La Bestia de Gévaudan – cuando Caperucita Roja se convirtió en realidad

Francia, siglo XVIII. El Antiguo Régimen (poder de la monarquía y de la Iglesia a saco) daba sus últimos coletazos (1). Aunque os sorprenda tras leer esta historia, la Ilustración y el racionalismo ganaban terreno (2), después de unos añicos bastante convulsos, protagonizados por las guerras religiosas: que si católicos, que si protestantes, que si mi fe es mejor, que no, que es la mía… (3). La Revolución Francesa estaba a punto de asomar la patita (4), cuando, de repente, una terrible criatura monstruosa, la llamada Bestia de Gévaudan, acojonó a todo el país – y parte del extranjero -, cargándose a diestro y siniestro – y de manera bastante brutal y sanguinaria – a, aproximada y supuestamente, un centenar de personas (5). ¡Era el demonio personificado! ¡La ira de Dios desatada!

Pensaréis, ¿qué carajo no está contando ésta? Poneos cómodas, y disfrutad de uno de los episodios históricos más famosos de histeria colectiva, rumorología, prensa sensacionalista, clérigos aprovechando el viaje, cazadores de bestias fusil en mano, y mucho más. Porque a esta historia no le falta de nada: violencia a mansalva, hombres lobo, una mala bestia (supuestamente) indestructibleteorías conspiranoicas, misoginia a punta pala… ¡Hasta Caperucita Roja está implicada en el asunto! No me digáis que no os pica el gusanillo de la curiosidad, pillinas.

¿Qué, no os suena la Bestia de Gévaudan? Pues hasta tiene su propia película. ¿Y si os nombro El Pacto de los Lobos (6)? Por si alguna despistada no la ha visto y para abrir boca, aquí os dejo el trailer:

¿Dónde narices sucedió este show?

Para entender este tinglado, lo primero es situarnos: estamos en el sudeste de Francia, en una zona rural, aislada y repleta de bosques (7), donde las creencias y supercherías medievales seguían calando hondo. Es decir, que el pensamiento mágico estaba a la orden del día y la creencia en lo sobrenatural se aceptaba la mar de bien (8). Los habitantes del Gévaudan eran agricultores y ganaderos, dominados aun por la nobleza y el clero, muy alejados del mundo intelectual y científico que empezaba a florecer (9). El lugar ideal para el nacimiento de «una bestia». De hecho, es así como se le llama desde el principio, gracias a un obispo, dejando claro que la cosa «natural» no era (10).

¿Y el momento? Pues también. Esta historia comienza en 1764: Francia acababa de perder una guerra (11), por lo que la miseria, el hambre y la violencia azotaban a la población del Gévaudan (12). Además, por esas peleillas religiosas que os anuncié, el poder de la Iglesia católica se tambaleaba; el de la monarquía, como todas sabemos, con la Revolución a la vuelta de la esquina, también (13). En definitiva, el mundo estaba cambiando a marchas dobles (14), y los cambios suelen despertar los miedos más profundos – histeria colectiva incluida – (15). Si encima viene un obispo mamón, y os dice que sois unas pecadoras de cuidado, porque estáis olvidando el buen camino del catolicismo, y que toda la carnicería que se ha desatado es un castigo que el mismísimo Dios os ha enviado en forma de «bestia», ¡pues os cagáis! (16).

Una época violenta, con soldados saqueadores, familias violentas, violencia infantil, y mujeres maltratadas, no podía sino estar condimentada con animales también violentos y sanguinarios (17).

Pero vayamos por partes. ¿Cuáles fueron los terribles hechos que desataron tanto pánico?

La Bestia de Gévaudan: una carnicería sangrienta durante tres largos años

Todo comenzó con el asesinato de una niñita de catorce años, en junio de 1764 (18). A partir de ese momento, y hasta septiembre, un animal que nadie era capaz de identificar dejó a su paso un reguero de cadáveres, sobre todo de mujeres y niñas, que ponía los pelos de punta a cualquiera (19). Cabe aclarar que las chavalinas salían a cuidar los rebaños solicas, y claro, eran un blanco suculento y muy fácil (20).

El pánico se apoderó de toda la provincia y el intendente de la zona ordenó a los soldados que dieran caza a la terrible criatura (21). Pero las batidas no tuvieron éxito (22), y a finales de diciembre la Iglesia, con el ya mencionado obispo a la cabeza, sentenció que aquello era la Bestia del Apocalipsis, la ira de Dios, e instó a las gentes a rezar y a cumplir penitencia (23). Muy lógico todo.

Pero se ve que Dios no tenía la antena sintonizada, porque las muertes no cesaron. Y, además, el campo de acción de la Bestia era brutal. ¡Parecía que tenía el don de la ubicuidad! (24). La gente ya no quería ni pisar el campo y las críticas a los soldados empezaban a hacer mucho ruido (25). Así que un experto cazador de lobos le ofreció sus servicios al rey, y éste lo mandó pa’ Gévaudan (26). Pero ni por esas; los ataques no pararon, decenas de victimas se sumaron y las batidas que organizó el experto cazador fueron un fiasco (27) – también hubo alguna que otra heroicidad (28) -. Corría abril de 1765 y la Bestia de Gévaudan ya era súper noticia hasta en el extranjero (29). ¿Qué esperabais? El sensacionalismo ya se estilaba en el siglo XVIII, y la Bestia daba un salseo que te mueres (30).

El rey pone orden. ¡Que viene el lobo!

El rey estaba ya hasta los mismísimos, porque empezaba a ser el hazmerreír de Europa (31). Y debió pensar: si quieres que algo salga bien, mejor hazlo tú mismo (bueno, casi). Así que mandó al Arcabucero Real para acabar de una vez por todas con la dichosa Bestia de Gévaudan (32). Éste, contradiciendo a los testigos, afirmó rotundamente que la «Bestia» era un lobo feo de grande (33) – el lobo, por aquel entonces, era un «monstruo» bastante común, al que echarle la culpa de todo (34) -. Así que, en agosto, organizó una batida famosísima y descomunal, en la que participaron miles de campesinos y de nobles locales (35). Y entre ellos, una mujer pasó a la historia porque consiguió clavarle una lanza en el pecho a la bestia, justo cuando iba a embestirla (36).

La Dama de Gévaudan marie-jeanne valet the maid of gévaudan teen wolf

Pero nada, para el bicho fue como un arañazo. No es de extrañar, pues, siempre según los testigos, resistía hasta las balas (37). ¡La Bestia de Gévaudan era indestructible! Era feroz, satánica, ¡una criatura híbrida! – Adjetivos que los lugareños y la prensa de la época le adjudicaron en seguida – (38). Un momento… ¿híbrida? Sí sí, porque las sospechas de que la Bestia de Gévaudan era un hombre lobo empezaron a surgir. Pero no os imaginéis a un licántropo, rollo Crepúsculo, ni nada por el estilo. Más bien, pensad en un humano, bastante sádico, disfrazado. O, mejor, en un «encantador de lobos» (39)…

¿Lobo-hombre en París? (cerca, no seáis quisquillosas)

En una de estas cacerías monumentales que organizó el Arcabucero Real, apareció en escena una familia, los Chastel, que terminaron de ponerle las guindas a este pastel (40). Era una familia de campesinos, muy mal vista entre las gentes de la zona. ¡Culpables de herejía por lo menos! (41). Y, para muchos, estaban siniestramente conectados con la Bestia de Gévaudan. Especialmente, ¿Dennis?; no, Antoine, uno de los hijos: un ser solitario y oscuro, obsesionado con sus perros (42). La cosa es que hubo un incidente y Jean Chastel (el padre) y sus hijos acabaron en chirona cuatro días. Y oye, que la Bestia no se cargó a nadie mientras estuvieron encerrados. Así que hasta el Arcabucero Real empezó a sospechar y la teoría de que la Bestia era un animal domesticado por Antoine (tomado por brujo) y entrenado para asesinar, empezó a ganar peso (43).

meneur de loups lider de lobos lobero
Diferentes representaciones del meneur de loups («lobero» o «líder de lobos»).

«Algunos invocaban la figura del hombre lobo, el loup garou. Se decía que algunas mujeres se habían encontrado con un hombre desarrapado y extremadamente peludo que les había producido gran inquietud».

«(…) otros sospechan que, en realidad, el desconocido es un meneur de loups [«lobero»] que manipula a una verdadera jauría para que cometa esos crímenes atroces» (44).

Caso cerrado para el rey mientras Gévaudan pide ayuda a gritos

La Bestia de Gévaudan seguía cobrándose víctimas y el rey exigía una solución. Así que el Arcabucero se cargó a un lobo enorme, lo mandó disecar y lo envió a Versalles. Para el rey, el asunto estaba finiquitado (45). Sin embargo, la Bestia de Gévaudan siguió matando. Aunque el rey censuró esta vez a la prensa, pues, oficialmente, la Bestia estaba más que muerta. ¡Que ya estaba bien de que en el extranjero se cachondeasen del rey de Francia y cuestionasen sus cojones! (46).

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Así, llegamos a 1767 – tres añicos llevaba la Bestia de Gévaudan dando por saco – y los ataques se volvieron más frecuentes y violentos. Niñas y mujeres aparecían día tras día decapitadas, desmembradas y medio devoradas. El hecho de que la gran mayoría de las víctimas fuesen menores, conmovió a la población y desató la histeria colectiva – y las peregrinaciones para pedirle a la Virgen que parase la masacre – (47). El pánico se desató en la zona y los lugareños pedían ayuda, de nuevo, al rey, desesperados. Pero desde Versalles no les hicieron ni puto caso. ¡Qué la Bestia de Gévaudan estaba muerta, hostias ya! (48).

Jean Chastel, el héroe que se cargó a la Bestia de Gévaudan

Como la ayuda real no llegaba, los nobles de la zona hicieron de Juan Palomo – yo me lo guiso, yo me lo como –. Así que en junio organizaron una batida. Y por fin se puso fin a la pesadilla: Jean Chastel – sí, el papi de la familia malditase cargó a la Bestia de Gévaudan de un disparo. ¿Pero si la Bestia resistía las balas? Os preguntaréis. Coño, ¡es que éstas estaban bendecidas! ¡Así, cualquiera! (49). Permitidme el cachondeo, pero, con todo el respeto que merecen las víctimas de todo este show (animalicos brutalmente asesinados, en las colosales batidas que organizaron, incluidos) (50), todo este entramado es una pantomima de aúpa.

Jean Chastel 1767 bete du gevaudan
Estela conmemorativa a Jean Chastel. Fuente: Wikipedia.

El caso es que las muertes cesaron, los lugareños, para los que Chastel se convirtió en un héroe, pudieron observar el cuerpo sin vida de la Bestia durante doce días, el rey pasó si quiera de echarle un ojo y un naturalista dictaminó que era un lobo (51). Los siniestros sucesos acabaron, pero empezaron a rular un sinfín de teorías, hipótesis e interpretaciones que llegan hasta nuestros días (52). Sin embargo, a ciencia cierta, aún no estamos seguros de qué fue la Bestia de Gévaudan (53).

Los testimonios de las víctimas lo presentan como un animal terrorífico, de gran tamaño, de pelaje rojizo, con rayas en los cuartos traseros y una cola larga y peluda. Según estos testimonios, no se trataría de un lobo, pues era de mayor tamaño, se levantaba sobre las patas traseras y, sobre todo, atacaba a las personas, algo que no entra en el comportamiento habitual de los lobos (54).

¿Qué narices fue la Bestia de Gévaudan? ¡Que rulen las hipótesis!

¿Cuál fue la identidad exacta de la Bestia de Gévaudan? Pues, a día de hoy, aún no lo sabemos al cien por cien (55), pero intentos de teorizar al respecto, no han faltado (56). Sospechosos habituales: un lobo (o una manada, aunque los testigos hablaban de un solo animal), un híbrido perro/lobo, una hiena o un leopardo (animales exóticos que la nobleza traía de África para adornar sus zoos privados) (57), un sádico asesino en serie (hubo víctimas con signos de agresión sexual y violación) (58), unos fanáticos que adiestraron a un animal, cebándolo con carne humana, para acojonar a la peña y hacer que regresasen al buen camino del catolicismo (59), una bestia desconocida o extinta (60), o, por supuesto, un hombre lobo (61).

Más o menos, hay consenso a la hora de decantarse por un híbrido, producto de la unión de un perro con una loba, muy asalvajado. Pero también cabe la posibilidad de que fuese un lobo – hubo episodios de lobos antropófagos con anterioridad en Francia – (62). También se ha teorizado mucho sobre la posibilidad de que fuese un lobo cerval – cuya existencia, se cuestiona – o un lince (63).

Por supuesto, no faltan iluminados con sus idas de olla, que siguen hablando de animales extraños y monstruosos. No existe ni una prueba de su existencia, pero oye, ¡no veas lo que bien que venden! (64).

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Fuente: Soto Roland, 2017, p. 20.

Conspiranoicas, coged palomitas y poneos cómodas

Tampoco faltan las teorías de la conspiración (65). Una de la que más peso ha tenido y a la que más publicidad se le ha dado, gracias a la película que os mencioné al principio de este artículo, es que la Bestia de Gévaudan era un león, que algún aristócrata francés birló de África para que hiciese bonito en su zoo privado, entrenado para matar, acorazado con púas y garras metálicas. Detrás de los asesinatos estaría un grupo de fanáticos católicos, que pretendía sembrar el caos y el pánico entre los feligreses, para que no se alejaran de la Iglesia (66). La hipótesis es pintona e interesante – más, sabiendo como actuaron los católicos, con aquel obispo al frente, en todo este asunto – pero no tenemos pruebas de que sea real (67).

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También existe la teoría de que la nobleza francesa, compinchada con Jean Chastel, estuvo detrás de la Bestia de Gévaudan. ¿Objetivo? Desestabilizar al rey, ridiculizándolo dentro y fuera de Francia (68). Otra teoría que también ha corrido es que fueron los ingleses quienes estuvieron manejando los hilos, para liársela parda a los franchutes (69).

Y un importante zoólogo, ha hecho un mix: la Bestia de Gévaudan era un cruce de lobo y perra, amaestrada por Antoine Chastel, y protegida con una coraza – de ahí su invulnerabilidad a las balas -. Al estar detrás la mano de Chastel, se explicaría que la bestia hubiese actuado en un radio tan amplio de terreno, así como las puestas en escena (decapitaciones, víctimas desvestidas, etc.). También explicaría porqué Jean Chastel pudo matarla con tanta facilidad, pues estaría familiarizado con el animal. Pero aunque esta explicación es bastante aceptable, se basa en suposiciones y no hay ninguna evidencia sólida que la respalde (70).

¿Qué tiene que ver Caperucita Roja en todo este lío?

Veamos, todo el asunto de la Bestia de Gévaudan comienza con una niña de catorce años, que esta sola y es devorada por una «bestia feroz»… (A la que le siguen más y más niñas, y adolescentes y mujeres…). Sumémosle el miedo que se le tenía al lobo. ¿A qué os suena? ¡Efectivamente! Bien podría ser el cuento de Caperucita Roja, recopilado por Perrault unos 70 años antes de estos sucesos, en el que el lobo se merienda a la abuela y a Caperucita. Después vendrá la versión dulcificada por los Hermanos Grimm, en la que un cazador las salva – aún así, ésta versión flower power también nos recuerda a cómo acabó el asunto de la Bestia de Gévaudan (71).

Caperucita Roja y el lobo feroz cuento original

Pero hay una tercera versión, aún más más gore y bastante misógina, popularizada entre los campesinos franceses del siglo XVIII (72). El lobo se carga a la abuela, la desangra y vierte su sangre en una botella, parte su carne en rebanadas y las coloca en platos, y espera a Caperucita metido en la cama. Cuando la niña llega, la invita a comer… Y Caperucita se come y se bebe a su yaya. Después, el lobo la invita a meterse con él en la cama, no sin antes provocar que Caperucita le haga un estriptis. La niña se mete en la cama, le pregunta al lobo lo que todas hemos leído mil veces, y el lobo se la come (73). Se os ha descompuesto el cuerpo, lo se.

¡Qué rule la misoginia en Gévaudan!

¿A qué venía tanta barbaridad de mal gusto? Pues resulta que Caperucita es un cuento de advertencia moral y religiosa (74) y está más que vinculado con el catolicismo (75). ¡Cuidado, niñas, que viene el lobo! (Que no es que haya que educar «a los lobos» para que no os hagan daño, sois vosotras las que tenéis que cuidar vuestro comportamiento, vuestras actitudes… Ya sabéis, el machismo de siempre). Con los asesinatos de la Bestia de Gévaudan, Caperucita se convirtió en realidad y nada la pudo salvar de las fauces de la Bestia, enviada por Dios para castigarla, por alejarse de su camino (76).

Llegadas a este punto, nos toca volver a aquel obispo del que os hablé. Pues con aquel sermón, con el que acojonó al personal mentando a la Bestia del Apocalipsis, provocó el surgimiento de toda esta leyenda (77). Además, dicho sermón iba dirigido especialmente a las mujeres y a su mala conducta (78). ¿Por qué la Bestia de Gévaudan mataba sobre todo a niñas, adolescentes y mujeres? ¡Pues por su culpa! ¡Si es que iban provocando! (79). La realidad es que las niñas y adolescentes se ocupaban del pastoreo (80) y estaban solas, en el bosque, y mientras custodiaban a los animales era muy habitual que fuesen víctimas de violaciones y agresiones sexuales (81). Pero para el obispo eran culpables, y la Bestia de Gévaudan le vino de perlas para «poner orden» (82).

Una Bestia en Gévaudan: violencia machista encubierta

Al final, con tanta Bestia sobrenatural y tanto morbo, se tapó una cruda realidad que soportaban las niñas y mujeres de Gévaudan. Mientras pastoreaban para mantener la economía familiar, eran presas de ataques y violencia sexual y machista, sin que nadie hiciese nada por remediarlo y teniendo que cargar, además, sobre sus hombros el peso del estigma que ello suponía. Porque las culpables de que nos agredan y nos violen, siempre somos nosotras, amigas, que vamos solas y llamamos la atención «vestidas de rojo», aunque las bestias sean ellos.

Lo que importó fue satanizar y dar caza a una supuesta bestia feroz, que sirvió como chivo expiatorio para tapar el machismo y la misoginia que gobernaban en Gévaudan. La sociedad se sobrecogió por los ataques a menores (83), pero nadie se sobresaltó por la violencia sexual ejercida contra las mujeres y niñas. ¿La verdad sobre qué sucedió y quiénes estuvieron detrás de los crímenes? Quizás nunca la sabremos. Pero que un animal fuese capaz de desvestir y agredir sexualmente a algunas de las víctimas, desde luego, no cuadra.



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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) Estos eventos ocurren pocos años antes del fin del Antiguo Régimen. Mourlat, 2016, p. 10. Soto Roland, 2017, p. 14.

(2) La década de 1760 es un período de transición, una época de lucha entre las fuerzas del racionalismo y el oscurantismo. Fehlmann, 2018, p. 61. “La Europa del siglo XVIII transitaba la Ilustración y el racionalismo luchaba por imponerse tras siglos de influencia eclesiástica y escolástica católica (…) la aparición de la Bestia y las interpretaciones que empezaron a circular sobre ella, resultaron un fuerte embate a lógica cartesiana que la corte y la burguesía francesa empezaban a utilizar para comprender la realidad”. Soto Roland, 2017, p. 10.

(3) Los enfrentamientos confesionales entre católicos y protestantes eran recientes. Soto Roland, 2017, p. 13. En 1702, en las montañas, estalló la guerra de los Camisards: las persecuciones contra los protestantes desencadenaron revueltas, que desembocaron en enfrentamientos armados. Después de dos años de guerra de guerrillas, los protestantes fueron derrotados; los que se negaron a convertirse se reunían clandestinamente. Bajo las órdenes de Luis XIV, Nicolas Lamoignon de Basville se encargó de localizarlos: ejecutó, encarceló o condenó a galeras a quienes se resistían a la fe oficial. Mourlat, 2016, pp. 36-37.

(4) En 1789. Piñeiro Maceiras, 2013, p. 18.

(5) Entre 1764 y 1767, murieron alrededor de un centenar de personas (y alrededor del doble de personas atacadas), en su mayoría niños, adolescentes y mujeres. Fehlmann, 2020, p. 12. Fehlmann, 2018, pp. 35-36. Moriceau, 2009a, p. 24. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 20. Hay controversia en cuanto al número (no del todo determinado ―pero alto―) de víctimas mortales (Soto Roland, 2017, pp. 1 y 5; 230 ataques y 121 víctimas mortales; Fondebrider, 2004, p. 97; 113 víctimas mortales; Williams, 2003, p. 93; entre 157 y 179 ataques y 104 víctimas víctimas mortales; Cardero López, 2007, p. 22). Es un reflejo de las contradicciones que todavía discuten los historiadores. Los “minimalistas” calculan 203 ataques y 90 víctimas mortales; a “medio camino”, están los que calculan 112 víctimas mortales, 53 heridos y 75 ilesos; por último, los “maximalistas”, hablan de 500 muertos. Soto Roland, 2017, pp. 17-18.

(6) Le Pacte des Loups; Francia, 2001. Dirigida por Christophe Gans y protagonizada por Samuel Le Bihan, Mark Dacascos, Vincent Cassel, Emilie Dequenne, Monica Bellucci y Jeremie Renier. Está inspirada en la leyenda de la Bestia de Gévaudan y es bastante gore (especialmente, cuando se diseca y se “convierte” al lobo en “bestia”). Fernández, 2008. Pérez, 2016. Se basó vagamente en los eventos de Gévaudan, con personajes ficticios. Williams, 2003, p. 99.

(7) En el momento de los hechos, Gévaudan (situado en el Macizo Central francés) formaba parte de la diócesis de Mende y estaba adscrito a una región que ahora se llama Auvernia (al sur). En 1790, cuando se reorganizó el territorio francés, Gévaudan desapareció y dio paso al departamento o comarca de La Lozère y Haute-Loire. Es una región escasamente poblada, cubierta por espesos bosques, de clima frío y húmedo, con frecuentes neblinas y largos inviernos de seis meses. Cardero López, 2007, p. 22. Fehlmann, 2018, p. 38. Mourlat, 2016, p. 31. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 20. Soto Roland, 2017, pp. 1, 10 y 23. “(…) en estas soledades cuyo aspecto áspero y amenazador debía estar mucho más acentuado hace doscientos años que hoy día, moraban desde siempre seres extraños, paradójicos, ajenos a la humanidad”. Cardero López, 2007, p. 23. “(…) el bosque aparece como el lugar ideal para la alteridad y lo fantástico”. Soto Roland, 2017, pp. 23-24.

(8) Soto Roland, 2017, pp. 10-12. Gévaudan era una región aislada y profundamente católica, resistente a las influencias externas, habitada por poblaciones rurales muy receptivas al discurso del clero. El miedo al infierno era bastante real en el siglo XVIII: el incumplimiento de las obligaciones religiosas podría tener consecuencias en el otro mundo. Este temor, que no es más que la consecuencia de una retórica clerical integrada, es el testimonio de un imaginario. Mourlat, 2016, pp. 36-39.

(9) Sánchez Arreseigor, 2020, p. 20. Los habitantes de esta región eran víctimas de una pobreza endémica, un clima severo y una organización social que les oprimía (el feudalismo). Mourlat, 2016, p. 30.

(10) Gabriel-Florent de Choiseul Beaupré, obispo de Mende, utilizó el término “bestia” por primera vez en su sermón del 31 diciembre de 1764 (remite a un aspecto sobrenatural; es nombrada así desde el principio en los documentos). Así, lo que en un principio parecía ser un simple lobo, derivó – en el imaginario de los vecinos y autoridades de la iglesia – en una criatura demoníaca. Soto Roland, 2017, pp. 10-13. “(…) la bestia en cuestión rápidamente se convirtió en un catalizador de creencias”. Mourlat, 2016, p. 10.

(11) La Guerra de los Siete Años (1763). Mourlat, 2016, p. 100. Soto Roland, 2017, p. 12.

(12) Fehlmann, 2018, p. 38. Soto Roland, 2017, pp. 12-13. Gévaudan, en el momento de los ataques de la Bestia, era una región donde la miseria, la tradición campesina y la austeridad se combinaban para hacer de este territorio un ejemplo de cómo podría ser la vida en el Tercer Estado en las regiones pobres del Reino de Francia. Mourlat, 2016, pp. 32-35.

(13) “(…) con el amor propio por el piso, la monarquía cuestionada y una iglesia católica tambaleante frente al embate de la ilustración, la aislada y mísera provincia de Gévaudan estaba lista para recibir a su demonio”. Soto Roland, 2017, p. 13.

(14) Estos sucesos están encuadrados en un contexto de cambios muy profundos en la manera de ver el mundo (Soto Roland, 2017, p. 10): es una época de grandes cambios políticos, sociales y tecnológicos, como la propagación del espíritu liberal y enciclopedista y el resquebrajamiento de la sociedad estamental. Piñeiro Maceiras, 2013, p. 18.

(15) El contexto general de Gévaudan explica el brote de histeria colectiva que hubo detrás de “la bestia”, pues generó una especie de psicosis colectiva frente a un futuro incierto. Piñeiro Maceiras, 2013, p. 18. Soto Roland, 2017, pp. 12 y 34. “En estos hechos (…) tenemos todos los elementos básicos que constituyen los procesos de representación y legitimación del miedo”. Cardero López, 2007, p. 23.

(16) Ver (10). Este sermón se publicó como “Mandato” (Mandement) – ver (76) – en toda su diócesis y fue leído en todas las parroquias. En este “Mandato”, declaraba que la Bestia fue enviada por Dios, como un azote, para castigar a la gente de Gévaudan por sus pecados. También preparó la hipótesis del animal exótico – ver (57) –. Fehlmann, 2020, p. 13. Velay-Vallantin, 2013, p. 35. “Bestia” es una palabra con claras connotaciones bíblicas, relacionada con el Apocalipsis y con el Diablo. Sinónimo clásico de “castigo” y “fin de los tiempos” dentro del lenguaje eclesiástico. Casi un anuncio del fin del mundo. Y Francia estaba en los umbrales del “fin de un mundo”: el del Antiguo Régimen. Soto Roland, 2017, pp. 13-14. Estas palabras del clérigo, las citas bíblicas premeditamente escogidas y la posibilidad de que estuvieran sufriendo un castigo divino, aterraron a los feligreses. Los campesinos empezaron a creer que detrás del monstruo estaba el mismísimo diablo. Fondebrider, 2004, pp. 90-91. Téllez Elías, 2012, p. 20.

(17) Soto Roland, 2017, p. 22.

(18) Jeanne Boulet (nacida el 6 de octubre de 1750; Moriceau, 2009a, p. 11), el 30 de junio, en el pueblo de Hubacs (Cardero López, 2007, p. 22; Fehlmann, 2018, p. 38; Fondebrider, 2004, p. 91); murió de las dentelladas de la fiera. Aunque antes ya se habían producido algunos ataques, tal vez incluso muertes, pero no fueron atribuidos a la bestia (Fehlmann, 2020, p. 12): en junio una vaquera fue atacada cerca de la localidad de Langogne (Moriceau, 2009a, p. 13; los vecinos de la comarca no tomaron en serio las declaraciones de la mujer, atribuyéndoselas a una imaginación exacerbada; Téllez Elías, 2012, p. 19); ésta se salvó. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 20. Soto Roland, 2017, p. 4. Mourlat, 2016, p. 8.

(19) Moriceau, 2009a, pp. 12-16. Soto Roland, 2017, p. 4. Téllez Elías, 2012, p. 19. Las víctimas, en su mayoría, eran mujeres, niños y adolescentes de ambos sexos. Cardero López, 2007, p. 22. Sánchez Arreseigor, 2020, pp. 20-21. Ver (80). La extrema crueldad de los ataques conmocionó a la población: hubo 21 víctimas decapitadas y muchas cuyas partes del cuerpo estaban parcialmente destrozadas. Mourlat, 2016, p. 41. Además, los niños recién empezaban a ser vistos como seres inocentes al cuidado de adultos, y al ser atacados por la Bestia, despertaron en los documentos oficiales y privados (de la burguesía) un rechazo que en otra época no hubieran generado. Soto Roland, 2017, p. 22.

(20) Ver (81). Que los niños y adolescentes fueran las víctimas favoritas del animal se debía a la estructura social y económica de la región: los niños pequeños, solos o en pequeños grupos, cuidaban del ganado lejos del caserío, en el bosque o en las cercanías (pastoreaban los pequeños rebaños familiares). Esta tradición fue en parte responsable del elevado número de agresiones. Fehlmann, 2020, p. 12. Fehlmann, 2018, p. 38. Moriceau, 2009a, pp. 13-14 y 24-25. Mourlat, 2016, pp. 34-35. “El recuerdo de la gran escasez de 1750 dominaba a los campesinos: el miedo de volver al hambre era tan fuerte como el miedo a la fiera, por eso seguían enviando a sus niños a las colinas”. Téllez Elías, 2012, p. 20.

(21) Primero las autoridades reclutaron a cazadores locales, que no lograron atrapar a la bestia (Sánchez Arreseigor, 2020, p. 21). Etienne Lafont, fideicomiso o síndico de Gévaudan (representante local de la autoridad real; Moriceau, 2009a, p. 14) recurrió a Monsieur de Saint-Priest, el intendente de Languedoc (Lafont era su subdelegado), y al conde de Monean, gobernador de la provincia. Ordenaron al capitán Duhamel que tomase cartas en el asunto. El capitán Duhamel estuvo al frente de 57 dragones de infantería – nombre de los soldados bajo el reinado de Luis XV – (Fehlmann, 2020, p. 13; Fehlmann, 2018, p. 39; Soto Roland, 2017, p. 4; Téllez Elías, 2012, p. 20; Williams, 2003, p. 94). Los coordinó Lafont. Además, los nobles de la zona se pusieron a su disposición. Fondebrider, 2004, p. 91. Moriceau, 2009a, p. 17. Mourlat, 2016, p. 42.

(22) Moriceau, 2009a, pp. 20-24. Mourlat, 2016, pp. 42-43. “Se organizan gigantescas batidas que fracasan unas tras otras”. Fondebrider, 2004, p. 91. “A pesar del accionar de los miliares y de la recompensa de 2000 libras ofrecida por el gobierno regional”. Soto Roland, 2017, p. 5. “(…) casi seis meses de rastreo se saldaron con un fracaso completo. La decepción fue grande y además muy costosa para los lugareños, porque siguiendo la costumbre de la época las tropas estaban alojadas y mantenidas a costa de la población local”. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 21.

(23) El obispo de Mende; ver (10) y (16). El texto del Obispo, lejos de apaciguar el terror, lo aumentó. Téllez Elías, 2012, p. 20. “Interpretó la aparición de la bestia como un castigo de Dios por la apostasía y la falta de crianza cristiana de los hijos por parte de sus padres”. Fehlmann, 2018, p. 40. “En plena era de la razón, el accionar de la Bestia fue interpretado como un azote de Dios”. Soto Roland, 2017, p. 5. “(…) los curas, a instancias del obispo de la región, invocaban en sus sermones a la bestia del Apocalipsis que venía a castigar los pecados de los malos cristianos”. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 23.

(24) Soto Roland, 2017, pp. 5 y 29. Williams, 2003, p. 95. A principios de 1765, el territorio de acción de la bestia llegaba a 1.600 o 2.000 kilómetros cuadrados (esto hizo pensar que no se trataba de un solo animal, sino de una pequeña manada de entre tres y cinco animales). Sánchez Arreseigor, 2020, p. 21.

(25) Soto Roland, 2017, p. 5. “(…) los lugareños apreciaban poco a los dragones debido a su papel durante las Guerras de los Camisard – ver (3) –”. Fehlmann, 2018, p. 39.

(26) Martín Denneval (o D’Enneval; Fehlmann, 2020, p. 13; Sánchez Arreseigor, 2020, pp. 21-22), uno de los mayores cazadores del reino, procedente de Normandía. El rey Luis XV aceptó y Denneval llegó a Gévaudan el 2 de marzo (1765), con su hijo, ocho perros rastreadores especializados en la caza de lobos y unos pocos asistentes (sus monteros), desplazando al capitán Duhamel. Fondebrider, 2004, p. 93. Soto Roland, 2017, p. 5. Téllez Elías, 2012, p. 20.

(27) La llegada de Denneval generó conflictos con Duhamel, quien en abril de 1765 recibió la orden de retirarse de la región y volver su cuartel (Fondebrider, 2004, p. 93). Denneval se tomó su tiempo estudiado el terreno y a finales de abril organizó la primer batida, que fracasó. Soto Roland, 2017, p. 5. “(…) organizó cuidadosamente varias batidas, pero todas fracasaron, entre duras críticas de las autoridades locales a sus métodos”. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 22.

(28) Protagonizadas por niños (como Jacques-André Portafaix), niñas (pastorcillas) y mujeres (como Jeanne Jouve), que se enfrentaron cara a cara con la bestia, con poco más que palos afilados. Cardero López, 2007, pp. 22-23. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 21. Soto Roland, 2017, p. 5.

(29) “Para entonces la «Bestia» ya es un monstruo mitológico, objeto de canciones –así como sus víctimas–, y una presencia insoslayable en las noticias de los periódicos, que toda Francia espera ansiosa. Los buhoneros comienzan a vender imágenes del animal, creadas a partir de las distintas hipótesis alimentadas por los relatos de los campesinos”. Fondebrider, 2004, pp. 91-92. La Bestia era noticia dentro y fuera de Francia (Sánchez Arreseigor, 2020, p. 20). La década de 1760 fue una época de creciente cobertura mediática, que se manifestó en los reportajes europeos sobre la Bestia: folletos, diarios, boletines y almanaques informaron de sus fechorías, convirtiéndola en una “celebridad” siniestra en toda Europa, en el “villano estrella”. Fehlmann, 2018, p. 61. Fehlmann, 2020, p. 17. Soto Roland, 2017, p. 6.

(30) Sánchez Arreseigor, 2020, p. 21. “(…) la prensa nacional y pronto también la internacional informaron de los hechos de manera sensacionalista”. Fehlmann, 2018, p. 39. El periodismo amarillista estaba presente en el siglo XVIII: los periódicos exageraron e inflaron el tema. Soto Roland, 2017, pp. 16-19. El Correo de Avignon y en especial la Gaceta de Francia (órgano oficial de la corona gala; informó por primera vez de la Bestia de Gévaudan en abril de 1765; Williams, 2003, p. 94; le otorgaba a la Bestia el mismo espacio que al rey; Fondebrider, 2004, pp. 91-92) no escatimaron espacio (ni sensacionalismo) a la hora de escribir sobre la Bestia. En poco más de 24 horas, las noticias podían llegar a sitios tan distantes como Inglaterra y Prusia. Soto Roland, 2017, p. 26. La transformación de la bestia, de un animal salvaje y dañino a un monstruo metafísico, también fue enfatizada por la prensa (Fehlmann, 2020, p. 17; Soto Roland, 2017, p. 11), que alimentó la aparición del mito del loup garou (hombre lobo) – ver (39), (44) y (61) – y de la bestia exótica – ver (57) –. Mourlat, 2016, pp. 44-46.

(31) “La prensa extranjera comenzó a burlarse del rey (sus enemigos, como Inglaterra y Prusia; Soto Roland, 2017, p. 8) porque no conseguía acabar con una simple bestia que aterrorizaba a sus pobres súbditos. Lo que sucedía en el Gévaudan ya no era un mero problema de orden público sino una cuestión de prestigio”. Sánchez Arreseigor, 2020, pp. 21-22.

(32) En mayo de 1765 Denneval volvió a fallar, así que en 20 de junio (Téllez Elías, 2012, p. 20) el rey envió a Gévaudan al Arcabucero Real, Francoise Antoine de Beauterne (Fehlmann, 2020, p. 13; Fehlmann, 2018, p. 39; un veterano y experimentado militar; Sánchez Arreseigor, 2020, p. 22), para que finiquitara el asunto. Pocos días después, Denneval fue despedido, dejando la zona en julio. Soto Roland, 2017, p. 6.

(33) Soto Roland, 2017, p. 6.

(34) Mourlat, 2016, pp. 40-41. Soto Roland, 2017, pp. 14-15. El lobo seguía habitando en Gévaudan (lo hizo hasta bien entrado el siglo XX). Soto Roland, 2017, p. 23. La imagen del lobo está cargada de estereotipos negativos: la Biblia, los cuentos de hadas, las leyendas y las historias naturales participaron en este desarrollo. Fehlmann, 2020, p. 15. El miedo al lobo en Francia es una realidad antigua y fuertemente arraigada, que amalgama el recuerdo de los ataques de los lobos rabiosos (hasta finales del siglo XIX) y de los lobos antropófagos – ver (62) –. Moriceau, 2009b, p. 27. Hasta principios del siglo XX, generalmente se consideró al lobo como el perpetrador de estos ataques; la Bestia de Gévaudan sirvió como un excelente ejemplo de las amenazas causadas por los lobos. Fehlmann, 2020, p. 12.

(35) Agosto de 1765. Soto Roland, 2017, p. 6.

(36) Marie-Jeanne Valet, conocida desde entonces como La Dama de Gévaudan. Soto Roland, 2017, p. 6.

(37) Fondebrider, 2004, p. 91. Soto Roland, 2017, p. 6. “(…) las balas de fusil sólo lograban hacer tambalearse a la fiera, que se recuperaba con asombrosa agilidad segundos después. Tampoco las bayonetas eran capaces de penetrar su piel”. Téllez Elías, 2012, p. 20.

(38) Fehlmann, 2018, pp. 40-42. Mourlat, 2016, pp. 47-50. Soto Roland, 2017, pp. 27-28.

(39) Se fue humanizando a la bestia, convirtiéndola en un ser híbrido: mitad hombre, mitad bestia. Soto Roland, 2017, p. 29. Muchos campesinos creían en el loup garou – hombre lobo – (Mourlat, 2016, pp. 109-111) una leyenda que se remonta a tiempos antiguos y que se refiere a la existencia de hombres que, habiendo pactado con el diablo, recibían una piel de animal y eran frotados con un ungüento. Los campesinos creyeron que la Bestia de Gévaudan era un hombre lobo (Fondebrider, 2004, p. 92), pues para ellos se acoplaba muy bien con esta leyenda; de hecho, fue uno de los casos más famosos de licantropía. Téllez Elías, 2012, pp. 19-20. Cabe aclarar que el loup garou se considera un ser humano disfrazado y no transformado – en 1755 y 1756, una pareja de “lobos cervier”, ver (63), a los que la gente del campo inicialmente llamó “hombres lobo”, porque sostenían que eran personas cubiertas de piel, causaron más de 25 víctimas, entre asesinados y heridos; Moriceau, 2009a, p. 19; en Francia hasta se realizaron juicios por licantropía, que empezaron a mermar en el siglo XVII (algunos de los hombres lobo ejecutados en Francia a finales del siglo XVI y principios del XVII eran criminales vestidos con pieles de lobo; Williams, 2003, p. 96), pero no mermó la creencia en los hombres lobo, para entonces bien arraigada en el imaginario popular de las clases bajas y de los campesinos; a principios del Siglo de las Luces el chivo expiatorio perfecto, para tapar todas las perversiones que la sociedad había prohijado sin poder tolerar, era un lobo con características demasiado humanas; Fondebrider, 2004, pp. 87-89 –. Existe la interpretación de que los asesinatos de Gévaudan fueron obra de hombres lobo, que esparcieron el horror disfrazados, y son considerados parte de una conspiración. Además, en la tradición oral francesa, hay otra figura, el meneur de loups, que canaliza los miedos relacionados con los lobos: se dice que es capaz de encantar a los lobos, como “un maestro”, que tienen que obedecer su voluntad y sus órdenes; el medio para ello suele ser una flauta o una gaita. Esta figura conmovió al mundo rural por su proximidad a la magia y la brujería. Para esta figura, dominar a los lobos es un medio de aterrorizar a otras personas, y conecta también con la historia de la Bestia de Gévaudan. Fehlmann, 2018, pp. 45-47. Ver (44) y (61).

(40) “Ese mismo mes de agosto (1765), un relevante personaje (…) hizo su aparición en una de las cacerías que el señor Antoine organizara en el Bosque de Montchavet. Su nombre era Jean Chastel”. Soto Roland, 2017, p. 6. Era vecino del pequeño poblado La Besseyre-Saint-Mary. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 22. Soto Roland, 2017, p. 1.

(41) Jean Chastel era un campesino bastante mal visto, sospechoso de herejía y con dos hijos ya grandes, Antoine y Pierre. Soto Roland, 2017, p. 7. “Los Chastel son un clan peligroso. La gente los considera brutales”. Fondebrider, 2004, p. 94.

(42) Surge la hipótesis de que los actos de la Bestia de Gévaudan ocultaban los ataques de un sádico delincuente en serie: Antoine Chastel, uno de los nueve hijos de Jean Chastel; vivía solo en el bosque (allí donde ningún ser humano se aventuraba, donde se refugiaba la «Bestia»), con sus enormes y feroces mastines (obsesionado con sus perros). Sucio, solitario, opaco, siempre mal vestido, peludo, con largos cabellos negros y grasosos, tenía la reputación de ser un hombre lobo; aunque otros creían que, en realidad, era sólo un meneur de loups (“líder lobo” o “lobero”; Soto Roland, 2017, p. 21). Se supone que utilizaba un perro-lobo o una hiena para satisfacer sus deseos sádicos. (Hay autores que hasta ennegrecen a toda la familia Chastel). Fehlmann, 2018, pp. 40 y 43-45. Fondebrider, 2004, p. 94. Ver (39) y (44).

(43) Fondebrider, 2004, p. 95. Soto Roland, 2017, p. 7. Para muchos, la bestia estaba manipulada por un brujo: “el pueblo de Besseyre – ver (40) – era célebre por sus brujos, entre los que destacaban Jean Chastel, apodado Le Masque (por sospecharlo hijo de una bruja; Fondebrider, 2004, p. 94), y uno de sus hijos, Antoine, quién vivía en una guarida en el corazón del bosque, en compañía de enormes mastines, todavía más feroces que los lobos”. Téllez Elías, 2012, p. 20.

(44) (A) Sánchez Arreseigor, 2020, p. 23. (B) “El 6 de enero (1765) la «Bestia» vuelve a atacar, pero antes, por la mañana, dos mujeres de la aldea de Escures, cerca de Saint-Juéry, se dirigen a la misa en Fournels: «En el camino, un desconocido se les acerca; es un hombre mal vestido, peludo, con largos cabellos negros y grasosos. Camina un instante a su lado, ambas están inquietas por la presencia de ese hombre extraño de los bosques, con aspecto de ser el hombre lobo de sus pesadillas. Bruscamente, el desconocido desaparece». Vueltas de la misa, las mujeres se enteran de que, una hora después de su curioso encuentro, la «Bestia» ha matado a Delphine Gervais, de Saint-Juéry, en el jardín de su propia casa. Una hora más tarde y la «Bestia», a cuatro kilómetros de donde atacó por última vez, vuelve a matar, esta vez a una jovencita, a quien degüella. De inmediato, todos sospechan que el desconocido al que encontraron las vecinas de Escures es en realidad el hombre lobo (loup garou) que tantas muertes ha causado. Pero otros sospechan que, en realidad, el desconocido es un meneur de loups [«lobero»] que manipula a una verdadera jauría para que cometa esos crímenes atroces”. Fondebrider, 2004, p. 92. Ver (39).

(45) El señor Antoine desplegó sus efectivos y, en las cercanías de la abadía de Chazes, el 21 de septiembre de 1765, mató a un inmenso lobo de casi 60 kilos (Fehlmann, 2020, p. 13; Fehlmann, 2018, p. 39). Llevó el cadáver al poblado de Saugues, hizo que Marie-Jeanne – ver (36) – lo identificara junto con otros testigos y declaró a los cuatro vientos oficialmente muerta a la Bestia; la cual fue disecada y enviada a Versalles. Llegó a la corte el 1 de octubre de 1765, ante el beneplácito del rey y el del propio Antoine, que recibió en compensación una pequeña fortuna y honores. El asunto de Gévaudan quedaba cerrado. Pero el terror no tardó en volver, aunque no se le dio más crédito desde Versalles. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 22. Soto Roland, 2017, p. 7. Téllez Elías, 2012, p. 20.

(46) Fehlmann, 2020, p. 13. Fehlmann, 2018, p. 40. El 1 de enero de 1766, la Bestia atacó de nuevo. El Estado Absolutista hizo caso omiso a la demanda de ayuda. Un simple lobo no desestabilizaría al gobierno, ni su imagen de poderoso protector de Francia (las autoridades habían perdido interés en el asunto, pues no querían admitir su fracaso). Aunque los muertos siguieron acumulándose en Gévaudan, pero esta vez la censura impidió que se divulgaran en la prensa (los periódicos se olvidaron del tema). Para la corona, la Bestia estaba muerta y no había discusión. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 22. Soto Roland, 2017, p. 8.

(47) Durante enero y febrero de 1767. Las comunidades campesinas se paralizaron. Así hasta junio de ese año. Soto Roland, 2017, p. 8. “El balance de los tres años que duraron las correrías de la bestia fue terrible: murió un centenar de personas y hubo unos 120 heridos. Cuatro quintas partes de las víctimas fueron niños y adolescentes de entre 5 y 17 años. La cruel muerte de los niños extendió el pavor entre la población, y eso en un territorio de gran amplitud geográfica en el que la bestia se movía con asombrosa rapidez”. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 21. Ver (19). La Bestia “se ensañaba con los más débiles: menores de edad y de sexo femenino (…) pusieron en alerta a toda la población, desencadenaron una verdadera histeria colectiva y el terror, producto de la noticia, se tradujo en desconfianza y paranoia”. Soto Roland, 2017, p. 29. Dado que los ataques no cesaron, los habitantes de la región se refugiaron en la religión y realizaron dos grandes peregrinaciones a los santuarios de la Virgen María. Las peregrinaciones marianas se llevaron a cabo en la primavera de 1767. En la misa del segundo peregrinaje, Jean Chastel le presentó al cura Prolhac tres balas de gran calibre para que se las bendijese. Fehlmann, 2020, p. 13. Fehlmann, 2018, p. 40. Téllez Elías, 2012, p. 21.

(48) Soto Roland, 2017, p. 8.

(49) Cardero López, 2007, p. 22. Fehlmann, 2020, p. 13. Fehlmann, 2018, p. 40. Fondebrider, 2004, p. 97. Téllez Elías, 2012, p. 21. El 19 de junio de 1767, en una batida organizada por el Marqués de Gévaudan en el Bosque de la Tenazeire, Jean Chastel, haciendo uso de tres balas de plata bendecidas – ver (47) –, mató a la Bestia de un certero tiro en un sitio llamado Le Sogne du Auvers. Soto Roland, 2017, p. 8. Después de tres angustiosos años ― del 30 de junio de 1764 al 19 de junio de 1767―. Soto Roland, 2017, pp. 1 y 4. Williams, 2003, p. 94. Según las crónicas, abatió a la bestia de un tiro en el omóplato y fue rematada por una jauría de perros. En el estómago de dicho animal, que parecía ser la bestia, encontraron el fémur de un niño. Desde entonces no hubo más ataques. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 22. “(…) las armas místicas que se emplearon a partir de 1764 (invocar a santos, bendecir las balas y rezar con el objeto de ahuyentarla) son idénticas a las utilizadas desde fines del medioevo”. Soto Roland, 2017, p. 15.

(50) “Según consignan los documentos de la época, en Gévaudan se organizaron las batidas más grandes jamás registradas en la historia contemporánea. Tanto en los días del capitán Duhamel, como con Denneval y el señor Antoine, la movilización de gente fue sorprendente. Se hablan de batidas que superaron las 10.000 personas (entre soldados, nobles, cazadores y campesinos). Incluso una ―la mayor de todas― de casi 40.000 participantes”. Soto Roland, 2017, pp. 32-33. “(…) la violencia no sólo se desarrolla desde el polo de la bestia hacia los aldeanos y habitantes del lugar, sino también —y en medida quizá mayor— desde esos hombres hacia la bestia”. Cardero López, 2007, p. 24.

(51) “Los crímenes cesaron y el cuerpo del ‘monstruo’ ―examinado, medido y embalsamado― fue exhibido durante 12 días en el castillo de Besque, a donde concurrió toda la feligresía a observarlo. Después, el cuerpo ―muy mal embalsamado y en avanzado estado de putrefacción― llegó a París. Luis XV se negó a verlo y descartó cualquier recompensa. Por su parte, Georges Louis Leclerc, conde de Buffon, el famoso naturalista y miembro de la Academia de Ciencias de Francia, lo inspeccionó brevemente. Dicen que dictaminó que era un lobo, pero no dejó ningún informe escrito que lo certifique. Asqueado por el estado en que estaba el cuerpo (llegó a París en avanzado estado de putrefacción; Sánchez Arreseigor, 2020, p. 22), mandó a que lo enterraran en los jardines del palacio (otra versión sostiene que el esqueleto se conservó por años en el Museo Real, hasta que se perdió definitivamente en un incendio). En septiembre de 1767, los vecinos y autoridades de Gévaudan, mucho más agradecidos que la corona, recompensaron con dinero a Jean Chastel”. Soto Roland, 2017, p. 9.

(52) “La historia terminaba, pero lo que empezó en ese mismo instante fue el nutrido universo de interpretaciones que llega a nuestros días”. Soto Roland, 2017, p. 9. “Periodistas, escritores de ficción, criptozoólogos (buscadores de monstruos), antropólogos, ensayistas e historiadores, biólogos, naturalistas y especialistas en lobos, zoólogos y veterinarios, conforman el ejército de interesados en la Bestia”. Soto Roland, 2017, p. 2.

(53) “La duda que se ha planteado siempre en torno a este episodio es qué animal era la bestia del Gévaudan. Entre los contemporáneos circularon tesis alternativas”. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 23. Es muy poco lo que sabemos a ciencia cierta sobre el entramado más profundo de la historia y de la Bestia propiamente dicha; jamás terminaremos por identificarla cabalmente, pues carecemos de las fuentes y datos que quisiéramos. Cuanto más se lee, menos claras quedan las respuestas a las principales preguntas (qué fue la Bestia de Gévaudan, a qué animal deberíamos atribuirle los crímenes y porqué despertó el interés que despertó). Soto Roland, 2017, pp. 2-3.

(54) Sánchez Arreseigor, 2020, p. 23. Téllez Elías, 2012, p. 19. En el discurso de los testigos la “bestia” se humaniza y los testimonios se enturbian. Algunos campesinos juraron haber visto a la Bestia caminar en dos patas, reírse, articular algunas palabras y, tras cometer un crimen por la mañana, asomarse por la ventana de la casa de la víctima esa misma noche. No es que mintieran adrede (no todos, al menos), sino que, imbuidos en un contexto de inseguridad, cambios violentos, hambre, frío y miedo, exageraron, dejándose influir por el rumor y los comentarios. Además, arrastraban un pesado lastre cultural de pensamiento mágico en el que la creencias y viejas tradiciones moldearon la forma de transmitir la historia, agregándole una cuota dramatizada de fantasías. Soto Roland, 2017, pp. 34-36.

(55) El misterio nunca fue resuelto: los acontecimientos y la naturaleza de la (s) Bestia (s) nunca han sido completamente esclarecidos, lo que ha dado lugar a distintas especulaciones. Cardero López, 2007, p. 22. Fehlmann, 2020, p. 12 Fehlmann, 2018, p. 35. Fondebrider, 2004, p. 97.

(56) “En los años sucesivos a los hechos y prácticamente hasta nuestros días, se apuntaron centenares de hipótesis para explicar los acontecimientos de Gévaudan”. Cardero López, 2007, p. 22. Zoólogos, periodistas e historiadores vieron la oportunidad para explayarse y demostrar sus conocimientos. Soto Roland, 2017, p. 19.

(57) Fondebrider, 2004, pp. 92 y 97. También un perro (mastín) como los que se usaban en la guerra; un oso, un hurón o un león (de algún zoológico privado), o un glotón (quedaban algunos en Suiza; Fehlmann, 2018, pp. 58-59). Soto Roland, 2017, pp. 19-20. También una fiera surgida del imposible cruce entre oso y lobo (Cardero López, 2007, p. 22), una pantera traída de África, que se habría escapado de la ménagerie de un noble, o una fiera amaestrada por una banda de gitanos, que también se habría escapado (Sánchez Arreseigor, 2020, p. 23). Desde el comienzo de los ataques, se ha especulado que se trataba de un animal exótico que había escapado de una colección de animales. A lo largo del siglo XVIII, los animales exóticos se hicieron cada vez más populares debido a la conquista colonial. El reflejo de convertir los ataques lobos u otros animales locales en incidentes con animales extraños se conoce desde finales de la Edad Media, y la hiena en particular se veía a menudo como la culpable (Fehlmann, 2020, p. 13). Si bien la hiena fue ampliamente aceptada como candidata a ser la Bestia de Gévaudan en el siglo XVIII, esta interpretación pareció perder importancia en el transcurso del siglo XIX y, en el siglo XX, ya que fue eclipsada por otros culpables. El lobo pasó a primer plano (además de un loco sádico). Fehlmann, 2018, pp. 47-50. Mourlat, 2016, pp. 60-61.

(58) Cardero López, 2007, p. 22. Fehlmann, 2018, pp. 37 y 49. Soto Roland, 2017, p. 19. Williams, 2003, p. 96. Teoría de moda, desde 1900 (Fehlmann, 2020, p. 12), que ganó popularidad desde las décadas de 1930 y 1940 (Fehlmann, 2020, p. 19). Ningún lobo es capaz de desvestir o decapitar a sus víctimas; también hay quien pensó en una familia de asesinos – los Chastel –. Fondebrider, 2004, p. 97. Los estudios del CNRS (Centro Nacional para la Investigación Científica en Francia) sobre las numerosas violaciones y agresiones de las cuales fueron víctimas las pastoras y pastorcillas entre los siglos XVI y XIX demuestran que en la mayoría de los casos las víctimas fueron abandonadas por sus asesinos cuando las consideraron muertas, y sólo entonces fueron quizás devoradas por los lobos. Téllez Elías, 2012, pp. 21-22.

(59) Soto Roland, 2017, p. 19.

(60) Fehlmann, 2018, pp. 53-56. Soto Roland, 2017, p. 19. Williams, 2003, p. 96. Los criptozoólogos más clásicos, nos hablan de lobos prehistóricos, marsupiales gigantes o un depredador híper-carnívoro perteneciente al género hemycion, un oso-perro de proporciones similares a la de un tigre. Soto Roland, 2017, p. 22.

(61) Fehlmann, 2018, p. 37. Soto Roland, 2017, pp. 19-20. Ver (39) y (44). Para los criptozoólogos menos conservadores ―abiertos a hipótesis por demás fantásticas― la Bestia fue un claro ejemplo de licantropía (un loup garou/ hombre-lobo). Un ser humano con la capacidad de transformarse en bestia (zoantropía) o individuo capaz de controlarlas a voluntad (los “loberos”/meneur de loups). Soto Roland, 2017, p. 21. Hay dos buenas razones por las que la Bestia de Gévaudan no podría haber sido un hombre vestido con piel de lobo. En primer lugar, los primeros hombres lobo franceses, que supuestamente imitaba, no tenían cola y la bestia sí tenía una. La cola tiene varias connotaciones con respecto a la fertilidad y la sexualidad. En segundo lugar, un hombre no podría morder profundamente el cuello de otra persona, frente a testigos. Es imposible aceptar que los supervivientes de los ataques y los testigos no pudieron distinguir entre un lobo y un hombre disfrazado. Williams, 2003, p. 97.

(62) La mejor hipótesis que tenemos es que fue un perro-lobo asalvajado. Soto Roland, 2017, pp. 20 y 36. Williams, 2003, pp. 97 y 209. Pero cabe la posibilidad de que fuese un lobo. Jean-Marc Moriceau, especialista de la historia del lobo, destaca como en Francia hubo anteriormente episodios de lobos antropófagos (Moriceau, 2009b, pp. 21-26), en los que también se hablaba de “bestias” – la bestia de Calvados (1632-1633), la del Gâtinais (1653), la de Benais (1693-1694) o la de Auxerrois (1731-1734) (Fondebrider, 2004, p. 89) – y está demostrado que los depredadores eran lobos. Moriceau demostró (en L’Histoire du méchant loup, 2007, analizando los registros parroquiales) que, aunque normalmente los lobos no atacan a los hombres (existe una discusión en curso sobre si los lobos representan un riesgo para los humanos), en el pasado un pequeño porcentaje desarrolló prácticas antropofágicas: los lobos mataron a más de 3000 personas en Francia desde el siglo XV hasta el XIX. Unos pocos lobos perpetraron la mayoría de los ataques. Así, los lobos representan un peligro insignificante para los humanos. Fehlmann, 2020, p. 15. Fehlmann, 2018, p. 38. Sánchez Arreseigor, 2020, p. 23.

(63) Otro culpable es el llamado loup cervier, cuya existencia se discute. En la antigüedad incluso se le consideraba un ser mítico. Cuando se menciona en los libros de caza del Renacimiento y el período moderno temprano, generalmente significa un lobo grande y fuerte que puede matar a un ciervo rojo por sí solo, o un lobo que se considera más inteligente y más codicioso que un lobo normal. En algunos casos, este término se utilizó para describir a un lobo con pelaje moteado; el lince también se conoce como loup cervier en las regiones francófonas desde la Edad Media (la denominación de lobo cerval es la tradicional del lince en los territorios ocupados por la Corona de Castilla en la baja Edad Media; Piñeiro Maceiras, 2013, p. 16). Fehlmann, 2018, pp. 57-58. “(…) las diversas teorías que han pululado sobre la identidad de la especie que asoló la región francesa de Auvernia durante el período 1764-1767 no se olvidan del lince”. Piñeiro Maceiras, 2013, p. 17.

(64) Los criptozoólogos o “cazadores de Monstruos”, que insisten en seguir hablando de animales extraños, de los cuales no hay una sola prueba fidedigna, pero que en el mercado del misterio venden muy bien. La criptozoología es una pretenciosa disciplina que, nutrida por el misterio, arriesga hipótesis inverosímiles en función de considerar como verdaderas los más variados mitos, antiguos y modernos. La Bestia de Gévaudan pasó a ser parte de una ya famosa galería de seres enigmáticos. Entre los criptozoólogos, tampoco existe consenso sobre qué criatura sería la Bestia de Gévaudan – ver (60) y (61) –. Soto Roland, 2017, pp. 20-22.

(65) “En la copiosa bibliografía que hay publicada sobre la Bestia las especulaciones están a la orden del día. Las hay para todos los gustos y, la mayoría de las veces, sin que existan pruebas concretas para ninguna de ellas (…) Nobleza levantisca, católicos sectarios acorralados por la razón u operación secreta del enemigo británico, son las tres explicaciones más corrientes”. Soto Roland, 2017, pp. 31-32.

(66) Popularizada por el Pacto de los Lobos, ver (6); pretendían impedir que la feligresía se alejara de la iglesia, combatiendo así el racionalismo y la influencia de los filósofos ilustrados, firmemente asentados en la corte. Soto Roland, 2017, p. 31.

(67) Aunque verosímil, no deja de ser una interesante conjetura, sin prueba alguna y basada en el sermón del Obispo de Mende – ver (10), (16) y (23) –, que aseguraba que el monstruo era un castigo divino. Soto Roland, 2017, p. 31.

(68) Hipótesis propuesta por el escritor Roger Oulion. Soto Roland, 2017, p. 31. “Se contaron historias muy extrañas acerca de bandas de malhechores controladas por algunos poderes que —próximos a los movimientos sociales de la revolución— se resistían a desaparecer y azuzaban a las feroces bestias contra los caminantes solitarios para difundir el terror entre el populacho levantisco”. Cardero López, 2007, p. 22.

(69) Soto Roland, 2017, p. 32.

(70) Michel Louis, que examinó todos los documentos y leyó todo lo escrito sobre el tema – que se suma a su conocimiento de los lobos –. Chastel estaría protegido por un noble local. Fondebrider, 2004, p. 98. Téllez Elías, 2012, p. 22. El etólogo Gerard Menatory, en La Fiera de Gévaudan, también sostiene que era un animal que había crecido y vivido junto a un hombre, seguramente Antoine Chastel. Según él, éste era un loco asesino que protegía y escondía a su fiera, en su opinión, una hiena de África – ver (42) –. Téllez Elías, 2012, p. 21.

(71) “Caperucita Roja nos es conocida por sus dos epílogos: uno, infeliz, elegido por Perrault, informa que abuela y nieta son devoradas por el lobo, sin esperanza de ayuda. Perrault prefirió este número para ilustrar mejor la advertencia moral que castiga la historia que está editando. El otro, feliz, nos lo transmite la versión de los hermanos Grimm: un cazador saca del vientre del lobo asesinado a la abuela y Caperucita Roja, mareadas pero vivas, que incluso están asustadas (…) el epílogo feliz no es una invención de los hermanos Grimm, sino que existió oralmente”. Velay-Vallantin, 2013, p. 32. La versión que popularizó Charles Perrault en Les Histoires et contes du temps passé avec des moralités, ou contes de ma mère l’Oye (1697), pasó a Alemania, con grandes modificaciones, introducidas por la exiliada protestante Jeannette Hassenpflug, quien se había visto obligada a emigrar por la persecución religiosa. Esa mujer se instaló cerca de donde vivían los hermanos Grimm y, aparentemente, les transmitió una versión ya doblemente adulterada con un final todavía más feliz que el imaginado por Perrault. Sobre ese texto, más de un siglo después, trabajarían Erich Fromm y Bruno Betteíheim. Fondebrider, 2004, p. 88.

(72) Reproducido por Robert Darnton (ocupado en el estudio de la mentalidad campesina francesa del siglo XVIII), a partir de uno de los treinta y cinco relatos similares que recogieron Paul Delarue y Marie-Louise Tenéze en Le Conté populaire français. La versión campesina supera en sexo y violencia a la de los hermanos Grimm, Perrault, Fromm y Bettelheim, que no mencionan el canibalismo que se comete con la abuela ni el striptease de la niña, antes de ser devorada. Los campesinos no necesitaban una clave secreta para hablar de tabúes, pero sí necesitaban un chivo expiatorio; ver (39). Fondebrider, 2004, pp. 87-89.

(73) Podéis leer el cuento en: Fondebrider, 2004, p. 88.

(74) “Si hay un cuento que asocia un significado religioso a la costumbre moral de advertencia, es el cuento de Caperucita Roja. No hay nada neutral en esta historia, y mucho menos irreligioso, todo lo contrario”. Velay-Vallantin, 2013, p. 27.

(75) Velay-Vallantin, 2013, pp. 27-34.

(76) Hay una Caperucita Roja “real”: Gabrielle Pélissier, asesinada por la Bestia de Gévaudan, el 7 de abril de 1765 en La Clauze, en la parroquia de Grèzes, cerca de Saugues; era católica y “se decía que comulgaba”. Desde finales de abril, se compuso un lamento anónimo en catorce cuartetas sobre la muerte de Gabrielle Pélissier. El 21 de diciembre de 1765, otra joven, Agnès Mourgues, fue devorada en Lorcières. El librero Abraham Fontanel realizó en Mende un dibujo a pluma realzado con acuarela, interpretando sexualmente la agresión de Agnès Mourgues. A partir de enero de 1766, esta imagen fue copiada y se distribuyó, al mismo tiempo que el lamento por Gabrielle Pélissier fue reproducido en hojas sueltas. Las dos niñas se confundieron, las dos historias se entremezclaron. El nombre de Agnès Mourgues se olvidó, pero el de Gabrielle Pélissier (la comulgante vestida de rojo) se repitió sin cesar. El rojo es el color por excelencia que caracteriza la primera infancia; a mediados del siglo XVIII, en Gévaudan, los usos de la ropa apenas habían cambiado desde la Edad Media, especialmente en el mundo campesino; el vestido es un instrumento de salvación contra los lobos; la historia de Gabrielle Pélissier conecta así con un cuento del siglo XI: en Gévaudan, Gabrielle Pélissier está investida de los mismos poderes que la pequeña Egbert de Lieja, pero al contrario que ésta, su aventura termina mal, porque los narradores encargados de reconstruir su historia poco después del asesinato pretenden demostrar que ella es descalificada ante los ojos de Dios: no puede hacer nada contra el castigo que se le imputa a la Bestia (un vestido consagrado, en el siglo XVIII, en un hereje Gévaudan, ya no puede ayudar). El lamento y la acuarela son lecciones para que las escuche la gente de Gévaudan. Todo este edificio está en deuda con un solo texto: el Mandato de Monseñor Obispo de Mende, para ordenar las oraciones públicas (le Mandement de Monseigneur l’Évêque de Mende, pour ordonner des prières publiques) del 31 de diciembre de 1764. Ver (10), (16) y (23). Velay-Vallantin, 2013, p. 34-47.

(77) El obispo de Mende es sin duda uno de los primeros en haber provocado el surgimiento de la leyenda; ha inspirado a editores, narradores, historiadores y novelistas desde ese momento hasta la actualidad. Su Mandement se nutre de fragmentos de versículos bíblicos, a menudo agregados de principio a fin, tomados del Pentateuco (el libro de esta noria de vueltas al pecado que provoca la ira de Dios y su castigo: la devoración de los infieles por feroces bestias). El texto, leído por las familias de Gévaudan con tanto interés como los Evangelios (su discurso se transmitió a una población analfabeta; da lugar a una incertidumbre interpretativa que conduce a una ansiedad generalizada), condenaba las herejías pasadas de los lugareños, para recordarles la obediencia, para evocar el hipotético perdón de su mayor falta: la de sus padres, los Camisards – ver  (3) – (el obispo quería atacar a los protestantes y a los ilustrados, como Voltaire). La Bestia de Gévaudan es precisamente la del Apocalipsis, despertada con la más grave de las traiciones, la apostasía. La demonización de la Bestia ganó terreno rápidamente. Mourlat, 2016, pp. 84-101. Velay-Vallantin, 2013, pp. 49-52.

(78) Velay-Vallantin, 2013, p. 53.

(79) “¡Qué disolución y qué desorden en la juventud de nuestros días!”, exclamaba el obispo de Mende, trabajando para perseguir a las mujeres con su ira, a causa de la inmodestia, la mundanalidad, la provocación sexual, la seducción. Son elegidas con más frecuencia por la Bestia para ser sus víctimas: para Choiseul Beaupré, por lo tanto, son las culpables de la elección. Velay-Vallantin, 2013, p. 53.

(80) Aproximadamente el 66% de las víctimas eran mujeres en 1764, el 58% en 1765, el 42% en 1766 y el 68% en 1767: la mayoría es ciertamente significativa, pero en una región donde las pastoras juegan un papel importante en la economía doméstica, no debería sorprendernos. Velay-Vallantin, 2013, p. 53.

(81) Desde temprana edad, estas niñas eran responsables del rebaño familiar, o eran contratadas para realizar este trabajo; cualquiera que fuese su condición social, estaban solas en el prado y era durante estas guardias cuando ocurrían las violaciones. La mayoría de las veces, un vecino aparecía por sorpresa frente a una de ellas, la violaba y la amenazaba con represalias si hablaba de ello. La pastora regresaba a casa aterrorizada y no decía nada a sus amos ni a sus padres, por temor a ser golpeada, pero se apresuraba a confesarse. Su madre o ama, finalmente, se daba cuenta de lo sucedido, veía sangre en su camisa y, según fuese el caso, guardaba silencio o hacía un arreglo. Velay-Vallantin, 2013, pp. 54-55.

(82) Choiseul Beaupré se inscribe en este abanico de conductas de negación de la violencia: al acusar a las niñas de provocación sexual, las acusaba de afirmar que estaban ausentes de su responsabilidad (de no admitir su culpabilidad). La negación de responsabilidad se interpretaba como un desafío que debía ser reprimido. Afortunadamente para Choiseul Beaupré y en beneficio de su autoridad, surgió la Bestia: permitió regular las recompensas y los castigos propugnados por las autoridades oficiales. Velay-Vallantin, 2013, p. 55.

(83) Ver (19).


Bibliografía

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Ana Inmaculada Morillas Cobo
Escritora y divulgadora. Redactora, revisora de contenidos y editora de Khronos Historia. Mis áreas de mayor interés - como comprobaréis si me leéis - son la Historia de la Mujer, la Historia de las Religiones, la Filosofía Política y la Antropología. Como buena cinéfila y melómana, me encanta practicar la miscelánea cuando escribo (llamadme friki). De firmes posiciones feministas y marxistas.

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