Cuando Gil Pender le preguntó a la hermosa e inspiradora Adriana de Burdeos, en la película Medianoche en París (1), “Si pudieras viajar en el tiempo ¿A dónde irías?”, ella contestó sin titubear: “A la Belle Époque” (2). Y es que fue un período único, que se desarrolló en París a principios del siglo XX y donde comenzaron los grandes cambios que se desarrollarían en el “Siglo de la Vanguardización”. Como el nacimiento del cine, la alta costura francesa o el desarrollo de nuevas tecnologías. Pero si por algo es recordado este periodo es, sin duda, por sus artísticos, viciosos y vanguardistas espectáculos nocturnos (3). Este es el escenario donde debemos situar a nuestra protagonista, Loïe Fuller, la bailarina que reinventó la danza contemporánea.
En medio de este panorama, esta mujer quiso ser artista y se convirtió en una revolucionaria en el ambiente artístico y científico del momento. La estadounidense Loïe Fuller fue bailarina, coreógrafa, inventora, iluminadora artística, escritora, modelo, productora y actriz. Una mujer que fue admirada por pintores, escultores, cineastas y científicos. Además, de maestra y rival de la gran Isadora Duncan.
Biografía de Marie Louise Fuller – La granjera que soñaba con ser bailarina
Hablemos de la biografía y vida de Loïe Fuller. Era una niña del Estado de Illinois (4) que soñaba con ser bailarina, como cualquier jovencita de su edad. Lo supo cuando se subió por primera vez a un escenario, a la edad de dos años (5). Esa joven granjera desarrolló una carrera artística bastante prolífica. Fue actriz de teatro, llegando a interpretar obras del mismísimo William Shakespeare. También fue cantante de opera y bailarina de can-can. Sin embargo, era más conocida a nivel local y su fama, de momento, sólo era apreciada por los pueblerinos y familiares (6).
No obstante, ya destacaba por tener un cuerpo totalmente inquieto, apasionado y salvaje. Y su mente no se quedaba atrás. Su creatividad y curiosidad, antes de hacerse famosa, parecían no tener límites. Pero los medios con los que contaba eran bastante escasos. Era una mujer, sin apenas derechos, y para más inri, se dedicaba al mundo del espectáculo. Sin embargo, tuvo el valor de viajar al viejo continente y aterrizar en París, donde se convertiría en una revolucionaria dentro y fuera de los escenarios y en toda una leyenda (7). No obstante, no toda su vida en la ciudad de la luz fue de color rosa.
Una americana en París
Abrirse camino en el mundo del espectáculo y conseguir fama, respeto y admiración por parte de espectadores, críticos y público, es bastante difícil. Y si además eres mujer, extranjera y tienes cerca de 30 años, todo se complica. Pero Loïe Fuller se arriesgó y ganó. Aunque cuando llegó a París solo tenía un poco de dinero y una maleta llena de ideas revolucionarias.
Al principio pasó desapercibida, como le suele pasar a cualquier artista independientemente de la disciplina a la que pertenezca. Pero, poco a poco, su fama fue creciendo, llegando a actuar en el Teatro de la Ópera de París. Sus bailes eran bastante peculiares y muy personales.
Su espectáculo más famoso se llamaba baile serpentina. Para ejecutarlo, Loïe Fuller llevaba un vestido de seda blanca, de nada menos que 350 metros, y en ambas manos, dos cañas de bambú. A ritmo de música clásica, a veces incluso sin música, empezaba a bailar, moviendo enérgicamente los brazos, formando literalmente una serpentina. Sin embargo, lo revolucionario no fue solamente eso, sino la iluminación. Cada vez que hacía un movimiento, el color de la luz cambiaba. Una idea muy original, inventar una coreografía sencilla, combinada con luces de colores y crear así ilusiones ópticas. Nadie en París lo hacía. Su fama fue creciendo, a la vez que sus coreografías se hacían más complejas, llegando a crear hasta 130 coreografías diferentes (8).
Unas amistades muy variopintas y nada aburridas
No solamente artistas parisinos como Auguste Rodin (9) o Toulouse-Lautrec (10) admiraron a esta mujer, que nunca se estaba quieta, y que llegó a posar para ellos. También los inventores del cinematógrafo, los hermanos Lumière (11), filmaron varios de sus bailes en solitario (12). Además, fue amiga del ilusionista y director de cine George Méliès (13). De la misma manera, se ganó el reconocimiento de científicos tan famosos como Marie y Pierre Curie (14), ya que sus ideas sobre técnicas lumínicas atrajo a esta pareja de Premio Nobel. Como veis, su círculo íntimo de amigos era muy variopinto y nada aburrido.
Loïe Fuller e Isadora Duncan: de amigas a rivales
En sus numerosas coreografías aparecieron muchas bailarinas semiprofesionales, que no llegaron a ser famosas. Tenían una formación artística irregular y poco académica, como ella. Pero un día llegó una joven hermosa, rebelde y que practicaba la danza de una forma bastante peculiar. Su nombre era Isadora Duncan (15).
Admiradora de Loïe Fuller, tuvo el privilegio de poder participar en sus coreografías. Lo que empezó como una relación entre maestra y alumna, poco a poco, se convirtió en una rivalidad sin precedentes. Isadora Duncan era una bailarina joven, con una dilatada formación en danza y que fue oficialmente pionera en lo que se conoce en la actualidad como danza libre (16). Solía bailar vestida de forma provocativa, descalza e incluso desnuda. No fue la típica bailarina de ballet clásico ni mucho menos. Su frescura y su desenfadada y espontánea forma de bailar ensombrecía a una artista que se estaba haciendo vieja, que engordaba cada vez más y que no sabía bailar de forma profesional. Solamente saltaba, brincaba, rebotaba, giraba, se retorcía, se balanceaba, se deslizaba… que es lo que reivindicaba.
Por si la polémica era poca, Loïe Fuller fue lesbiana y tuvo una relación amorosa con su criada, Mélanie Thierry. Fue una mujer que nunca perdió el tiempo, ni dentro ni fuera del escenario. Una artista que reivindicaba la libertad de bailar y no seguir las reglas rígidas impuestas por las academias de baile de su tiempo. Antes incluso que Isadora Duncan.
Cuando la Belle Époque pasó de moda
Como suele ocurrir, cuando un artista se encuentra en su mejor momento a nivel profesional, es inevitable la caída en desgracia y el olvido. Los días de vino y rosas estaban llegando a su fin.
Pero dicho fin no fue porque Loïe Fuller y la Belle Époque pasaran de moda, que también, sino porque estalló la sangrienta Primera Guerra Mundial (17). El mundo ya no tenía tiempo para ir a ver espectáculos, había asuntos de mayor importancia y Europa se quedó paralizada durante cuatro años.
En ese periodo, la bailarina más famosa de París abrió una Escuela de Danza (18), donde enseñaba a jóvenes artistas lo mejor que sabía hacer: bailar.
Al cabo de los años, las amistades de Loïe Fuller fueron muriendo por vejez o por enfermedad y se vio eclipsada por su ex alumna, Isadora Duncan. Su vejez estaba siendo bastante dura y nuevas tendencias artísticas (19) estaban surgiendo, dejándola como una mera figura de un pasado lejano. Se convirtió en una artista pasada de moda. Tras una larga enfermedad, cáncer de mama, murió sola y olvidada, a los 65 años (20).
Una estrella que vuelve a brillar
En la actualidad, la figura de Loïe Fuller es bastante conocida en el mundo de la danza y está siendo rescatada y visibilizada en otras disciplinas artísticas. Sus coreografías siguen representándose, pero con técnicas de iluminación más modernas.
No solamente ha habido en los últimos años varias exposiciones sobre ella (21), sino también un biopic francés, hace dos años (22), con alguna que otra polémica. Por ejemplo, se sabe que esta revolucionaría era lesbiana, como se explicó con anterioridad. Sin embargo, en la película el personaje es heterosexual con tendencias bisexuales (23).
Pero lo importante es que Loïe Fuller siempre será recordada como una bailarina polifacética, que rompió con los esquemas establecidos en la danza. Una danza libre, espontánea y llena de colores que hacían que los bailes fueran aparentemente más hermosos.
Todo esto fue posible gracias a su ingenio y su exuberante y destacado vestido blanco. Porque, como ella dijo una vez: “No soy nadie sin mi vestido” (24). La maestra de las artes escénicas o la mujer serpentina, seguirá siendo una leyenda gracias a sus fantasiosas coreografías. Ella creó magia.
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