Olympe de Gouges: la Revolución hecha mujer

Nos han contado mil veces la historia de la Revolución francesa, ensalzando esos grandes valores por los que lucharon, y que lograron conquistar: libertad, igualdad y fraternidad. Sin embargo, suelen olvidarse de señalar un pequeño detalle: esos derechos se ganaron única y exclusivamente para los hombres. De esa injusticia parte la historia de Olympe de Gouges. 

Toma de la Bastilla. Fuente

El machismo de los revolucionarios

Aquellos valientes jacobinos (1), consideraban la diferencia entre noble y plebeyo absolutamente artificial. Es decir, cultural, y por ello se podía eliminar. Pero, al mismo tiempo, veían la diferencia entre hombre y mujer “natural”. ¡Y con la naturaleza habíamos topado! Esto se traducía en que dicha diferencia entre géneros era considerada como una ley inamovible, inapelable (2). Era una diferencia lícita. Por lo tanto, es un error pensar que aquella universalización de derechos que acabó con la sociedad estamental del Antiguo Régimen (3), era propiamente universal, ya que excluía a la mitad de la especie humana.

Con Olympe nace el feminismo

Aunque en el Medievo ya existieron antecedentes con los “Memoriales de Agravios” (4), con la llegada de la Revolución francesa y el desarrollo de la Ilustración, las mujeres fueron conscientes de la necesidad de reivindicar sus derechos. De luchar por unas verdaderas libertad, igualdad y fraternidad, equitativas para todos. Aquellas mujeres decididas se sirvieron del lenguaje revolucionario y lo utilizaron para irracionalizar las bases del patriarcado (5). Se autodesignaron “sujetos” y no meramente objetos como habían sido consideradas hasta entonces (6). Así, reclamaron su condición de ciudadanas (7), y surgieron las “Vindicaciones”, con las que nació el movimiento feminista propiamente dicho. Sus inicios no se entenderían sin Olympe de Gouges (8), cuyo paso por la historia se ha visto ensombrecido a causa de las múltiples difamaciones que se han vertido sobre ella (9).

¿Pero quién fue Olympe de Gouges?

Marie Gouze (10) nació en Montauban en 1748.  A pesar de su origen humilde (11), desde pequeña sintió una gran pasión por el teatro. Aunque siendo mujer y plebeya no era lo habitual, Marie leía desde pequeña, manifestando así su rebeldía desde bien joven, revelándose ante lo socialmente establecido (12).

Olympe de Gouges vindicacion de los derechos de la mujer y la ciudadana
Olympe de Gouges. Fuente: Egpiteso

La obligaron a casarse con 16 años, una costumbre «muy rentable» de la época (13). De ese matrimonio, nació su hijo Pierre en 1766, año en el que también enviudó. Nunca se volvió a casar, pues consideraba que el matrimonio era la tumba del amor, influida por el pensamiento de Rousseau (14).

Ya instalada en París, se convirtió en una asidua del teatro y se codeó con el círculo de intelectuales del momento (15). Diez años más tarde, en 1784, comenzó su aventura como escritora. En su primera obra de teatro, osada como ella sola, defendió la abolición de la esclavitud. El tema era muy controvertido en su época, por lo que la obra siempre estuvo rodeada de polémica y sólo fue representada tres veces, a pesar de todo el empeño y el esfuerzo de Olympe (16).

Liándola parda con la pluma

La publicación del primer volumen de su obra tampoco estuvo libre de sospechas y debates (17). Y es que Olympe, desde sus inicios, daba mucho que hablar y levantaba mucho revuelo. Convencida de que la mujer valía igual que el hombre en materia política, empezó a escribir panfletos y pasquines políticos, que se distribuían entre los parisinos. En estos, por ejemplo, proponía como solución a las deudas del Estado establecer un impuesto voluntario, para no ahogar al pueblo. También proponía fundar refugios en invierno para acoger a los más desfavorecidos o establecer un impuesto sobre la ostentación. Poco a poco, Olympe se iba convirtiendo en la voz de los más débiles.

Ante la disputa existente entre la nobleza y el Tercer Estado, que cada vez se iba subiendo más de tono, Olympe se manifestó defendiendo que lo más sabio era resolver el conflicto de manera pacífica, no por la fuerza (18). Despertó recelo tanto entre la monarquía como entre sus detractores (19). Aunque a ella los partidos le eran indiferentes y su único interés era el bien de Francia. En 1790, escribió una nueva obra de teatro, con la que decidió empezar a defender a otro colectivo desfavorecido: las mujeres. La obra fue un gran éxito y por fin recibió el aclamo del público, aunque debido a que denunciaba en ella un escándalo del Antiguo Régimen (20), se ganó fama de agitadora y fue tachada de libertina. Una vez más, Olympe hizo mucho ruido.

La «Declaración de derechos de la mujer y de la ciudadana»

Un año más tarde, redactó la “Declaración de derechos de la mujer y de la ciudadana”. En dicho texto, articuló un conjunto de vindicaciones, que ponían de manifiesto lo ilegítimo de la dominación masculina,. Así, defendía que la mujer debía proclamar su derecho a la igualdad (21). Se publicó en 1792, año en el que escribió un pasquín denunciando las malas artes de Marat. En él le acusaba de tirano. Además, escribió otros panfletos políticos señalando a Robespierre. Se inclinó así, abiertamente, hacia el bando girondino (22). En tres años, escribió cuarenta panfletos políticos y pasquines y cinco obras de teatro. Ruido, ruido, mucho mucho ruido, para una mujer de su tiempo. Demasiadas injusticias señaladas.

EL triste e injusto final de Olympe

En 1793, escribió “Las Tres Urnas”, el que prometió que sería su último pasquín (23). Pero su impresor se negó a imprimirlo y la denunció ante el Comité de Salud Pública (ver 1). Por ello, la detuvieron inmediatamente, ya que en el texto proponía que los ciudadanos debían votar y elegir si querían que el gobierno fuese republicano, federal o monárquico (24). Mientras que estuvo encarcelada, demostrando una vez más su coraje, nunca dejó de escribir pasquines (25). Estos acababan llegando a las calles de París, gracias a que sobornaba a la carcelera.

Olympe de Gouges biografia olympe de gouges muerte
Olympe dirigiéndose al cadalso. Fuente: Nueva Tribuna

Finalmente, fue juzgada por proponer otras formas de gobierno diferentes a la República. Y porque los jacobinos consideraban que sus obras constituían un atentado contra la soberanía del pueblo (26). El Tribunal Revolucionario la condenó a muerte, sentencia que se ejecutó en veinticuatro horas. Antes de ser conducida al cadalso, escribió una última carta dirigida a su hijo. Murió en la guillotina el tres de noviembre de 1793, inocente, como siempre se declaró ella. Habría vivido más si se hubiese dedicado a escribir sobre romances y banalidades. Si hubiese sido una mujer convencional, típica de su tiempo.

Olympe: una valiente contra viento y marea

Olympe no fue perfecta. No fue una heroína, ni una diosa del Olimpo, ni mucho menos una santa. Simplemente, fue una mujer valiente, que no es poco. Luchó por sus derechos y por sus pasiones, en un mundo diseñado por y para los hombres. Esta escritora, dramaturga y panfletista, defendió siempre todo aquello en lo que creía, hasta las últimas consecuencias. Sin dejar que ningún hombre le impusiese cómo tenía que pensar.

Placa conmemorativa Olympe de Gouges
Placa conmemorativa. Fuente: Aula Fácil

Usó como arma su pluma, que nunca se detuvo a pesar de las múltiples trabas que se antepusieron en su camino. Reivindicó el amor libre y el divorcio. Combatió la pena de muerte y la esclavitud. También defendió a madres solteras, prostitutas, parados y vagabundos. Y denunció, por supuesto, la corrupción y la ambición de los políticos. Así, resultó ser más revolucionaria que la misma Revolución, como buena “hija no querida” de la Ilustración.


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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) Los jacobinos o “montañeses”, eran el grupo radical de la Revolución, republicanos, en oposición a los más moderados girondinos que eran federalistas. Tras guillotinar a Luis XVI (julio de 1793), los diputados montañeses de la Convención se hicieron con el poder; su gobierno es conocido como el “Régimen del Terror” (1793-1794), dadas las múltiples ejecuciones que se llevaron a cabo (en las provincias, el terror se aplico al pie de la letra y las masacres fueron multitudinarias. En París, el Tribunal Revolucionario envió a la guillotina a más de tres mil condenados); en nombre del Comité de Salud Pública (creado el 6 de abril de 1793), el órgano ejecutivo, de poder desmesurado, de la I República. Su fórmula era: no dar libertad a los enemigos de la libertad. Según su ley, era considerado sospechoso todo aquel que por su conducta, sus relaciones o sus escritos, mostrase ser partidario de la monarquía, el federalismo o de los enemigos de la libertad (cualquiera podía ir a la guillotina por cualquier motivo; curiosas la libertad, la igualdad y la fraternidad que promovían). Destacados jacobinos fueron: Robespierre, Marat, Saint-Just, Danton, Hébert y Collot d’Herbois.

(2) Mientras que todo lo cultural/artificial es transformable, lo natural es inmutable. Para los jacobinos, la distinción masculino-femenino es una distinción conforme a la naturaleza, por tanto legítima, diferente de la distinción noble-plebeyo, que sería fruto del artificio y que había que eliminar. (Véase el tema dedicado al feminismo del libro de Quesada Castro, 2008, pp. 69-88).

(3) En el Antiguo Régimen, Francia vivía en una monarquía absolutista, con una economía rural y una sociedad dividida en tres estamentos: nobleza, clero y el Tercer Estado. La sociedad estaba jerarquizada: cada estamento (clérigos, nobles, plebeyos) y cada género estaba destinado a cumplir cometidos específicos diferenciables. La Revolución Francesa (1789-1815) supuso la aspiración al poder político de la burguesía (el Tercer Estado, entre los que se encontraban tanto los jacobinos como los girondinos), que pretendía acabar con la sociedad estamental, que tanto malestar social causaba. Las ideas filosóficas de Voltaire, Montesquieu y Rousseau, se alzaron en contra de la iglesia (que limitaba la libertad), de la monarquía absolutista de origen divino (defendiendo un gobierno parlamentario a partir de la división de poderes) y de la división estamental (defendiendo la igualdad de los hombres y la soberanía popular, dando lugar a “La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” de 1789). Así, la burguesía aspiraba a un nuevo modelo económico, social y político: el régimen liberal. Sin embargo, al mantener que la diferencia entre hombre y mujer era legítima, los jacobinos dieron lugar a una nueva división estamental: la del género.

(4) Los “Memoriales de Agravios” son un género de literatura femenina aparecido en la Baja Edad Media europea y en el Renacimiento. Buena muestra de dicho género es la obra La Cité des Dammes (1405) de Christine de Pizan, polémica por no hacer distinción entre las mujeres con conducta inmoral y las damas nobles en sentido ético. Este discurso está enmarcado aún en la lógica estamental propia de su momento histórico. Para la lógica universalizadora de derechos habrá que esperar a la Revolución francesa y a la Ilustración. (Véase el tema dedicado al feminismo del libro de Quesada Castro, 2008, pp. 69-88).

(5) Las mujeres arremetieron, en sus mismos términos, contra la tiranía de aquellos liberadores del pueblo frente a la aristocracia y el privilegio. Resignificaron el lenguaje revolucionario, que utilizaban los ilustrados para irracionalizar las bases del Antiguo Régimen, para irracionalizar las bases de la dominación masculina. Se aplicaron a ellas mismas el concepto de “Tercer Estado” y lo usaron para denunciar e irracionalizar los fundamentos sobre los que se basaba aquella sociedad jerárquica en la que una de las categorías era la de los sexos. (Véase el tema dedicado al feminismo del libro de Quesada Castro, 2008, pp. 69-88).

(6) Desnaturalizaron las heterodesignaciones patriarcales, tales como “el sexo bello”.

(7) Los y las feministas asumen el testigo de demostrar que la distinción varón-mujer es artificial y producto de una educación discriminatoria. En la medida en que la diferencia de sexo es imputable al nacimiento (como ser noble o plebeyo) y no al mérito (nueva criterio de legitimidad), no debería ser tenida en cuenta a la hora de acceder a la ciudadanía, por lo que reivindican que las mujeres también son ciudadanas. (Véase el tema dedicado al feminismo del libro de Quesada Castro, 2008, pp. 69-88).

(8) He de mencionar como pioneros y principales precursores del movimiento feminista a Sophie de Condorcet y a su marido, Nicolas, el marqués de Condorcet (el primer feminista de su tiempo). Su salón era el corazón de la Europa ilustrada y el punto de reunión intelectual de los girondinos. Apreciaban a Olympe, apoyaron sus escritos políticos (la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana” entre otros) y le hicieron descubrir el feminismo inglés de Mary Wollstonecraft. Fueron vanguardistas en la lucha feminista, apostando por la igualdad total entre los dos sexos, luchando por el voto femenino, el divorcio y defendiendo la condición de ciudadanas de las mujeres. (Quesada Castro, 2008, pp. 69-88).

También debo mencionar a Théroigne de Méricourt (la “Bella Liejense”), quien encabezó el cortejo femenino en 1792 junto a Olympe. Ambas militantes feministas fueron discriminadas y calumniadas, tanto desde la monarquía como desde la izquierda revolucionaria de las clases sociales más bajas, llamados “sans-culottes”. En 1793, los sans-culottes la prendieron, acusándola de “ramera de los girondinos”, y la humillaron públicamente, tras lo que se refugió en casa de su hermano. Théroigne terminó sus días encerrada en un manicomio, traicionada por su hermano. Delacroix se inspiró en ella para su lienzo “La libertad guiando al pueblo” y Baudelaire le dedicó unas líneas en “Las flores del mal”; Lairtullier, 1841, pp. 35-64 y Michelet, 1863, pp. 69-74.

En la lucha femenina de la época, también merecen mención las mujeres parisinas, pescaderas del mercado de Les Halles, que jugaron un papel importante en la toma de la Bastilla (verano de 1789), aunque la historia convencional no les suela reconocer su mérito. Dichas mujeres, se dirigieron a Versalles en otoño, para manifestarse ante el rey, pidiendo pan; consiguieron que la familia real regresase a París.

Así, el feminismo surgió como el hijo no querido (y radicalización) de la Ilustración, de ahí el poco reconocimiento que han recibido Olympe o Condorcet; Amorós, 2014, pp. 23-26.

(9) Sus detractores la tacharon de analfabeta. Por vivir a su manera y tener varios amantes, la acusaron de casquivana, por decirlo de manera elegante, y su reputación fue muy cuestionada. Ante estos ataques con los que trataban de desprestigiarla, ella se defendió como mejor sabía: con su pluma, demostrando su valentía y su coraje. (Ver Gouges, O. de, 2014a). Tras su muerte, no se le ha tratado mucho mejor. No fue reconocida como una de las grandes figuras humanistas de la Revolución francesa hasta mediados del siglo XX.

(10) Marie Gouze era su verdadero nombre; “Olympe de Gouges” era el seudónimo que adoptó al mudarse a París en 1774. (“Olympe”, por su madre, llamada Anne-Olympe, y Gouges era un juego de palabras con su apellido “Gouze”). Quería dejar de “llamarse” la “viuda de Aubry”.

(11) Era hija de Anne-Olympe Mouisset, una criada casada con Pierre Gouze, un carnicero. Sin embargo, el padre biológico de Olympe no era Pierre, sino Jean-Jaques Lefranc, marqués de Pompignan, el cual nunca llegó a reconocerla legalmente. Quizás de ahí nació el amor de Olympe por el teatro, pues el marqués era poeta y dramaturgo, autor de “Dido”. La primera obra de Olympe Mémoire de Madame de Valmont (1784), es una novela epistolar y el único texto en el que menciona que era hija ilegítima del marqués. Éste acababa de morir, y Olympe aprovecha su obra para desahogarse y desquitarse contra él y contra su hermano Jean Lefranc, por no haberla reconocido nunca ni haberla tratado como era debido. Ni siquiera ayudaron económicamente a su madre cuando ésta se arruinó. (Ver Madame de Gouges, 2008).

(12) Ella no quería dedicarse a la carnicería como el resto de su familia, ni ser “una mujer convencional”; ella soñaba con el teatro.

(13) Su marido, Louis-Yves Aubry era un parisino, cliente del padrastro de Olympe, el señor Cassaigneau, quien la presionó para que se casase, pues se trataba de un matrimonio “muy conveniente”.

(14) Olympe mantuvo una larga relación con Jacques Biétrix de Rozières (comisario de víveres en el Ministerio de la Marina; heredó de su padre la Real Sociedad de Transportes Militares), con el que tuvo a su hija Julie (1770), que murió a los pocos días de nacer. Con él se trasladó a París (1773) y aunque le ayudó económicamente mucho tiempo (Biétrix le retira la ayuda económica en 1792, alegando que estaba arruinado), siempre rechazó sus propuestas de matrimonio. En julio de 1793 saldó sus cuentas con él, a modo de divorcio. También fue amante de Michel de Cubières (dramaturgo, periodista, poeta libertino y ensayista). En 1785, cuando los actores del Teatro Francés consiguen una orden firmada por el duque de Duras para enviar a Olympe a prisión, Michel no dudó en ayudarla, recurriendo a su hermano, un cortesano al que los reyes tenían gran estima, consiguiendo finalmente salvarla de ir a la cárcel. Sin embargo, y pese a su posición (secretario de la Comuna de París), no logró salvarla de la guillotina, a pesar de sus esfuerzos.

(15) En 1774 se mudó a París, donde conoció a Louis Sébastien Mercier (escritor que fue su mayor apoyo en su aventura como escritora) y a Cubières  (ver 14), acudía a los salones de la marquesa de Montesson (Olympe se inició en la interpretación y la creación teatral bajo su protección. En 1783, ella misma, junto a su hijo, dirigió una pequeña compañía de teatro), y al salón de los Condorcet (ver 8).

(16) L’esclavage des noirs, ou l’heureux naufrage, escrita en 1785; con ella aspiraba llegar a la Comedia Francesa. A pesar de ser aprobada inicialmente (la Comedia Francesa aprobó la obra gracias a la recomendación de la marquesa de Montesson y al actor François Molé, que ejerció siempre de intermediario y de mediador entre Olympe y el resto de actores), una serie de disputas que mantuvo con los actores provocaron que éstos movilizasen una orden para mandarla a prisión (a la Bastilla) sin juicio previo (el duque de Duras firmó la orden por la animadversión que le provocaba su obra, al ser antiesclavista, ya que él tenía posesiones en las colonias), que por suerte fue desestimada (ver 14), además de vetar sus obras en la Comedia. Gracias a la mediación del actor François Molé, la situación se suavizó, aunque la defensa que hizo del abolicionismo provocó que se bloquease su obra, ya que los actores recibían su sueldo de los colonos, partidarios de la esclavitud. En invierno de 1789 Olympe demanda a la Asamblea Nacional que convoque a los actores: sigue empeñada en ver representada su obra. Finalmente lo consiguió, aunque no sin sabotajes: dadas las dos primeras fechas que le otorgaron para la representación de la obra (28 y 31 de diciembre) y la presencia del grupo de los colonos (poseedores de cuarenta palcos del teatro), que la calumniaron en cuanto se anunció la representación; la obra fue cancelada tras tres representaciones por falta de público (según el reglamento de la Comedia Francesa, si una obra al cabo de tres representaciones no obtenía un mínimo de ingresos en taquilla, era cancelada) y dado que era propiedad del Teatro Francés, no pudo buscar otro teatro donde representarla: su obra nunca más vería la luz.. A pesar de estas condiciones desfavorables, el teatro estaba lleno el día del estreno y la polémica llegó a los periódicos; no lograron callarle la boca. Además, no todo fueron críticas ni todos fueron sus enemigos: Brissot (fundador de la Sociedad de Amigos de los Negros, junto a La Fayette, Mirabeau y La Rochefoucauld, desde la que se defendían ideas abolicionistas, oponiéndose a la esclavitud.) la elogió por la defensa que hizo de la abolición de la esclavitud. (Ver Gouges, 2015).

(17) El volumen, publicado en 1788, contenía su novela Mémoire de Madame de Valmont y sus mejores piezas de teatro. En su publicación invirtió toda su fortuna (incluso vendió el teatrillo que fundó en 1783). Se lo dedicó al duque de Orleans, primo del rey y partidario del Parlamento y de la Revolución. A pesar del chascarrillo político que implica dicha dedicatoria, ella siempre afirmó que se trató de un gesto puramente amistoso.

(18) Lettre au Peuple ou projet d’une caisse patriotique, par une citoyenne (Carta al Pueblo, o proyecto de una caja patriótica, por una ciudadana), sin firmar, porque consideraba que era una carta que cualquier ciudadano o ciudadana sensata podría escribir; y Les Remarques patriotiques, par la Citoyenne auteur de la Lettre au peuple, entre otros. En 1789, escribió Dialogue allégorique entre la France et la Vérité’, dédié aux États Généraux, dando su opinión sobre el voto por estamento. Convocó a los diputados de los Estados Generales para presentarles su escrito Le cri du sage, donde se quejaba de la discordia entre la nobleza y el Tercer Estado, invitándoles a ceder. (Le horrorizaba la guillotina y siempre defendió la revolución armada de palabras e ideas. «La sabiduría reclamaba la paz, no la fuerza»).

(19) Fue acusada de participar en el complot orleanista para ayudar al duque a suplantar al rey. A pesar de haber propugnado ideas reformistas y de su amistad con el duque de Orleans, ella no participó en ningún complot y respondió defendiéndose de dichas acusaciones, tras lo que el duque le retiró su amistad.

(20) Le Couvent, ou les vœux forcés, en la que trataba la injusticia que suponía que un padre o un esposo pudiesen encerrar a una mujer en un convento de por vida. Tras haber hecho una defensa de los derechos de los negros (ver 16), se propuso hacer entender a la nación la injusticia que se cometía con las mujeres; en aquella época, una mujer adúltera o una hija rebelde podían acabar encerradas en un convento de por vida a voluntad de su celoso esposo o de su omnipotente padre. (Ver Gouges, Olympe de, 2014 b). En el círculo del conde de Artois y en el de la reina, fue tachada de libertina.

(21) Déclaration des droits de la femme et de la citoyenne se publicó en 1792 (año en que fallece su hermana mayor, Jeanne, que la acogió cuando se trasladó a París y era su fiel confidente), en respuesta a la proclamación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, consciente de la no inclusión de las mujeres en ésta. Esta declaración forma el primer cuerpo teórico que recoge las vindicaciones de las mujeres que se habían formulado hasta entonces. (Pueden verse los artículos de la Declaración en Catel & Bocquet, 2012, pp. 331-333). Olympe era consciente de que no se estaba teniendo en cuenta el papel que habían jugado las mujeres en la Revolución (ver 8). Defendió que del mismo modo que las mujeres eran responsables ante la justicia y podían incurrir en castigo, se les debía otorgar el acceso a las urnas y a las tribunas: deberían ser tanto electoras como elegidas. Le dedicó su «Declaración» a la reina, por ser la primera mujer de la nación. Pretendía que los derechos que proclamaba fuesen decretados por la Asamblea Nacional. Creía que el rey y la nación debían vincularse mediante una Constitución y que había que incluir a las mujeres en ese pacto. En esta ocasión, no recibió el apoyo de su antiguo amigo Brissot, ni tampoco de los jacobinos, pero sí la ampararon el marqués de Condorcet y su mujer Sophie, férreos defensores del divorcio, al igual que Olympe (ver 8).

En su “Declaración”, Olympe insistió en que las mujeres tenían, por naturaleza, los mismos derechos que los hombres. Refutó la idea predominante de que la ciudadanía activa era igual a la masculinidad; su idea era hacer que la diferencia sexual no tuviera importancia en la política y asociar a las mujeres a la idea de sujeto «activo». (Ver Scott, 2012, pp. 39-82).

Tiene un desencuentro con Robespierre, presidente del Club de los Jacobinos, debido a la diferente visión de ambos. La Revolución armada llega a las calles y consiguen deponer al rey (envían a prisión a la familia real): la República había llegado. Marat, “el amigo del pueblo” (jacobino), pretende eliminar a todos aquéllos que conspiren contra la Revolución: empiezan a “rodar cabezas” con la guillotina. El actor Talma, por ejemplo, que había apoyado siempre a Olympe, es acusado de girondino y contrarrevolucionario.

(22) Tuvo el valor de hacer frente a Marat y Robespierre, ambos jacobinos (ver 1). Les Fantômes de l’opinion publique es el pasquín en el que se enfrenta a Marat. Escribe una carta pública, dirigida a los diputados, que es leída en la Asamblea Nacional el 16 de diciembre. En ella se postula como defensora de Luis XVI: aunque lo cree culpable como rey, despojado del título, considera que deja de serlo a ojos de la República. Los sans-culottes (que ya habían prendido a la Bella Liejense, ver 8) trataron de prenderla por ello, llamándola “puta del rey”. La caza del girondino había comenzado. Mercier es encarcelado.

(23) Ante tanta revuelta, tenía pensado mudarse a Touraine, donde residía su hijo, pero antes, consideró necesario escribir este último pasquín para hablar de la necesidad de dejar que las provincias hablasen por sí mismas, pues no le correspondía a París imponer sus leyes a toda Francia.

(24) La forma de gobierno francés debía ser una única e indivisible República. Es tachada de antipatriótica (acusación de la que siempre se defendió) por defender que los franceses podían ser dueños de sus decisiones.

(25) En ellos atacaba duramente a Robespierre. No tenía miedo, quería enfrentarse a la justicia y poner fin a su cautiverio. En este proceso, Cubières (ver 14) sólo pudo ayudarla logrando que la trasladasen a prisiones “más cómodas” y con mejores condiciones, pero a pesar de sus muchos esfuerzos, no consiguió librarla de su final fatal.

(26) Es interrogada por Fouquier-Tinville, acusador público del Tribunal Revolucionario, que sólo respondía ante el Comité de Salud Pública (Robespierre, Saint-Just y Collot d’Herbois. Ver 1). Este, entre el invierno de 1793 y el de 1794, envió a la muerte a más de tres mil condenados. A Olympe no se le permitió abogado, por lo que ella misma llevó a cabo su propia defensa.

(*) Muller & Bocquet, 2012, es una novela gráfica muy recomendable: es amena y está muy bien documentada y contextualizada. Además, incluye una buena cronología y unas breves biografías de los personajes más relevantes.


Bibliografía

  • Amorós, C., 2014, Feminismo y Filosofía, Editorial Síntesis, Madrid.
  • Anderson, Bonnie S. y Zinsser, J. P., 2009, Historia de las Mujeres: una historia propia, Crítica, Barcelona.
  • Gouges, O. de, 2015, L’esclavage des noirs, ou l’heureux naufrage. (Publicado por Gwénola, Ernest et Paul Fièvre) En línea: http://www.theatre-classique.fr/pages/pdf/GOUGES_EXCLAVAGEDESNOIRS.pdf [15-01-2017]
  • Gouges, O. de, 2014 a, Avis pressant, ou Réponse à mes calomniateurs, Chapitre.
  • Gouges, O. de, 2014 b, Le Couvent, ou les vœux forcés, Chapitre.
  • Lairtullier, E., 1841, Las mujeres célebres en Francia desde 1789 hasta 1795 y su influjo en la Revolución, Imprenta de Juan Oliveres, Barcelona.
  • López Manzanera, L., 2010, Olympe de Gouges: la cronista maldita de la Revolución Francesa, El Viejo Topo, Madrid.
  • Madame de Gouges, 2008, Mémoire de Madame de Valmont, Editorial YouScribe.
  • Michelet, J., 1863, Las mujeres de la Revolución, Imprenta de José de Rojas, Madrid.
  • Muller, C. & Bocquet, J. L., 2012, Olympe de Gouges, Editorial Sinsentido, Madrid.
  • Quesada Castro, F., 2008, Ciudad y ciudadanía. Senderos contemporáneos de la filosofía política, Editorial Trotta, Madrid.
  • Scott, J. W., 2012, Las mujeres y los derechos del hombre. Feminismo y sufragio en Francia, 1789-1944, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.
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Ana Inmaculada Morillas Cobo
Escritora y divulgadora. Redactora, revisora de contenidos y editora de Khronos Historia. Mis áreas de mayor interés - como comprobaréis si me leéis - son la Historia de la Mujer, la Historia de las Religiones, la Filosofía Política y la Antropología. Como buena cinéfila y melómana, me encanta practicar la miscelánea cuando escribo (llamadme friki). De firmes posiciones feministas y marxistas.