Esta es una historia local, pero no por ello pequeña. Repetida seguramente con variantes a lo largo del tiempo en diversos lugares. El poder es poco original y siempre castiga a los mismos… Corría el año 1408 cuando en Llanera, concejo asturiano cercano a Oviedo, la población se levantó contra su obispo. La protesta no tenía nada que ver con la religión sino con los impuestos abusivos a los que eran sometidos. ¡A nadie le gusta que le toquen el bolsillo!
El obispo de Oviedo, señor de Llanera
Guillem de Monteverde (1), de nacionalidad francesa, todo hay que decirlo, y que lo sería muchos años para la época (unos veinticuatro). Era el señor jurisdiccional de la zona. La Reina (2) había cedido los territorios de Llanera al obispado ovetense allá por el siglo XII y con ello la recaudación impositiva (lo más importante), el nombramiento de notarios y comendadores y la confirmación del nombramiento de jueces.
La población era dominada tanto espiritual como materialmente por el obispo, ¡qué bien!
El listo del obispo
El encargado de cobrar en el caso que nos ocupa fue un comendador o comendero (3) y entre los abundantes impuestos exigidos, el detonador de la discordia fue el denominado nuncio (4). No parece pues un hecho aislado, sino el último de una serie de atropellos perpetrados por la «agencia tributaria» del obispo que colmó la paciencia de la población.
Estando en misión recaudatoria, el de Oviedo se topó con un cristiano al que intentó requisar un buey «por razón de nuncio». El susodicho cristiano no parecía estar de acuerdo… y con él el resto de la comunidad. Todos estaban un poco (o un mucho) hartos de los abusos episcopales.
El obispo montó en cólera y excomulgó a las diez feligresías (5) que conformaban el territorio de Llanera. La sentencia era de “excomunión y entredicho” para ser más exactos y se mantuvo durante cuatro años.
¡La que se ha liado!
La situación hubo de ser gravísima para que en unos tiempos como los medievales en los que la religión dominaba todos los aspectos de la vida la población se mantuviese firme y no se doblegase. Hay que tener en cuenta que la pena no solo comportaba que se cerrasen las iglesias y no hubiese misa de doce los domingos antes del vermú; implicaba la no administración de ningún tipo de sacramento. Bebés sin bautizar, moribundos sin últimos auxilios, sepultura no cristiana… Vamos, que no se cumplían ni los servicios mínimos (6).
Las campanas enmudecieron, asunto importante pues funcionaban como reloj. Los habitantes de LLanera no sabían cuándo era la hora de la oración. Las campanas dejaron de prestar otros servicios civiles como avisar de fuego, de invasión, de la visita del señor de la zona… Lo que no parece constar es violencia alguna por parte de los vecinos del concejo de Llanera. Se plantaron e hicieron “un Gandhi”.
Llega el perdón
Pero como a todo hijo de vecino al obispo ovetense le llegó su hora (7). ¿Se solucionó el conflicto? ¿Pudieron volver a misa los de Llanera? ¿Hubo bodas a montones? En junio de ese mismo año se pusieron en marcha medidas para la resolución del problema, aunque no se sabe bien quién dio el primer paso.
A fines de julio se reúnen en Posada (capital del concejo hoy) los representantes eclesiásticos y el concejo representado por uno de los vecinos (8). Éste prometió en nombre de los demás no volver a rebelarse contra los señores.
Desde el obispado hicieron propósito de respeto hacia el vecindario. Levantaron la excomunión y perdonaron deudas (aunque probablemente se restablecieron los impuestos). ¿Todo esto gratis? ¡No! A cambio, el obispado impuso una penitencia (no se iban a ir de rositas). Treinta hombres, veinte hidalgos y diez pecheros, elegidos por sus conciudadanos, se dirigirían en día de fiesta a San Salvador de Oviedo y participarían en la procesión descalzos, vestidos con sacos o jubones toscos atados con cuerdas. Llevarían el pelo tiznado de ceniza y con candelas en las manos. ¡El obispado los quería humillados!
La otra mejilla la tuvieron que poner los de siempre… (9)
El recuerdo
En la actualidad se conmemora el suceso el primer fin de semana de julio con la fiesta de Los Exconxuraos (excomulgados), declarada de Interés Turístico Regional (10).
Ambientación medieval, juegos, música, exhibición de cetrería, mercado medieval, una gran cena. La noche del sábado se reúnen unas mil mandíbulas vestidas de época. El domingo desfilan los exconxuraos que son vecinos actuales claro. ¡Que la cena de la víspera es buena pero no levanta a los muertos! Los vecinos van ataviados con sacos y cuerdas rememorando la peregrinación a Oviedo. Hasta se ha rodado una película…
¡Si el obispo levantase la cabeza! No le quedaría otro remedio que tomarse un culín de sidra y unirse al jolgorio..
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