La Inquisición española es un tema bastante conocido por todo el mundo, generador de mucha polémica (sobre la leyenda negra). Sin embargo, se suele tratar poco cómo fue el fin de esta institución en España.
Y un mal día… volvió el rey
Desde las Cortes de Cádiz (1) empieza a notarse que los liberales no les caían del todo bien a las élites tradicionales (nobleza, clero, parte del pueblo…etc.). Las ideas liberales amenazaban el tradicional poder de estas buenas gentes (muy intransigentes). Por eso, a la vuelta a España del rey Fernando VII (2), al pasar por Valencia, lo convencen para echar abajo todos los avances de la obra de Cádiz, incluida la Constitución. De un plumazo se barre a la Pepa y se vuelve a al estado de antes de Napoleón. Ninguno fue consciente de que era difícil volver atrás. Las ideas revolucionarias e ilustradas de Francia ya habían calado en la mente de muchos españoles de entonces.
La verdad es que se cree que el propio rey no tenía mucho interés en jurar dicha Constitución. No era muy despierto, pero noto que le quitaba su «divino» y «legítimo» poder. Así que se decidió a abolirla con apoyo tradicional y del ejército con un golpe de estado (3). Una forma muy española de hacer las cosas.
La Inquisición española no se queda atrás
Paralelamente, se restablece el Tribunal de la Inquisición. Sin embargo, se pensó en reducir su función a la censura de libros. Con este fin se creó otra comisión con miembros de la Inquisición y del Consejo Real, que dieron por bueno el sistema inquisitorial tradicional. El objetivo de su vuelta era purgar la corrupción tras el período revolucionario .
Sin embargo, el nuevo inquisidor general promulgó un edicto ofreciendo un perdón a aquellos que hubiesen caído en herejía durante la guerra. Si lo notificaban al tribunal de cada distrito, podrían ser confesados en «secreto» sin daño ni perjuicio para los individuos (esta medida duraría hasta final de año). Junto a este decreto apareció otro más. Este censuraba la mayoría de obras publicadas durante la época de Cádiz y su libertad de prensa, incluyendo el propio proyecto de reforma de la Inquisición española.
Así, la actividad inquisitorial se reactivaba siguiendo estos decretos. Aunque lo hacía de forma más flexible, más enfocados a la censura y a los intereses compartidos entre Iglesia y Estado.
Una vuelta al trabajo tormentosa
Sin embargo, al igual que pasa a los estudiantes en su «volver a empezar, otra vez», la cosa no era fácil.
Por un lado el período de no actividad (unos 6 años), tuvo sus ventajas. Seguro que los inquisidores estaban muy «cansados» de juzgar herejes y demás… Pero a la vez habían perdido su «buen juicio» a la hora de señalar culpables. Por eso se podían dar situación de psicosis: «a veces, en ocasiones, veo herejes por todos lados…». Por otro lado, tenían el problema de la pérdida de bienes y documentación. Se les escapaban los herejes y las pruebas…
Además, suceden en estos años una serie de conspiraciones liberales (indudablemente, a la gente le gusta conspirar), apoyadas por la burguesía. A estos les convenía, por sus intereses económicos y políticos, que los liberales llegasen al poder… Puro altruismo.
Muchas fracasaron hasta que el jefe de unas tropas que iban a América (4) para sofocar las revueltas emancipadoras de las colonias, juntó una serie de cuerpos del ejército y junto a otros levantamientos civiles, llegan a Madrid. Allí, una Junta proclamada por gentes urbanas sublevadas obliga al rey a jurar la Constitución(5); por el momento (6) …
Tres años de herejía
Por tanto, la Inquisición española volvía a ser abolida al ser incompatible con la Constitución. En esta ocasión, los obispos e inquisidores, reaccionaron con mayor cautela ante unas reformas de la Iglesia que podían desatar una ola anticlerical en España. Pensaban que no solo sus privilegios, sino ellos mismos estaban amenazados.
Los obispos trataron de hacer valer sus derechos de censura de libros escribiendo al rey. Pretendían que comprendiera el peligro que su persona, sus derechos dinásticos y la Iglesia, corrían por la llegada de nuevos libros contrarios a la religión.
Se acerca el final, ya de verdad, de la Inquisición española
Tras el fin del período liberal, se reanuda el reinado de Fernando VII. Comenzó con una intensa represión contra los liberales. Aunque pronto fue frenada por las presiones internacionales que desaprobaban la brutalidad. El rey, que esperaba que sus aliados le ayudasen no solo a recuperar su trono, sino también a evitar la emancipación de las colonias, aceptó las imposiciones europeas. Y a su pesar tuvo que incluir decretos de amnistía para los disidentes políticos.
En el tema inquisitorial, el monarca no estaba muy de acuerdo con devolver a la institución sus atribuciones. No quería que se estableciera un Estado donde la Iglesia tuviera demasiado poder. Por su lado, algunos sectores de la Iglesia y de la sociedad más conservadores exigían al rey el restablecimiento total de la Inquisición española. Decían que era para asegurar la pervivencia del orden social en vigor y de la relación Iglesia-Estado.
Esta situación de bandazos generará nuevas conspiraciones, tanto realistas como liberales para derrocar al Estado. Además, los propios obispos, debido a que el gobierno no actuaba de manera clara, se decidieron a formar tribunales que asumieran las capacidades de censura, persecución y juicio de la Inquisición. Paradójicamente siguieron la estela de Cádiz en el proyecto de sustituir la Inquisición por otros tribunales similares.
El gobierno, decidió consultar al Consejo de Castilla sobre qué hacer. Este recomendó establecer la Inquisición española para estabilizar la situación, desautorizando además los actos de los obispos y sus nuevas juntas de Fe. Esta propuesta se filtró a los sectores más tradicionales y luego a parte del pueblo generando una importante alarma. Además se generó un gran rechazo internacional a su vuelta.
Una alternativa fallida
Desde Roma se propuso crear una red de Juntas de Fe con una Junta Superior que las controlase. Tendrían ámbito nacional y nombrarían jueces, además de servir como tribunales de apelación.
Otra fórmula planteaba que las apelaciones sobre las sentencias de los tribunales (Juntas de Fe) fuesen a parar al Tribunal de la Rota Española y no a Roma como pretendían algunos. Esto convenció al Gobierno y a parte del obispado, ya que la soberanía regia no se veía marginada. Así que el Gobierno y el rey (7) (8) aceptaron la propuesta de Roma.
Sin embargo, la situación de cierta calma se volvió a romper cuando el rey muere (10), dando lugar a una reacción anticlerical violenta que provoca la muerte de clérigos. La mujer del rey y regente, María Cristina de Borbón, se ve obligada entonces a acercarse a los liberales moderados para que apoyasen a su hija, sobre todo cuando poco después, su cuñado, el infante de España Carlos María Isidro y sus partidarios (carlistas) se levantan proclamando al infante rey de España.
Frente a esto, la reina crea un gobierno moderado. Este redacta a toda prisa el “Estatuto Real” (11). Poco después el ministro de Gracia y Justicia presentará un decreto para suprimir definitivamente la Inquisición española. Así acaba, finalmente el Santo Oficio en España.