La Susona. Una joven judía que traicionó a su familia por amor

La Susona pertenece a una de las muchas leyendas rosas de Sevilla, y es que esta joven judía, revolucionó su barrio «por amor«, o ¿quizás sería obsesión?. Nunca lo sabremos, pero de lo que sí podemos dejar constancia es de su historia, o al menos, lo que cuentan de ella.

¿Dónde vivía la Susona?

Para entrar en contexto, hay que situar este romance en el barrio de la judería de Sevilla en pleno siglo XV. El barrio judío famoso por sus serpenteantes calles y su olor a azahar en primavera, y como bien dice el refrán, «la primavera la sangre altera«, así que supongamos que ocurre en esta época tan idílica para el amor.

Mapa del barrio de Santa Cruz publicado en 1920. / M. G.
Mapa del barrio de Santa Cruz publicado en 1920. Fuente: Diario de Sevilla

¡Oh, bella Susona!

Susona no deja de ser el apodo de la joven y hermosa judía Susana Ben Susón. Los rumores y cotilleos de los vecinos dicen que era una de las judías más hermosas de toda Sevilla, hija de Diego Susón. Tanto se llegó a creer estos elogios, que los utilizó para ascender socialmente de posición ¿Cómo? Pues como se hacía todo antiguamente, acercándose a alguien de alta alcurnia.

La Bella Susona, en un azulejo de una glorieta del Parque de María Luisa de Sevilla, en España. El azulejo está basado en un cuadro de José García Ramos y está dibujado por Enrique Orcel en la Fábrica de Manuel Ramos Rejano.
La Bella Susona, en un azulejo de una glorieta del Parque de María Luisa de Sevilla, en España. El azulejo está basado en un cuadro de José García Ramos y está dibujado por Enrique Orcel en la Fábrica de Manuel Ramos Rejano. Fuente: wikipedia.

No hay que olvidar el contexto histórico en el que se dieron estos acontecimientos. Los judíos, avalados por los hechos que han ido pasando a lo largo de las décadas, siempre han salido muy mal parados de todos los sitios en los que han estado, y resulta altamente llamativo, ya que eran los mejores preparados, más ricos y con un gueto propio donde convivían entre ellos. Pero la Inquisición sevillana no ponía nada fácil su vida allí, así que en 1480, un grupo de judíos comenzaron una revolución contra el régimen impuesto.(1)

Pero, ¿qué pasa con Susona?

Diego Susón, padre de Susona, fue el cabecilla de esta sublevación a la corona. Los integrantes de dicho comando se reunían en casa de éste, sin percatarse que Susona entraba y salía a hurtadillas de la casa familiar para encontrarse con su enamorado, que no era nada más y nada menos que un caballero cristiano.

¡Como para que alguien se enterase!

Una de las noches, cuando volvía de darse arrumacos en las esquinas estratégicamente seleccionadas para escuchar pisadas ajenas y salir corriendo, al entrar en su casa, escuchó a su padre y al resto de los judíos hablando sobre la liberación de los presos capturados por la Inquisición y llevados al Castillo de San Jorge, que aunque suene bonito y medievo no dejaba de ser una lugar de tortura para todo aquel que había sido acusado injustamente por no seguir las pautas inquisitorias. (2)

Pero no sólo esto, sino que los conspiradores querían que volviese el poder musulmán y realizar levantamientos sangrientos en las ciudades mas importantes.

¡QUE ME LO MATAN!

Al oír esto, Susona salió corriendo despavorida a buscar a su amado, ya que podía morir en esa reyerta. Su amado la tranquilizó, y le dijo que la esperaba fuera de los muros de la ciudad al alba, para así escapar juntos y vivir su idilio.

¿Eso es lo que haría realmente un caballero de la corte?

Evidentemente no. El cristiano fue raudo a hablar con Diego de Merlo, el asistente mayor de la ciudad de Sevilla, contándole todo lo que Susona había espiado tras la puerta de la cocina.

A la salida del alba, Susona esperaba nerviosa y ansiosa a su caballero de noble armadura para empezar una vida nueva lejos de todos los conflictos que estaban viviendo. Las horas pasaban, sin saber lo que verdaderamente estaba ocurriendo en su casa, y es que Diego de Merlo, acompañado con tropas y del cristiano caballero, entró en una de las reuniones clandestinas y apresó a todos los judíos del grupo, siendo condenados a muerte. (3) (4)

Quien espera, ¡Desespera!

Susona esperó y esperó, hasta el medio día, donde vio aparecer a su «alma gemela», o eso pensaba ella hasta que le oyó decir que él, como caballero de la corte, no podía escaparse con una judía, porque si había sido capaz de delatar a su padre que era sangre de su sangre, ¿qué iba a hacer con él?. Evidentemente nunca debe de faltar en las leyendas rosas una gran moraleja sobre lazos de sangre y un poco de drama.

¿Es este todo el drama que se puede esperar de la Susona? 

Claro que no. Tras llegar a casa cabizbaja y llorando a moco tendido porque la habían dejado plantada a las afueras de la muralla, y con las ilusiones destruidas, nuestra querida protagonista no se imaginaba lo que allí había pasado.

Al encontrarse la puerta abierta, todo lleno de sangre y vecinos que la acusaban e insultaban por lo ocurrido, el sentimiento de culpa se apoderó de ella por la traición que había cometido y fue corriendo a confesarse al arcipreste Reginaldo Romero, quien al escuchar su historia la bautizó y la convirtió en cristiana, haciendo posible su ingreso en un convento, donde se retiró largos años. (5)

¿Existen los finales felices?

Pero esta leyenda, como todo en la vida, tiene un final. Las lenguas cuentan que pocos días antes de morir, Susona regresó a la casa familiar. Los vecinos y las vecinas del barrio sabían que era ella porque siempre abría la ventana a la hora del rezo con el replique de las campanas de la Catedral.

Pero un día, la ventana dejó de abrirse, y las cotillas del barrio comenzaron a especular con su muerte, así que, aventuradas a dar carnaza a su historia, entraron en casa, y al pasar por la cocina, vieron a Susona muerta encima de la mesa y con su testamento, en el que decía:

« y para que sirva de ejemplo a las jóvenes y en testimonio de mi desdicha, mando que cuando haya muerto, separen mi cabeza de mi cuerpo, y la pongan sujeta a un clavo sobre la puerta de mi casa, y quede allí para siempre jamás». (6)

¿Creen los lectores que semejante actuación se llevó a cabo?

Pues déjenme decirles que sí. Que se cumplió la última voluntad de su testamento. Su calavera estuvo en el dintel de la puerta de su casa desde finales del siglo XV hasta mediados del XVII. Por este motivo, esta calle llevó el nombre de la Muerte, pero por suerte se cambió en el siglo XIX a nada más y nada menos que calle de la Susona. (7)

Susona, has perdido la cabeza

No se sabe actualmente dónde se encuentra la cabeza de la Susona, ya que muchos dicen que la robaron para eliminar el mal augurio de la judería.

Calavera de la Susona
Calavera de la Susona. Fuente:  ABC

Actualmente existe un azulejo con el dibujo de la misma y unas palabras que les dejo que lean:

El primer azulejo que se colocó en la calle Susona
El primer azulejo que se colocó en la calle Susona. Fuente: ABC.

Así culmina la historia de una mujer que le cegó el amor, entregando a su propio padre y que terminó sus días intentando expiar sus pecados que la agonizaron hasta el último día de su vida.



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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) De Mena, J.M. (1987)

(2) Ibídem

(3) Sevillanismo, 2007

(4) El grupo de estos conspiradores estaba formado por personas influyentes del panorama sevillano y pueblos cercanos, como fueron, a parte del propio Diego Susón, Pedro Fernández de Venedera, Juan Ferrnández de Albolasya, Manuel Saulí, Bartolomé Torralba, los hermanos Aldafe de Triana y varios mercaderes y escribas de Sevilla, Utrera y Carmona.

(5) García Bautista, J.M. 2019

(6) Sevillanismo, 2007.

(7) De Mena, J.M. (1987)


Bibliografía

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