¿Quién no conoce hoy en día una historia de piratas? Te habrás dado cuenta de que toda historia con un buen pirata tiene algo en común: aventuras – tanto en alta mar como en tierra…, ya me entendéis–. Te contamos las aventuras de Amaro Pargo, el pirata de Tenerife.
Un poco de contexto, pero solo un poco
Desde la conquista de las Islas Canarias en el siglo XV, el archipiélago se hizo famoso por sus transacciones comerciales – y amorosas –. Esto provocó que marineros de muchos países atracaran sus barcos en los puertos isleños. Su finalidad era comerciar o descansar antes de proseguir su travesía hacia las Américas.
Dentro de este contexto, hay que destacar a un personaje que marcó un antes y un después en la historia de la piratería en Canarias. Se trata de Amaro Rodríguez Phelipe de Varrios Machado Lorenzo de Castro y Núñez de Villavicencio (1). Mejor conocido como Amaro Pargo (2) – y menos mal –.
Nació en 1678, en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, Tenerife. Creció en el seno de una familia acomodada, junto a otros 7 hermanos y hermanas. Posteriormente, 3 de ellas ingresaron en un convento, cuando tuvieron edad para ello (3).
De marinero amañao a pirata criminal: Amaro Pargo
Amaro Pargo comenzó su vida siendo marinero. Ningún nudo o vela se le resistía. Con 14 años se enroló en un bergantín. Demostró tanta valía que llegó a ser alférez de la Marina española (4).
Una muestra de su coraje… Mientras prestaba servicio como marinero, un barco pirata enemigo los atacó sin previo aviso. Mala costumbre de no avisar antes de atacar, pardiez. Inmediatamente, Amaro Pargo aconsejó al capitán simular una rendición. De esta manera, Amaro Pargo subiría al barco enemigo y taponaría la boca de los cañones (5).
Después de este gesto, lograron la victoria y se llevaron un botín muy valioso. Así, nuestro pequeño marinero se llevó gran parte de la recompensa y consiguió, de esta manera, su independencia económica. En esa época no existía la economía sumergida.
Tras esto, le cogió el gustito a obtener botines. De esta manera, sin comerlo ni beberlo, comenzó su andadura como pirata. Cometió una gran cantidad de crímenes, los típicos de un pirata vamos, aunque sin loro ni pata de palo. Pero con el paso de los años fue tal el remordimiento de conciencia que sintió por tales fechorías que comenzó a hacer obras caritativas, convirtiéndose en un gran devoto religioso.
De pirata de Tenerife a corsario religioso… y negrero
Su cambio repentino y su desenvoltura en el mar le llevó a que el mismísimo rey de España le diera a Amaro Pargo la patente de corso (6). El objetivo era defender a los comerciantes y los intereses de la Corona de enemigos y maleantes (7).
No solo destacó como corsario, también como un reconocido hombre de negocios. Comercializaba con vino de malvasía de sus propios viñedos, además de aguardiente realizado en una destilería de su propiedad, tabaco y esclavos negros (8). Lo típico de la época.
Comerciando con esclavos negros lo extraño sería que no hubiese tenido alguno como criado propio. El esclavo de Amaro Pargo era Cristóbal, a quién conservó hasta el final de sus días. Negrero, pero con buen fondo.
Una gran fortuna sin jugar a la Bonoloto
Los sitios predilectos para comercializar eran, en primer lugar, La Habana y Venezuela. Muestra de su astucia a la hora de mercantilizar con alcohol, tabaco, y personas, fue la gran fortuna que adquirió con el paso de los años. Monedas, joyas, casas y tierras (9) eran sus bienes más preciados. Buena época para ligar con el recurrente Hola moza, tengo tierras.
Poseía una gran cantidad de casas a lo largo y ancho de toda la isla de Tenerife, pero su favorita era la denominada actualmente “Casa del Pirata”. La obtuvo en el año 1744 (10), unos años antes de su muerte. Estaba en un paraje privilegiado, pues desde sus ventanas se podía otear la costa y, por lo tanto, el horizonte para divisar barcos enemigos.
En una de sus tantas travesías para mercadear –en una incluso se cruzó con el famoso, famosísimo pirata, Edward Teach conocido popularmente como Barbanegra–, una tormenta le atrapó a él y a sus marineros en alta mar, lo que le impidió dar marcha atrás o avanzar. Temiendo la muerte en ese instante, Amaro Pargo recordó que llevaba consigo el brazo de un crucifijo que su amada de Tenerife le había regalado, lo tiró al mar con la esperanza de que ese amor lo calmara y, efectivamente, el bravo mar entró en calma… Espera, un momento… ¿Su amada?
Su gran amor… ¿Una sierva de Tenerife?
Un amor secreto, prohibido, en pecado, mal visto ante los ojos de Dios… No, no es Pasión de Gavilanes. Su amada pertenecía al convento de Las Catalinas, ubicado en la ciudad en la que Amaro Pargo nació. Por ello, tras sus travesías, volvía a la isla, para descansar, poder verla y pedirle consejo. A cambio, el corsario la colmaba de regalos en forma de beneficencia.
Sor María de Jesús, así se llamaba su amada. Su amor era no correspondido, porque su devoción por Dios era mucho más fuerte. Ella tenía 35 años más que el corsario, y él siempre le fue fiel – sí, claro… -.
Con 52 años, estando en Tenerife, recibió una de las noticias más duras de su vida. Su amada Sor María de Jesús, conocida localmente como “Sierva de Dios”, había fallecido. Tanto dolor tenía, que se hizo cargo de los gastos del entierro, entregando dinero a la Madre Superiora para que hiciera misas en su honor.
Así, tras tres años vagando sin rumbo, le compró a su amada un sarcófago de madera policromada en rojo, azul y pan de oro (11). Tras abrir el sepulcro y el ataúd, pues la cerradura estaba rota, queriendo limpiar la tierra caída encima de la difunta, se dieron cuenta de algo impresionante: el cuerpo de la sierva estaba inmaculado, intacto. Esto hizo sentir a Amaro Pargo aún más devoción por su amada. Incluso a día de hoy, 3 siglos después, todos los febreros, se puede ver en ese mismo convento el cuerpo incorrupto de la siervita.
Últimos años
En el tiempo transcurrido tras la muerte de Sor María, se dedicó a realizar obras caritativas, dejando parte de sus negocios a empleados y sobrinos, mientras realizaba su testamento.
En 1747 Amaro Pargo falleció debido a un ataque de apoplejía (12). Fue enterrado en una capilla de su propiedad, bajo una heráldica familiar que casualmente está compuesta por una calavera y dos tibias cruzadas, en la iglesia de Santo Domingo, en la ciudad que le vio nacer.
Actualidad
No hace muchos años que la figura de Amaro Pargo salió a la luz. Desde entonces ha existido revuelopor lo que supuso su presencia en el archipiélago canario.
Existe una extendida leyenda en Tenerife que indica que el pirata, muchos años antes de morir, enterró un valiosísimo tesoro en algún lugar de la isla. Dado que una de sus casas más populares es la “Casa del Pirata”, son muchas las personas que se han acercado a este enclave a buscar dicho tesoro, dejando la casa en un estado lamentablemente ruinoso.
Por otro lado, recientemente se ha encontrado un retrato del corsario. Tras muchos estudios se está comenzando a cuestionar su autenticidad. Se sabe que existe otra pintura de este pirata de Tenerife, pero se ha dado por desaparecida (13).
Finalmente, tanto ha sido el boom de este personaje que ha formado parte del famoso videojuego Assassins Creed IV: Black Flag. No aparece en el mismo, pero dado el «rigor» histórico del que se jacta la compañía Ubisoft, en el proceso de investigación se toparon con su figura y la investigaron. Para ello, se llevó a cabo una exhumación de los restos del corsario, así como el estudio de su ADN.
Lo que está claro es que aún nos queda mucho por conocer en el tema de la piratería, pues es un ámbito que nunca pasa de moda. ¿Morbo? ¿Aventuras? ¿Las sexys patas de palo? Parece ser que nunca lo sabremos, al igual que las historias de alta mar.
Más historias de la Historia en Khronos, la revista de Historia
Amaro Pargo y La Siervita nunca estuvieron enamorados. Para Pargo, La Siervita era una santa. Corrijan eso…
A lo largo del texto no se ha dicho tal cosa. Amaro Pargo sentía más allá que un simple enamoramiento banal, era una admiración espiritual. Un sentimiento elevado a la devoción por su sabiduría y filantropía, que lo ayudó a lo largo de su vida y travesías.
Por otro lado, La Siervita nunca estuvo enamorado de él, sentía ese amor y cariño que se tiene por un buen amigo y discípulo de vida.
Un saludo