El nombre/término de Madame Sans-Gêne (1) es el título y el apodo de la protagonista una obra de teatro homónima, nacida de la pluma de Victorien Sardou (2), en colaboración con Émile Moreau, en 1893 (3).
Sin embargo, esta heroína, pero, sobre todo, su apodo de Madame Sans-Gêne, aúna en realidad las historias de dos mujeres (4) bastante diferentes, si bien casi coetáneas: Cathérine Hübscher y Marie-Thérèse Figueur.
La primera mujer detrás de Madame Sans-Gêne: Cathérine Hübscher
La primera, es Cathérine Hübscher. Nació en el seno de una muy humilde familia de leñadores, en la población alsaciana de Altenbach (5), el 2 de febrero de 1753. Trabajó desde muy joven (6), primero como cantinera y después como lavandera y planchadora (7).
Ganó lo suficiente como para poder trasladarse a Paris. Allí, trabajó como criada, hasta ganar lo bastante como para poder abrir y regentar su propio negocio: una lavandería, cerca del Palacio de las Tullerías (8).
Matrimonio y primeros ascensos sociales
El 1 de marzo de 1783 se casó (9) con uno de sus clientes: el soldado de la Guardia Francesa (10), François Joseph Lefebvre (11). Era un hombre coqueto y gracioso, pero también valiente y con buenas opciones de medrar en la carrera militar. Pues, tan solo 5 años más tarde (12), ya había logrado ascender a sargento.
Durante el marasmo de la Revolución Francesa (14 de julio de 1789), Lefebvre salvó a varios oficiales de ser linchados por el populacho. Esto le supuso contar con nuevos “enchufes” dentro de la milicia. Así, obtuvo rápidamente un nuevo ascenso a teniente de la Guardia Nacional (13).
Pese a su condición oficial de plebeyo de baja extracción y sus efusivas muestras de apoyo a la causa revolucionaria, resultó herido al proteger a los monarcas de la muchedumbre que los quería linchar, durante su viaje de regreso a París tras su infructuoso intento de fuga (14). E incluso facilitará la huida de tres tías del rey (15).
Nuestra Madame Sans-Gêne en el periodo republicano
En el posterior periodo republicano, Lefebvre continuó en el ejército. Se integró en el ejército regular de la República y logró el ascenso a capitán de infantería, en 1792 (16). A finales de 1793, ascendió a general de brigada “por evidentes méritos de guerra”. Y, al año siguiente, a general de división, tras haber tomado parte en la batalla de Geisberg (17).
Lefebvre se distinguió en la toma de Arlon y en la de Dinant (18). También, en la victoria de Fleurus (19). Y lo trasladaron al ejército de Sambre-et-Meuse, sirviendo bajo las órdenes del General Kléber (20). Presente en otra media docena de enfrentamientos en la zona del Alto Rin (21), lo transfirieron al ejército de Magúncia, cuyo mando asumió (22). Herido en la batalla de Pfullendorf (23), lo dieron de baja temporalmente y lo nombraron Gobernador militar de París. Aunque el Consejo de los Quinientos (24) lo designó como candidato al Directorio (25), no consiguió, pese a sus méritos de guerra, ser elegido.
Catherine no se separó de él bajo ningún concepto. Así, no dudó en acompañar a su marido en todas sus campañas, ayudando a los ejércitos franceses en todo lo que pudo. Cocinó, lavó ropa, curó y confortó a los heridos. Siempre estuvo en primera fila, sin amilanarse ante el enemigo. De hecho, la hirieron y la condecoraron por su valentía (26). Pese a todo, tuvo también tiempo para dar a luz a catorce hijos (27).
Lefebvre bajo las águilas imperiales
Pese a estos fracasos políticos iniciales, Lefebvre desempeñó un papel clave en el desarrollo de los acontecimientos. Pues dio su total apoyo (28) a su colega y amigo, el general Napoleón Bonaparte, durante los acontecimientos del golpe de Estado del 18 de Brumario (29). En agradecimiento por el apoyo prestado, este lo nombró presidente del Senado y Mariscal de Francia (30). Así como «Gran Aguila» de la Orden de La Legión de Honor.
Su edad, arrojo y fidelidad, así como su perfecto conocimiento de los reglamentos de infantería, le convierten en uno de los mejores comandantes de retaguardia con los que va a contar el futuro Emperador (31).
El ascenso hasta la alta nobleza de nuestra primera Madame Sans-Gêne: Duques de Dantzig
Según se dice, a Fouché (32), Catherine en una ocasión le había espetado:
«…cuando seas ministro, yo seré duquesa!».
Queriendo significar: “cuando las gallinas tuviesen dientes o las ranas pelo”. Pues ella no era más que una simple lavandera y Fouché un oscuro político (33) de segunda fila. Sorprendentemente, la frase, de ser cierto que se pronunciara, habría sido premonitoria. Ya que Joseph Fouché se convirtió, efectivamente, en ministro imperial, tras el ascenso al trono de Napoleón. Y la gente se tendría que dirigir a Catherine Hübscher como «Madame la Duquesa».
Con la formación del Primer Imperio francés, la familia Lefebvre pasaba a situarse entre la flor y nata. Entre lo más granado de la alta sociedad parisina de principios del siglo XIX.
Sin embargo, ella optó por no perder el acento propio de su región natal (34). No modificó su vocabulario y maneras populares. Ni mucho menos ocultó o trató de pulir sus toscos modales (35), para gran disgusto de muchos (36). Manteniendo siempre una fiera, total y firme lealtad al Emperador, no dudó nunca en criticarlo. Tanto directamente, como a aquellos miembros de la corte que no se comportaban según su criterio. Al parecer, en ese momento se ganó el apodo de Madame Sans-Gêne. Se lo otorgó el propio Napoleón, que la apreciaba, precisamente, por su franqueza. De hecho, la apoyó durante mucho tiempo contra todos aquellos que la querían expulsar de la corte. Se dice que se atrevía a enfrentarse verbalmente incluso con el mismísimo Talleyrand (37), que no era precisamente un neófito en estas justas verbales.
Retorno a la normalidad cortesana de Madame Sans-Gêne…
No obstante, aunque vivía en un ambiente de gran riqueza y opulencia, fue buena con la gente menos favorecida de su entorno. Y, sobre todo, extremadamente generosa. No olvidó nunca su modesto origen. Así, ayudó a sus vecinos menos favorecidos siempre que le fue posible (38).
En 1807, Lefebvre volvió a los campos de batalla. El Emperador le confió el asedio de Dantzig. Y, tras lograr que la plaza capitulase, recibió como recompensa el título de Duque de Dantzig (39). Así, pasó a ocupar uno de los lugares más preeminentes de la corte imperial.
Lefebvre viajó a España en 1808, en donde participó en la victoriosa campaña de conquista que se produce (40). La pareja había adquirido en París un palacete, en la calle del Cherche-Midiy. Y, por primera vez, Cathérine antepuso sus deberes como madre a los de esposa. Y, sobre todo, a sus deseos de nuevas aventuras. Así, por primera vez, su marido viajó solo.
…y a los campos de batalla de Lefebvre
Al año siguiente, destinaron a Lefebvre a Alemania, para enfrentarse nuevamente contra los austriacos. Estuvo al mando de las tropas bávaras y tomó parte en las batallas de Abensberg, Eckmühl y en Wagram (41).
Tras un periodo de esparcimiento en familia, convocaron nuevamente a Lefebvre. Esta vez, para unirse a la Grande Armée, cuyo objetivo era conquistar Rusia (42). Combatió admirablemente tanto en el avance, como en la posterior campaña de retirada hacia Francia (43).
Poco antes (44), la residencia de los duques había pasado a ser el castillo de Pontault-Combault (45).
La gran pelea con el emperador de Madame Sans-Gêne
Finalmente, los reveses en el campo de batalla, combinados con las maneras rudas y el desenvuelto comportamiento de Catherine, terminaron irritando al Emperador en alguna de sus apariciones por Las Tullerías (46). Napoleón intentó presionar de varias formas a Lefebvre para que pidiese el divorcio. Así, podría luego casarlo con otra mujer más refinada.
Enterada Madame Sans-Gêne del “complot”, no dudó en trasladarse a la capital, solicitar audiencia con el Emperador y, mantener con él una tremenda trifulca (47).
Los 100 días y viudez
Lefebvre fue uno de los mariscales que, contando con la absoluta confianza del Emperador, le convenció (48) para que abdicase y no prolongase innecesariamente la matanza. Durante el famoso periodo de los Cien-Días (49), se volvió a unir a las filas de Napoléon. Este le nombró Par de Francia (50), sin mando concreto.
El nuevo monarca, Luis XVIII, le destituyó momentáneamente, para castigar su traición. Pero, poco después, le devolvieron sus títulos y rango en la Cámara de los Pares (51).
Un año después, el mariscal Lefebvre falleció, tras haber elegido él mismo su tumba, en el cementerio del Père-Lachaise. Madame Sans-Gêne fallecería quince años después de su enamorado esposo, el 29 de diciembre de 1835. Solicitó que la enterrasen junto a él, en el cementerio del Père-Lachaise.
La segunda Madame Sans-Gêne: Marie-Thérèse Figueur
La segunda Madame Sans-Gêne de nuestra historia es Marie-Thérèse Figueur: una mujer que se hizo soldado (52). Nació en Talmay (53), el 17 de enero de 1774.
Hija de un molinero y comerciante, y de una madre con algunas gotas de sangre noble, quedó huérfana muy joven (54). Por ello, quedó al cuidado de un tío materno. Este era un subteniente de infantería, del cual obtendría el gusto por el mundo de las armas.
Alistamiento y primeros pasos en la vida militar
A diferencia de la mayoría de mujeres que optaron por la carrera militar que la antecedieron, esta Madame Sans-Gêne no disimuló su sexo en ningún momento. Desde el momento en que se alistó (55), sirvió durante más de veinte años en la milicia bajo su propio nombre. Primero, en el Ejército Revolucionario Republicano y, luego, en la Grande Armée (56).
Según cuenta ella misma en sus memorias, ni su tío ni ella eran precisamente partidarios de la Revolución Francesa, sino más bien todo lo contario. Esto los llevó, en 1793, a alistarse en un regimiento contrarrevolucionario de los federalistas (57). Lo hizo como venganza por la muerte de su primer amor: un tambor de la Guardia Suiza. Este desapareció y lo dieron por muerto, tras el asalto al Palacio de las Tullerías (58).
Marie-Thérèse Figueur: Dragón de la República (1793–1800)
En una de las primeras acciones, la capturaron las fuerzas del gobierno. En lugar de enviarla a prisión o fusilarla, la animaron a continuar en la milicia. Pero cambiando de bando (59). Terminó pues alistándose como soldado de la caballería republicana, en la Légion des Allobroges (60). Rápidamente, se ganó el apodo de “petit Madame Sans-Gêne” (61).
Enviaron a Marie-Thérèse, junto con su regimiento, a Tolón. Allí participó en las labores de sitio y la hirieron por primera vez. Además, conoció a un joven comandante de artillería que también se encontraba en aquellas fechas tomando parte del asedio: Napoleón Bonaparte (62). Tras el asedio (63), se reorganizó su unidad en el 15º Regimiento de Dragones.
Desde esta época, decidió adoptar el severo peinado de cola empolvada (64), mimetizándose con el resto de sus compañeros. Aunque siempre destacó por su baja estatura (65).
El regimiento se asignó al Ejército de los Pirineos Orientales. La hoja de servicios de nuestra Madame Sans-Gêne va engordando. Pues no solo destacó en los combates (66), sino que salvó la vida del general Noguès, y rechazó un ascenso a cabo (67).
Interludio romántico de petit Madame Sans-Gêne
Aunque no queda muy claro en los textos, parece probable que pidió la baja voluntaria y regresó a casa. Así, asumió una vida bastante más acorde, según los estereotipos sexuales de la época, con su «condición femenina» (68). Pero por poco tiempo. Pues los registros del ejército muestran que se unió (69) al 8º de Húsares (70) el 21 de diciembre de 1797. Permaneció con ellos incluso cuando Commarmot se transfirió a otro regimiento. Pero, en noviembre de 1798, se transfirió nuevamente al 15º de Dragones (71). Posteriormente, la reasignaron al 9º de Dragones, que luchaba en Italia.
Durante los dos años siguientes tomó nuevamente parte en los enfrentamientos contra los partisanos suizos y las tropas austriacas. Así, aumentó su ya abultada hoja de servicios (72). En 1800, después de intentar, sin éxito, el retorno al 15º de Dragones, se le concedió una pensión anual de 200 francos (73) y la baja honorable del ejército (74).
Tras dos años de descanso, imprescindibles para lograr una completa recuperación, decidió volver a alistarse (75). Se reincorporó (76) al 9º de Dragones, ahora de guarnición en París.
Marie-Thérèse Figueur: soldado de la Grande Armée (1802-1815)
Debido a lo chocante de su situación, se le concedieron ciertos privilegios, más acordes con una oficial que con una simple soldado chusquera. Así, se convirtió en objeto de curiosidad de todo París del momento. Incluso llegó a recibir una invitación a cenar con el ahora Primer Cónsul de la República (77). Este le ofreció un puesto como asistente personal de su esposa Josefina.
Sin embargo, tras poco más de una semana de ociosidad en el castillo de Saint-Cloud (78), solicitó el reingreso a su regimiento. Posiblemente, se ganase en estos momentos el famoso mote de Madame Sans-Gêne.
En 1805, el ahora mariscal Augereau la reclutó como ayudante de campo uniformada para su esposa, que, como ella, disfrutaba tanto de la equitación como del tiro. Además, la propusieron (aunque sin éxito) para recibir la Légion d’honneur (79).
Tras un desencuentro con el mariscal (o su esposa), Madame Sans-Gêne decidió volver, nuevamente, al servicio activo junto a su regimiento. Tomó parte en las grandes victorias de Ulm, Austerlitz y Jena (80). Pese a haber salido ilesa de dichas contiendas, sufrió un aparatoso accidente (cayó del caballo) cerca de Berlín. Esto la llevó a un nuevo periodo de convalecencia (81).
Servicio en España y prisión
Intentó volver al servicio activo a partir de 1809, apoyada por numerosas cartas de recomendación (82). El general Soulès tuvo a bien reclutarla para que entrara a formar parte de un nuevo regimiento de infantería de la Guardia Imperial (83).
En estas fechas, contrajo nuevamente nupcias con otro soldado: Charles Dovalle (84). Este había logrado un puesto como sargento en una compañía de granaderos, en la campaña española (85). Al poco de llegar a Burgos, nuestra Madame Sans-Gêne cayó en manos de los guerrilleros españoles. Estos la llevaron, como prisionera de guerra, a Inglaterra. Tras la abdicación de Napoleón (86), la liberaron y regresó a Francia.
Allí, se presentó nuevamente para el servicio. La aceptaron en el prestigioso Regimiento de Chasseurs à cheval (87).
Los Cien Días y Madame Sans-Gêne
Durante el breve retorno al poder de Napoleón (88), el regimiento volvió a retomar sus antiguas funciones, permitiendo a Madame Sans-Gêne tener un último encuentro cara a cara con el emperador.
Se desconocen las causas por las que no se unió al Regimiento cuando este marchó a la guerra. Si bien esto le evitó el ser testigo de la última derrota imperial.
Al no poder conseguir un puesto en una unidad de combate durante las últimas escaramuzas en los alrededores de París, sirvió como cantinera y camillera, en lo que resultó ser la última batalla de su asombrosa vida.
Vida posterior y legado de Marie-Thérèse Figueur
Tras la Restauración, Madame Sans-Gêne abrió un restaurante (89) en asociación con la renombrada aeronauta (90) y pionera “paracaidista”, madame Jeanne Garnerin.
En julio de 1818, se casó por tercera vez. En esta ocasión, con su viejo amigo y amor de juventud, Clément Joseph Melchior Sutter (91). Por desgracia, el falleció poco tiempo después.
Durante el ocaso de su vida, Le petit Madame Sans-Gêne acabó dictando sus memorias para obtener algo de dinero. Estas se publicaron, por primera vez, en 1842. Napoleón III (92) llegó a concederle una pensión adicional en agradecimiento a sus servicios a la patria. Finalmente, ya bastante mayor, se retiró para pasar sus últimos momentos a un hospicio, en Issy (93).
Madame Sans-Gêne: la realidad se convierte en leyenda
Victorien Sardou tomó prestado el nombre de guerra (Madame Sans-Gêne) de nuestras heroínas como título de una de sus obras en el Théâtre du Vaudeville, en 1893, combinando la biografía de ambas.
La popularidad de la obra y sus posteriores adaptaciones (una novela, una ópera y un gran número de películas) ocultaron, en cierto modo, a las verdaderas Madames Sans-Gêne. Si bien también provocó que se renovara el interés por conocer la verdadera historia y las biografías de ambas damas. Así, se produjo desde ese momento una competición o comparativa entre Marie-Thérèse y Cathérine Hübscher y su representación en la ficción.
En ocasiones, los historiadores y comentaristas han cuestionado la autenticidad o veracidad del todo o de partes de sus insólitas, asombrosas e increíbles biografías. Pero los documentos relativos a la vida de ambas son, aún a día de hoy, muy numerosos. Y, en su mayoría, están depositados en el Museo del Ejército en París. Por lo que la veracidad de su existencia, logros y méritos resulta francamente incontestable.
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