Diana de Gales, Lady Di, es uno de esos personajes atemporales, que nunca pasan de moda. Ya sea por su belleza, su vida o su misteriosa muerte, el interés en su persona no desaparece. Su fantasma sigue haciendo sombra a la mismísima Familia Real británica. Y es que Diana era mucho más que la mujer del príncipe. Era la princesa del pueblo, la reina de corazones. Su cautivadora historia comenzó como un sueño hecho realidad y acabó con un final tan desgarrador como enigmático. Pero, ¿quién fue Diana de Gales? ¿Por qué el mundo se enamoró de ella?
Diana Spencer, una niña rica
Diana Frances Spencer nació a principios de los años 60 en Reino Unido (1). Era la cuarta hija de un matrimonio aristocrático (2), criada en un hogar lleno de comodidades. Su padre era conde y sus dos abuelas habían sido damas de la reina Isabel. Todo era felicidad en el hogar de Diana, hasta que sus padres se divorciaron. La pequeña tenía 8 años. A partir de entonces, la mala relación entre sus progenitores marcó su infancia. Además de los continuos cambios de colegio, entre Reino Unido y Suiza (3).
Independencia y normalidad
A pesar de todo, Diana tenía los mismos sueños y las mismas inquietudes que cualquier otra chica de su edad. Nunca fue buena estudiante. Destacaba en los deportes, especialmente en natación y ballet. Cuando cumplió los 17, se trasladó a Londres, donde comenzó a trabajar como maestra infantil en una guardería. Compartía piso con tres chicas más. Los que la conocieron en esa etapa destacan de ella su dulzura, su carisma y su timidez. Era muy responsable y trabajadora. Durante algún tiempo consiguió ser una chica normal, pero al cumplir los 19, todo cambiaría para siempre. Su nombre pasaría a ser una leyenda. Y su imagen despertaría tal fascinación que, en cierto modo, acabaría con ella (3).
Diana de Gales, princesa del Reino Unido
A principios de los ochenta, el Príncipe Carlos de Gales buscaba esposa (4). Tenía más de treinta años y mantenía una relación secreta con una mujer casada (5). Tiempo atrás, también había estado saliendo con la hermana mayor de Diana (6). La reina Isabel (7) alentó a su hijo a sentar cabeza y, así, comenzó el casting. Diana, sin saberlo, acabaría formando parte de él. De hecho, sería la estrella principal. Una fiesta, una casualidad y un encuentro fortuito. Así comenzó el mito de Diana de Gales. Poco tiempo después, el Príncipe Carlos ya había elegido qué corderito iba a sacrificar. Diana, con sus 20 años, su cara bonita y su carácter ingenuo, era la ofrenda perfecta.
El 29 de julio de 1981, Diana y Carlos se daban el sí quiero ante todas las casas reales europeas, salvo España. ¿Por qué? ¡Por Gibraltar! Estaba previsto que los futuros novios comenzaran su luna de miel precisamente desde Gibraltar, con un crucero a bordo del yate Britannia. Una decisión que incomodaba a las autoridades españolas, ya que la frontera con el Peñón permanecía cerrada desde 1968, por la tensión imperante en las relaciones.
El día de la boda, todo el mundo estaba pendiente del enlace. Todas las mujeres querían ser Diana de Gales, excepto una: ella misma. La amargura y la soledad, que la acompañarían el resto de su vida, ya había empezado a manifestarse. Meses antes del enlace, el acoso de los medios era arrollador para la joven. Al principio lo llevó con naturalidad, pero no tardaría en sentirse la presa a la que todos querían cazar. Pero lo peor no era eso, sino la venda que estaba empezando a caer de sus ojos con respecto a su esposo (8).
Carlos, el príncipe que se convirtió en rana
Los comentarios crueles, la frialdad y el desinterés de su esposo, no tardaron en aparecer. Carlos, del que estaba absolutamente enamorada, no la correspondía. La hería con comentarios sobre su aspecto físico (a pesar de su delgadez, él insinuaba que tenía unos kilos de más) o sobre su conducta (a veces se saltaba el protocolo). Diana no encontró apoyo en nadie. Era muy joven y estaba completamente sola. Además, sospechaba que la relación entre su marido y su amante continuaba. Y no se equivocaba. Comenzaba a comprender que sólo había sido una marioneta. Que el príncipe Carlos la había utilizado para contentar a su madre y al pueblo. Para ser digno de heredar la corona, algún día. Pero su corazón seguía siendo de su amante (9).
Sus hijos: los grandes amores de la vida de Diana de Gales
A pesar del sufrimiento, Diana de Gales sabía cuál era su obligación. Ya no había vuelta atrás. Un año después de la boda, dio a luz a su primer hijo: el príncipe Guillermo (10). El príncipe Enrique (11) llegó dos años después. Diana de Gales fue una madre entregada, cariñosa, atenta y divertida. Le encantaba abrazar a sus hijos y decirles cuánto los quería. Ambos niños estaban muy unidos a ella. Y es que ella, era mucho más joven y vital que su padre.
Los llevaba personalmente al colegio, se montaba con ellos en las atracciones y los llevaba a esquiar. Además, siempre estuvo muy pendiente de que sus hijos no fueran acosados por la prensa. En los últimos años, ella se había convertido en el centro de todas las miradas. De todos los focos. De todos los chismes. Su mayor anhelo era proteger a sus hijos de todo aquello. Que no tuvieran que pasar por lo mismo que ella (13).
Lady Di: la princesa del pueblo y la reina de corazones
Desde el principio, Diana de Gales supo meterse a todo el mundo en el bolsillo. Era espontánea, risueña y hermosa. Muy hermosa. Y elegante. Todas querían ser como ella. Se convirtió en un icono de estilo absoluto. Allá donde iba deslumbraba, y junto a su belleza, su carisma hacía el resto.
A diferencia de los otros miembros de la Familia Real, Diana de Gales se acercaba al pueblo. Les daba la mano, los saludaba, tomaba los regalos que le entregaban con entusiasmo. Era cercana, sencilla y amable. Todo el mundo la quería. Y tal fue su fama, que llegó a hacer sombra al propio príncipe. Diana de Gales confesaría, años después, que su marido le tenía envidia. Él era el príncipe, pero el pueblo la quería a ella (14).
Las dos caras de la princesa
De cara al mundo, Lady Di, como la llamaban, era feliz y segura de sí misma. Pero aquella imagen edulcorada con vestidos de alta costura y joyas de lujo era un espejismo. Su sonrisa era como una máscara que debía ponerse antes de salir de su habitación. Diana de Gales, por dentro, estaba rota. La presión pública y de la Familia Real, el acoso de los periodistas, las infidelidades de su esposo, su rechazo… Todo ello la consumía y la oprimía. Era una prisionera en una jaula de oro. Y aquella amargura pronto le pasaría factura.
Padeció anorexia y bulimia, además de otros desórdenes mentales. Su aspecto cadavérico era alarmante, reflejo de la tormenta que se desataba en su interior. Hubo peleas con su esposo y varios intentos de suicidio. El sueño se había convertido en una pesadilla. (15)
¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga? Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré
A principios de los noventa, con sus hijos criados y fortalecida emocional y físicamente, Diana de Gales se convirtió en una mujer distinta. Su necesidad de sentirse querida la había llevado a buscar calor en brazos de otros hombres. Pero su corazón, valiente y solidario, fue el que la salvó. Se refugió de su dolor en su trabajo. Decidió utilizar su imagen para ayudar a los demás. No buscaba ser una figura política, sino humanitaria.
Apoyó a los enfermos de VIH, tocándolos sin guantes, algo inaudito. Concienció al mundo no sólo de que no era una enfermedad contagiosa por contacto físico (sino por intercambio de fluídos), también de que los enfermos necesitaban cariño. Famosa es también su campaña contra las minas anti persona.
También, sus viajes a países del Tercer Mundo, donde ayudaba a los necesitados. Posando con niños negros sobre sus rodillas, jugando con ellos y dándoles cariño. Una imagen insólita para la realeza británica. Se convirtió en un fenómeno de masas. En un ejemplo a seguir. Defendía las causas solidarias con pasión y entusiasmo, convencida de que era posible cambiar el mundo. Y el mundo estaba con ella. Era su hora, su momento. La leyenda de Diana de Gales, no había hecho más que empezar (16).
La leyenda de Diana de Gales
A partir de ese momento, tomaría una serie de decisiones que cambiarían su vida para siempre. Su rebeldía, la situó en el ojo del huracán. Se convirtió en una persona molesta para los poderosos. Nunca sabremos si esas decisiones fueron las que firmaron su sentencia de muerte. Quizás, después de todo, también era humana y podía morir accidentalmente, como cualquier mortal. Sea como fuere, el desenlace de su vida terminó de consolidar su leyenda, y de consagrarla en el firmamento de las estrellas con más luz de la historia Contemporánea (17).
CONTINUARÁ…
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