Corría el año 1640 y España atravesaba la mayor de sus crisis. Mientras la Hacienda del Reino se desvanecía como un castillo de naipes surgieron en oleada varias sublevaciones. Nápoles, Sicilia, Portugal y Cataluña emprendieron el camino de la rebelión contra la Corona de España.
Bajo el reinado de Felipe IV de España (1), «la fiesta de la independencia» campaba a sus anchas por todo el Imperio. En Andalucía, que de fiestas algo saben, el IX duque de Medina Sidonia decidió, junto a su primo, que también debían independizarse. !Ole ustedes!
El pesimismo se instaló en el Reino junto a la debilidad regia del monarca y un futuro más negro que el tizón. Trazaron la idea para entender porqué un noble ubicado en la cima de la pirámide castellana arriesgaba su honor, su hacienda y su vida para promover un golpe por la fuerza contra la Corona española.
“Andalucía es mía”
Cuando comenzó la primera sublevación de Portugal, el rey, a través de su valido el Conde Duque de Olivares(2) mandó comenzar de inmediato la pacificación del Algarve (3). La misión fue encomendada a D. Gaspar Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, IX duque de Medina Sidonia. En estos momentos, general al mando del ejército de Andalucía. Esta rebelión fracasó, pero al año siguiente el golpe contra la Corona tuvo éxito y alzó al trono de Portugal al duque de Braganza (4).
¡A la segunda va la vencida!
«¿Portugal?, ¿otra vez? !Ya voy yo!»
En esta ocasión, Felipe IV y su valido prepararon la reconquista de Portugal. De nuevo, enviaron al duque de Medina Sidonia contra los rebeldes portugueses para el derrocamiento del rey Juan IV de Braganza. Si la primera misión de pacificación estuvo marcada por la lentitud y la falta de iniciativa de D. Gaspar ahora, en reconquista, su actitud fue pasar olímpicamente de las órdenes dictadas desde Madrid (5)
¡Este Felipe IV no aprende!
Por otro lado, comenzaron a llegar a la Corte una serie de informes que alertaban sobre un plan conspiratorio iniciado en Andalucía y encabezado por Medina Sidonia (6).
Lo cierto es que sería el duque de Ayamonte (7) quien convenció a su primo de Medina Sidonia para aliarse con Portugal y las flotas de Holanda junto a Francia. Estas debían de tomar el puerto de Cádiz y sublevar Andalucía.
El rey llamó inmediatamente a D. Gaspar ante su presencia, pero este respondió con varias excusas por motivos de salud a fin de retrasar su marcha. Obviamente, había sido descubierto. Necesitaba tiempo. Por ello esperaba la llegada de holandeses y franceses ante las costas de Cádiz. ¡Comenzaba el golpe por la fuerza!
Una visita a Madrid y un mártir por España
Cuando ya no tenía más tiempo, el de Medina Sidonia se puso en camino dirección Madrid. Como siempre la ley de Murphy hace acto de presencia. ¡A los pocos días de su partida la flota franco-holandesa apareció por las costas de Cádiz!
Una vez en Madrid, lejos de ser castigado por su majestad, el duque de Medina Sidonia, (cual Oriol Junqueras) narró que en sus actos no existía ni “revelió” ni “sedició “. Solo le falto decir: !yo amo a España! (8)
Veredicto: el perdón de sus bienes. Vida y honra por el mismísimo rey (9). Pero no se libraría de pagar una sanción de 200.000 mil ducados y el destierro de Andalucía. jaja
¿Dónde hay que firmar?
Tanta paz lleves como descanso dejas
No pudo decir lo mismo la otra facción conspiradora: el duque de Ayamonte. Fue sometido a un largo interrogatorio en el término de Illescas. Allí cargó toda la responsabilidad sobre el duque de Medina Sidonia. Porque ya le había advertido de que no le permitiría proclamarse rey de Andalucía. Por tanto, solo le apoyaría en la formación de una república andaluza. (10)
Pero de nada sirvió su confesión por alta traición, ya que tras un prolongado juicio, la pena impuesta fue la confiscación de todos sus bienes en favor de la Corona y la condena a muerte. Lo ejecutaron en el Alcázar de Segovia, degollado, como correspondía a los traidores de España.
“Las tradiciones hay que respetarlas”.
¡Te desafío!
El duque de Medina Sidonia había sido perdonado de tan viles acusaciones. Pero el rey tenía la mosca detrás de la oreja. Atrás quedaron los años de “vacas gordas” en los que visitaba al de Medina Sidonia en sus dominios de Doñana. Y todo para disfrutar de la caza y la buena gastronomía andaluza. (11)
A partir de estos momentos, como buen vasallo, el de Medina Sidonia trató de disimular su ignominioso delito. Y se dedicó a hacer exhibiciones de fidelidad ante su rey. En un último intento por lavar su imagen tuvo la estrafalaria idea de retar en duelo al “cuñadísimo” rey de Portugal.
Puro postureo
Lo emplazó a comparecer cerca de Badajoz, donde el duque y su séquito se desplazaron. Tras ochenta días de espera, allí no apareció “ni Peter”.
Agotado en plazo, D. Gaspar quedó en una especie de limbo extraño en una pequeña villa extremeña. (12) Hasta que en 1642 sería nombrado Capitán General de la Frontera del Cantábrico. Con orden de acudir inmediatamente a Vitoria. (13)
Tú mandas, yo decido
Gaspar Alonso no estaba dispuesto a cambiar el sol de Andalucía por la costa cantábrica. Así que, en vez de dirigirse al norte, lo hizo hacia Sanlúcar de Barrameda. Quizás con la intención de reactivar el golpe, quizás no. Pero ciertamente sin permiso regio para regresar a Andalucía.
Ahora sí, fue detenido y encarcelado. El problema que ahora tenía el monarca con el duque entre rejas era el perdón otorgado un año atrás. El perdón limitaba los cargos de acusación contra el noble andaluz. Nadie podía probar si su escapada a Sanlúcar estaba relacionada con una nueva conjura contra la Corona. (14)
El tiro por la culata
En esta ocasión la condena fue peor que la muerte. Fue desposeído de todas sus propiedades en Andalucía. Y además, de la que más prestigio y riqueza había aportado a la casa de Medina Sidonia durante siglos: Sanlúcar de Barrameda.
Gaspar Alonso Pérez de Guzmán murió expatriado en Valladolid sin haber pisado suelo andaluz. A partir de este momento la casa de Medina Sidonia trataría de recuperar su prestigio y poder. Pero nunca lo conseguiría.
El sueño que un día tuvo el duque, podría haber dotado a Andalucía de un nuevo estatus dentro de la monarquía y por qué no, un principado independiente bajo su poder. En adelante, los delirios de grandeza del IX duque de Medina Sidonia solo traerían consigo la desgracia y la decadencia para toda su noble casa.
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