De sobra es conocido que el 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. Pero, qué se reivindica este día y por qué surgió esta iniciativa, son cuestiones que parece que no tenemos tan claras. Para quien a estas alturas aún lo desconozca, el feminismo es un movimiento político, sociocultural y filosófico y, como tal, tiene historia. Y es precisamente la Historia la que nos va a ofrecer todas las respuestas necesarias. Así, espero ayudar a esclarecer este asunto, para que el 8M deje de desvirtuarse y para que quede clarísimo que esto va de reivindicar los derechos de las mujeres.
¿Adónde nos vamos a tener que transportar? Pues a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, hasta la Primera Ola del Movimiento Feminista: el Sufragismo (1). Concretamente, haremos una visita a nuestras amigas feministas marxistas: Clara Zetkin, Alexandra Kollontai y Rosa Luxemburgo (2). Porque, ¡oh, sorpresa!, el sufragismo no fue un movimiento exclusivamente burgués como nos han intentado colar (3). Podría hablaros de muchas mujeres más, pero, por cuestiones de espacio, las he seleccionado a ellas, pues son las más representativas.
Estas amigas se dieron cuenta de que la obrera sufría una doble opresión: por ser obrera (por su clase) y, además, por ser mujer (por su sexo). Soportaban jornadas más largas, tareas más pesadas y condiciones laborales peores que las de los hombres, por salarios más bajos. Y, además de ser explotadas laboralmente, eran oprimidas por «el patrón de su casa»: su marido (4). Y oye, que desde el marxismo (liderado por hombres) no se les tenía en cuenta (5). Así que decidieron unirse y, desde el feminismo, luchar por los derechos de las trabajadoras. Lucha feminista que acabará extendiéndose a todas las clases sociales y a todos los ámbitos de la vida (6).
El Sufragismo: los orígenes del movimiento feminista y del Día Internacional de la Mujer
Aunque hubo precedentes en la lucha por los derechos de las mujeres (7), consideramos que el movimiento feminista nació con el sufragismo. Por eso, lo llamamos «Primera Ola». Y, ¿por qué? Pues porque fue la primera vez que las mujeres se unieron y lucharon políticamente para reivindicar la igualdad entre sexos. Así, el feminismo comenzó su andadura como un movimiento político, sociocultural y filosófico a finales del siglo XIX (8). Porque sí, el feminismo es político; que nadie os diga lo contrario. Y sí, en aquel entonces ya nos difamaban y nos vejaban que daba gusto (9).
Así, en 1848 – año en que también se publicó el Manifiesto Comunista de Marx -, se celebró la Convención de Séneca Falls, en Nueva York (10). En ella, hasta el moño de estar encerradas en el ámbito doméstico y de que sus esposos fuesen sus dueños, y de no tener ni poder administrar sus propios moniches, las mujeres reivindicaron su derecho a optar a las mismas oportunidades educativas y laborales que los hombres. Además, decidieron que ya era hora de ser consideradas ciudadanas y defendieron su derecho a votar y a ser votadas (11). ¡Esfera pública, prepárate, que allá vamos las mujeres! Eran burguesitas, es cierto. ¿La más molona y subversiva? Nuestra Matilda Joslyn Gage.
Por su parte, las sufragistas inglesas pusieron todo el peso en luchar por la igualdad en la educación – la cultura nos da alas – y se radicalizaron. Tanto obreras como estudiantes se sumaron al movimiento, se colgaron por eslogan el Votes for Women e innovaron protestando: se inventaron la huelga de hambre. ¿El precio a pagar? ¡Pasar por la cárcel y a la clandestinidad! (12). Como muestra de su lucha, tenemos a Emily Davison, una mártir por la igualdad.
Suffraggettes around the world! Pero divididas
Pero, aunque siempre se hable del sufragismo estadounidense y del inglés, el feminismo cogió fuerza y se internacionalizó, extendiéndose por todo Occidente. ¡Hasta llegó a España! – No os perdáis la historia de nuestra Clara Campoamor -. Así, las feministas de la primera ola, europeas y americanas, se pusieron a trabajar codo con codo y a planificar qué agenda seguir. Y, como cabe esperar, en un mundo dividido entre liberalismo y socialismo, dentro del movimiento feminista se produjo también la escisión (13). Así, a principios del siglo XX, el feminismo se dividió: por un lado, estaban los grupos radicales (ejemplo: las inglesas) y, por otro, los elitistas (ejemplo: las estadounidenses) (14).
Pero también surgió el feminismo socialista o marxista organizado, y se presentó como una alternativa al feminismo de raíz ilustrada (burgués) (15). ¿Quién sentó las bases y se convirtió en la «madre» del mismo? Pues nuestra amiga alemana, Clara Zetkin (16). En 1907 organizó una Conferencia Internacional Socialista de Mujeres, que movilizó a las feministas marxistas a nivel internacional e hizo que se desligasen de las feministas burguesas (17).
Algunas feministas, como Sylvia Pankhurst en Inglaterra o Lily Braun en Alemania, impresionadas por las organizaciones de mujeres socialistas abandonaron por completo el feminismo de clase media para unirse a ellas (18).
El origen del 8M, el Día Internacional de la Mujer
En 1910, se celebró en Copenhague la II Conferencia Internacional Socialista de Mujeres (19). Se decidió que era prioritario luchar por los derechos civiles de la mujer y exigir reformas de las leyes y códigos vigentes. Así, denunciaron la discriminación educativa y reivindicaron la igualdad de salarios y de participación política con respecto al hombre (20). Además, Clara Zetkin propuso proclamar el 8 de marzo como el «Día Internacional de la Mujer», para revindicar la igualdad de derechos entre los sexos. Cosa que se aprobó por unanimidad (21). Entre las asistentes, se encontraban la rusa Alexandra Kollontai y la polaca Rosa Luxemburgo (22). ¿Por qué se eligió el 8 de marzo para reivindicar los derechos de las mujeres? Pues para conmemorar dos huelgas de trabajadoras, celebradas un 8 de marzo, en las que reivindicaron sus derechos y señalaron las infames condiciones laborales que sufrían (23).
El «Día Internacional de la Mujer Trabajadora»
Así, la primera vez que se celebró el 8 de marzo para reivindicar los derechos de las mujeres fue en 1911 (24). Pocos días después (25), ocurrió una tragedia. Una fábrica de camisas de Nueva York se incendió y fallecieron 123 trabajadoras y 23 trabajadores. La mayoría de las víctimas eran jovencísimas mujeres inmigrantes, que trabajaban diez horas diarias (26). ¿Lo más escalofriante? No pudieron escapar de las llamas porque, en horario laboral, los responsables de la fábrica las encerraban con llave. Según ellos, para evitar robos… Explotación capitalista salvaje se llama, dejemos los eufemismos aparte (27).
Este terrible suceso puso sobre la mesa feminista la urgencia de reivindicar los derechos laborales de las mujeres. Así, el 8 de marzo se empezó a llamar «Día Internacional de la Mujer Trabajadora» (28). Con el tiempo se vio que llamarlo así era un error. Primero, porque poquísimas mujeres no trabajan, aunque no se les remunere por ello (29). Y, segundo, porque la lucha del feminismo no se limita únicamente al ámbito laboral:
concierne la vida personal, la doble jornada, la sexualidad, el uso y abuso de nuestro cuerpo, las imposiciones y restricciones de todo tipo y, por supuesto, la violencia (Pilar Aguilar) (30).
La reivindicación de los derechos de las mujeres
Desde el feminismo se acordó volver a llamar al 8M con su nombre original: el «Día Internacional de la Mujer» (31). Y el objetivo del mismo no es otra cosa que seguir luchando por la igualdad entre sexos, por los derechos de las mujeres. Así, aunque es tradición manifestarse dicho día (cabe recordar, dadas las circunstancias de este año, que no es la única forma de reivindicar nuestros derechos), no se trata de un desfile, ni un despiporre, ni de la jarana nacional (32). El 8 de marzo es el día en que se pone en orden la agenda feminista, ni más ni menos. Porque, aunque hemos conquistado muchos frentes, aún nos quedan muchas cimas por alcanzar. En palabras de la compañera Pilar Aguilar:
No renegamos del componente festivo del 8 de marzo, claro que no. Nos alegramos de vernos juntas y celebramos nuestras conquistas -que son muchas-. Pero también y sobre todo proclamamos nuestra determinación de seguir luchando, exponemos las urgencias de nuestra agenda, en qué puntos hemos de concentrar nuestros esfuerzos, cuáles son nuestras exigencias más perentorias… Con debate e intercambio entre nosotras (33).
Una vez aclaradas las cosas y puestos los puntos sobre las íes, volvamos a nuestras tres protagonistas. Porque, al conmemorar el 8 de marzo, no podemos olvidarnos de Clara Zetkin, Alexandra Kollontai y Rosa Luxemburgo (34). Pues ellas fueron quienes decidieron, por primera vez en la Historia, realizar una reunión internacional de feministas, para analizar los graves problemas de desigualdad a los que se estaban enfrentando las mujeres, agravados con el avance del capitalismo (35). Mi obligación es rescatar a las «madres» del Día Internacional de la Mujer; ellas no pueden ser borradas – ni ninguna mujer, añado -.
Clara Zetkin: la mujer que introdujo la «cuestión femenina» en la Segunda Internacional
Clara Zetkin era la hija de un maestro de un pueblecito de Alemania (36). Cuando tenía 17 años, empezó su formación para seguir los pasos de su padre, con la suerte de que una de sus profes era la lideresa del movimiento feminista alemán (37). Además, durante los cuatro años que duraron sus estudios, Clara entró en contacto con estudiantes que migraron de la Polonia rusa (38). Así, se formó en marxismo y se familiarizó con las luchas intelectuales del movimiento obrero ruso (39).
Con 24 años, feminista y marxista convencida, se afilió al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y actuó desde la ilegalidad – porque a Bismarck, canciller alemán de aquél entonces, no le gustaba un pelo el socialismo y lo había ilegalizado – (40). Y, como expulsaron a su marido de Alemania por ser un «extranjero indeseable», Clara Zetkin estuvo recorriendo Europa, participando activamente en el movimiento socialista (41). ¡Y tanto que participó! Pues fue una de las organizadoras de la Segunda Internacional (42). Participó en todos los congresos y no se olvidó de señalar la importancia de la mujer para la revolución socialista, así como reivindicar la igualdad de derechos para las mujeres (43). Pues era muy consciente de que la mujer proletaria no solo era oprimida por su clase, sino también por su sexo. En palabras de Clara:
Mientras las mujeres luchan codo con codo con los trabajadores socialistas, están dispuestas a compartir todos los sacrificios y las penurias, pero también están firmemente resueltas a asumir después de la victoria todos los derechos que les corresponden (44).
¡Ay! ¡Se me ponen los pelos como escarpias! Pues era la primera vez que una mujer defendía la igualdad de la mujer en una asamblea internacional (45).
Mujeres proletarias, ¡uníos a la revolución!
¿El resultado de la intervención de Clara? Muchas mujeres se unieron a la revolución socialista y, además, el SPD exigió la plena igualdad económica, política y jurídica de la mujer, en 1890, cuando ya no era ilegal (46). Clara regresó a Alemania y lideró el movimiento de mujeres del SPD, del que Rosa Luxemburgo también formó parte y con la que mantuvo una estrecha y preciosa amistad. Ambas defendieron la importancia política de la huelga de masas en la lucha revolucionaria (47). – Podíamos tomar nota para este año, ejem ejem -. Clara también fue redactora jefe del periódico de las trabajadoras alemanas – donde instaba a los lectores para que educasen a sus hijos rompiendo los roles de género – (48). ¿Objetivo? Movilizar a las mujeres obreras, llamarlas a sus filas y alejarlas del feminismo burgués (49).
Así, consiguió que el feminismo marxista alemán se desarrollase desde el principio como parte integral del movimiento obrero, e independientemente del sufragismo burgués (50). Para Clara, la emancipación de la mujer solo sería posible acabando con la explotación capitalista y construyendo una sociedad socialista (51). En sus palabras:
La lucha de liberación de la mujer de la clase trabajadora no puede ser, como lo es para la mujer burguesa, una lucha contra los hombres de su clase… El objetivo final de su lucha no es la libre competencia contra los hombres, sino lograr el dominio político de la clase trabajadora. De la mano de los hombres de su propia clase, la mujer obrera lucha contra la sociedad capitalista (52)
El Día Internacional de la Mujer y una patada en el trasero
Clara, desde 1900, organizó una conferencia internacional de mujeres periódica, que se celebraba cada dos años, en asociación con los congresos del partido socialdemócrata de Alemania. Ya os he contado cómo en 1907 organizó la I Conferencia Internacional Socialista de Mujeres y, en 1910, la II, en la que se proclamó el 8 de marzo, a petición de Clara, como el Día Internacional de la Mujer (53).
Pero, como de desagradecidos está el mundo lleno, y los «camaradas» de Clara tenían de marxistas lo que yo de postmoderna – de feministas, ya, ni os digo -, en 1910 el SPD, además de convertir el periódico de Clara en un despropósito de «revista femenina» – ya me entendéis – le dio una patada en el culo a la propia Clara, expulsándola de la dirección del movimiento socialista de mujeres. Y es que, para estos señoros, Clara era demasiado revolucionaria y radical (54). ¡Tócate los pies! ¡Vaya mierda de «aliados»!, ¿verdad? ¿Supuso el fin del activismo de Clara? ¡Qué va! Hizo campañas contra el militarismo, el imperialismo y el colonialismo y les sacó los colores más de una vez a los vendidos de sus ex-amiguitos (55):
Ya no hay ningún sinvergüenza político, económico o financiero de la burguesía que los líderes de la Segunda Internacional no estén dispuestos a tolerar, apoyar y cooperar (56).
Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo y Alexandra Kollontai: amigas y camaradas
Clara, Rosa Luxemburgo y Alexandra Kollontai se opusieron a la Primera Guerra Mundial – argumentaba Clara que interesaba a los terratenientes y al gran capital – (57). Organizaron la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas contra la guerra, y utilizaron el periódico de Clara – antes de ser destituida – para hacer campaña antibelicista (58). ¿Consecuencias? No solo la expulsaron definitivamente del periódico, sino que, además, la encarcelaron por «intento de traición» (59). En cuanto la liberaron, se apropió de otra publicación, no problem! (60).
Clara no tenía ninguna intención de olvidarse de la lucha política, así que fundó, junto con Rosa Luxemburgo, la Liga Espartaquista (61). Después de la guerra, junto a los marxistas revolucionarios, se unió al Partido Socialdemócrata Independiente y, finalmente, al Partido Comunista de Alemania, formando parte de su Comité Central – desde 1920, fue elegida regularmente como diputada en el parlamento alemán – (62). Además, Clara simpatizó y apoyó la Revolución Rusa, dirigiendo el Secretariado Internacional de Mujeres de la Internacional Comunista, así como la Organización Internacional de Ayuda a los Revolucionarios (63).
El poético final de Clara Zetkin
En 1932, con Hitler ya en escena, Clara fue invitada a pronunciar un discurso para inaugurar el parlamento alemán – pues era diputada veterana -. Tuvo los ovarios de pronunciar un magnífico discurso revolucionario contra los fascistas (64). Con él, además, saldó cuentas con sus ex-amiguis: expuso alto y claro que la victoria del fascismo en Alemania tenía sus raíces en la bajada de pantalones de la socialdemocracia alemana ante la burguesía (65).
Poéticamente, pocos meses después de que Hitler llegase al poder, Clara falleció en Moscú (66). Nacía el monstruo y moría la heroína. Tuvo un funeral solemne, acompañada por los principales miembros de la Internacional Comunista, que enterraron sus cenizas en el Muro Rojo del Kremlin (67). Que la tierra te sea leve, camarada.
Rosa Luxemburgo: la mártir marxista
Rosa Luxemburgo era una judía polaca (68), activista del movimiento socialista desde los 16 años (69). Cuando tenía 18, sus actuaciones llegaron a oídos de la policía y tuvo que abandonar Polonia, para no ser encarcelada (70). Así que se asentó en Suiza e ingresó en la universidad, mientras continuaba inmersa en la lucha revolucionaria (71). Con apenas 20 años, Rosa ya era reconocida como lideresa teórica del Partido Socialista Revolucionario de Polonia (SDKPL) – lo siguió siendo hasta el final de su vida -. Como se enfrentó a los socialistas «moderados» y a su posición nacionalista, se tuvo que tragar injurias la mar de saladas, como que era agente de la policía secreta zarista (72). Y hablando de nacionalismo, supuso un tema de disputa entre ella y el mismísimo Lenin (73).
Intelectualmente hablando, Rosa crecía a pasos agigantados y se convirtió en colaboradora principal del periódico del SDKPL (74), así como del periódico teórico marxista más importante de la época (75). En 1898, se metió de lleno en el movimiento obrero alemán, entregándose en cuerpo y alma a la causa (76). En este punto, su vida y la de Clara Zetkin se entrecruzaron en el SPD. Lógicamente, al igual que Clara, se sumó a la parte más revolucionaria del movimiento, defendiendo el marxismo con uñas y dientes (77).
Una pacifista dando con sus huesos en la cárcel en varias ocasiones
Pasó un mes en prisión por «insultar al Káiser» (el emperador del Imperio Alemán: Guillermo II, el último Káiser) (78) y, cuando estalló la Revolución Rusa, defendió una posición muy cercana a la de Trotsky – postura impopular entre los marxistas – (79). Entró ilegalmente en la Polonia rusa (80), cuando la represión contra los revolucionarios estaba afilando el diente, y fue arrestada y encarcelada durante cuatro meses. Como tenía nacionalidad alemana, la liberaron y la expulsaron del país (81). Pero en Alemania la volvieron a enchironar otros dos meses, por «incitar a la violencia», ya que defendió en un mitin la huelga de masas (82).
Como Clara, mantuvo posiciones feministas, antiimperialistas y antimilitaristas, y participó en las Conferencias Internacionales Socialistas de Mujeres, de las que ya os he hablado, apoyando a Clara para que el 8 de marzo se convirtiese en el Día Internacional de la Mujer (83). Y, también como a Clara, sus posturas le costaron caras. Las diferencias entre Rosa Luxemburgo y la dirección del SPD se hicieron cada vez más profundas e insalvables (84). En 1913, publicó La Acumulación del Capital, la obra más importante sobre economía marxista junto con El Capital de Marx (85).
Al igual que Clara, se opuso a la Primera Guerra Mundial y fue arrestada y encarcelada un año por incitar a los soldados a la rebelión (86), por decir:
Si ellos esperan que asesinemos a los franceses o a cualquier otro hermano extranjero, digámosles: ‘No, bajo ninguna circunstancia’ (87).
No agachó la cabeza, sino que se defendió condenando el imperialismo y la guerra brillantemente (88). Fue en esta lucha en contra de la guerra cuando Clara y ella fundaron la Liga Espartaquista (89), y continuó, desde prisión, dirigiendo, inspirando y organizando a los revolucionarios, levantando las banderas del socialismo internacional (90).
El vil asesinato de Rosa Luxemburgo
En noviembre de 1918 liberaron a Rosa y siguió sumergida con toda su energía en la lucha revolucionaria. La Liga Espartaquista pasó a ser el Partido Comunista Alemán (KPD), cuyo programa fue redactado por Rosa. Pero las fuerzas reaccionarias tenían mucho poder y estaban más que dispuestas a deshojar a nuestra Rosa. Los líderes más conservadores de la socialdemocracia y los generales del viejo ejército del Káiser unieron fuerzas para acabar con los revolucionarios. Asesinaron a miles de trabajadores y, en medio de esta masacre, el 15 de enero de 1919, acabaron con Rosa Luxemburgo. El culetazo del rifle de un soldado destrozó su cráneo (91). Rosa Luxemburgo, la feminista marxista, «la más genial discípula de Karl Marx» (92), había sido asesinada. En palabras de su amiga y camarada, Clara Zetkin:
Rosa Luxemburgo simboliza la espada y la llama de la revolución, y su nombre quedará grabado en los siglos como el de una de las más grandiosas e insignes figuras del socialismo internacional (93).
Alexandra Kollontai: la feminista bolchevique
Alexandra Kollontai nació en Rusia, cuando aún gobernaban los zares; de hecho, su padre era un general al servicio del zar (94). Así, su familia estaba bien posicionada y recibió una buena educación, gracias a su padre. Y fue a través de esa educación como entró en contacto con las teorías revolucionarias (95). Se llegó a casar, pero abandonó a su marido para irse a estudiar a Suiza – como Rosa Luxemburgo -, donde las jóvenes estudiosas afines a las ideas marxistas se concentraban. Allí, se radicalizó y comenzó su compromiso político, convirtiéndose en una auténtica revolucionaria (96).
Después, se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (97) y pasó a la acción revolucionaria sin descanso. Además de formar parte de las Conferencias Internacionales Socialistas de Mujeres que ya hemos comentado, y ser otra de las madres del 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, – como Zetkin y Luxemburgo, también formó parte del SPD en Alemania -, también se opuso a la Primera Guerra Mundial y estuvo más que presente en la Revolución Bolchevique (98). De hecho, justo cuando estalló la Revolución, fue la primera mujer elegida por el Comité Central del Partido Bolchevique (99) y la primera mujer en el gobierno, como comisaria del Pueblo para la Seguridad Social (100).
La defensa de los derechos de las mujeres obreras
Tres años después, Lenin la nombró directora de la Organización de Mujeres Soviéticas (101). Porque, una vez tumbado el régimen zarista, Alexandra se dedicó – al igual que Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo – a hacer ver a las obreras la doble explotación que sufrían, por su sexo y por su clase (102).
Alexandra lo tuvo claro: se centró en eliminar el concepto de familia patriarcal, que oprimía a las mujeres, imponíendoles el cuidado de los hijos y las tareas domésticas (103). Y fue muy rompedora en sus planteamientos: puso sobre la mesa que las mujeres que ponen por encima de todo el amor – aunque ese «amor» sea nocivo -, están alienadas. – Kate Millet rematará esta idea en los años ’70, cuando suelte eso de que «el amor es el opio de las mujeres» -. También sentenció que para que una relación sentimental sea sana, la pareja debe respetarse mutuamente y olvidarse de los celos y del instinto de posesión. Ella lo llamaba «amor-camaradería» (104). ¡Qué genia!
Kollontay no se limita a incluir a la mujer en la revolución socialista, sino que define el tipo de revolución que la mujer necesita. No basta con la abolición de la propiedad privada y con que la mujer se incorpore a la producción; es necesaria una revolución de la vida cotidiana y de las costumbres, forjar una nueva concepción del mundo y, muy especialmente, una nueva relación entre los sexos (105).
Además, Alexandra, legalmente, consiguió varias victorias para las mujeres: que el matrimonio fuese igualitario entre cónyuges, que la asistencia maternal en los hospitales fuese gratuita, el divorcio y protección estatal para madres e hijos – leyes que Stalin mandará al carajo – (106).
La Mujer Nueva
Alexandra Kollontai, en definitiva, definió a la «Mujer Nueva», que exigía el respeto de los hombres, rechazaba las dependencias materias y afectivas y se rebelaba contra los obstáculos socioeconómicos, la doble moral y el «cautiverio amoroso». Una mujer que defendía, imponía e interiorizaba su valor (107). Una fantasía de mujer, sí.
En lugar del matrimonio indisoluble, que se funda en la servidumbre de la mujer, se verá nacer la unión libre, que debe su fuerza al amor y el respeto mutuos de dos miembros de la ciudad del Trabajo, iguales en derechos y en obligaciones (108).
Problemillas con el camarada Lenin
Que el objetivo de Alexandra Kollontai era la liberación de la mujer, estaba más claro que el agua. Y oye, se ve que a Lenin las ideas de Alexandra le parecieron demasiao’ pa’ su body. Porque esa intención de la Kollontai, después de liberar a la mujer del hogar y de la carga de la maternidad – el estado socialista se haría cargo tanto del cuidado de los hijos como de las tareas domésticas -, de apostar por la liberación sexual, a Lenin ya no le gustó. Además, las mujeres socialistas tampoco la apoyaron, pues eran demasiado tradicionales en este sentido. Así que Lenin la destituyó de su cargo de directora de la Organización de Mujeres Soviéticas (109) y la destinó a tareas diplomáticas: Alexandra se convirtió en la primera mujer embajadora (110).
La iniciativa de Alexandra de acabar con el modelo de familia patriarcal no salió bien. La guerra civil que se produjo tras la Revolución Bolchevique dejó a Rusia hecha mistos, y la gente se aferró a la familia tradicional (111). Así que atacaron a Alexandra, diciendo que descuidaba la lucha de clases y que alentaba a la anarquía sexual (112). – La Iglesia hasta la acusó de hereje (113) -. Pero nuestra Alexandra no se rindió, y estuvo difundiendo el feminismo marxista (o socialista) – que, sin duda, le debemos a ella – por Europa y Estados Unidos la tira de años (114). Falleció en 1952, en Moscú (115).
8 de marzo: Día Internacional de la Mujer para reivindicar nuestros derechos
Hermanas, tras haber surfeado por la vida y obra de estas tres referentes del feminismo – porque ellas sí son referentes, no Lola Flores -, hagamos justicia a su memoria y no olvidemos nunca por qué se celebra el 8 de marzo. El objetivo del Día Internacional de la Mujer no es otro que seguir luchando para conseguir la igualdad real entre los sexos. Aclaremos que sexo (biológico, realidad material, no es una identidad) no es igual que género (los roles y estereotipos socioculturales que nos imponen y con los que se nos educa por nuestro sexo), no nos confundamos. En boca de la compañera Paula Fraga:
No somos un colectivo ni una diversidad porque somos la mitad de la población con una agenda de emancipación clara. No somos una identidad porque nacer mujer determina nuestra posición estructural en el mundo, nuestra posición subordinada en la jerarquía sexual (116).
El feminismo, como movimiento político que es (117), siempre está en construcción, pero existen unos principios básicos inamovibles, que no se pueden quebrantar. Para empezar, el sujeto político del feminismo somos las mujeres. Y luchamos por la abolición del género, pues es el «culpable» directo de la opresión patriarcal al que estamos sometidas. Sumemos la abolición de la prostitución y de la pornografía (desde el feminismo no se puede tolerar la explotación sexual de la mujer) y de los vientres de alquiler (tampoco la explotación reproductiva), con la cosificación y violencia que conllevan. Y, por lógica, el feminismo debe enfrentarse al capitalismo, pues es el sistema político y económico que nos explota y oprime y nos convierte en mercancía (118). Si alguien reniega de estas bases, no, no es feminista y esta no es su lucha ni el 8 de marzo su día.
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