver el problema, el rey demostró desear a su mujer. Era su excesiva timidez y su «problemita» lo que le había impedido mostrar sus verdaderos sentimientos.
La llegada de los ansiados herederos
Y por fin, casi ocho años después de haberse casado, María Antonieta y el rey Luis XVI daban la bienvenida a su primer hijo. Llamaron a la niña María Teresa, como su abuela materna (20). Los reyes tuvieron cuatro hijos en total, de los cuales sólo la primogénita llegó a la edad adulta.
Dos murieron en la infancia y el delfín, Luis Carlos, acabaría muriendo en prisión, siendo un niño. Fue tras el arresto de sus padres, a la edad de diez años (21). El llamado a ser el futuro Luis XVII, fue la víctima más injusta de la Revolución francesa.
María Antonieta: la reina de la moda en un país que muere de hambre
«Si existe en la historia una mujer sinónimo de glamour, moda, extravagancia, buen gusto e innovación, esa es María Antonieta«. Sin embargo, fue su pasión por la moda una de las causas del odio que los franceses sentían por ella. La influencia de María Antonieta fue tal, que marcó el ritmo de la moda no sólo en Versailles. Y además su influencia se extendió por toda Europa. Implantó las bases de la alta costura, introduciendo telas suntuosas como el terciopelo, la seda o el brocado (22).
Los vestidos se hicieron gracias a ella más insinuantes, creando un estilo propio: el gran vestido de la Corte (23). Los complementos también dieron que hablar: zapatos, abanicos y guantes realizados con hilos de oro y plata. Introdujo perfumes más fuertes, maquillajes más llamativos y peinados extravagantes que alcanzaban alturas vertiginosas. Su modista la visitaba dos veces por semana y sus vestidos se contaban por centenas.
Si hubiese existido Vogue en el siglo XVIII (24), habría sido la portada indiscutible de todos sus números. Era la influencer del momento, la chica de moda en Europa. María Antonieta gastaba sin sentido ni medida, y permanecía ajena al dolor de su pueblo. Mientras los franceses no tenían pan para comer, ella empolvaba con harina sus pelucas (25).
La Revolución francesa: María Antonieta como símbolo de decadencia
Apunto de entrar en la última década del siglo, un movimiento social y político liderado por el pueblo y la burguesía puso fin a la Monarquía francesa (26). La familia real fue arrestada (27) y se tomaron los lugares más importantes de la ciudad. El rey firmó su abdicación al trono (28), y el poder iba a pasar a manos de las clases no privilegiadas.
Era el fin del absolutismo (29) y el nacimiento de la Constitución (30). Los franceses agitaban su bandera al grito de igualdad, libertad y fraternidad (31). La Edad Contemporánea había llegado (32).
Sin embargo, los franceses no estaban satisfechos. Querían la sangre de los reyes corriendo por la plaza y su cabezas rodando por el patíbulo. Finalmente, el rey fue condenado a muerte y decapitado en la guillotina en 1793, a los treinta y ocho años de edad. Pero el pueblo quería más. Querían la cabeza de María Antonieta (33).
El juicio
Unos meses después de la ejecución de su esposo, María Antonieta, que permanecía prisionera, fue juzgada (34). En el juicio se le acusó de todo tipo de aberraciones, algunas merecidas, otras totalmente falsas y crueles. Entre las merecidas se encuentran su falta de interés en la economía francesa, gastando sin medida. También sus infidelidades al rey. Básicamente haber sido una manirrota y vividora.
Entre las últimas, se encuentran acusaciones tales como haber participado en orgías con sus propios hijos, a penas unos niños. Ante tamañas calumnias, la reina apeló a la conciencia de las madres presentes, quienes acabaron compadeciéndose de ella (35). Aún así, no hubo clemencia. Fue condenada a muerte en la guillotina (36). A penas tenía treinta y siete años.
En sus últimos meses de vida, la reina vivió unas situaciones muy duras. Destaca el momento en que pasearon frente a su celda la cabeza decapitada de una amiga suya, clavada en una pica (37). En el tiempo transcurrió su cautiverio, sin ver a sus hijos, la reina envejeció de golpe llenándosele el pelo de canas. Se convirtió en una sombra de su antigua belleza (38).
Remordimiento de conciencia
Antes de morir, la reina escribió una desgarradora carta de despedida para sus hijos, amigos y familiares austriacos. Manifestaba su deseo de reunirse con su esposo, a quien, a pesar de los amantes que tuvo, en sus últimos años en común llegó a querer.
Pero lo que más preocupaba a la reina era el futuro de sus hijos. La reina rogaba que hubiese clemencia con ellos. Además, se arrepentía de todo el daño que hubiera causado en el pasado. Acusaba a su juventud, soledad, inconsciencia e insensatez de tales hechos. Y aseguraba que no había sido la maldad la que la había llevado a los mismos (39).
María Antonieta, la última reina de Francia
La reina fue llevada a la guillotina casi un año después que su marido, ante el atento y morboso público (40). La reina tropezó al subir al patíbulo y entonces se disculpó afligida ante el verdugo. Éste, haciendo caso omiso, le rebanó la cabeza de un tajo. A continuación cogió su cabeza del suelo y la enseñó ante la multitud al grito de: ¡Viva la República! Las palabras de disculpa fueron las últimas que pronunció la última reina de Francia (41).
La mujer y el mito: ¿realidad o exageración?
A modo de reflexión, hay que comprender que si bien era una mujer superficial, promiscua y malgastadora, su comportamiento no era tan diferente al del resto de monarcas. Sin justificar su conducta, sin duda más que cuestionable, ¿realmente causó tantos problemas a Francia? Lo cierto es que aquello de lo que más severamente se la juzgó fue de sus grandes gastos económicos, los cuales eran ciertos.
Sin embargo, no nos engañemos. Las cantidades de dinero que gastó su marido en sus campañas bélicas (apoyó la Guerra de Independencia de los EE.UU.) eran muy superiores. El propósito no era otro que fastidiar a sus eternos enemigos, los ingleses. La cantidad de hombres y de dinero que costó a Francia apoyar a los americanos fue enorme. Sin embargo ha quedado ensombrecida por las fiestas y los vestidos de la reina.
Francia y su pasado destructivo
Francia arrastraba una situación ruinosa, marcada por las innumerables y crueles guerras en las que había estado inmersa. Especialmente desde la época de Luis XIV, el Rey Sol. María Antonieta, desde luego, erró en su papel como reina en intentar acabar con esa situación terrible, que mataba al pueblo francés de hambre. En refugiarse en «su mundo» y volver la espalda al sufrimiento ajeno. Erró al pensar que era más desgraciada que el resto, enfocándose sólo en sus carencias y no en sus privilegios. Como reina no cabe duda de que fue un desastre. Pero, desde luego, no fue la principal culpable de la situación que atravesaba el pueblo francés.
María Antonieta: ¿una hermosa «cabeza de turco»?
Y a pesar de que su marido también fue ajusticiado, cuando se habla de la Revolución francesa, siempre es María Antonieta la que acapara todas las críticas. Por su puesto es mucho más divertido criticar a la extranjera y vanidosa reina que al «tonto» del rey. El rey es soso, aburrido, no vende. Ella sí. ¡El morboso arquetipo de la femme fatale!
Llegado a este punto cabe preguntarse: ¿fue una cabeza de turco? ¿El blanco perfecto para que los franceses derramasen su ira contenida desde hacía tanto tiempo? Teniendo en cuenta que desde su llegada ya fue rechazada por ser austriaca (y mujer). Y sumando su comportamiento posterior, con su escandalosa vida íntima y esos gastos desmedidos. ¡Y su egocentrismo! Probablemente la respuesta sea un sí rotundo. ¿No te parece?
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