La idea que tenemos en la actualidad sobre la mujer japonesa en el período samurái (1) es muy similar a la que reflejan la gran mayoría de las antiguas escrituras japonesas. Bueno, japonesa y no japonesa, ya que la mujer ha sido vista prácticamente igual durante toda la Historia. La visión nipona (2) representaba a la mujer con rasgos dulces, delicados, debiendo ser obediente, elegante, femenina y complaciente. Una persona dependiente, la cual necesita de un hombre que guíe su vida y, por supuesto, que tiene como objetivos principales dar descendencia a su marido y cuidar de la familia. En fin, que novedad, ¿no?
Sin embargo, esto no siempre fue así. Hubo mujeres que rompieron con este canon demostrando ser más astutas, valientes y valerosas que muchos hombres samuráis. A continuación, vamos a descubrir uno de los mayores secretos de la historia japonesa: la Onna bugeisha (mujer samurái) (3).
La mujer y la familia
En aquel tiempo todo el poder radicaba en la figura del samurái. La mujer únicamente tenía importancia en el ámbito familiar. Ellas siempre estaban subordinadas a un hombre: primero a su padre, después a su marido y, finalmente, a su hijo mayor. Como vemos, el género femenino no era muy valorado y las “pobres” mujeres poco podían hacer para conservar sus derechos o privilegios (4).
Esto se debía a que la sociedad samurái era muy militarizada y desigual. La mujer no tenía opción a heredar, lo hacía siempre el hijo mayor, ¡quién sino! Además, las féminas japonesas, cuando contraían matrimonio, dejaban de pertenecer a su familia de origen para formar parte únicamente a la familia de su marido. Como podemos imaginar, esto complicaba mucho más su situación. Vamos, que las mujeres lo tenían cada vez más chungo (5).
Por otro lado, como en gran parte del resto de culturas de la época, los matrimonios no eran por amor. El principal fin de una familia samurái era formar a sus hijas para realizar vínculos con otras familias de similar o mayor linaje. Para esto, el aprendizaje más importante que tenía una mujer nipona era el de convertirse en una buena mujer y mejor madre (6). Esta didáctica se basaba en la religión y en la cultura (danza, música y literatura). Con esto, ¡más que suficiente! ¿Para qué quiere una tierna y delicada fémina saber más, si tiene un gran samurái a su lado?
Onna bugeisha: la mujer samurái y el arte de la guerra
Por suerte, en muchas familias samuráis, las mujeres eran también adiestradas en el arte de la lucha.
La mayor parte de los samuráis eran terratenientes y cuando partían a la guerra necesitaban de alguien que cuidase de sus haciendas. Es por ese motivo, por el que las féminas pasaron de ser «mujeres floreros» a ser instruidas en el arte de la lucha. Todo ello, para ser capaces de defender sus propiedades frente a posibles bandidos u otros samuráis enemigos que, aprovechando la ausencia de los hombres, optasen por atacarlas(7). De esta forma, algunas mujeres comienzan a formarse para el combate, naciendo la mujer samurái. ¡Ya era hora!
Aunque la mujer samurái u onna bugeisha no era tan común como en el caso masculino, existen testimonios que apuntan a que las mujéres samurái lucharon junto a los hombres en los campos de batalla, en naves de guerra y en la defensa de los castillos (8).
La mujer en el campo de batalla
Aunque todo el protagonismo recae en la figura masculina del samurái, arqueólogos forenses japoneses han encontrado restos de huesos femeninos enterrados en los campos de batalla. Estos datos apuntan a que aproximadamente el 30% del ejército estaba formado por mujeres samurái (9). No está nada mal el dato. Sin embargo, como si de un gran secreto se tratase, gran parte de las fuentes escritas japonesas omitieron información sobre la onna bugeisha durante siglos, consiguiendo que el honor y la valentía recayese únicamente en los hombres samuráis. Se olvidaron de la mujer samurái… que sorpresa.
No obstante, como podemos imaginar, no siempre se permitió a la mujer ir a la guerra. Esto era una excepción y se daba cuando las mujeres corrían gran peligro de caer en la esclavitud, ser violadas o asesinadas (10). Aunque también hay otro porcentaje de pequeños grupos de mujeres samurái que se preparaban para luchar por motivos religiosos o políticos e iban junto a los samuráis a la guerra (11). Este es el caso de Takeko Nakano, quien lideró uno de esos pequeños grupos de mujeres samurái en la última famosa batalla que acabaría con el poderío samurái en Japón.
Las armas de una mujer samurái
En cuanto a las armas que utilizaban las onna bugeisha encontramos la espada, el arco y el sable. Pero, sin duda alguna, hay dos armas que toman gran importancia: la daga y, sobre todo, la naginata. (12)
La daga era un arma que toda mujer samurái llevaba consigo todo el tiempo, por si las moscas. La escondía bajo su kimono, cerca del pecho, o la llevaba oculta en su manga. Este arma era tan importante que toda madre regalaba una personalizada a su hija. Servía para bloquear el ataque o para realizar el suicidio ritual (13). El suicidio samurái femenino tenía como fin asegurar una muerte digna.
¡Un dato curioso! Para que la mujer tuviese un aspecto honorable tras este tipo de suicidio, debía atarse previamente las piernas con el cinturón de su kimono (14). No se dejaban ni un cabo suelto, desde luego, ¡antes muerta que sencilla!
Como arma samurái femenina por excelencia encontramos la naginata. Era el arma tradicional que dominaba la mujer samurái, ya que facilitaba enormemente los movimientos y la velocidad en la lucha. Su fabricación era muy similar al de las espadas japonesas aunque, evidentemente, de aspecto muy diferente. Estas constaban de una basta muy larga y un acabado en hoja curva (15). Para que luego dijeran que las mujeres eran débiles y poco ágiles en estas artes.
Por último, no podemos dejar de citar otras mujeres samuráis que demostraron ser igual o más valientes y astutas que muchos hombres samuráis, dos famosas onna bugueisa:
- Tomoe Gozen
- Hojo Masako