Si hay una figura de la literatura española que ha acompañado a niños de varias generaciones, es la voz de Gloria Fuertes. De pequeños, hemos escuchado poemas suyos («El hada acaramelada», «Los lagartos desposados»…) y a nuestra mente viene la imagen de una señora mayor sonriente, redonda y algo arrugada. Una abuela dulce, rodeada de críos.
Pero hay mucha más Gloria Fuertes de la que pensamos en un principio. Gloria Fuertes no solo fue «la poeta de los niños». Su corpus poético recoge varios poemarios adultos, combativos, activistas y subversivos para la época del franquismo en España. Además, hay otro elemento de su vida que ha quedado sepultado y que, sin embargo, vale la pena visibilizar: Gloria Fuertes era lesbiana. Si bien lo mantuvo más o menos en secreto, algunas de sus amistades eran conocedoras de su orientación sexual, y en sus poemas aparecen retratadas sus experiencias con mujeres. Pero antes de llegar a la Gloria Fuertes que conocemos, hay que empezar por narrar la Historia de Gloria…
Historia de Gloria Fuertes (1)
Yo era una niña con zapatos rotos y algo triste porque no tenía muñecas (2)
Gloria Fuertes (3) nació en el madrileño barrio de Lavapiés, en el seno de una familia muy humilde (4). Su madre era costurera y su padre portero (5). La única hija en una prole numerosa (6), pronto la enviaron a estudiar en un colegio de monjas cerca de su casa, en la calle Mesón de Paredes. Allí aprendió a leer antes que a escribir (su cuento favorito era Pinocho) (7). En una entrevista confesó que acabaron por echarla de allí porque un día escribió en la pizarra que los niños, en vez de París, venían de parir (8).
Gloria era una niña solitaria que inventaba amigos imaginarios (como Coleta, futuro personaje recurrente) (9) y no se sentía comprendida por su familia, por sus gustos algo extraños, como la poesía o el deporte (10).
Su innata tendencia a las letras entró en conflicto con los intereses de su madre, quien intenta que siga sus pasos y sepa todo para ser una buena esposa (11). Cuenta y afirma que no agradece en nada a su familia, que nunca la apoyaron.
«Mi madre no me dejaba leer porque éramos pobres; me tenía que esconder porque si no me pegaba, pero mi padre era diferente, era el único que leía en casa» (12).
Además de su perpetua necesidad de recibir y dar cariño, no satisfecha en el círculo familiar (13), la pequeña Gloria relata la envidia que tenía a su hermano pequeño, quien murió atropellado a los 7 años (14).
Toda una (buena) mujer haré de ti
Sus primeros versos los escribió en la cocina del sótano a los 14. Le salían pareados porque le gustaba la rima. Los primeros poetas que leyó fueron Bécquer, Rubén Darío y Gabriel y Galán (15)
A esa edad, su madre la matriculó en el Instituto de Educación Profesional de la Mujer, en todas las materias «propias de su sexo» (16). Además de los diplomas de Taquigrafía y Mecanografía, Higiene y Puericultura, posteriormente se matriculó en Gramática y Literatura (17). Su madre pronto vio que Gloria era un poco «rarita» (18) y que casarla no parecía una opción viable. Asimismo, estaba harta de las «impropias» aficiones de la hija de un obrero: pocas muchachas practicaban hockey y baloncesto. Y, mucho menos, poesía (19).
En plena adolescencia, tuvo que lidiar con la muerte de su madre (de quien nunca contó con su aprobación) y con la Guerra Civil española (20). Pasó de trabajar copiando direcciones a máquina, a contable en la fábrica Talleres Metalúrgicos y empezaría su época como secretaria en «horribles oficinas» (21).
Aunque también comenzó a dar sus primeros recitales de poesía en Radio Madrid (22) y escribió su primer libro de poesía, Isla Ignorada (23). La joven Gloria montaba en bici por Madrid, con una falda-pantalón (24) y corbata, para ir a por libros a la Cuesta Moyano, algo bastante llamativo (25). Sin embargo, con la Guerra Civil su situación cambió.
Yo, pacifista
Nosotras, las tristes mujeres que escribimos (…) / No vamos a la lucha, vamos al silencio. // Nosotras escribimos de noche y a escondidas, / entre hijo y aguja por entre los pucheros (26)
La Guerra terminó de reforzar la posición pacifista y anti-violenta de Gloria Fuertes ante la vida (27). Se quedó en apenas 40 kilos de peso (28) y vio las miserias de un conflicto que dejaría traumatizada a la sociedad española por varias décadas. Sus poemas reflejaban las experiencias traumáticas de seres marginales, en especial de mujeres, como aquellas viudas o casadas con maridos en la cárcel, que se vieron obligadas a ejercer la prostitución para salir adelante (29). O los niños famélicos (30) y, en especial, el miedo y el temor que acompañaría a la población tanto desde la censura como desde la represión.
Algunos de sus poemarios de esta época pasaron por un corte brutal por parte de censores (31). El hecho de reivindicar Aconsejo beber hilo o Todo asusta es toda una declaración de intenciones. Los poemas de Gloria Fuertes actúan como actos de resistencia al contexto social y político, además de la opresión extra que sufrió la mujer durante la posguerra y el franquismo (32). El hecho de que Fuertes empleara la poesía como contra-historia o como actos de intervención pública, la convierte en mucho más que la poeta de los niños (33).
Amores de guerra
Otro de los hechos a destacar de la vida de Gloria Fuertes durante la Guerra es la aparición de dos «amores» masculinos. Su primer novio apenas le duró, dado que fue mandado a las filas republicanas y nunca volvió (34).
También habla de su relación – aunque parece más platónica – con un médico de trincheras (35). De él dice que era «súper culto e inteligente» y que le influyó mucho, como maestro (36). Así como su mentalidad pacifista (recalca que no llevaba pistola). Lo encerraron en las cárceles franquistas, donde Gloria Fuertes iba a verle cuando podía (37).
Sin embargo, tras la guerra se acogería a uno de sus grandes amores: los libros. Obtuvo el diploma de bibliotecaria y empezó a trabajar en una biblioteca pública (38). Para ella estaba a punto de empezar su época más feliz.
Gloria Fuertes, «poeta de guardia» (39)
Y se iba a presentar otra «moderna», que era la imponderable Gloria Fuertes, la hija del portero de Lavapiés, la «chica del barrio», la madrileña paradigmática (…) melena corta, de paje, con flequillo. Zapato bajo con calcetines rojos. Todo un impacto (40)
Con el fin de la Guerra Civil en 1939, comienza a compaginar su trabajo con el de Redactora de la revista infantil Maravillas (41). Durante la década de los 40 estrenará sus primeras obras de teatro infantil (como Las tres reinas magas) y empezará a tener varias colaboraciones en diversas revistas como en la femenina Chicas, la revista de los 17 años (42). En dicha publicación conoció al dibujante Mingote (43), donde este ilustraba los cuentos de humor que Gloria Fuertes escribía.
En esta época conoció también a Carlos Edmundo de Ory, una de las principales voces del Postismo (una suerte de resumen de todas las vanguardias anteriores) (44). Gloria Fuertes participó en sus tertulias y en la revista Postismo y cerbatana. Solían reunirse en el Café Varela, el apodado «café Gijón de los pobres» y de los autores noveles (45). A mediados de los 50, aunque Gloria no quería adscribirse a ninguna corriente literaria, fundó junto con otros amigos escritores (como Antonio Gala) la Revista Arquero.
Gloria Fuertes y «Versos con faldas»
En 1951, Gloria Fuertes, Adelaida Los Santos y María Dolores de Pablos fundaron el grupo poético «Versos con faldas» (46), cuyo fin era dar a conocer a las voces femeninas de la poesía del momento ofreciendo recitales, tertulias y lecturas en radio. La importancia de este grupo, cuya labor se desarrollará durante tres años, reivindicó la voz femenina como creadora y no como musa, pese a que varios de los hombres que acudían a aquellos encuentros se empeñaban en resaltar el físico de las ponentes (47).
Estábamos tan hartas de tantos poetas «pesaos» que no sabían ni escribir y de que no nos dejasen leer a nosotras (…) Si en vez de llamarme Gloria me hubiera llamado Glorio, otro gallo me habría cantado (48)
Poetas víctimas de la censura y del patriarcado
Las reuniones de este colectivo eran los lunes a las siete de la tarde en el sótano de la Asociación Artístico-literaria del teatro gallego (49), un espacio público artístico. Pese a que tuvo repercusión en los medios, el grupo siempre se vio con cierto paternalismo (50). No obstante, en 1983, Los Santos publicó una antología con poemas del grupo, lo que deja constancia de la actividad poética de las mujeres españolas durante estos años (51).
Con «Versos con faldas» se evidencian las trabas añadidas que las mujeres tenían durante el franquismo para publicar, viéndoselas con la censura más férrea y con la constante crítica, que las tachaba de «locas» a la mínima (52).
La propia Gloria Fuertes se enfrentó con el censor a la hora de intentar sacar el poemario Aconsejo beber hilo. En el informe, el censor califica la obra como producto de una «mente enferma» (53). Esta forma de desacreditar a las autoras era relativamente común. Además, eliminó varios poemas que tenían que ver con la mujer, su cuerpo y sus derechos (54). Esto la obligó a publicar algunos de sus poemarios (como Antología y poemas del suburbio) fuera de España (55).
Pese a acatar algunos de los cambios, Gloria logró sortear la segunda revisión y colar algunos poemas que, claramente, desafiaban al poder y eran un acto subversivo (56).
La poeta ambulante
Quizá la reivindicación más desafiante de Gloria Fuertes fue su adaptación de la labor de La Barraca de Lorca pero con poesía (57). Esto es, acercar la poesía a todos los rincones y pueblos con un lenguaje sencillo y coloquial. Gloria Fuertes disfrutaba recitando y enseñando sus poemas con su biblioteca ambulante (y en su Vespa) (58). Su objetivo era generar conversación con su auditorio y emocionarlo.
En ocasiones, quienes patrocinaban sus recitales no tenían fondos para pagarle. Esto le ocurrió en Béjar (Ávila), donde su público, a falta de honorarios, le regaló una capa hecha del mejor paño (59). A Gloria Fuertes no le interesaba el dinero, sino ver cómo sus oyentes aplaudían y sentían sus poemas.
Además, Gloria Fuertes se atrevió a leer sus versos en pubs de parejas (pubs de ambiente de Chueca como Lady Pepa (60)) logrando que la escucharan y disfrutaran sus poemas. Tanto es así, que en los 70 fue declarada por el diario Pueblo como la figura más popular (61).
Mujeres de verso en pecho (62)
Si bien el asunto de la sexualidad de Gloria Fuertes ha permanecido oculto hasta bien entrada su muerte, lo cierto es que buena parte de su círculo cercano conocía de su homosexualidad (63). Es más, la reconoció en algunas entrevistas, aunque pidió al periodista que no lo contara por temor a que los padres de los niños a los que dedicaba gran parte de su obra dejaran de acudir a ella (64).
Además, de que durante el franquismo todavía estaba vigente la Ley de Vagos y Maleantes (junto con la Ley de Peligrosidad Social), que penaba lo que no era cisheteronormativo (65). Si bien hay ciertos sectores que han preferido obviar el hecho de que Gloria Fuertes fuera lesbiana, lo cierto es que el amor (tanto erótico-individual como fraternal-solidario) es una constante en sus poemas (66). Tanto es así, que se aludía a ella como «patrona de los amores prohibidos» (67).
Cabe señalar que las relaciones de Gloria Fuertes con mujeres tienen nombre y apellidos. Hubo una de ellas, Chelo Hernández, que la acompañaría durante toda su vida y que, desde los 20 años, sería su confidente, amante y amiga (68). También se alude a Micaela, otra amiga por quien su amor no era correspondido. Tristemente, tras una noche de fiesta, cogió un vuelo a Roma que se estrelló (69).
Sin embargo, el verdadero amor de Gloria Fuertes fue Phillis Turnbull (70), su profesora de inglés en el Instituto Internacional, donde estaba estudiando a los 38 años.
Paseando a «Miss Filis»
Profesora y alumna pronto empezaron a compartir algo más que su afición por la literatura infantil y las enseñanzas del idioma extranjero. Además, gracias a Phillis Turnbull, Gloria Fuertes gozó de una Beca para dar clases en una Universidad en EE. UU (71). Allí estaría durante tres años impartiendo clases de literatura española (72), entrando en contacto con los movimientos anti-belicistas y enseñando chotis a los norteamericanos (73).
Al volver a España, Gloria Fuertes y Phyllis Turnbull se mudaron juntas a una casa en Soto del Real (74), junto con Chelo Hernández. Allí, la profesora era conocida como «Miss Filis» (75), y ayudó económicamente a varias familias y becó a algunos jóvenes para que pudieran estudiar en ambos países (76). Las dos inauguraron la Biblioteca Infantil del Instituto Internacional (77), donde Gloria Fuertes hacia las guardias después de quemar la noche madrileña. Ambas mantuvieron una relación sentimental durante 15 años.
Amigas muy «amigas»
Pero… ¿a nadie le chocaba la «amistad» de Phyllys Turnbull y Gloria Fuertes? Paradójicamente, la relación entre dos mujeres resultaba algo tan imposible y anodino para el Régimen que les permitió vivirla con relativa tranquilidad (78).
A la gente no le parecía extraño verlas pasear de la mano, viviendo juntas o trabajar codo con codo noche y día (79). Además, ambas eran dos «solteronas», sin hijos y solas. Sin embargo, para aquellas personas que puedan tachar su relación de «mera amistad», los poemas de alto contenido erótico que Gloria Fuertes dedicó a Phillis Turnbull disipan cualquier duda:
Quererte como nadie se imagina / es la única enfermedad que he tenido / desde que pasé la tos ferina. / Quererte es incurable/ (o quiero que lo sea) (80)
Gloria Fuertes in Excelsis Deus (81)
En 1970 Phyllis Turnbull volvió a EE. UU, terminando la relación con Gloria Fuertes aunque siguieron en contacto (82). Sin embargo, un año después, Phyllis Turnbull murió de cáncer. Este hecho dejó desolada a Gloria Fuertes quien, según varios amigos, no se repondría de aquello (83).
Poco a poco, empezó a caer en una espiral depresiva. Dejó la casa compartida en Soto del Real y se mudó a un piso en Alberto Alcocer, que Phyllis Turnbull le dejó en herencia (84). A partir de ese momento, su única fuente de felicidad serían los niños. Es ahora cuando empieza a salir más en Televisión Española (85) y cuando se asienta su imagen de señora mayor adorable rodeada de críos, siempre alegre.
Gloria lo tenía claro: los cuentos infantiles debían tener finales felices, aunque el autor sea una persona triste (86)
La poeta de los niños, que no era tan feliz
Es la embajadora de Un globo, dos globos, tres globos y de La cometa blanca (87). Pese a su apariencia dulce y la fachada humorística, el suicidio aparece como tema recurrente. Así lo relata en una famosa entrevista que le hizo Vicente Molina Foix: «Iba a tirarme al metro, pero acabé tirándome a la taquillera» (88).
Comienza a beber más whisky que nunca y fuma sin parar. Un amigo la invita a Málaga, con la esperanza de animarla dando allí recitales (89). Sin embargo, Gloria Fuertes cada vez sale menos de su piso, se van muriendo amigos suyos y, a los 80 años, el 27 de noviembre de 1998, fallece a consecuencia de un cáncer de pulmón que le habían detectado unos meses antes (90).
No obstante, el sentimiento de soledad la persiguió durante toda su vida y, aunque murió junto con su inseparable Chelo Hernández, siempre tuvo esa sensación de desplazamiento con la sociedad. Una sociedad que, en bastantes ocasiones, se burlaba de ella por su físico, por su voz ronca, por sus ademanes y estilismos masculinos, por su condición de mujer, por ser lesbiana, por ignorar su poesía adulta y por no incluirla en el canon por su lenguaje sencillo y cercano (91).
Gloria Fuertes: patrona de los marginados y de los amores prohibidos
Si hay algo que sembró Gloria Fuertes fue su pacifismo y el rechazo de cualquier tipo de violencia. Protegió cuanto pudo y visibilizó a los colectivos marginados de la sociedad española. Además de las mujeres, como ya se ha visto con el grupo «Versos con faldas», también cuidaba bajo su ala a niños solitarios y que sufrían del ataque o burla de sus compañeros (92).
Siempre fue una mujer humilde, que nunca se separó de sus raíces más de barrio. Era una poeta de pueblo, una «cabra loca» (93) al margen de las dicotomías sociales. Por eso, no era raro verla en los bares de ambiente de Chueca leyendo sus poemas a prostitutas y travestis (y transgéneros) (94). Siempre se mostró empática y trato de forma indulgente y sin prejuicios a estas mujeres y hombres que ejercían la prostitución.
Nunca nadie le ayudó, / pero el se hizo mujer. / Cantaba y cantaba, / era la preferida de los hombres del night-club. / Me dijo: En toda mi vida / solo he leído un libro, / el tuyo. / Entonces… / Le acaricié de verdad / sus pechos de mentira (95).
Gloria Fuertes, una feminista revolucionaria
Asimismo, explotaba su propia imagen andrógina (pelo a lo paje, corbata, siempre en pantalones…) e incluso cuestionaba si Dios sería hombre o mujer (para ella Dios era un interlocutor cercano) (96). Mediante el juego con el lenguaje, demostraba su propia identidad. Por ejemplo, rechazaba que la trataran de «poetisa». Ella siempre fue poeta.
Gloria Fuertes fue mucho más que la poeta de los niños. Su preocupación por las mujeres, los obreros y la falta de libertad de expresión convierten sus -menos conocidos- poemarios adultos en un testimonio fundamental del franquismo.
El día después de morir, se convocó una manifestación en su honor en Lavapiés (97). La mujer que estuvo «al borde de la cárcel, al borde del arte, al borde del suicidio» y quedó «al borde de despertar» (98) dejó una inesperada fortuna a La Ciudad de los Niños (99), devolviéndoles todo lo que había ganado gracias a ellos. Ella, la poeta de guardia, la mujer de verso en pecho, gorda, feminista, soltera, lesbiana, pacifista y del pueblo.
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