Artemisia de Halicarnaso. Reina, madre y navarca en la batalla de Salamina

Esta es una de las ocasiones en la que más he disfrutado con un trabajo de investigación para Khronos Historia. Una mujer, Artemisia de Halicarnaso, situada en un escenario masculino, dirigiendo asuntos públicos y de gran personalidad. ¿En el siglo V a. C.? ¡Ni de coña!

Vale, vale. No nos emocionemos. Es raro, muy raro, excepcionalmente raro, encontrar un personaje femenino de esta época, a la que los hombres trataran con admiración. Una reina aliada del rey Jerjes de Persia. Una mujer por la que los griegos ofrecieron una buena recompensa. Y además, madre. ¿Qué no te lo crees? A mí me pasó lo mismo, pero lee con atención…

De ser una chica doria de buena estirpe…

Artemisia era hija de Lígdamis, rey de Halicarnaso y de una aristócrata cretense. Una chica de ascendencia doria, tanto por parte de madre como de padre. Los dorios eran una de las principales tribus griegas antiguas. Recordemos también que Halicarnaso, capital de Caria, (1) era una colonia doria de Argos. Por tanto, los carios eran el pueblo de Artemisia. Pero en época de Artemisia, Caria pertenecía al Imperio persa. Y los persas estaban a palos con los griegos.

Con tan buenas credenciales, a la chica la casaron con un rey del que no sabemos el nombre. Lo más importante es que tuvo un hijo (llamado Lígdamis, como su abuelo) y que se quedó viuda muy joven. Como hemos visto en muchos ejemplos a lo largo de la Historia, las jóvenes reinas viudas ejercen como regentes durante la minoría de edad de sus hijos. Y eso fue lo que pasó en esta ocasión. Artemisia de Halicarnaso decidió convertirse en reina. Muchos pensaréis, ¡seguro que no tenía nada mejor que hacer!

…a convertirse en estratega

Una vez tomada la decisión de ser reina, hasta que el pequeño príncipe se convirtiera en un hombrecito, Artemisia se lanzó a la aventura. Bajo el mando del rey Jerjes, los caudillos de los pueblos sometidos por los persas, entre ellos los carios, con Artemisia a la cabeza (2), se enfrentaron a los griegos en una cruenta guerra, denominada Segunda  Guerra Médica (3).

En esta guerra, los persas pretendían conquistar toda Grecia. La invasión comenzó cuando el ejército persa cruzó el Helesponto y marcharon a través de Tracia y Macedonia, hacia Tesalia, cuyas ciudades se rindieron a Jerjes.

Artemisia contribuyó a la flota persa con cinco naves y no solo las aportó, sino que ejerció como navarca, es decir, fue comandante en una de ellas. ¡Una mujer dirigiendo un barco de guerra! Te lo dije, ibas a flipar.

Artemisia de Halicarnaso Artemisa I de Caria Segunda Guerra Médica Batalla de Salamina
Artemisia de Halicarnaso. Fuente

Una navarca muy cualificada (4)

Así, encontramos a Artemisia al mando de cinco naves y participando en la famosísima batalla naval que tuvo lugar en Salamina (5), una pequeña isla. La reina, un navarca competente, no solo demostró estar capacitada para dar consejos tácticos navales. Se reveló además como un ejemplo de las mujeres que no se amedrantan en los cargos ocupados por varones.

Hay que aclarar que las mujeres dorias gozaban de cierto grado de independencia, como vemos también entre las mujeres espartanas (6). Prueba de ello, es que podíamos nombrar a Artemisia como Artemisia I, porque esta no fue la única reina de Halicarnaso. Sabemos que un siglo después gobernó, de nuevo en Caria, otra mujer de nombre también Artemisia, esposa y hermana de Mausolo (7).

Artemisia de Halicarnaso: una valiente guerrera

Artemisia tuvo la capacidad de enfrentarse a un combate naval difícil. Las batallas que libró con su flota, cerca de Eubea, le hicieron merecedora de un puesto relevante en el espacio masculino. Según sus admiradores, la reina contaba con “resolución” y “arrojo viril”. Ella no era como las demás mujeres, depositaria de la cobardía que se atribuía (y se atribuye) a nuestro género (8). Nuestra heroína tenía otra importante cualidad. Su experiencia en política de guerra y en estrategias militares, hizo que se ganara la estima de Jerjes.

Jerjes I de Persia rey de Persia
Jerjes I de Persia. Fuente

El rey persa le pidió opinión y asesoramiento al menos en dos ocasiones, antes de empezar la batalla (9). Lo malo es que el chulito de Jerjes no le hizo caso y la cagó. Artemisia le aconsejó que esperara un poco antes de presentar la batalla por mar y, como demostró la Historia, Jerjes cosechó un rotundo fracaso.

Tanto piropo mosquea

La culpa de esta visión tan valiente y heroica de una mujer, la tiene en gran parte un gran amigo nuestro: Heródoto de Halicarnaso (10). ¡Ja! ¡Resulta que eran paisanos!

Heródoto no ahorró piropos hacia ella. La elevó a la categoría de los héroes míticos. También ensalzó sus virtudes militares y, sobretodo, destacó la confianza que el rey persa depositó en ella. Que un hombre de la categoría de Heródoto alabe la pericia militar de una mujer, hace que el mundo se polarice.

Me explico. La reina tenía a unos a favor y a otros en contra. Artemisia tuvo una legión de seguidores, quienes se deshacían en halagos. Sus “fans” temían la reacción del rey persa por tomarse tanta confianza. Ningún hombre osaría decirle a un rey lo que debía hacer. ¡Imagínate si era una mujer!

Por otro lado estaban sus detractores. La mayoría, consideraban a Heródoto como un “amigo de los bárbaros”. Acusaban a Artemisia de ser pro persa y cruzaban los dedos para que el rey se hartara de ella y la sometiera a castigos inimaginables. ¡Qué mala es la envidia!

Además de reina, madre

Los rasgos viriles que se atribuyen a Artemisia de Halicarnaso (11) no significan que se hayan invertido los roles de la masculinidad y feminidad, sino que se unen. Artemisia estuvo casada y tuvo un hijo. Los rasgos femeninos en sus consejos, contrastan con los de sus colegas masculinos. Por ejemplo, en una reunión con los jefes aliados, Artemisia propuso con muy buen criterio que no era el momento idóneo para atacar, porque la victoria no estaba clara. En cambio los caudillos, todos hombres, votaron a favor de entrar en combate de inmediato. La dichosa fogosidad masculina…

Estoy segura de que ante este personaje muchos hombres pensarán que exageramos, sobre todo si hacemos caso a la expresión atribuida al rey Jerjes:

«Los hombres se me han convertido en mujeres y las mujeres en hombres» (12).

Yo me quedo con la otra versión:

«Artemisia no es ambigua, puesto que su identidad sexual es clara, sino ambivalente» (13).

Valentía y sagacidad. ¿De verdad es tan difícil creer que una mujer puede reunir estas dos cualidades?

Y dio comienzo la batalla

Como cualquier otro navarca que lidera un ejército tan especializado, Artemisia acató sin rechistar las órdenes de Jerjes. El persa decidió enfrentarse a los griegos por mar en la isla de Salamina. Ella combatió bajo el mando persa, con mucha sangre fría y con pocos escrúpulos (14). Eso de los escrúpulos, lo vemos en una anécdota que Herodoto nos narra con pasión. Durante la ya citada batalla de Salamina, el trirreme (una embarcación que tiene tres filas paralelas a cada lado) que lideraba Artemisia se vio acosado por una nave ateniense. Ni corta ni perezosa, la reina se lanzó contra uno de los barcos de su bando. Es decir, embistió una nave aliada de los persas, para hacer creer al enemigo que estaba con ellos.

Batalla de Salamina Segunda Guerra Médica Tirremes
Trirremes en la batalla de Salamina. Fuente

Artemisia consiguió que el comandante de la otra nave, al ver que embestía a un navío persa, creyera que la nave de Artemisia era griega o que estaba desertando de la flota de Jerjes. Por lo que mandó cambiar el rumbo y se dirigió contra otras naves.

¿Era lista o no era lista?

La reina Artemisia de Halicarnaso llevaba en su nave la enseña de los bárbaros, es decir la de los persas, pero además, lucía a conveniencia la de los griegos. Si perseguía una nave griega, izaba la enseña persa, pero si era perseguida por una nave griega, izaba la griega. Mola, ¿no?

Jerjes vio la maniobra de Artemisia y, como comprenderéis, la reina de Halicarnaso, a los ojos del soberano persa, ganó puntos en estima y consideración.

Pusieron precio a su cabeza

Por su parte, los griegos, que de tontos no tenían un pelo, mosqueados con el engaño, ofrecieron una recompensa de diez mil dracmas para quien la capturase viva. Consideraban algo inadmisible que una mujer hiciera la guerra a Atenas (15). El tema de la busca y captura de Artemisia, delata el orgullo varonil herido, porque una mujer se había metido en su terreno.

La suma de diez mil dracmas era mucho dinero. Mas o menos, el equivalente al sueldo de tres años. Tanta tirria llegaron a tenerle, que en la ciudad de Esparta erigieron una estatua de Artemisia. El retrato de la reina estaba situado junto a otros de malhechores y enemigos persas. Como una especie de “se busca”.

Una leyenda que intenta desprestigiarla

A estas alturas os estaréis preguntando: ¿dónde está la trampa?

Vale, hay trampa. Como ya hemos dicho, los detractores no podían permitir que una mujer destacase por su valentía y su inteligencia sin desprestigiarla de alguna manera. Y qué mejor manera de menospreciar su valía, que someterla a la tiranía de los celos. Al fin y al cabo, era una mujer.

El patético final que algunos inventaron para difamarla raya la tontería más absoluta. Una tópica leyenda de desamor, loca pasión y cruel venganza. Después de la muerte de su marido, Artemisia volvió a enamorarse del joven Dárdano de Abidos. Como éste no le correspondía, la reina, despechada, le mandó sacar los ojos. Y como no pudo superar los remordimientos, Artemisia de Halicarnaso se suicidó arrojándose desde lo alto de la roca Leúcade (16).

Atención a la patraña

Por un lado, esta triste y moralista historieta no concuerda con la Artemisia que Heródoto retrata. Una mujer de carácter muy fuerte, valiente, luchadora y para quien el fin justifica los medios.

Y por otro, la roca Leúcade, o blanca, era una peñón de la isla de Leuca, al sur del antiguo Epiro. Allí había un templo dedicado al dios Apolo, desde el cual, los amantes atormentados se arrojaban al mar. Sus detractores aprovecharon la leyenda de los suicidas para devolver a la reina el rol femenino que le correspondía.

«La distancia entre Halicarnaso, la actual Turquía, y Leucas es considerable. ¿Cómo podría haber hecho este último viaje? ¿Por tierra? ¿Por mar? ¿Haciendo escala en alguna isla del archipiélago de las Cícladas, en Cítera por poner un ejemplo o pasando por el cabo Ténaro, en territorio dominado por Esparta al sur del Peloponeso…?» (17).

El fin de Artemisia fue inventado a posteriori por un escritor del siglo II a. C. (18). Un misógino de manual.

Artemisia, “la peli”

En la película 300. El origen de un imperio (19), la reina Artemisia de Halicarnaso está interpretada por la bella actriz Eva Green. La película es un cúmulo de despropósitos. Una especie de paranoia del director, que comete todo tipo de “atropellos históricos”. Evidentemente, una película en la que prima la violencia como reclamo y en la que la reina aparece vestida como una cantante de hard metal, no puede tomarse en serio. ¡Un vestuario muy cómodo para enfrentar una batalla! Una vez más, queda de manifiesto el intento de desprestigio al que se ha sometido a la mujer a lo largo de la Historia.

Artemisa de Halicarnaso Eva Green 300 el origen de un imperio
Fotograma de «300. El origen de un imperio»; Artemisia interpretada por Eva Green. Fuente

Un buen final

Pese a que no nos han llegado noticias sobre las actividades de Artemisia después de su participación en la batalla de Salamina, sabemos que su dinastía perduró varias generaciones. Su hijo Lígdamis gobernó como rey de Halicarnaso entre los años 460-450 a. C. Eso sí, no sabemos ni cómo ni cuándo murió.

En conclusión, me parece necesario hacerse preguntas e indagar sobre el pasado de estas mujeres. A poco que «rasquemos», las dudas razonables salen a la luz. Sin perder de vista el momento histórico que abordamos y la peculiar condición femenina, podemos estudiar sus vidas con algo más de realismo. Es decir, no podemos reescribir la historia de las mujeres, pero sí hacerla visible.


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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) En griego antiguo, Καρία, Karía, fue una antigua región histórica situada al sudoeste de la actual Turquía. Fue incorporada en el 545 a. C. al antiguo imperio aqueménida como la satrapía de Karkâ. Su capital fue Halicarnaso, la actual Bodrum.

(2) Cilicios, matienos, fenicios, lidios, masagetas, carios, bactrianos y egipcios lucharon junto con su rey, Jerjes, contra los griegos. Strauss, 2006, p. 39.

(3) Este enfrentamiento fue el punto álgido de la Segunda Guerra Médica, el segundo intento persa por invadir Grecia que había comenzado en el 480 a. C.

(4) Aclaro el título de este apartado porque la palabra “navarca” es masculina.

(5) Imprescindible: Salamina, de Javier Negrete: Negrete, 2008.

(6) De esta autonomía jurídica, da fe el código de Gortina, que documenta la facultad femenina de poseer y administrar los bienes. García Iglesias, 1991.

(7) Mausolo era hijo de Hecatomno, un aristócrata que había obtenido en 392 a. C. la satrapía de Caria de manos de Artajerjes II. Artemisia II (siglo IV a. C.), al quedarse viuda mandó construir un grandioso y espectacular monumento funerario, considerado una de las siete maravillas de la Antigüedad: el célebre Mausoleo de Halicarnaso. Obra que dio origen a la palabra “mausoleo” que significa: sepulcro magnífico y suntuoso.

(8) El cómico Aristófanes menciona a Artemisia en su célebre comedia “Lisístrata”. En la obra, un personaje masculino se queja de la actitud luchadora que han tomado las mujeres atenienses para poner fin a una guerra que enfrentaba a griegos contra griegos. Aristófanes, 1992, versos 680-681, p. 143.

(9) Rodríguez Adrados, 1984.

(10) Heródoto de Halicarnaso fue un historiador griego nacido en Halicarnaso en el siglo V a. C.  Por muchos es considerado el padre de la Historia. Es el precursor de la historiografía moderna, ya que sus obras se admiten como los primeros tratados con carácter real y verídico de la Historia.

(11) Tourraix, 2001.

(12) Heródoto, 1984, Libro VIII, 69.

(13) Tourraix, 2001.

(14) Heródoto, 1984, Libro VIII, 71.

(15) Heródoto, 1984, Libro VIII, 93, 2.

(16) Situada al lado de la mítica Ítaca, en el mar Jónico, cerca de las costas de Acarnania.

(17) Mayor Ferrándiz, 2014.

(18) Llamado Tolomeo Hefestión, en su obra, Nueva Historia.

(19) Film dirigido por Noam Murro.


Bibliografía

  • Aristófanes, 1992, Lisístrata, Alianza Editorial, Madrid. 3ª Edición, traducción de Elsa García Novo.
  • Arthur, M. B., 1973, “Early Greece: Origins of the Western Attitude toward Women”, Arethusa, vol. 6, nº 1, Women In Antiquity, primavera de 1973, pp. 7-58.
  • Calero Secall, I., 2004,  “El privilegio de masculinidad y los derechos femeninos en las transmisiones patrimoniales de la Grecia Clásica” en Ferreira Leâo, D., Rossetti, L. y Fialho, M. do C., Nomos: Derecho y sociedad en la Antigüedad Clásica, pp. 153-174, Ediciones Clásicas, Coimbra-Madrid.
  • García Iglesias, L., 1991, “Artemisia, tirana de Halicarnaso” en C. Bernis et al. (eds.), Los estudios sobre la mujer: De la investigación a la docencia, Actas de las VIII Jornadas de Investigación Interdisciplinaria, pp. 427-431, Madrid.
  • Heródoto, 1984, Historia, Volumen II, Libros VII y VIII, Akal Clásica, Madrid.  Edición de Antonio González Caballo.
  • Hignett, C., 1963,  Xerxes invasion of Greece, Clarendon Press Oxford, Oxford.
  • Madrid, M., 1999, La misoginia en Grecia, Ediciones Cátedra, Madrid.
  • Mayor Ferrándiz, T. M., 2014, «Artemisia I, tirana de Halicarnaso», Revista de Clases de Historia, Publicación digital de Historia y Ciencias Sociales, Artículo 417, 15 de abril de 2014. [En línea] Disponible en: http://www.claseshistoria.com/revista/2014/articulos/mayor-artemisia-halicarnaso.html (15 de enero de 2019).
  • Negrete, J., 2008, Salamina, Editorial Espasa, Madrid.
  • Rodríguez Adrados, F., 1984, «Introducción a la Historia de Heródoto», en Heródoto, Historia, Biblioteca Clásica Gredos, Ed. Gredos, Madrid. Traducido por Rodríguez Adrados. 
  • Ruiz Sola, A., 2005, “Las heroínas griegas: trasvase cultural” en Nieto Ibáñez, J. M. (coord.), Estudios sobre la mujer en la cultura griega y latina, XVIII Jornadas de Filología Clásica de Castilla y León, pp. 123-141, Universidad de León – Servicio de Publicaciones, León.
  • Strauss, B., 2006, La batalla de Salamina. El mayor combate de la Antigüedad, Editorial Edhasa, Barcelona. Traducción de Ignacio Alonso.
  • Tourraix, A., 1990, “Artémise d’ Halicarnasse chez Hérodote, ou la figure de l’ ambivalence” en Mactoux, M. M. y Geny, E. (eds.), Mélanges Pierre Lévêque. Tome 5: Anthropologie et société, pp. 377-386, Université de Franche-Comté, Paris.
  • Tourraix, A., 2001, L’Orient, mirage grec, Presses universitaires de Franche-Comté, Paris.
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Marta Huelves Molina
Grado en Geografía e Historia por la UNED de Madrid. Empeñada en dar a conocer la Historia de forma amena y rigurosa.